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Capítulo 6

Despertó antes de las diez. Se había dormido sobre la cama con camisa y pantalón.

Fue a su baño a darse una ducha. Alguien se había encargado de llenar un canasto con lociones, máquinas de afeitar y todo lo que necesitaría para asearse. Luego se vistió y bajó a la cocina, fue fácil encontrarla, era dos veces el tamaño de la cocina del departamento y tenía una puerta de doble hoja al fondo que daba hacia un gran patio con piscina. Era increíble que su padre hubiera comprado una casa así cuando nunca antes quiso irse del centro de la ciudad. Una señora de edad con uniforme de empleada doméstica entró en la cocina.

—Buen día joven, ahora le preparo el desayuno. —dijo mientras comenzaba a mover cosas en la cocina. Henry se sentó con su teléfono en la mano y empezó a mirar videos.

Cuando la empleada estaba sirviendo el desayuno, Ágatha entró en la cocina. Se veía muy diferente al día anterior, iba sin maquillaje, su cabello era una melena corta, lisa y dorada, llevaba un sweater rosa neón holgado y un pantalón de mezclilla desgastado y con hoyos, al parecer la afición a la moda se heredaba.

—Hola Adela —la mujer le dio los buenos días mientras le servía el desayuno—. Hola Henry, espero que hayas dormido bien —Henry ni la miraba ni le respondía, aún estaba molesto por lo de anoche, pero ella continuó—. ¿Cómo está el desayuno? Adela es una excelente cocinera. —comentó de forma casual.

Al parecer Ágatha quería pretender que no habían discutido.

—No necesitas intentar llevarte bien conmigo. —dijo él mientras comía.

—Viviremos juntos ahora, somos...

—No digas hermanastros. —la detuvo irritado.

—Iba a decir familia. —se notaba que estaba perdiendo la paciencia.

—Tampoco. Sé que mi padre pasaba mucho tiempo aquí antes de la boda, pueden seguir así, y para que lo sepas, a él no le importará si no te agrado.

—¿A qué te refieres? —preguntó confundida.

—Parece que tú y tu madre tienen una idea equivocada de la relación que tengo con mi padre, no necesitan ganarse mi aprobación.

—¿Cuántos años tienes? —dijo con intención de molestarlo, al parecer había llegado a su límite—. ¿Catorce? No deberías ser tan resentido. —le recriminó.

—Tengo dieciséis, deberías saber mi edad ahora que soy de tu familia. —Henry no sabía que podía ser tan desagradable. Siempre se había contenido con todo el mundo, tenía claro que nada de esto era culpa de Ágatha pero no tenía con quién más desquitarse.

—Oye, si no te llevas bien con tu padre lo entiendo, pero no tiene que ser así con todos. Podrías por lo menos intentar conocernos. Además, nuestros padres no estarán por toda una semana, intenta divertirte. —agregó en un tono más conciliador.

—Estoy bien así, no te preocupes. —respondió sin mirarla.

Siguieron comiendo en silencio, cada uno viendo su teléfono, mientras Adela limpiaba y ordenaba en la cocina.

Al terminar su desayuno Henry volvió a su habitación con la intención de comenzar a abrir las cajas y organizar sus pertenencias, pero terminó tendido en la cama con los audífonos puestos escuchando música. De todos modos tenía toda la semana para desempacar, ya que estaban en la segunda mitad de las vacaciones de invierno.

Su padre, como siempre, había pensado en todo y agendó su boda y su luna de miel de forma que los chicos no perdieran clases.

Pasado el mediodía Ágatha llamó a la puerta de Henry.

—Adela sirvió el almuerzo, baja. —gritó hacia adentro y luego se alejó.

Cuando Henry bajó a la cocina Ágatha estaba sentada comiendo y a su lado había otro plato servido. Él se sentó y comenzó a comer también.

—Voy a salir por el resto de la tarde —informó Ágatha al terminar su comida—. Este es tu nuevo hogar, no es necesario que estés todo el día encerrado. Si necesitas algo pídeselo a Adela, ella te ayudará con gusto. Luego conocerás a los otros trabajadores de la casa.

Henry miró a Adela, quien parecía pasar todo el día en la cocina y al parecer no hablaba nada. Luego volvió su mirada a Ágatha quien se levantó y salió. Él terminó de comer y volvió a su habitación. Comenzó a abrir las cajas y a acomodar sus cosas en su nuevo cuarto. Este era mucho más grande que el antiguo. Tenía una ventana que daba al patio por donde se veía la piscina y varios árboles altos. Era una vista hermosa.

