1
— Aceptó, señor.
Rogers tragó el último sorbo de vino.
Dejó su copa en la mesa, miró las enormes pantallas que conectaban con la habitación en donde tenía a Stark y sonrió. No necesitaba oír por la boca de Rumlow que el genio accedió a su trato por su libertad. No cuando ya había escuchado al mismo Stark aceptar. También, maldecirlo y desearle las peores muertes, divirtiéndole aún más. ¿Y a quién no? El genio que el mundo admiraba se encontraba atado en una cama colocada verticalmente, maldiciéndole y esperándole a él, al hombre que más aborrecía, pero que se lo iba a coger. Y muy duro, por cierto. Quería reírse y hasta compadecerse del castaño, mas los esfuerzos y sacrificios que hizo para conseguir este momento se lo impedían. Tampoco, su orgullo. No debía desmerecer su logro. Así que, borrando su sonrisa, Steve se levantó, caminó hasta la puerta de su oficina y palmeó el hombro de Rumlow. Se sentía complacido, extasiado y muy determinado que le resultaba difícil de ocultarlo. Lo que su fiel perro entendía. Asintiendo y haciéndose a un lado, Rumlow permitió que el Capitán Hydra saliera de su habitación dispuesto a poseer lo que le quitaba el sueño y cordura desde que supo de su existencia.
El pasillo que lo llevaría hasta la otra ala de su mansión se extendía más y más, desapareciendo su buen humor. Estaba harto de ver la misma estúpida alfombra roja, los candelabros adornando cada muro y los malditos cuadros repartirse entre las paredes. Quería llegar cuanto antes a esa habitación roja, apreciar cada gesto de odio en el rostro del millonario y presumirle su victoria. Sí, eso quería. Pero, no iba a correr desesperado. Menos, dejar que sus agentes lo creyeran un necesitado. Porque él no lo era ni sería. Aunque, sus últimas acciones posiblemente le contradijeran, él sabía bien que cada artimaña, que cada emboscada y que cada infiltración que armó en Shield y en Stark Industries tuvieron una razón: eliminar posibles amenazas para la nueva Hydra que pensaba formar. Y el que tuviera a Tony Stark en su mansión solo era un premio extra que pensaba reclamar ahora. Se lo merecía y mucho. Fue más paciente de lo que acostumbraba, estudió el círculo que rodeaba al genio, desapareció cualquier intento de ataque contra él y sobre se dedicó a averiguar y a entender qué era lo que le impedía a Stark no ser el futurista que el mundo necesitaba.
Y eso era el estúpido miedo, miedo a un montón de grupos de ingratos.
Tal vez, solo tal vez, podría llevarse a Stark a su dimensión. Aún más, sabiendo que su versión de esta dimensión jamás lograría entenderlo y que él sí pudo. Al igual que lo hizo con su Stark de su dimensión, lo consiguió hasta que se le arrebataron. Los tontos y patéticos principios de justicia, del bien común, del mundo civilizado y controlado por hombres aparentemente correctos, jamás le impidieron creer en el talento de otros. Menos, limitarlos. Así que, si este Stark era astuto, aceptaría más que sexo y se iría con él.
Frente a la puerta hecha de caoba, Hydra se detuvo.
Las manos le temblaron, el corazón le latía más rápido y sus deseos más salvajes iban consumiéndolo. Todo rastro de cordura y razón iban desapareciendo. Peor aun cuando le fue imposible no distinguir ese exquisito aroma de vainilla que caracterizaba a Stark. Era cierto: él estaba ahí. Tomando aire y quitándose la camisa, Steve ingresó ansioso y curioso. La luz oscura y las paredes rojas daban una extraña sensación que fue bien compensada con lo que ahora tenía frente a él. Parpadeó más de tres veces y cada vez que abría los ojos, lo tenía a él. Sonriendo, Hydra caminó hasta Stark para apreciarlo mejor. Estaba bien atado y amordazado. Imaginar la razón de la repentina decisión de sus guardias le divertía. También, saber qué tan habilidosa podía ser esa boca rosada junto con esas manos pequeñas. Sí, eran pequeñas. Este Stark era pequeño y parecía frágil, mas resultaba lo contrario. Dio lucha con su armadura y sus juguetes. Fue una maravilla solo tener un pequeño corte en la pierna como recuerdo de él. Aunque, le gustaría tener otro. Por ejemplo, el recuerdo de él suplicando por sus caricias. Pero, podía obtener más de un recuerdo.
