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Capítulo 2. Luz y oscuridad, un momento intermedio

Capítulo 2. Luz y oscuridad, un momento intermedio

Zoe se escondía entre las rosas y esperaba a que Kanaria no la encontrase, apenas se movía. Kanaria caminaba observando todo y de pronto, una espina de las rosas pinchó a Zoe y dio un leve grito.

—¡Ay! —dijo mientras se incorporaba y sacudía su vestido con dibujos de frutillas.

—¡Te encontré! —gritó Kanaria mientras se acercaba corriendo.

—No me encontraste, fue culpa de la espina —dijo mientras le enseñaba el dedo del que salía sangre.

—Ah... ¿Te duele mucho?, no te preocupes, creo que mamá guarda unas banditas en la cocina.

—Creo que no le caigo bien a tu mamá —murmuró Zoe, bajando la mirada.

—Ya sabes por qué... tuve que convencerla para que te dejara venir.

Kanaria tenía puesto un vestido lila y un conejo al que llamaba Giro, saltaba a su alrededor. Tomó la mano de Zoe y juntas entraron a la casa. Lucien, su padre, al verlas frunció el ceño.

—¿Qué hace esa niña acá, Kanaria?, te he dicho que no puede venir.

—Pero papá, es mi amiga y sólo vino un ratito a jugar conmigo al jardín, mamá me dio permiso de que venga.

Zoe se paró detrás de ella, sosteniendo el conejo.

Katerina bajó y al verlas, no las miró como Lucien, sino que se acercó a Zoe y la saludó, vio que sangraba y se fue con ambas a la cocina.

Su madre era hermosa, su cabello oscuro y su sonrisa, era lo que más le gustaba a Kanaria, usaba ropa holgada y oscura.

La cocina era grande y siempre olía a rosas frescas. Ella sacó de un cajón unas banditas de colores y con cuidado se la puso a Zoe, mientras le acariciaba la cabeza.

—Espero no te duela mucho. No te preocupes, puedes venir cuando quieras, el padre de Kanaria es a veces duro.

—Gracias, señora —dijo Zoe sonriendo.

—¡Vamos a seguir jugando! —gritó Kanaria emocionada.

—Está bien pero no demasiado, que en un rato estará el té y el padre de Zoe vendrá por ella.

Ambas salieron y Lucien entró enfadado dando un golpe en la mesada. Lucien era más alto que Katerina y sus ojos del mismo tono que los de su hija.

—¿Por qué le diste permiso de que viniera?

—Son niñas aún y se llevan bien.

—No está bien, Katerina, son opuestas. Sabes bien lo que sucederá a futuro.

—El futuro no me importa, Lucien, a mi me interesa que nuestra hija disfrute su niñez —le pasó una mano en la mejilla y le sonrió.

—Está bien —dijo no muy convencido.

Ambas niñas seguían jugando en el jardín. Ninguna pensaba en lo que le decían, ninguna veía una razón lógica para no estar juntas. El método de la alquimia era diferente, pero al final, ambas eran alquimistas.

—El Azoth, ¿qué es? —preguntó Zoe, mientras tomaba la mano de Kanaria.

Ambas estaban tiradas en el pasto, rodeadas de flores.

—Es algo muy poderoso, algo que será necesario a futuro, eres importante —dijo Kanaria, mientras se volteaba a verla.

—Pero papá habló algo de sacrificio respecto a eso y no me gustó.

—Mi padre habló también de eso y de algo en mí, que es malo, tampoco me gustó.

Ninguna de las dos dijo más nada, ya que Philip, el padre de Zoe, llegó por ella, la tomó en brazos y saludó cordialmente a Kanaria.

Katerina fue quien lo recibió y le sonrió de una forma que Kanaria jamás había visto en su madre, ni ante su padre, ni ante ella, no sabía por qué, pero decidió quedarse con ese pensamiento.

—Philip, para mí está bien que las niñas se vean, pero a Lucien no le gusta, ya sabes cómo es —dijo mientras caminaban a la entrada, con Kanaria tomada de la mano.

—Lo sé, siempre ha sido difícil con él, pero al menos sé que cuento contigo para que ellas se vean. Entiendo la diferencia pero... son niñas y si han escogido ser amigas, no debemos destruir eso.

Bajó a Zoe y Katerina le indicó que se adelantaran.

—Pero sabes lo que se acerca, ¿verdad? —dijo Katerina tomando su mano sin mirarlo.

Philip acarició su mano y él sí la miró y le acarició el cabello. En ese simple gesto, había emociones esperando a salir, sentimientos que aún tenían su poder.

—Quizás eso cambie las cosas entre ellas, pero es lo que debe pasar —Katerina lo miró y le sonrió.

—Tal vez, sé que queda poco tiempo pero... te lo prometí —dijo mientras la besaba en la mejilla y sentía que con ese leve roce, todo lo que no debía, regresaba.

—Es la última vez, Philip. No quiero que te vayas sin decirte que yo sigo sintiendo como esa vez, nada ha cambiado.

—Sabes que yo igual, en un tiempo, pensé que la madre de Zoe era a quien amaba, pero fue solo otra mentira disfrazada.

Philip se puso delante de ella y primero, miró a ver que ambas niñas seguían charlando, luego volvió a mirarla, la acercó hacia él y la besó de una forma dulce, como si volvieran a ser jóvenes, como aquel día. Luego, se separaron, ninguno dijo nada, no era necesario.

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