Es interesante el hecho de que una bebida pueda aflojar la lengua de las personas y dejar salir las más honestas verdades, los más profundos pensamientos o los más añejos de los arrepentimientos.

O quizás todo a la vez.

"Quiero pedir disculpas por quitárselo, sé que para ustedes también fue difícil no tenerlo mientras estaba conmigo."

Ella y yo estábamos frente a frente, nuestra familia extendida nos rodeaba y cada uno ya había superado las tres copas de vino. Las palabras estaban dirigidas a nosotros tres mientras él veía en silencio todo, aún así ella me veía a los ojos como si esperara mi respuesta.

Nunca tuvimos una buena relación, tampoco mala, sólo... complicada. Incluso entonces, en todos aquellos años que la conocía, fue de las pocas veces en que ví lágrimas en sus ojos. No de tristeza, estaba demasiado familiarizada con ello como para no identificarlo.

Sus ojos estaban cargados con culpa y arrepentimiento, como si hubiera tenido una especie de iluminación y hubiese llegado a una dolorosa conclusión. Pude ver que su lamento era sincero y dolió.

Para entonces ya no sentía rencor contra ella porque la decisión fue de él, además, sus acciones nunca tuvieron malicia detrás de ellas pese a que en su ignorancia nos lastimaron. Él la ama como se ama a una hija, como había deseado que me ame a mí, con un amor incondicional y dispuesto a dejarlo todo para estar a su lado cuando lo necesitaba.

Todo el rencor que sentía fue cediendo con el tiempo, con los años, porque empecé a comprender lo importante que era ella en su vida desde mucho antes de que yo existiera.

No lo culpé por seguir a su corazón, para entonces ya sabía que no se podía mandar en los sentimientos y por mucho que lo deseara, nunca llegaría yo a ser la prioridad de él ni de nadie. Mi madre siempre vería por su hermano y su propia madre antes que por nosotros, para mi hermano no era más una conocida o una compañera de vivienda.

Y estaba bien, incluso si hubo un tiempo en que desee significar lo mismo para ellos que lo que ellos significaban para mí. Sueños tontos e infantiles que no hicieron ningún bien a nadie.

Haciendo girar el líquido en mi vaso no pude evitar pensar en lo que nos llevó a estar en la situación actual. La muerte tenía un fascinante poder para cambiar a las personas, las vivencias que llevaron a ella sin duda fueron experiencias más que esclarecedoras. Después de todo, yo simplemente fui una espectadora en una historia larga de dolor en el que él y ella tuvieron que ver el deterioro de una persona a la que querían más que a nada. Vimos cómo se desmoronaban por el dolor y la impotencia, los vi romperse cuando no hubo el más mínimo atisbo de reconocimiento en sus ojos. Lo vi a él quebrarse mientras la abrazaba, ambos contemplando un ataúd mientras nosotros permanecimos a su lado en un vano intento de apoyo frente a una pena que no entendíamos su profundidad.

Cerré los ojos, la persona ciertamente no había sido buena con nosotros tres, en especial con mi madre; pero había significado mucho en el alma y corazón de mi padre, casi tanto como su hija.

"Te envidiaba ¿sabes? Hasta que con el tiempo lo entendí. No me debes nada y yo también lo siento."

Por primera vez hubo una especie de entendimiento tácito entre nosotras porque sabíamos que esas solicitudes de perdón iban mucho más allá de lo que dejábamos escuchar al resto, esas palabras acaparaban mucho más peso del que dejamos ver.

Nunca pensé decir esas palabras en voz alta, mucho menos frente a tanta gente, aún menos frente a él. Sin embargo, yo tampoco era inmune a los efectos del alcohol y, por segunda vez en mi vida, no me importó porque fue terriblemente liberador.