Y ahora tenía la oportunidad.
Stark estaba con los ojos vendados, atado de manos y pies, y sensible a cualquier roce o ruido. Él estaba a su disposición. Por lo que, acercándose sigilosamente, el rubio se apegó a él para sentir su respiración en sus labios y verlo temblar ante el mínimo roce. ¿Quién no lo estaría? El genio se estaba entregando a quien consideraba el peor de sus enemigos, mientras un extraño y detestable placer empezaba a apoderarse de él. Burlón y victorioso, Hydra llevó sus manos hacia el vientre del genio para contemplar cómo su mandíbula se tensaba y hacía sonar las cadenas al momento de retorcerse en su afán de contenerse. Era claro que Stark deseaba ganar su libertad, pero olvidaba que competía contra él, un sujeto que no estaba interesado en dejarlo ir.
Rogers agarró fuerte las caderas del genio. —Recuerda, Stark: el menor ruido que sueltes te hará mío para siempre.
El castaño solo asintió.
Tomando el rostro de Stark, Rogers le besó demandante. Stark no se negó. Al contrario, le siguió con la misma intensidad. Permitió que el rubio le robase el aliento y lo dejase con ganas de más al instante de separase. Era una lástima que su orgullo no le dejara pedir más de esos besos. Pues, el genio no estaba dispuesto a perder, sino a dar lo mejor de sí para evitar que su cuerpo no le traicionara. Y Rogers lo sabía perfectamente, excitándole el doble. Tras rozar los labios del millonario con sus dedos, Steve nuevamente le besó, se adueñó de la boca de Tony. Y mientras lo hacía, Hydra se frotaba contra Stark. Lo hacía lento, pegaba su cuerpo contra la de él duramente y dejaba besos en el cuello de Tony. Cada maldito beso y mordisco desencajaba a Tony, le entorpecía, provocaba que sus cadenas sonaran contra la cama y le obligaba a morderse los labios con fuerza. Stark no quería una maldita derrota. Él quería irse, tomar su armadura y destrozarle la cara al jodido rubio que ahora marcaba su piel. Pero, su cuerpo cedía a esas manos fuertes que sujetaban sus caderas, a esos besos que iban de sus labios a su pecho desnudo y a ese infernal roce de su miembro contra el de Rogers.
Stark estaba por conocer a su segunda derrota.
Pues, Rogers iba chupando cada parte del cuello de Tony. Lo hacía totalmente deseoso. Hydra dejaba grandes marcas y las lamía en el pecho del genio. El lado más territorial y egoísta del rubio quería que todos vieran y supieran que esas marcas eran de él. También, que este Tony era suyo. Completamente, suyo y que nada ni nadie podría arrebáteselo. No otra vez. Lo quería para y con él. Por lo que, Steve entendía que debía esforzarse, que debía enloquecer a Tony Stark y mostrarle que podría cogerlo como ninguno. Así sería. Bajando más y más, Rogers llegó hasta el pecho del castaño satisfecho. Los pezones del moreno estaban erectos sin haberlos tocado, dándole a entender que hacía un gran trabajo. Iba bien. Sus besos y roces hacían que Stark dudara de sí. Lo podía comprobar al fijarse cómo Stark llevaba su cabeza hacia atrás complacido de sus toques y besos. Lo hacía tan bien que hasta los labios del castaño iban a sangrar por la fuerza que usaba al contenerse. No debía luchar, sino aceptar que entregar el control podría ser jodidamente excitante. Muy excitante como ahora. Suspirando cerca de su cuello, Hydra pellizcó el pezón izquierdo de Tony sorpresivamente. Aquello provocó que el moreno se retorciera e hiciera gran ruido con las cadenas.
