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Capítulo 21 parte 2

Todas subieron al auto, Ágatha se sentó en el asiento del copiloto y Sofía, Carla y Janine se subieron atrás.

Todas se veían preciosas con sus vestidos, aunque se notaba que la fiesta había terminado. Sus peinados estaban desarmados y tenían el maquillaje desparramado en los ojos.

Henry creyó que sería incómodo llevar a Janine en el auto, pero en estos momentos ella se estaba quedando dormida sentada entre sus amigas, lo que hizo más ameno el viaje para él.

La primera parada era la casa de Carla y ella le iba indicando el camino a Henry, quien en estos momentos estaba sumamente agradecido con Ágatha por haberle enseñado a conducir. Ágatha encendió la radio. A pesar de la hora, todas parecían tener bastante energía aun, excepto Janine. Ágatha se había girado en su asiento para hablar con sus amigas, iban riendo y hablando de situaciones de la fiesta, como que alguien había escogido esta noche para confesar su amor a la chica que le gustaba, pero fue rechazado en público, una de las maestras que asistió para cuidar a los jóvenes se embriagó antes que todos, el dj puso la canción favorita de las chicas y las cuatro la bailaron juntas. Y mientras comentaban esas situaciones y reían, Carla dijo:

—Para mí lo mejor de la noche fue la cara que puso Javier cuando Ágatha le dijo que la dejara de buscar. —y dio un aplauso mientras se reía con ganas.

Justo en ese momento Henry no alcanzó a esquivar un bache y, al pisarlo con la rueda, el auto dio una sacudida. Ágatha notó porqué se había distraído, aunque él intentó disimular.

Sofía estuvo de acuerdo con Carla y rieron escandalosamente logrando despertar a Janine, quien miró a su alrededor confundida.

—Esperamos años para ver eso. —agregó Sofía. Ágatha se reía con sus amigas y cada tanto lo miraba a él.

Henry sabía que Javier estaría allí. Él y Ágatha eran compañeros de escuela y además ambos estaban en el último año. Pero nunca imaginó que Javier tendría el valor para seguir buscando a Ágatha luego de todo lo que le hizo, y sintió unos celos absurdos.

Llegaron a la casa de Carla, ella se despidió rápidamente y bajó del auto. Esperaron hasta que la vieron entrar a su casa y volvieron a la ruta. La siguiente era Sofía, quién vivía a unas cuadras de Carla, así que a los pocos minutos ella estaba bajando del auto. Ahora irían a dejar a Janine, quien dormía recostada en el asiento trasero, así que fue Ágatha quien indicó a Henry el camino.

—¿Así que Javier aún tiene intenciones de volver contigo? No me dijiste que seguía hablándote. —preguntó molesto a Ágatha, arrepintiéndose al instante. Las que habían bebido eran las chicas, él no tenía derecho a comportarse así.

—¡Shhh! —hizo Ágatha, señalando a Janine en el asiento trasero—. Aquí dobla a la derecha.

Henry siguió conduciendo en silencio hasta que llegaron a la casa de Janine. Se estacionó y bajó del auto para ayudar a Janine que parecía estar profundamente dormida. Abrió su puerta y le habló, ella no reaccionó así que le tocó el hombro.

—Llegamos a tu casa —dijo cuando ella lo miró—. Ven, yo te ayudo.

Janine salió del auto con dificultad y al pararse se abrazó a Henry para que la ayudara a caminar.

—Chao amiga, mañana hablamos. —se despidió de Ágatha y comenzó a caminar apoyada en Henry.

Cuando llegaron a la puerta de su casa ella se paró frente a Henry y lo miró a los ojos.

—¿Tú y Ágatha? —preguntó sin rodeos. El corazón de Henry se detuvo por un momento y la expresión de su rostro confirmó las sospechas de Janine—. Bueno, si sirvió para que mi amiga dejara a ese idiota de una vez por todas, entonces me alegro —Ágatha no le había dicho nada a sus amigas y debía tener sus razones para eso, pero ahora Janine lo sabía, y antes de que él pudiera decir algo ella agregó—. Fingiré no saber nada. —y alzándose en la punta de sus pies le dio un rápido beso en los labios para luego entrar a su casa.

El beso de despedida de Janine lo dejó aturdido, se había sonrojado, igual que las primeras veces que ella coqueteó con él. Siempre pensó en ella como alguien caprichosa e inmadura, pero este gesto conciliador entre ellos por el bienestar de Ágatha lo había hecho comprender que Janine era mucho más de lo que había visto superficialmente y era una buena amiga. Lamentaba haberla juzgado sin tomarse la molestia de conocerla en profundidad.

No entendía por qué lo había besado, sabiendo además que Ágatha los vería, pero no tenía sentido darle más vueltas, saber que todo estaba bien entre ellos era suficiente.

Volvió al auto. Ágatha lo miraba con el ceño fruncido.

—¿Por qué te besó? —preguntó con voz aguda.

—No fue nada. —la tranquilizó restándole importancia.

—¿Y por qué no le dijiste algo? —Ágatha parecía indignada.

—Ágatha, es tu amiga y está ebria, volvamos a casa. —a Henry le causaba gracia que hace pocos minutos el celoso era él.

Ágatha estuvo molesta durante todo el camino y, cuando entraron el auto al garaje, ella bajó en silencio y entró a la casa.

