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Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟ​ᴏ ₃₅

Sus palabras eran como la seda,

dispuesta a coser mis heridas.

Sus abrazos mi medicación, curaban

hasta lo más profundo de mi corazón

Y sus besos como el alcohol,

te arrancaban lo malo y

te dejaban borracho de amor.


El sueño me arrancó del mundo de la vigilia con rapidez, la tranquilidad que acariciaba mi cuerpo en presencia del alfa propiciaba aquel hecho.

Los rayos de sol tocaron sin compasión mis párpados, un nuevo día de cortejo se acercaba y yo no podía sentirme más dichosa por ello.

El pecho del alfa subía y bajaba con calma, pero había algo distinto a la última vez que tenía los ojos abiertos, la ausencia de ropa había dejado de ser una de sus características.

–Buenos días lobita –dejó que aquella voz grave y ronca cosquilleara en mis oídos.

Una pequeña sonrisa risueña se coló en mis labios, quería ronronear en su cuello como un gatito. Aquellos sentimientos me dejaban anonadada, nunca pensé llegar a este punto con alguien.

—¿Cúal es el plan de hoy?

No podía aguantar mi curiosidad, la expectación corría por mis venas, deseosa de tener otro encuentro con Jungkook que nos acercara aún más.

–Primero volver a casa, descansar, asearse...

–¿Y qué más? –no lo dejé acabar, parecía dispuesto a relatar paso por paso cómo realizar un buen baño.

Mi expectación hizo sonreír a Jungkook, mostrándome sus nacarados dientes.

–¿Inquieta? –alzó una ceja divertido.

–Curiosa.

–Una cena, aun tengo muchas preguntas por hacerte lobita, necesito respuestas –plantó un beso en mi mejilla, consiguiendo que cerrara los ojos de inmediato, la necesidad de sentirlo iba en aumento con el transcurso de los días.

–Una cena –susurré satisfecha, pues en realidad daba igual el plan que él propusiera, con el solo hecho de estar Jungkook ya sabía que iba a ser bueno.


El día trascurrió con una lentitud desesperante, ansiaba la hora de la cena, reunirme con el alfa de nuevo, no habíamos tenido oportunidad de vernos desde que llegamos del bosque.

Me sentía liviana, suelta, como si hubiera estado encadenada todos estos años y abrir mi corazón y mente a Jungkook me hubiera desatado, dejándome libre, con menos tormentos.

Nunca había experimentado nada parecido, dejar que alguien ahondara en mi de aquella manera, se sentía como desnudar el alma, deshacerse de las corazas, los escudos, todas las armaduras que me cubrían, dejando mi esencia al descubierto, vulnerable, desprotegida, entregada, pero sin pena alguna pues sabía que el alfa  acogería todas mis palabras, todos mis recuerdos, mis vivencias y las limaria, reduciría aquellos bordes cortantes que me arañaban año tras año, hasta que dejara de doler, hasta que dejaran de molestar, pues sabía que los traumas no se irían nunca, formaban parte de mi, tan solo dejarían de doler y no me había dado cuenta hasta ahora de la necesidad que tenía de que aquello sucediera.

No había tenido oportunidad de ver a Taehyung ni a Jin, lo cierto es que los extrañaba, quería contarles todo, pero entendía que ambos estaban ocupados con sus quehaceres y que más pronto que tarde los vería.

Suaves golpes a la puerta me sacaron de mis pensamientos.

Abrí de inmediato encontrándome una cabellera rubia con olor a fresas.

–No sabía si tenías algo que ponerte esta noche así que te he traído esto –señaló Rudy una percha enfundada, con lo que supuse que debajo había un vestido.

–Gracias –le regalé un sonrisa haciéndome a un lado, invitándole a pasar.

–No he tenido oportunidad de ver a Jungkook, pero sé que esta noche tenía una cena preparada para ti ¿Cómo ha ido la excursión al bosque? –formuló con timidez mientras dejaba la percha sobre la cama.

La notaba distinta, no había borderías y malos tonos en sus palabras.

–Ha sido perfecto –confesé dejando que el alivio inundara a Rudy, sabía que se preocupaba por su hermano.

–No sabes lo feliz que me hacen tus palabras –dejó que la relajación la inundara, dejando que el ambiente se llenara de comodidad, algo que no había sentido muy a menudo con ella.

–¿Qué es? –señalé la funda que había dejado sobre la cama.

–Es un vestido, pensé que te gustaría sentirte bonita hoy, aún no sé cual es tu color, pero siento que el azul ligeramente oscuro resaltará tus ojos pardos y también los grises –comentó deslizando la cremallera, desvelando el vestido.