Stark apenas tragó saliva y volvió a resistir.
No por mucho.
Acercándose lentamente, el de ojos rojos llevó a su boca el pezón derecho. Lo chupó suavemente, mientras el otro lo rodeaba con el índice y pulgar fascinado. Stark trataba de arquearse, pero las cadenas se lo impedían. El genio no podía hacer más que aguantar el placer que Hydra le daba. Y aquello excitaba más al rubio. En ese preciso momento era suyo. Solo suyo y se rehusaba. Un exquisito desafío que le apetecía seguir probando. Volviendo a chupar, Hydra lo hizo más fuerte. Con sus dientes, jaló el pezón del genio. Tony se tensó, apretó sus puños y empezó a probar la sangre de sus labios. El castaño estaba sangrando, sus mejillas se encontraban rojas, las manos apretaban con fuerzas las cadenas y sus labios volvían a ser herido. Stark estaba al borde del lloriqueo. Hydra chupaba más fuerte un pezón y al otro lo pellizcaba como estiraba. ¡Cielos, sí! Quería gritar, jadear, pero no podía. No aún. El Capitán lleno de lujuria pasó su lengua por el estrecho espacio que separaba a los dos pezones para esta vez chupar el izquierdo. Stark tuvo que cerrar los ojos bajó esa venda para resistir. Pero, no podía. A cada instante, Tony sentía sus piernas temblar y un exquisito hormigueo recorrerle el vientre. Poco a poco, Stark estaba llegando al punto de correrse y quería malditamente gemir, gritar y soltar todo lo que contenía. Ya no iba a poder. Los pellizcos y chupones que le hacía Hydra empezaban a quitarle la cordura, mientras que éste cegado por la pasión observaba cómo los pezones de Stark se dilataban y tensaban más.
Compartían el mismo deseo.
Ansioso de sentirlo más, el rubio se reincorporó y fue por la boca del genio. Lo besó más fuerte que nunca en lo que llevaba sus manos hacia el miembro de este. Al instante, Rogers notó lo erecto que Tony estaba por lo que decidió apretarlo. Sin necesidad de decírselo, Hydra sabía lo agradecido que estaba Stark, pues se mostraba más receptivo que hasta incluso el mismo castaño movía su cuerpo hacia adelante. El genio comenzaba a ceder, a desear no dar más lucha y a entregarse a él. Divertido, Steve continuó besándole, mientras llevaba frotaba el miembro del castaño de arriba hacia abajo. Con ese mismo ritmo, Hydra iba logrando que el genio empezara a mojarlos a ambos en lo que se separaban y se volvían a besarse. A Stark le fascinaba, le enloquecía y le torturaba cada maldita caricia de ese infeliz. Pero, aún indeciso de hablar, el castaño recibió un último beso del rubio.
—Eres resistente. —La voz de Hydra sonó ronca. Muy ronca. Hasta rasposa por el mismo deseo. —Pero, veamos qué tanto.
