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Capítulo 23 parte 2

Mientras se alejaba comenzó a pensar en todo lo que le contó su madre y lo invadió una gran tristeza. Durante el relato de Estela él no había sabido cómo reaccionar a lo que oía, estaba atónito, pero ahora que caminaba solo con sus pensamientos le caía encima el peso de lo que ella le había contado. Creía que su padre ya había perdido la capacidad de impresionarlo, pensaba haber visto lo peor de él y aun así lo volvía a sorprender. ¿Cómo pudo haber hecho algo tan cruel y seguir como si nada?

Al abrir la puerta corrió hacia la escalera y subió a su habitación, quería evitar que Marlene lo atrapara en el camino y obligarse a actuar delante de ella como si hubiese tenido un día normal. Entró a su cuarto y se quedó esperando a Ágatha, ella lo había llamado mientras subía la escalera. Dejó su mochila en el suelo y esperó.

—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó Ágatha entrando en su habitación—. Mi madre no dejaba de preguntarme a qué hora volverías. —al mirarlo notó inmediatamente que algo había sucedido y se quedó en silencio.

Henry cerró la puerta y la abrazó.

—Estaba con mi madre, me vino a ver. —dijo presionando el rostro contra su cuello, sin soltarla, necesitaba de su apoyo en este momento.

Ágatha lo abrazó con fuerza y él comenzó a llorar en su hombro sin querer contenerse.

Luego se sentaron en el borde de la cama y Henry le contó todo a Ágatha, desde los pequeños detalles de su encuentro hasta la terrorífica historia que Estela le confesó. Ágatha estaba horrorizada, no se explicaba como César podía haber llegado tan lejos, de pronto lo miró preocupada.

—Henry, no debes demostrarle a César que ahora sabes lo que sucedió, ni se puede enterar que has visto a Estela.

—Tranquila, no dejaré que lo sepa. —estaba seguro de eso.

—Ha estado tranquilo contigo, no lo hagas enojar.

—No sé cómo podré verlo sin querer matarlo. —reconoció.

—Puedes hacerlo, piensa en que seguirás viendo a tu madre si te controlas —Marlene los llamó desde abajo—. Ahora tenemos que bajar o mi madre vendrá a buscarnos.

—Está bien, adelántate.

Cuando Ágatha salió Henry se quitó el uniforme, buscó ropa en su armario y luego bajó al comedor con la cara bien lavada.

Marlene lo esperaba con una mesa llena de exquisiteces. Al parecer Adela había cocinado todo el día. Se sentaron a comer y Marlene sirvió unas copas para hacer un brindis.

—Cariño, este brindis es por ti —dijo Marlene levantando su copa—, eres un muchacho excepcional, eres estudioso y responsable. Sé que tu padre está orgulloso de ti y tu madre lo estaría también si pudiera verte, bueno, yo también estoy muy orgullosa de ti, eres como un hijo para mí. —terminó emocionada.

Henry le dirigió una mirada escéptica a Ágatha. Marlene siempre estaba muy perdida de la realidad cuando se trataba de los chicos. César no estaba orgulloso de él, Estela había vuelto y Marlene estaba más cerca de ser su suegra que su madre. Ágatha le devolvió la mirada disimulando una sonrisa.

Los tres brindaron y comenzaron a comer. Recién habían empezado cuando llegó César.

—Querido, pensé que volverías tarde hoy.

—Mi cliente tuvo que cancelar la reunión así que pude volver antes. ¿Qué estamos celebrando? —preguntó sentándose a la mesa.

A Henry de pronto se le quitaron las ganas de comer. La historia de Estela estaba muy fresca en su memoria para compartir la mesa con su padre como si no pasara nada.

—Henry terminó el año con la mejor nota de su curso. —le informó Ágatha mirándolo fijamente, de modo que él no pudiera ignorarlo.

—Muy bien. —dijo serio, y le dio una palmada en la espalda a su hijo, quien lo miró con molestia.

—Tienes un hijo maravilloso querido. —agregó Marlene mirando a Henry con cariño.

—Bueno, comamos, esto se ve muy bien. —César ignoró deliberadamente el comentario de Marlene, quien le guiñó un ojo a Henry.

Adela puso un plato para el recién llegado y le sirvió una copa, luego comenzaron a comer. Excepto Henry que estaba rígido en su puesto, le había prometido a Ágatha que disimularía frente a su padre pero le estaba costando mucho trabajo actuar como si todo estuviera bien, sentía un profundo rencor hacia ese hombre. Ágatha lo observaba a ratos preocupada mientras sus padres disfrutaban del banquete.