Me acerqué a él con ilusión, la tela era suave, lisa, de satén, levanté la percha para poder observarlo mejor, las tirantas del vestido llegaban al cuello, cerrándose tras él, dejando la espalda al descubierto, aquel corte me favorecía, lo sabía por el vestido que utilice en la Plana Mayor.

Sonreí al ver lo bonito que era, no pude evitar lanzarme sobre Rudy y abrazarla.

No recuerdo haber sido cariñosa en mi vida, aunque cierto era que tampoco se me había dado la oportunidad de serlo.

No me avergoncé esta vez de estrecharla entre mis brazos.

–Gracias –susurre contra su cabello–. Es precioso Rudy.

Me alejé de ella unos instantes después, no correspondió mi abrazo, cosa que no me importo pues no lo rechazó, más bien parecía impresionada, como si no le hubiera dado tiempo a reaccionar ante tal muestra de cariño.

–___–llamó tras unos minutos en silencio en los que me dediqué a admirar el vestido–. Nunca te he dado las gracias por todo lo que has hecho –pronunció aquellas palabras mirándome a los ojos, hablando con el alma, dejándome ver que la verdad y la emoción era quien reinaba en ellas.

–¿Qué he hecho? –no entendía muy bien su gratitud, quien me había dado un techo y una segunda oportunidad habían sido ellos.

–Devolverle el brillo a Jungkook, hacía mucho tiempo que no lo veía así.

–Ha sido un placer –le sonreí nostálgica, pues aunque una parte de mí quería decirle que no, que yo no había hecho nada, que era él quien me había devuelto a la vida, en lugar de eso acepté sus palabras, y no le quitaría valor ni importancia a mi presencia, sentía que eso era parte de mi pasado, yo valía y aceptaría todo lo bueno que las personas tuvieran que decirme al igual que acepté todo lo malo de sus voces tiempo atrás.

Cogí el vestido y me fui directa al baño para darme una ducha rápida y enfundarme en él, no sin antes pedirle a Rudy que no se marchara, que me acompañara en mi preparación para la cena, a lo cual ella aceptó gustosa.

No sabía si éramos amigas, pero estaba claro que nuestras rencillas ya formaban parte de un pasado muy lejano.

El baño fue rápido, estaba ansiosa por verme de azul, sequé mi cuerpo con rapidez, eliminando cualquier gota de agua que se deslizara por él.

Me coloqué la ropa interior simple, sin costuras, con el fin de que no se marcara en mi cuerpo a la hora de colocarme el vestido, aquello me hacía sentir sensual.

Un escalofrío sacudió mi cuerpo cuando dejé que aquella tela satinada se deslizara por mi piel, era una sensación placentera, la de estrenar algo nuevo, una prenda que alguien se ha dedicado a buscar pensando en ti.

Sonreí al verme, Rudy tenía razón, el azul oscuro resaltaba mis ojos pardos, haciéndolos ver ligeramente más verdes, con brillo.

El vestido se ceñía a mi cintura, acentuando mi figura, sacando a relucir las pocas curvas que poseía, me sentía preciosa con aquel atuendo, sacada de un cuento de hadas.

Salí para que Rudy me viera.

–Tenías razón –premié sus ideas, regalándole una sonrisa.

–Te ayudaré con el resto –tomó la iniciativa, señalando la silla frente al tocador, en la que me senté sin rechistar, dejándome en sus manos.

Rudy arregló mi cabello, dejándolo suelto, suave y sedoso. Maquilló mi rostro de forma sencilla, un poco de rubor para que pareciera que aun pertenecía a los vivos, máscara de pestañas, hidratación de labios y un detalle que me encantó, hizo una pequeña línea azul oscuro en el rabillo de mi ojo, logrando que mi mirada se volviera felina, pícara y hermosa.

Sonreí ante mi reflejo una vez hubo terminado.

–Estas preciosa –alagó mi aspecto colocando aún más rubor en mis mejillas a causa de sus palabras.

–Gracias –sonreí satisfecha con el resultado.

Me levanté de un salto, estaba nerviosa, mi estómago se hallaba encogido y mis manos comenzaban a sudar ligeramente, la hora de la cena y mi encuentro con Jungkook habían llegado.

–Él te espera abajo, en el gran salón –informó Rudy dando un ligero apretón  a uno de mis brazos.

No dije nada más y puse rumbo al gran salón, donde Jungkook me estaba esperando.

Me deslicé por los largos pasillos de la fortaleza, bajé las escaleras de piedra y abrí las puertas del gran salón, con la respiración agitada y una fina capa de sudor cubriendo mi espalda, no me había dado cuenta de que casi había acudido a nuestro encuentro corriendo, la emoción y las ganas se habían apoderado de mi cuerpo.