Arrodillándose, Hydra tomó el tronco del miembro de Stark para sonreír. Iba a conseguir que el castaño se corriera en su boca. A cómo de lugar. Empezó chupando el glande. Su lengua daba círculos alrededor de la punta para luego ir por todo el tronco. Chupando poco a poco, Steve metió todo el miembro del castaño para aprisionarlo. Succionando con fuerza, iba apretándolo más y más que Stark no pudo evitar que sus labios se soltaran y las cadenas se movieran con más fuerza. El genio ya no podía. No. Sollozando, el genio era torturado por ese placer que te lleva al clímax, que te erizaba los vellos, que te acortaba la respiración y que te expandía un hormigueo por todo el cuerpo. Stark se estaba corriendo: Quería y necesitaba jadear, pero lo único que podía hacer era enterrar sus dedos en las cadenas. Tony ansiaba resistir y no perder. Pero, ya lo hizo. El cuerpo del castaño ya no le pertenecía o respondía a sus órdenes, sino a Rogers. Ese infeliz tenía el control y aun así continuaba con su tortura. Hydra continuaba lamiendo y chupando el miembro del genio. No iba a parar hasta el castaño gimiera, pero escuchando sus lloriqueos le bastó para soltarlo e ir por su boca. Lo besó con vehemencia y le dio ese cariño que necesitaba para sentirse en calma, para recobrar la cordura. Así que, a comparación de los besos anteriores, éste fue tierno y dulce.
Quitándole el antifaz y limpiando las lágrimas del castaño, Rogers pudo apreciar las facciones cansadas y llenas de deseo de Tony. Fue donde encontró una oscura esperanza para su futuro. Por lo que, comenzó a besar cada parte del rostro de Stark y deteniéndose en sus labios. Ahí le depositó más besos cortos, robándole una sonrisa fugaz al genio. Aquello no pasó desapercibo por el rubio. Él lo vio y suspiró, desaprobando su debilidad. Era fácil enamorarse de Stark, pero difícil olvidarlo. Así que, haría lo imposible para lograr que se quede con él.
A su lado.
Por siempre.
—Vas a ser mío, Stark. —Le dio otro beso. —Solo mío.
El castaño no contestó, solo agachó la cabeza nervioso.
Y hasta podría atreverse a decir que estaba sumiso a sus órdenes.
Agachándose, Hydra soltó sus piernas para seguido levantarse y quitarse los pantalones junto con los calzoncillos. Tony tragó saliva. El genio estaba nervioso y muy deseoso, pero a la vez temeroso. Stark sabía que no fue preparado por lo que alzando su mirada y fijándose en los ojos de Hydra vio ese placer oscurecido. Iba a pedirle que no se atreviera, pero decidió esperar y confiar. Así lo haría. Dejó que Hydra le diera una gran vista, mientras untaba sus dedos con lubricante. La espera que Steve alargaba era cruel. Demasiado cruel. Tony lo esperaba desesperado y hasta sollozando, pero Rogers prefería tardar. El castaño quería maldecirle, mas se calló al ver al rubio acercársele. Sí, Hydra se apegó a Tony, hizo que sus miembros chocaran y que una de sus manos se adueñara de la cintura del millonario. Mientras, su otra mano con los dedos lubricados se dirigía al trasero del genio. Tony podía sentir ese hormigueo de excitación combinarse con la expectativa. Una terrible y exquisita combinación que acabó cuando Steve metió sus dedos en él. Stark contuvo un grito por un segundo, pero no más. Perdió. Perdió ante el placer que Hydra le ofrecía y no le importaba. Dejó que los dedos de Steve jugaran dentro de él, dieran círculos y salieran a mitades para luego embestirlo, mientras gemía. Sí, gemía lleno de placer y de satisfacción.
"Estoy acabado", pensó.
Y aún así, no le interesó contenerse, sino disfrutar.
Disfrutar de esas embestidas rápidas que Rogers le hacía con sus dedos. — ¿Me quieres? —Preguntó Steve victorioso, mientras el castaño solo asintió torpemente. —Entonces, pídemelo.
Tony se maldijo internamente. —Más, por favor... Yo te necesito a ti.
— ¿Solo a mí?
—Solo a ti.