Siempre que miraba por la ventana de su vieja habitación, todo lo que veía eran más edificios.

Encontró la caja con su portátil y los textos de la escuela y los ubicó sobre el escritorio. En el estante acomodó sus libros ordenadamente, eran su pertenencia más sagrada.

Su pasión era la arquitectura y tenía muchos libros con fotografías e ilustraciones. Siempre que podía conseguía más.

Su padre no lo sabía, pero Henry estudiaría arquitectura al terminar la escuela.

El resto de sus libros eran en su mayoría de ciencia ficción y eran los que leía cuando quería descansar de sus estudios.

Cuando terminó con los libros aún le quedaban varias cajas, pero decidió que no seguiría abriéndolas por hoy. Tomó las cajas vacías, las desarmó y bajó con ellas para preguntarle a Adela donde dejarlas. La señora estaba ordenando cosas en la cocina y al verlo se apresuró a quitarle las cajas desarmadas para que él no tuviera que llevarlas. Henry le dio las gracias y se dispuso a volver a su habitación, pero cayó en cuenta que estaba solo en casa y la curiosidad lo obligó a dar un recorrido para conocerla.

Comenzó saliendo por la cocina hacia el patio. Afuera hacía frio, pero era hermoso, así que comenzó a caminar para recorrerlo. Tenía varios árboles frondosos y viejos, una gran piscina al fondo y una terraza techada fuera de la cocina. Entre la terraza y la piscina había un quincho completamente equipado y por detrás tenía un baño. Henry no lograba imaginar a César asando carne un fin de semana como un padre normal.

Luego de recorrer el patio volvió a la cocina, a su derecha estaba la logia, donde se había metido Adela con las cajas. Volviendo al corredor justo frente a la cocina estaba el comedor, con una gran mesa rodeada de sillas, ventanas francesas encortinadas y sobre la mesa un enorme arreglo floral y una lámpara de cristales colgando del techo. Siguiendo por el corredor, junto al comedor había una sala de juegos con mesa de pool, un sofá largo, una pantalla gigante en la pared y un bar con licores y frigo bar, seguro pasaban tiempo allí durante el invierno. Frente a esa habitación estaba la sala de estar con varios sofás, mesa de café y estantes con libros y adornos. Junto a la sala un amplio baño para visitas. La última puerta al final del pasillo era la oficina de su padre, con su escritorio, libreros y su computador. Volvió al comienzo del corredor para subir al segundo piso. Allí había tres habitaciones, como le dijo Ágatha. La primera puerta al subir la escalera era la de Henry, justo al lado la de Ágatha, frente a ellas había dos baños completos y al final el cuarto de invitados. Frente a la última puerta estaba la escalera que daba al tercer piso, a la suite matrimonial.

Henry subió para conocerla. El tamaño era impresionante, tenían una cama tamaño King, un vestidor, baño privado, un sector de lectura con sofás y una mesita, y al lado un ventanal que daba a una pequeña terraza con vista al patio.

Notó que Marlene y su padre disfrutaban de muchos lujos y lo apenó pensar que César nunca quiso tener una casa así para él y su madre.

Volvió a su habitación con una sensación de tristeza que no comprendía totalmente. No sabía si sentía celos por la dedicación que mostraba su padre hacia Marlene y su hija o si solo lo entristecía el no haber conocido lo que se sentía vivir en familia con domingos de parrilla y sala de juegos.

Se recostó en su cama a pensar, se preguntaba cómo serían las cosas cuando volviera su padre de la luna de miel. Actuaba tan distinto con Marlene y su hija, parecía otra persona. Ágatha no le creyó cuando él le dijo lo que pensaba de su padre, ellas vivían bien con él, parecían felices. Tenían una casa de ensueño y una vida normal. Sus vidas no tenían ninguna semejanza con la que él conocía junto a su padre, pero tal vez las cosas cambiarían ahora. Se permitió mantener esa pequeña ilusión. Aún faltaba una semana para que el matrimonio volviera y solo ahí sus inquietudes serían resueltas.

El trasnoche de la boda aún lo tenía exhausto y sin darse cuenta se quedó dormido.