Tras aquellas puertas de roble macizo se encontraba el alfa, vestía una camisa blanca junto a unos pantalones negros de vestir.

Su mirada se incendió al verme y no dudó en avanzar hacia mí, que aún me  encontraba en la puerta, observándolo.

Detuvo su paso a unos centímetros de mi cuerpo, tendiendome su mano.

–Lobita –pronunció mi nombre, saboreando cada letra, antes de inclinar su cabeza a modo de saludo.

–Jungkook –imité su gesto antes de aceptar su mano y dejar que su calor la envolviera, la hiciera suya, pues en el mismo instante que la tocó había pasado a pertenecerle.

Me guió sin mediar palabra hasta la mesa, una pequeña mesa redonda, con dos sillas encaradas, velas decorando el salón, apartando la oscuridad de nosotros.

Sobre la mesa había dos platos cubiertos con una tapadera metálica, guardando su calor.

–El color de la noche ahora te pertenece, con el brillas más que una estrella –haciendo referencia al color de mi vestido besó mi mano, antes de soltarla y ofrecerme asiento en aquella silla forrada de terciopelo granate. Me senté en ella, dejando que Jungkook me acercara a la mesa–. Estas espectacular –susurró en mi oído, su cálido aliento acarició mi piel.

Ambos compartimos miradas cómplices, antes de que Jungkook tomara asiento también.

–No sé qué decir –confesé con la emoción latiendo en mis venas, me sentía abrumada por tanta felicidad, no sabía muy bien cómo gestionarlo.

–No es necesario que digas nada, tu rostro me deja ver todo lo que necesito.

Sus ojos brillaban, como un destello, efímero.

Dejó de mirarme unos instantes para dirigir su atención al plato.

– De primero tenemos raviolis de calabacín –informó destapando ambos platos, humeantes, dejando las tapaderas a un lado–. De segundo carne con verduras, no se me ha olvidado nuestra primera cena.

–¿Lo has hecho tú? –inquirí alzando una ceja, recordando lo anonadada que me dejaba Jungkook los primeros días tomando como techo su fortaleza.

–Por supuesto –asintió rotundo.

–¿Y el postre? –pregunté divertida.

Jungkook parecía meditar la respuesta, frunciendo levemente sus labios.

–Verdad –dejó que aquellas letras salieran de sus labios con firmeza–, pero eso te lo dejo a ti esta noche.

–¿Qué quieres saber de mi? Contestaré a todo lo que quieras saber.

Me impacientaba conocer qué quería saber, qué estaría rondando por su mente.

–Háblame del amor.

El alfa se decidió por aquel tópico antes de hincarle el diente al primer plato.

No era fácil hablar de amor, no había empezado a sentirlo hasta hacía bien poco.

–El amor es todo lo que el mundo quiere, pero solo unos pocos saben verlo, sentirlo, identificarlo.

Me dejé llevar por mis pensamientos.

–¿A qué te refieres?

–Me refiero a que yo pensaba que no había sentido el amor hasta llegar a aquí, pero me equivocaba, había alguien que si me amaba pero nunca había sido capaz de verla.

–¿Alguien de tu antigua manada?

Negué con la cabeza, no había nadie en aquella manada que hubiera sentido un mínimo de amor por mí.

–Mi loba –sonreí al mencionarla–. No ha sido hasta ahora que me he dado cuenta de lo mucho que ella me ha querido y cuidado, es la única que no me ha dejado sola, yo sin embargo no puedo decir lo mismo de mi, he renegado de ella, la he odiado y he deseado nuestra muerte, sin embargo ella nunca me ha guardado rencor por aquello y ha seguido lamiendo mis heridas.

Jungkook escuchaba con atención mis palabras, mientras sentía como mi loba limpiaba una rebelde lágrima que surcaba su mejilla.

–Le debo todo –susurré.

Sentí paz al decir todo aquello en voz alta, como una de mis tantas heridas sanaba.

Me decidí a probar los raviolis, deleitándome con la cremosa y suave bechamel que los humedecía, sin duda Jungkook sabía lo que hacía en una cocina.

–¿Y qué hay del amor romántico? ¿Había alguien en tu manada que llamara a tu corazón?

Jungkook comía rápido, dejando el primer plato casi vacío.

–No, nunca llegué a pensar en ello como una realidad realizable, todos los romances que alguna vez viví allí se hallaban escritos en las páginas de los libros.

Le debía tanto a los libros, de no ser por ellos, de esa capacidad para sacarme de la prisión en la que vivía no sabría decir qué habría sido de mi. 

