¿Nunca has sentido como si te estuvieran desgarrando el corazón?

¿Nunca has sentido como si pese a que por más que rasguñas tu pecho no puedes detener lo que sea que está dentro de ti haciéndote pedazos?

¿Como si, por más que lo intentas, las lágrimas no paran de salir?

Es fascinante que incluso en medio de tanto dolor una parte de tí tenga tan profundamente grabada la rutina que debes seguir que simplemente lo hace sin importar si tus ojos están rojos e hinchados, sin importar que tus manos tiemblen o que tus piernas solo quieran ceder bajo el peso.

Nadie lo nota, y si lo hacen, realmente no importa. Se supone que tienes una vida que otros desean, se supone que debes sonreír.

Se supone que debes callarte y agradecer por lo que tienes. Da gracias porque no pasas necesidades, porque tienes a tus dos padres, porque tienes buenas notas, porque han dejado de pegarte... Debes agradecer por todo ello y más.

No es relevante que no les importe más que las notas en el papel, o que nunca seas una prioridad porque siempre habrá alguien antes de ti. No importa que hayan dejado de pegarte, no porque hayan visto que te duele sino porque alguien más les dijo que tus lágrimas no borrarán tus errores. No importa que cada comentario te provoque un vacío en el pecho. No importa que parezcas más un títere que un ser humano, algo que siempre debe estar listo para el espectáculo.

Sonríe, saluda, agradece y cierra la boca.

No importa si no estás bien. No importa si tu mente y tu cuerpo están rotos.

Nunca lo dejes ver. Una herramienta dañada no le sirve a nadie.

Simplemente, agradece porque tienes más de lo que otros no tienen.