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Capítulo 9

A las siete lo despertó su alarma. Se levantó rápidamente y entró a la ducha. Luego de bañarse afeitó el poco vello de su mentón, peinó su cabello, se puso su uniforme, y luego de comprobar su aspecto frente al espejo bajó a la cocina. Adela tenía su desayuno listo sobre la mesa. Comió rápido y salió a esperar a su padre.

Faltaban cinco minutos para las ocho y su padre ya lo esperaba en el auto. Henry subió y se puso el cinturón de seguridad.

Entre ellos no existían los buenos días ni los adioses. Prácticamente no hablaban, el único que lo hacía era su padre para darle instrucciones o criticarlo.

—Espero que no me des problemas —dijo mientras conducía mirando hacia el frente—, conseguí buenas referencias de tu escuela anterior para que te aceptaran a mitad de año y no quiero quedar como un mentiroso. En esa carpeta —se la arrojó sobre las piernas sin mirarlo— están tus horarios. Desde mañana irás y volverás solo, yo tendré que salir más temprano para ir a la oficina. No quiero que me estén llamando por estupideces, no quiero amiguitos en la casa y menos aún novias. Vas a estudiar y en un año y medio conseguirás entrar en una buena universidad.

Justo cuando César terminó su monólogo llegaron a la entrada de la escuela, como si lo hubiera preparado para que fuera así.

—Hoy también volverás solo, en la carpeta hay efectivo para tus gastos del mes.

Henry bajó del auto con su mochila y la carpeta en las manos y caminó hacia la entrada. Era increíble la habilidad que tenía su padre para ponerlo tenso, por suerte no tendría que venir con él otra vez.

Su primer día en la escuela estuvo bastante bien. No tuvo problemas para encontrar su salón, estaban con la misma materia que en su escuela anterior, los profesores eran competentes y el casino tenía buena comida. Recibió una grata bienvenida de parte de sus nuevos compañeros, aunque él mantuvo la distancia. Prefería no hacer amigos.

Finalmente el cambio de escuela no había sido la pesadilla que había imaginado.

Al terminar las clases pidió un taxi desde su teléfono. La distancia hasta la casa era corta por lo que de vez en cuando podría caminar.

En casa lo recibió Marlene con una sonrisa amable preguntando que le había parecido su nueva escuela. Henry respondió de forma evasiva y subió directo a su habitación. Le resultaba extraño tener a esa mujer, a la que conocía tan poco, pendiente de él.

Se sentó frente al escritorio y sacó sus libros para repasar la materia. Aún no comenzaba cuando Ágatha llamó a su puerta y sin esperar respuesta entró. Llevaba puesto su uniforme, al parecer había llegado hacía poco, igual que él.

—¿Podemos hablar? —preguntó aún de pie junto a su puerta.

Henry no respondió, sabía que ella entraría de todos modos. La había evitado desde el día anterior, consciente de que ella querría saber qué había pasado en la oficina de César. Ágatha caminó hasta la cama y se sentó en el borde, frente a él.

—Tu padre habló con nosotras ayer en la cena. Mamá estaba preocupada por lo que sucedió y le pidió una explicación —Henry podía imaginar lo que dijo su padre—. Nos dijo que eres un muchacho difícil y que le ha costado criarte solo, luego nos pidió perdón por tener que presenciar esa situación y prometió tener más cuidado en el futuro.

Henry miraba sus cuadernos sobre el escritorio mientras Ágatha hablaba. Se imaginaba que su padre diría algo así, pero no entendía que pretendía ella contándole todo eso.

—Mamá estaba preocupada —continuó Ágatha—, no la había visto así en muchos años. Hablé con ella más tarde y me juró que él nunca ha sido violento con ella, él le dijo a mamá que tú le habías gritado y que no podía permitir que le faltaras el respeto, que el trato entre ustedes era cosa de hombres. Para mí eso es basura —agregó. Al oír eso Henry levantó la mirada hacia ella, sorprendido—, no le creo nada. Ahora entiendo lo que dijiste en tu primer día aquí. Perdóname por pensar que solo se trataba de celos. —se disculpó con sinceridad.