–¿Recuerdas el día del probador? –me descolocó Jungkook con su pregunta, pues no sabía muy bien a donde quería llegar con todas aquellas interrogaciones.

–Sí.

–¿Recuerdas la pregunta que te hice?

Asentí, tragando los raviolis con dureza, aquello era la última pieza que me faltaba para entender el rompecabezas, no sabía si aún estaba preparada para hablar de ello.

–Lo recuerdo –me enfoqué en el plato, una pequeña parte de mi sabía que si miraba a Jungkook las posibilidades de romper en llanto eran altas.

–¿Quién te ha anudado lobita? –se dejó de rodeos yendo directamente al grano.

–No sé si seré capaz de contestarte –confesé fijandome en la bechamel.

–Habla solo de lo que te sientas capaz.

El alfa buscó mi mano sobre la mesa, acunándola, dando un ligero apretón.

–Hubo un beta –conseguí decir, mis labios temblaban mientras mi loba gruñía en mi interior–. Yo siempre estaba sola en casa, papá venía por la noche a veces acompañado, otras solo, pero nunca se pasaba por mi habitación, le repugnaba –relaté recordando el sonido de sus pasos por el pasillo, las noches que me pasé deseando que se detuvieran, que entrara a mi habitación, que hablara conmigo–. Una noche hubo una fiesta en la manada, no sabría decir cuál fue pues nunca fui a una, pero esa noche mi padre vino a casa acompañado de otros lobos, no los ví a todos pero los olí. Uno de sus acompañantes era un beta, aun tengo el olor a limón incrustado en mi mente, no sé a dónde fue el resto, si seguían en la casa o se fueron, yo solo podía oler a limón –Jungkook me miraba fijamente, sin perder detalle de todas las palabras que yo pronunciaba–. Recuerdo el chirrido de la puerta de mi habitación –hice una pausa, no sabía como decirlo, como hablarlo, tenía los sentimientos y recuerdos atorados en la garganta–. ¿Sabes qué fue lo peor? –conseguí que la voz saliera de mi boca.

–¿El qué? –susurró el alfa, sabía que no era algo fácil para él tampoco.

–No grité –dejé que al fin una lágrima se deslizara por mi piel–, ni siquiera lo intenté, pues sabía que nadie vendría a ayudarme. Intenté luchar, alejarme pero no tuve la fuerza suficiente como para apartarlo de mi. A la mañana siguiente quise decírselo a mi padre, que me protegiera, que se vengara por lo que me habían hecho, que me cuidara, pero nunca fui, no podía decírselo, sabía que si se enteraba de que alguien había mostrado interés en mí me vendería, se desharía de mi sin dudar un solo segundo, pues el único motivo por el que aún me permitía vivir en su casa era porque no valía para nada.

–Lobita –el alfa secó sus ojos, no pensé ver a alguien llorar por mi de aquella manera.

–El día de mi presentación, aquella noche y no poder hablar ni tener a nadie a mi lado han sido la cruz en la que he estado crucificada todos estos años –dejé salir un sollozo de mis labios, necesitaba sacarlo, todo aquello, las palabras, el odio que había sentido, la vergüenza, la impotencia, el dolor, todo.

Di un ligero apretón a la mano de Jungkook, que aun parecía asimilar mis palabras.

–Esa es mi historia, mi pasado. Dime algo –pedí a un alfa aun enmudecido.

Jungkook no habló, se levantó de la  silla y se dirigió hacia mí. Tiró de mi brazo con suavidad para envolverme con los suyos.

Pasó sus brazos por mi cintura apretandome contra su pecho, escondió su rostro en mi cuello, humedeciendolo con sus lágrimas.

–No puedo cambiar tu pasado –susurró en mi oído–. Pero puedo hacerme cargo de que vivas como te mereces el resto de tu vida.

Depositó un casto beso en mi cuello.

Lo agarré con fuerza, como nunca antes lo había hecho, pues en aquel momento necesitaba más a Jungkook que nunca.

–Ahora eres poseedor de lo que alguna vez fue solo mío –hice referencia a mis recuerdos, aquellos que trajeron la oscuridad a mi alma.

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Feliz domingo Sinners, con la uni subiré los capítulos conforme los vaya acabando, tardaré más o menos pero prometo seguir actualizando.

He cambiado la portada jijiji

¿Qué les parece?

A mi me encanta 😍

No se preocupen sé que el final se ha quedado un poco seco, en el siguiente cap se hablará un poco más sobre esto, es que no quería hacer el cap tan largo.

Queda menos para el final, tengo muchas ganas de compartirlo

Subo cositas a insta, por si me quieren hacer feliz siguiéndome

Muchas gracias por leer 💜💜💜

Love u Sinners ❤️❤️❤️

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