"Odio este día."

El susurro sale de sus labios mientras lágrimas bajan. Este evento es solo una vez al año pero aún así nunca logró reunir fuerzas suficientes para recibirlo como debería.

Ve la botella de licor en su escritorio, tocada cada ciertos meses, ahora con su contenido por acabarse cuando ayer había permanecido casi llena, consumida en unas pocas horas. La música suena al fondo y la letra hace que su cuerpo tiemble de dolor más allá del físico, completamente inexplicable.

Al menos el efecto del alcohol entumece su cabeza lo suficiente como para no caer en un ataque de ansiedad y fingir que este día es una fecha feliz como todos quieren que haga.

Mira el reloj, aún quedan nueve horas para que acabe.

A diferencia del resto, solo puede ver esta fecha como tiempo perdido, una muestra de cuanto a fracasado, de lo poco que vale su existencia. Debería ser su día y se lo dicen pero no lo es realmente porque todos aprovechan para hacer cosas que no le gustan, sus regalos son cosas que saben que odia y son conscientes de que se las regalarán de vuelta en una especie de teatro llamado "amabilidad", compran comida que le disgusta cuando conocen su plato favorito porque a ellos les gusta, no preguntan pese a que la sonrisa es forzada para todos y no llega más que a una mueca.

"Ingrata, niña quejumbrosa, egoísta, sensible."

Repite en voz alta las palabras que su mente le reprocha al esconderse del mundo y sacar su botella escondida de licor, no es una forma saludable de afrontarlo sin embargo si eso evita que tenga un nuevo ataque que la lleve al temblor y a los gritos, lo tomará. 

Mientras bebe un nuevo trago y continua escribiendo, da gracias a que son pocos los que saben de dicha fecha en la actualidad porque ella se aseguró de que así fuera.