Cuando despertó eran las dos de la madrugada, se levantó para ir al baño y al salir de su habitación sin querer escuchó a Ágatha hablando por teléfono, más bien estaba discutiendo, se quedó quieto en la puerta del baño para oír mejor.

—Eres un mentiroso, las chicas te vieron, no es primera vez que me dicen algo así. ¡Vete a la mierda! —luego de eso solo hubo silencio. Henry se metió al baño intentando no hacer ruido. ¿Con quién estaría discutiendo Ágatha? Al parecer ella también tenía sus problemas.

Al día siguiente Ágatha no bajó a desayunar, su comida estaba servida en la mesa, eso significaba que ella sí estaba en la casa. Luego de comer Henry decidió subir, pretendía terminar con sus cajas cuando se topó con Ágatha en la escalera, ella tenía los ojos hinchados, seguramente había estado llorando, le dio los buenos días con amabilidad y continuó su camino. Él quería creer que no le importaba lo que le sucediera a esa chica, pero la verdad era que lo intrigaba.

Para la hora de almuerzo Henry ya había terminado de desempacar, entró en la cocina y los platos estaban servidos. Ágatha estaba sentada, pero en lugar de comer, todo lo que hacía era revolver su comida con el tenedor mientras con la otra mano se sostenía la cabeza. Era extraño verla así, con lo poco que la conocía se había hecho la idea de que era una persona enérgica y alegre. Ahora estaban los dos deprimidos y solos en casa.

Así pasaron dos días y Henry ya estaba harto de la situación. Ágatha parecía un zombie, Adela no les hablaba para nada y cada día que pasaba estaba más cerca el regreso de su padre, y solo de pensar en volver a verlo se le apretaba el estómago. El primer día allí pensó que Ágatha sería una molestia para él, con esa actitud positiva intentando conocerse. Pero luego de estar días sin hablar con alguien comenzaba a arrepentirse de haber sido tan orgulloso y desagradable con ella.

Durante esos días pudo ver al resto de los empleados. Además de la mujer que reemplazaba a Adela los domingos, Lucrecia, también estaba la encargada de limpiar la casa que iba de lunes a viernes y un hombre que hacía la jardinería.

En la noche mientras cenaban, Ágatha por fin habló, forzando una sonrisa desganada le dijo a Henry:

—El sábado vendrán mis amigas a pasar la tarde, me gustaría que las conocieras. —y Henry, olvidando lo mucho que había deseado que alguien le dirigiera la palabra, respondió con indiferencia.

—No lo creo, tengo que estudiar. —terminó de comer y volvió a su habitación. Una vez allí se rio de sí mismo al reconocer lo infantil que podía llegar a ser. Esperaba que Ágatha volviera a intentar llevarse bien con él después de eso.

El jueves durante la tarde Henry escuchó a Ágatha discutiendo por teléfono otra vez y luego la oyó salir. De verdad quería saber con quién discutía tanto, aunque se lo imaginaba, probablemente sería un novio o algo así. Volvió a quedarse solo en la casa y decidió pasar la tarde en la sala viendo televisión.

Al día siguiente cuando Ágatha bajó a desayunar parecía haber vuelto ser la misma de antes. Saludó a Adela y a Henry y mientras comía comenzó a hablar.

—Me llamó mamá, dijo que han tenido unos días maravillosos y que está ansiosa por volver y contarnos todo lo que han hecho. Llegarán el domingo temprano —comentaba alegremente mientras comía. Pero a Henry no le sentó nada bien caer en cuenta de que faltaban menos de dos días para que su padre volviera a casa—. Hoy iré al supermercado a comprar algunas cosas, tendremos una pequeña fiesta mañana, ¿quieres encargarme algo?

Henry le dijo que no necesitaba nada, aunque se esforzó en ser amable con ella. Justo cuando terminaban de comer el teléfono de Ágatha sonó, al parecer era una de sus amigas la que llamaba.

—Claro, podemos pedir pizza. No es necesario, aquí hay de todo. Si tu hermano puede comprar cervezas sería genial. Sí, ahora iré. —dijo saliendo de la cocina.

Henry no podía creer que a Ágatha le permitieran hacer fiestas, y la verdad era que lo entusiasmaba que hubiera más personas en casa, aunque creía que lo mejor sería repasar un poco de materia, ya que en dos días comenzarían las clases. 

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