Al terminar de comer César dijo:

—Ahora que terminaron las clases es buen momento para que planeemos las vacaciones, estaba pensando que podríamos ir a la casa familiar en la costa, mi hermano estará allí con su familia.

Marlene había pasado de estar feliz a ponerse un poco incómoda. El tío Arturo era muy similar a la abuela; arribista, despectivo y no se callaba nunca su opinión. Su esposa Helen y sus hijos no eran más agradables tampoco. Henry no los veía desde la boda y antes de eso los había visto en contadas ocasiones. Sus primos eran unos años menores que él, dos muchachos mimados que jugaban con sus tabletas incluso durante las comidas, con su padre siempre resaltando lo inteligentes que eran.

César siempre intentaba conseguir la aprobación de su familia y eso era algo que nunca resultaba bien, luego era Henry quien pagaba las consecuencias.

Marlene apenas conocía a la familia de su esposo y luego de la espantosa visita de la abuela era casi seguro que no ansiaba la próxima reunión familiar.

—¿No preferirías que fuéramos a otro lugar? —sugirió Marlene sutilmente—. Serán las primeras vacaciones de los cuatro juntos.

—Por lo mismo, creo que sería bueno. Las dos familias juntas, como cuando yo era un niño y se reunían todos para las vacaciones, será bueno que los chicos se relacionen con sus primos.

La táctica de Marlene no había resultado y ahora ya no fingía amabilidad.

—¿Tu madre también estará? —preguntó molesta.

—Es probable —César parecía no darse cuenta del desagrado de Marlene—. Claro que con su edad nunca se sabe, a veces se siente cansada y prefiere no salir.

Marlene se puso de pie y salió furiosa del comedor, su esposo con expresión de confusión la siguió con la mirada y luego se levantó para ir tras ella.

—No comiste nada —le dijo Ágatha cuando se quedaron solos—. No puedes dejar que te afecte así, él ni si quiera es consciente de tus sentimientos, solo te dañas a ti mismo.

—¿Acaso tú podrías hacerlo mejor? —respondió irritado—. No tienes idea de lo que siento cuando lo miro.

—No te desquites conmigo —lo reprendió Ágatha ofendida—. Solo intento ayudarte.

—No me ayuda que tú y Marlene actúen con él como si fuera una buena persona.

—Henry, no puedo hacer nada, es el esposo de mi madre. Tú sabes lo que pienso de él.

—No, no lo sé —dijo levantándose—, solo sé que están muy dispuestas a recibir todo lo que él les da.

Ágatha se quedó con la boca abierta. Henry se dio la vuelta y se retiró dejando a Ágatha sola en la mesa.

Sabía que había sido injusto con ella. Tenía mucha rabia acumulada y la dirigió a la única persona que lo acompañaba y se preocupaba por él. Había sido todo un reto mantenerse callado durante la cena. No podía decirle a su padre que conocía la verdad, pondría en riesgo la oportunidad de retomar su relación con su madre si lo hacía, no sería un movimiento inteligente, pero ¿cómo podía estar frente a él y seguir fingiendo? Era humano.

Sabía que tendría que pedirle perdón a Ágatha, y probablemente ella no lo aceptaría, estaba en todo su derecho de seguir enfadada con él por todo el tiempo que quisiera.

Y a toda la tensión que ya existía se le sumarían las vacaciones con el engreído de su tío y su familia. Por lo menos esta vez él no sería el único pasándolo mal.

Horas más tarde llamó a la puerta de Ágatha pero ella no estaba. Intentó llamarla a su teléfono pero ella no contestó. No quería ser tan insistente por lo que no volvió a insistir.

De pronto su mente comenzó a jugarle en contra y se le ocurrió que Ágatha podría estar con Javier, sabía que eso no tenía sentido pero no podía quitarse la idea de la cabeza. Se fue a la sala de estar y se acomodó en el sofá. Habían pasado tantas cosas hoy, fue un día agotador.

Tomó su teléfono y buscó en su billetera la tarjeta que le dio su madre, agregó el número a sus contactos y le escribió un mensaje. "Me alegra haberte visto hoy. Tengo que contarte muchas cosas ¿cuándo nos veremos otra vez?" Y lo envió.

A los pocos minutos llegó la respuesta.

"No sabes lo feliz que me hizo tu mensaje. Me gustaría verte ahora mismo, pero pasaré el fin de semana con tus abuelos, podríamos vernos el lunes si aún quieres."

Faltaba todo el fin de semana para el lunes, tendría que tener paciencia.

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