Su molestia le provocaba a Henry algo de satisfacción, sus celos servían como prueba de lo que ella sentía por él, y aunque era una forma muy equivocada de comprobarlo, no podía dejar de sentirse bien.

Cuando Henry entró cerrando la puerta con llave, Ágatha ya había subido a su habitación y estaba todo en silencio, aparentemente César y Marlene seguían durmiendo.

Él quería volver a su cama y dormir, pero decidió ir a ver si Ágatha estaba bien. Golpeó suavemente la puerta antes de abrirla. Ella estaba tendida sobre la cama con su vestido aún puesto y la luz encendida, se había quitado solo uno de sus zapatos. Lo miró protegiendo sus ojos de la luz con una mano y le sonrió. Henry entró a la habitación y decidió ayudar a Ágatha a acostarse. Se arrodilló frente a ella y le quitó el zapato que aún tenía puesto.

—Levántate —le pidió con una sonrisa amable ofreciéndole su mano—. No dormirás cómoda con ese vestido.

—Sabes que está mal aprovecharse de una mujer ebria ¿cierto? —tomó su mano para levantarse.

Al ponerse de pie lo rodeó con sus brazos y lo besó.

—Tú lo acabas de decir —le recordó Henry divertido, manteniendo la distancia con Ágatha—. No me aprovecharé de ti.

—Tráeme un café y seré yo quien se aproveche de ti. —insinuó ella sentándose en el borde de su cama.

—Está bien, pero no te duermas.

Quince minutos más tarde Henry estaba de vuelta en la habitación de Ágatha con una taza de café cargado. Ella se había puesto su pijama y estaba sentada en su tocador amarrándose el cabello, se había quitado el maquillaje y parecía estar mejor.

—¿Cómo te sientes? —preguntó pasándole el café.

—Estoy bien, tengo buena resistencia. Tú te ves peor que yo —lo molestó antes de dar un sorbo a su taza—, creo que no te hace bien madrugar.

Henry sonrió, Ágatha disfrutaba burlarse de él.

—Me iré a dormir.

—Espera —Ágatha dejó la taza y lo tomó de la mano—. Duerme conmigo.

—¿Estás loca? Lo primero que hará Marlene en la mañana será entrar aquí para ver si volviste.

—Entonces quédate un rato conmigo, te lo prometí a cambio del café. —le lanzó una mirada sugerente.

No podía negarse a eso. Desde aquel fin de semana en la playa habían sido muy cuidadosos para que nadie en casa descubriera que tenían una relación, y ahora que no estaban los empleados y sus padres dormían profundamente, sería un buen momento para estar juntos.

Luego de dudar unos segundos Henry tomó a Ágatha por la cintura y la besó apasionadamente mientras ella lo desvestía con prisa. Se detuvo unos instantes para quitarse las zapatillas y apagar la luz, le hubiera encantado dejarla encendida pero sería mejor aparentar que en casa todos dormían. Ella se sentó al borde de la cama para esperarlo. Henry se acercó a ella y guiándose por la tenue luz que entraba por la ventana se arrodilló entre sus piernas. Su rostro estaba a la altura de su busto, puso sus manos en sus caderas y comenzó a besar sus pechos por encima de su pijama mientras Ágatha le acariciaba el cuello y la cabeza, desordenando su cabello. Él subió sus manos por su cintura levantando la parte superior de su pijama, sintiendo su piel suave y cálida. Ella emitía cortos gemidos con cada uno de sus besos y caricias, levantó los brazos y él le quitó la camiseta dejando su torso desnudo, hundió su rostro entre sus senos y los besó con vehemencia, para luego continuar trazando un camino de besos por su abdomen. Ágatha se dejó caer hacia atrás y él bajó suavemente el pequeño short de su pijama para seguir bajando con su boca hasta su entrepierna. Ágatha agarró una almohada de su cama y la puso sobre su rostro para ahogar los gemidos que provocaban los besos de Henry.

Él devoraba ansioso cada centímetro de su sexo, agarrándola con fuerza por las caderas, como si temiera que se pudiera alejar. Luego de unos minutos comenzó a sentir como el cuerpo de Ágatha temblaba y se estremecía con cada movimiento que su lengua hacía sobre ella, hasta que oyó un grito amortiguado por la almohada y sintió que su cuerpo se relajaba en sus manos. Con una sonrisa en la boca se arrastró sobre ella, y quitándole la almohada del rostro le dijo "felicidades graduada". Ella tenía una gran sonrisa y respiraba agitada, lo miró con llamas en los ojos y empujándolo sobre la cama se montó sobre él y comenzó a besarlo. Ahora era su turno. Henry bajó sus pantalones deseoso y Ágatha descendió sobre su miembro suavemente para comenzar a moverse sobre él con un ritmo lento, pausado y embriagante. Él se inclinó para besarla y abrazarla, moviéndose con ella, a su ritmo, hasta que decidió tomar el control girándose para quedar sobre ella y seguir con su propio ritmo, el que le pedía su cuerpo.

Al acabar se recostó al lado de Ágatha exhausto, ella se apegó a su costado acariciando su pecho con los dedos, dibujando líneas invisibles sobre su piel. La noche hubiese sido perfecta de haber podido quedarse a dormir allí, pero sabían que no sería prudente, así que después de un largo beso Henry volvió a su habitación.

En pocas horas amanecería y tendrían que seguir actuando frente a sus padres como hacían últimamente.

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