Henry estaba asombrado. Jamás pensó que alguien aquí estaría de su lado, ya que su padre era un manipulador profesional.

—No tenías por qué creerme, yo mismo lo desconozco cuando está con ustedes, parece ser otra persona. —dijo él disculpándola.

Ella guardó silencio un momento, bajó la mirada y después de lo que pareció una eternidad, comenzó a hablar.

—Mi padre golpeaba a mamá. Lo vi muchas veces pero no podía hacer nada. Él tenía problemas con el alcohol, y tal vez otras cosas. Recuerdo que luego de sus peleas él se iba por días, y cuando volvía me pedía perdón diciendo que todo había sido culpa de ella, que era una mujer difícil y lo sacaba de quicio. Luego de muchos intentos mi madre logró dejarlo definitivamente.

Lo que vi ayer me hizo recordar todo lo que vivimos con mi padre. La mirada de César, el modo en que le habló a mamá y sus excusas. Temo que mi madre esté repitiendo el patrón. —Ágatha se quedó en silencio con la mirada sobre sus rodillas.

Henry la observaba sin saber bien que decirle, ella acababa de confiarle algo muy personal. Luego de pensarlo decidió corresponderle con su propia historia.

—Desde que tengo uso de memoria él maltrató a mi madre —comenzó inseguro, pero respiró profundo y continuó—. Nunca la vi feliz. Al crecer comencé a tenerle miedo y cuando lo notó empezó ser agresivo conmigo también. Siempre nos trató como si nos odiara. Un día mi madre simplemente se fue. Me llevó a la escuela en la mañana y luego no volví a verla. Cuando le pregunté a mi padre él dijo que ella nos había abandonado. Meses más tarde ella me envió una carta donde decía que no nos veríamos más hasta que fuera mayor. Luego vino el juicio. Mi madre no se defendió, aceptó todo y él se quedó con mi custodia —era la primera vez que Henry le relataba su historia a alguien, pensó que sería más difícil pero resultó ser liberador—. Siempre sentí que para él quedarse con mi custodia era una forma de lastimarla por última vez. Si alguien se hubiera molestado en preguntarme, me habría ido con ella.

Se le hizo un nudo en la garganta al terminar su relato, pero se contuvo con todas sus fuerzas. No quería que Ágatha sintiera pena por él.

—Desde que conocí a tu padre siempre ha sido tan atento y amable, jamás pensé que pudiera llevarse mal contigo. Yo no soy su hija pero me trata como si lo fuera y por eso cuando te vi actuar así pensé que solo eras un niño consentido. Nunca vi nada extraño en él. Lamento mucho todo lo que has pasado.

—¿Sabes cómo se conocieron? —preguntó Henry, sentía curiosidad, quería saber si su padre ya estaba con Marlene cuando su madre se fue.

—Mi madre era encargada en un hotel cuando lo conoció. Vivíamos bien, pero ella trabajaba muchas horas para pagar mi escuela. Mi padre no volvió a aparecer cuando se divorciaron y ella cargó con todo sola. Están juntos desde hace casi tres años. Debe haber sido cuando estaba pasando todo lo que me contaste en tu familia.

Al principio mi madre no quería aceptar su ayuda, pero luego de un año él le habló de matrimonio y consiguió esta casa, no lo podíamos creer cuando nos mudamos aquí. Mamá dejó de trabajar hace un año, cuando comenzó a planear la boda.

Así que era como lo había imaginado, una madre y su hija, solas, conocen a este hombre adinerado que les ofrecía una solución a sus problemas. Pero no fueron ellas quienes tomaron ventaja de él como Henry había pensado, si no que fue él quien las vio vulnerables y acudió a su rescate, actuando como todo un caballero para ganarse su afecto.

