Capítulo 1 Preludio de Luz y Sombras
Capítulo 1 Preludio de Luz y Sombras
Los gritos se oían en medio de la batalla. El choque de diferentes armas —espadas, dagas y arcos— resonaba en aquella noche. En el medio del enfrentamiento, una mujer de cabellos rojizos transmutaba un arco plateado, tomaba una flecha dorada y apuntaba a otra mujer de cabellos oscuros, que estaba rodeada de sombras y decía palabras inteligibles.
De pronto, de la mujer de cabello rojizo salió una luz y un cristal de los colores del arcoiris se elevó y fue a depositarse en el medio de una estatua. Todos callaron, todos cesaron de pelear y los que perecieron, se volvieron polvo de estrellas.
Alexandra se despertó sudando, no era solo un sueño, sino una recopilación del pasado.
Se llevó la mano al pecho y murmuró: «Sucederá de nuevo».
Al siguiente día, despertó renovada, pero aún con las imágenes de su sueño en su memoria.
Se dirigió a la biblioteca y sacó el libro Historia del territorio Álmico y pensó en llevárselo a Ethan, su nieto.
El timbre sonó y Alexandra, aún sosteniendo el libro, se dirigió a ver quién era.
Al abrir, se encontró con su hijo Yann y Ethan.
—¡Alex , Alex! —dijo el pequeño Ethan, abriendo sus brazos y prendiéndose de su pierna.
—Pero qué grande estás —saludó y lo tomó en brazos.
—Madre, lo traje como te prometí, me quedaría, pero el Gobernante de la Ciudad de Almas tiene sus responsabilidades.
—Lo sé, hijo —dijo mientras lo despedía.
Ethan tenía siete años, unos grandes ojos azules como Alex, y un poder que comenzaba a asomar. Le dio un sonoro beso y ella lo puso en el piso, mientras le acariciaba la cabeza y le mostraba un libro.
—¿Qué es eso? —preguntó y se sentó en el sillón.
—Historia, Ethan, debes aprender —dijo mientras se sentaba a su lado.
—Qué aburrido, yo quiero jugar a adelantar la hora de los relojes.
—Luego, primero quiero leerte, seguramente tus padres están muy ocupados y el colegio recién está comenzando, así que... te contaré —abrió el libro y le enseñó unas ilustraciones—: «Hay todo un mundo, un mundo diferente al de los humanos comunes, un mundo donde hay magia, alquimia, lords y ladies del tiempo, incluso habilidades diferentes. Hay ciudades según la habilidad: Ciudad de Alquimistas Álmicos, Ciudad de Sentimientos, donde viven los Hechiceros y...»
—¿Qué es eso de «Álmico»? —preguntó Ethan moviendo los pies e incorporándose.
—Estate quieto, Ethan —lo sentó de nuevo—. Es para referirse al poder del alma de cada uno, es algo que los humanos comunes no tienen
—Suena raro, yo quiero manejar el tiempo. ¿Cómo hago eso?
—No me dejaste terminar, también existe una ciudad de Lord y Ladies álmicos, ellos se encargan de que no se produzcan paradojas y de recolectar el polvo de estrellas.
Ethan se incorporó, sacó de su bolsillo galletas y le ofreció una. Ella la tomó y lo sentó en su regazo y le mostró ilustraciones del libro. En estas se mostraba a una mujer de cabellos rojizos que le salía una luz de su cuerpo, junto a otra mujer de cabello oscuro, rodeada de sombras. Ethan le dio unos golpes al libro.
—¿Es de terror? —preguntó mientras la miraba.
—No exactamente. Suficiente por hoy —cerró el libro—. Vamos a jugar —dijo mientras le hacía cosquillas.
Zoe tenía diez años, era bajita para su edad, su cabello era cobrizo y tenía unos grandes ojos avellanas y llevaba puesto un camisón de corazones. Miraba con entusiasmo al cobayo que estaba en el jardín de invierno, le habían dicho que no abriese la puerta o el roedor iba a escaparse. Kanaria se le acercó, cargando a un conejo gris, ella era más alta, tenía la misma edad que Zoe, el cabello oscuro y largo y ojos azules, tenía puesto un pijama de conejos y una mirada seria.
—Suelta ese bicho —dijo Kanaria, intentando abrir la puerta del jardín.
—¡No! papá se enojara —dijo tomándola del brazo—. Además si me porto mal, mañana no podré ir a verte.
—Está bien, enana, vamos a la sala de entrenamientos.
—No me digas enana —dijo Zoe poniendo los ojos en blanco—. Y...está bien, pero primero nos vistamos.
Luego de vestirse, salieron sin hacer mucho ruido a la sala de entrenamiento repleta de armas. Abrieron las ventanas y el sol ingresó.
Zoe juntó sus manos y apareció un círculo blanco a sus pies y se formó una espada dorada, Kanaria hizo lo mismo, pero a sus pies, apareció un círculo oscuro y transmutó un arco gris, con flechas plateadas.
—Eso es mejor que lo mío, Kanaria, peroo... Esta espada es ligera —se movió detrás de ella y apoyó la espada en el cuello de Kanaria.
Kanaria se zafó y la apuntó con el arco.
—Te falta ser más atenta.
Ya era de noche y Alexandra acomodó a Ethan en su cama, lo besó en la frente y él sonrió medio adormilado. Levantó el libro que había leído, lo abrió en la página de las dos mujeres enfrentándose y escribió con lápiz, al lado de la rojiza, Zoe y de la de cabello oscuro, Kanaria.
—Aún falta tiempo, pero este futuro es imposible de cambiar.
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