Capítulo 8°
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["Quiero pasar cada día de mi vida contigo"
Min Yoongi a Kim Seokjin.
Todos los días.]
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Sus ojos ardían un poco en la habitación oscurecida y cuándo parpadeó para adaptarse sus ojos se humedecieron por un bostezo reprimido. Todo el cuerpo de Yoongi se sentía como si un camión le hubiese pasado por encima.
Ni hablar de su cerebro, aún no se había puesto al día.
Estaba demasiado viejo para esto.
Las cortinas estaban abajo, pero por la calidad de la luz tenía la lejana idea de que estaba atardeciendo o amaneciendo, y los débiles rayos de sol que se filtraban por el grueso material bañaban la habitación de luz solo tenuemente, lo suficiente como para distinguir vagamente formas y colores familiares.
Esta era su habitación.
Su habitación con un librero que ya no podía sostener todos los volúmenes que tenía encima y que habían tenido que colocar allí porque no había más espacio en el estudio. Su habitación con cosas de perros tiradas en el suelo, su gran armario desorganizado, y una caminadora que solo habían usado para colgar ropa sucia hasta ahora.
Yoongi sintió el alivio que dolía en su corazón y tuvo que cerrar sus ojos nuevamente.
Estoy de vuelta.
Fue solo en ese momento, con los párpados fuertemente cerrados, que pudo escuchar una respiración ligera junto a él. Sus ojos se abrieron tan rápido que tuvo que esperar unos segundos a que la humedad se disipara para poder enfocarse.
Su esposo estaba sentado junto a la cama, su cuerpo inclinado con la parte superior completamente apoyada sobre la cama. El rostro de Jin, cansado, se había girado para encararlo, sus pestañas se movían ligeramente, sus labios entreabiertos y sus hombros subían y bajaban lentamente con la respiración acompasada y tranquila.
Parecía haberse quedado dormido sin querer, en medio de algo, porque su mano estaba extendida en una posición incómoda y su otro brazo desparecía debajo de la cama.
Yoongi tuvo que dejar pasar el tiempo solo para mirarlo. Llevaba el cabello plateado, porque por más que hubiese querido tinturarlo de negro, para consternación de los señores Kim, el cabello seguía creciendo alarmantemente rápido hasta que el tinte desaparecía porque tenía que cortarlo. No había manera, los tintes eran temporales, así que jugaban con los colores por un tiempo hasta que el color plata volvía a aparecer.
En algún punto Jin se había quejado: me veré como un anciano en unos años. Y Yoongi se había reído. No lo dijo entonces solo por ser un poco idiota, pero en realidad creía que Jin jamás envejecería, seguiría siendo hermoso y etéreo, incluso con pequeñas arrugas alrededor de sus ojos y las marcas faciales de la sonrisa, a pesar de que el color plateado comenzase a lucir más como canas que como un tinte fantasía.
Incluso si sus años pasaban y pasaban y sus edades avanzaban y sus cuerpos se consumían por el tiempo, Jin siempre sería...este eterno amor suyo. Su forma favorita de amor. La forma más hermosa de su ser.
Sonaba malditamente cursi, pero perdonen a un hombre que acababa de despertar de una experiencia traumática.
Sus dedos recorrieron el viaje conocido hasta los mechones de cabello y acariciaron con reverencia hacia atrás, viendo con deleite cómo su esposo, inconsciente para el mundo, buscaba el toque y lo perseguía cuando Yoongi se movía, como el pequeño gato que su papá había adoptado en un impulso porque "le recordaba a Yoongi".
Sus ojos se suavizaron y suspiró justo cuando el cuerpo de Jin se estremeció, espantando el sueño con violencia como si se hubiese dado cuenta de que no debía quedarse dormido.
Parpadeó con fuerza dos veces y su mirada se posó en Yoongi, que había estado profundamente dormido la última vez que verificó.
Se congeló.
Yoongi sabía que Seokjin era de emociones intensas y reacciones ligeras. No se ofuscaba demasiado y era, en general, tranquilo. Por eso subestimó totalmente el impulso de su marido cuando este último no perdió ni un segundo en lanzarse sobre él con fuerza.
Todo el aire se le escapó en una risa cansada. Su Seokjin siempre hacía este tipo de cosas, que lo sorprendían o lo asustaban, nunca hubo realmente un punto medio.
Seokjin lo atrapó con brazos y piernas sobre la cama, rodeando los hombros de Yoongi con desespero y enterrando sus dedos en su cabello, escondiendo su rostro entre la curvatura de su cuello.
Yoongi sintió toda su calidez, abrazando su cintura encima de su cuerpo mientras Seokjin disparaba besos en cada parche de piel que podía encontrar. Eran besos pequeños y sin orden, algunos no eran delicados y seguro repintarían las marcas que sabía que ya tenía. Sonrió contra los cabellos plateados y abrazó con más fuerza. Ninguno de los dos dijo nada.
En la quietud de cualquiera que fuera esa hora, sus respiraciones eran el sonido más fuerte, ni siquiera los pequeños sollozos silenciosos de Jin eran distinguibles, haciendo que parecieran un sueño de no ser por la humedad delatora que Yoongi sentía en la delicada piel de su cuello.