—Bueno —le dijo ella posando su mano sobre la rodilla de Henry—, ya no estamos solos. Puedes contar conmigo, estaré de tu lado. —a Henry lo inundó la gratitud hacia Ágatha. Jamás pensó que alguien le creería. Tal vez encontraría a una amiga en Ágatha. Además, sus vidas no habían sido tan distintas.

Le sonrió agradecido por aquel gesto.

—Baja a cenar con nosotras —lo invitó ella mientras salía de la habitación—. Me iré a cambiar de ropa.

Henry también se cambió. Buscó unos jeans y un sweater y bajó a la cocina. Allí estaba Marlene con un café y una revista, Adela preparaba la cena en silencio.

—Querido, cuéntame cómo estuvo tu día. —dijo Marlene con una gran sonrisa dejando su revista a un lado.

—Estuvo bien. —le respondió él sentándose frente a ella. Adela comenzó a servir los platos.

En ese momento bajó Ágatha con unos jeans ajustados y un sweater corto y holgado que dejaba a la vista su ombligo, y se sentó junto a ellos para comer. Lucía hermosa, todo lo que se ponía le quedaba bien. Henry notó que seguía mirándola y dirigió la vista a su comida rápidamente.

—¿Qué cosas de chicos ricos hacen en tu escuela? —le preguntó Ágatha tomando su tenedor, y él y Marlene se rieron.

—Nada en particular, es como todas las escuelas. Tiene un gran estacionamiento y todos saben a qué se dedica tu familia. —respondió él, aunque en realidad no conocía ninguna escuela además de esta y la anterior, y ambas eran para niños ricos como decía Ágatha.

—La escuela de Ágatha está cerca de la tuya —comentó Marlene comenzando a comer—, pensamos que tu padre podría inscribirte allí, pero quiso que estudiaras en la misma escuela que estudio él. —Henry sospechaba que la tradición no era la motivación principal de su padre. Seguro consideraba que la escuela de Ágatha no era suficiente.

—Mamá siempre ha pagado demasiado en esa escuela, casi todo lo que ganaba se iba a mi educación. —dijo Ágatha levantando una ceja.

—Y es por eso que podrás ir a cualquier universidad que escojas. —se justificó Marlene.

—Ni si quiera sé que estudiar aún. —dijo Ágatha, y con la cara que puso dejó claro que el tema la estresaba.

—¿Tú ya sabes que estudiarás, Henry? —preguntó Marlene. Era una pregunta complicada porque su padre ya había decidido su futuro por él y no sabía si contar su versión o la de César.

—Algo relacionado con negocios. Tendré que dirigir la compañía algún día. —era muy mal mentiroso pero Marlene no lo notó. En cambio Ágatha lo observaba con los ojos entrecerrados.

—Como hizo tu padre cuando tu abuelo se retiró. Es muy lindo que tengan cosas en común. —le dijo Marlene ingenuamente. Claro que no tenían nada en común.

Ya había oscurecido y Henry tenía tareas que hacer, además quería evitar estar allí cuando su padre llegara, así que se despidió y subió a su habitación.

Los días siguientes transcurrieron con la misma estructura. En las mañanas Henry se iba a la escuela y al volver cenaba con Marlene y Ágatha, al terminar de comer se iba a su habitación a estudiar y luego se acostaba a dormir.

Comenzaba a sentirse cada vez mejor en la nueva casa. Había sido un cambio positivo para él tener con quien conversar durante la cena. Marlene lo trataba afectuosamente y se preocupaba de hacerlo sentir cómodo. Casi no vio a su padre en toda la semana ya que se mantenía muy ocupado con acuerdos y negocios en la empresa, y eso bastaba para mejorar su humor.

Ágatha no siempre estaba en casa, a diferencia de la semana que estuvo peleada con Javier, ahora salía muy seguido. En ocasiones Henry la veía llegar de la escuela solo para cambiarse de ropa y volver a salir. Y Marlene no parecía tener problema con ello. Envidiaba la libertad de la que gozaba Ágatha.

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