Retirando sus dedos y dejando un beso en los labios del castaño, Hydra cargó a Stark y éste enroscó sus piernas en la cintura del rubio. Rogers sonrió y besó los labios heridos de Tony. De haber aceptado su derrota antes, esos exquisitos labios no tendrían sangre. Tampoco, él estaría encadenado a una cama. Pero, Stark era un testarudo que le irritaba y enloquecía a la vez. Quizás, sería satisfactorio devolverle el mismo infierno. Mas, su propio cuerpo le traicionaba a él, le reclamaba a Tony y a esa gloria de joderlo. No iba a poder torturarlo. No ahora. Jadeando, el rubio se adentró en Stark, le embistió duro y se adueñó de él. ¡Por fin! Era suyo, solo suyo. Y lo mejor: para siempre. Retirándose un poco, Rogers volvió a entrar, pero esta vez más fuerte. Tony se tensó y jadeó. Era una sensación extraordinaria y maravillosa para ambos sentir esa rudeza y esa fuerza. Incluso, más para Hydra, pues el cuerpo de su castaño le recibía y profundamente. ¡Cielos, sí! Steve penetró otra vez y otra vez a Tony. Afuera. Adentro. Duro. Suave. Lento. Rápido. Ese era el ritmo con el que hacía suyo a Stark, asegurándose de convencer a Stark de que nadie más podría ceder este privilegio. Sí, solo podría volverse loco con sus toques, con sus besos y con sus embestidas. Solo con las suyas. Enloquecido por el placer de estar dentro del castaño y por esa necesidad de reclamarlo, Rogers embistió tan duro y rápido a Stark que los jadeos del genio se escuchaban por toda la casa. Su casa. El genio no resistía más, su garganta se desgarraba y su cuerpo se desplomaba. De no ser por las caderas y Hydra, Stark acabaría en el suelo rendido, muy rendido. Mientras que, las manos de Steve se enterraban en las caderas del genio, sus embestidas se hacían cada vez más sonaras, veía al cuerpo de Stark temblar bajo él y al mismo Tony jadear sin control.
Era más que exquisito, indescriptible.
Complacido, Hydra volvió a embestir a Tony, sintiéndose aprisionado por las paredes interiores del castaño. Fue ahí donde se movió en círculos y lento para de pronto embestirlo rápido. Más rápido que los gemidos del castaño ensordecían al rubio. Sí, era una maravilla. O una perfecta burbuja que Rogers no pensaba a romper. Con la espalda empapada de sudor y las piernas de Tony aun rodeándole la cadera, el rubio continuaba penetrándolo. Cada vez más fuerte y ansioso. Quería estar adentro de él, marcarlo por siempre y recordarle que era suyo. Solo suyo. Saliendo y entrando de pronto, Steve lo consiguió. El genio con las mejillas sonrojadas, la frente sudada y los labios destrozados, cerró los ojos y se dejó llevar. De un momento a otro, Tony dejó de pertenecerse para ser de otro. Para ser únicamente de Hydra. Sintiéndole en su interior y a sus movimientos en círculos, el castaño se aferraba a las cadenas para resistir, pero era inútil. Sus manos estaban débiles y él había llegado al clímax junto con Rogers. Pues, con semejante imagen que Tony le ofrecía al mostrarse como la maldita tentación encarnada, bastó para que Hydra se corriera dentro de Stark, del infeliz que le dejó un corte en la pierna. Parecía ser un sueño. Abriendo los ojos nuevamente, Hydra veía al castaño empapado de él, ansioso por más e hipnotizado.
Lo había logrado.
Todavía sujetando su cadera, el rubio se acercó a Stark y le besó.
Este correspondió y selló su entrega, manteniéndose hipnotizado por el placer.
— ¿A quién le perteneces? —Preguntó Steve en medio de los besos que le daba al genio.
Entrecortado y odiándose por su debilidad, Tony miró directamente los ojos rojos de Rogers. Se iba arrepentir por sus palabras, pero no ahora. No esta noche. —A ti. Te pertenezco a ti, Capitán Hydra.
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