Pasó mucho tiempo antes de que Yoongi pudiera convencer a Seokjin de dejar de esconderse, quería ver su bonito rostro.
—Está hinchado y cansado.
—Y aun así, es el rostro más apuesto.
Seokjin se sostuvo con los codos a cada lado de la cabeza de Yoongi y solo entonces lo miró a los ojos. Sus ojitos dorados estaban ligeramente enrojecidos y su cabello estaba disparado por todas partes, desordenado, era todo un espectáculo para los ojos.
Yoongi lo amaba más.
No pudo evitar que sus propios ojos se enrojecieran.
—Te extrañé. No estabas ahí
Solo la imagen de ti, y eso no eres tú.
—¿A dónde fuiste? —la voz de Seokjin se escuchaba baja y ronca y nasal, era un poco graciosa, pero Yoongi sabía que su estrella debió haber pasado un momento difícil y la preocupación ganó a cualquier otra cosa. Llevó sus manos al rostro de Jin y acarició la humedad que estaba debajo de sus ojos, dejándolo inclinarse hacia un lado para apoyarse en la palma de su mano, con los ojos cerrados.
—En el horizonte de eventos.
Los ojos de Jin se abrieron lentamente y frunció el ceño —Estás jugando conmigo.
—¿Ves mi cara? Soy mortalmente serio.
Yoongi sonrió y le contó a Jin su pequeño viaje que se sintió eterno. La frente de Seokjin se apoyaba contra la suya y sus respiraciones chocaban, hablaban en susurros porque no hacía falta alzar la voz, no había nadie más que tuviera que escuchar.
En algún momento, Yoongi tuvo que interrumpirse a media frase. Porque Seokjin estaba ahí, a centímetros de él, mirándolo como si no pudiese dejar de verlo y respirando su mismo aire y Yoongi solo no podía no besarlo.
Sus labios se encontraron con tranquilidad, como si fuese lo más natural, lo que debía ser. Eran suaves el uno con el otro, húmedos. Solo era un toque, no hubo choque ni desesperación, como si solo estar ahí, entrelazados entre sí, fuese lo que se necesitara para que el universo se sintiera correcto.
—Espera hasta que me dé una maldita ducha, entonces te besaré como es debido.
Seokjin se rio contra su boca —No mates el momento, Gi. Estuviste dormido un día y una noche, está amaneciendo, tengo derecho a enloquecer un poco aquí.
—¿Un día y una noche?
Yoongi se removió incómodo. Mierda, su viejo cuerpo iba a doler cuando se levantara de esta cama, pero, por sobre todas las cosas, sabía que muy seguramente ese día y esa noche su esposo estuvo en vilo al pie de su cama, esperando que despertara. Probablemente también lo limpió, porque esa era la clase de persona que era Seokjin.
Le dolió el corazón.
Pero Seokjin solo le sonrió con suavidad, dejando un pequeño beso en la esquina de su boca, subiendo por sus pómulos, sus párpados y su frente, donde sus labios rozaron la piel cuando susurró:
—Feliz 31 cumpleaños, Gi. Tu energía y la mía se estabilizaron en el collar en la madrugada, ¿Cómo te sientes?
Yoongi mandó al diablo su adolorido cuerpo.
Había extrañado a su esposo.
No fue sino hasta cuando se ducharon un par de horas después y Seokjin actualizó a su familia y les aseguró que Yoongi estaba bien, que se recostaron en la cama, con sus tres perros tontos destrozando su habitación y la luz de la mañana entrando por la ventana de su habitación. Los rayos del sol envolviendo su lugar.
Se acurrucaron sobre las sábanas, envueltos en la calidez del otro. Seokjin, como siempre, escondido en el pecho de Yoongi y este último, como siempre, envolviendo sus brazos alrededor de la persona que amaba.
Yoongi giró su anillo y Seokjin besó su cuello antes de estirar su mano y sacar el collar cuyo dije brillaba inusualmente intenso.
Ambos lo envolvieron con las manos, era un poco más cálido de lo que Yoongi recordaba y el color era una especie de azul aguamarina que cambiaba un poco de tonalidad a medida que lo movían contra la luz.
—Parece más vivo —murmuró Yoongi, besando el cabello húmedo de Seokjin y apretándolo más contra él hasta que este último se retorció en su agarre, divertido.
Naturalmente, sus energías se habían fusionado bien, aunque no tenía idea de lo que eso significaba ahora.
Yoongi rio y su risa envió estremecimientos al cuerpo de Jin; en algún momento, las cosquillas se volvieron caricias, y las risas se volvieron besos.
Seokjin no habló mucho y Yoongi supo que su esposo seguía afectado. Conocía el sentimiento y sabía que tendría que trabajar duro para arreglarlo. Mientras tanto, se concentraría en amarlo de todas las formas correctas.
Ninguno de los dos se dio cuenta de que el collar, de hecho, si parecía más vivo. Su luz parpadeaba a un ritmo específico y se condensaba cada vez más a medida que el parpadeo se definía.
*badum-badum*
Era como los latidos de un corazón.
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N/A:
Gracias por estos dos años.
Gracias por todo.
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