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Capítulo 20

En la mañana despertó junto a Ágatha y se sintió aliviado. Por un instante, segundos antes de abrir los ojos, había temido que todo fuese un sueño, pero se alegró al comprobar que fue real.

Tomó su teléfono del velador y miró la hora, debían volver a casa.

Ágatha aun dormía, él sabía que al despertarla tendrían que volver a casa y este fin de semana terminaría. La abrazó por la espalda y le habló al oído. Ella abrió los ojos lentamente.

—¿Qué hora es? —preguntó volviendo a cerrarlos y apretando el brazo de Henry contra su cintura.

—Casi las diez. Tenemos que volver. —le respondió él besando su cuello.

—Tenemos que volver —repitió ella. Y luego guió la mano que Henry tenía en su cintura hasta su entrepiernas—, entonces tendremos que ser rápidos.

*

Ya en el auto buscaron un lugar donde desayunar. Se habían tardado más de lo debido en salir del hotel y les preocupaba que César y Marlene llegaran a casa antes que ellos, así que comieron rápido y retomaron el viaje.

A solo unos metros de casa Ágatha recibió una llamada de su madre. Ella y César habían decidido quedarse a almorzar por lo que no volverían hasta más tarde. Al finalizar la llamada ambos se miraron y sonrieron aliviados. Habían corrido por nada.

Henry y Ágatha decidieron pasar un rato en la sala, debían hablar de cómo continuarían con su relación ahora que estaban en casa con sus padres, pero Henry sentía que antes debía sincerarse con Ágatha, no quería tener secretos con ella.

—Hay algo de lo que no te he hablado —dijo Henry acomodándose en el sofá—, algo que sucedió hace unos días.

—Está bien, dime. —Ágatha no tenía ni una sola pista de lo que diría Henry.

—Hice una estupidez, no quiero que te preocupes... —le advirtió en un intento fallido de tranquilizarla.

—¿De qué hablas? —preguntó ella frunciendo el ceño.

—No fue nada, es que se acumularon muchas cosas y...

—¿Qué pasa Henry? Me estás preocupando. —lo presionó alarmada, al parecer comenzaba a intuir algo.

—Al día siguiente del incidente con mi padre, en la noche, tomé unas pastillas y Marlene me descubrió. Pero no lo pensé bien, no lo haría de nuevo. —Ágatha lo miró horrorizada.

—¿Por qué harías algo así? —lo cuestionó.

—Escuché sin querer a mi padre discutiendo con Marlene. Él dijo cosas horribles, y con todo lo que estaba sucediendo, me sentí sobrepasado. —Henry intentaba explicar el porqué de esa decisión pero Ágatha parecía decepcionada.

—¿Sabes lo que hubiera pasado si mamá no te hubiese descubierto? —dijo furiosa.

—Sí, pero no fue así, ¿está bien? —intentó tranquilizarla.

—No, Henry, no está bien. Podrías estar muerto. ¿Y ni si quiera lo habías pensado bien?

—Solo quería que todo se detuviera. No sabes lo que es tener un padre como el mío.

—Claro que no lo sé, pero podías hablar conmigo, estaba intentando apoyarte. Tienes personas que quieren ayudarte. —la voz de Ágatha se había vuelto muy aguda. Estaba enfadada y Henry pensó que tal vez no debería haberle contado.

—Lo siento. Sé que no es la solución, pero me sentía solo y oír todas esas cosas... No sabes cuánto lo detesto, no te lo puedes imaginar... —Henry no sabía cómo explicar todo lo que sentía.

Se quedaron un momento en silencio. Henry estaba molesto, se sentía incomprendido, sabía que había cometido un error pero esperaba algo de apoyo. Ágatha miraba un punto fijo en la alfombra.

—Hace años yo también lo intenté —dijo ella con la voz cargada de dolor—, y le rompí el corazón a mamá. Era una niña, aún no cumplía quince y mi padre se había ido. No me volvió a contactar. Me había prometido que me llamaría, pero no lo hizo. Crecí en medio de sus peleas y discusiones, pero estaba tan acostumbrada a eso que cuando mis padres se divorciaron sentía que mi familia se derrumbaba, solo quería que solucionaran sus problemas y no perder a mi padre.

Henry la escuchaba con impotencia, odiaba que alguien hubiese podido hacerle daño, deseaba haber estado allí para consolarla.

—Mamá estaba en el trabajo. Yo sabía dónde guardaba sus pastillas para dormir, las saqué de su habitación y comencé a tomarlas. Mamá llegó cuando ya estaban haciendo efecto. Yo estaba en mi cama y el envase de las pastillas estaba ahí mismo, gracias a eso ella supo lo que sucedía y llamó una ambulancia. Yo casi no reaccionaba, no recuerdo cuando me llevaron al hospital, desperté allí al día siguiente. Casi muero por lo que dijeron. Mi madre estaba destruida. Al comienzo me enfadé porque no me permitieron terminar, pero me obligaron a ir a terapia y gracias a eso comencé a entender las cosas.

Henry no sabía que decir. Cuando Marlene le dijo que ya había pasado por eso, él pensó que había sido solo un susto como en su caso, pero Ágatha estuvo cerca de morir, estuvo hospitalizada. Él sabía que no quería morir, sabía que su infierno terminaría en un año y que había tomado una decisión estúpida al tomar esas pastillas.

—Lo siento, debería haber hablado contigo esa noche, sé que cometí un error. —miraba sus pies avergonzado, estaba tan ansioso por crecer, pero aún se encontraba en ocasiones actuando con inmadurez.

—Ya no estamos solos Henry, nos tenemos el uno al otro, debes entender eso. Sé que estuviste solo muchos años, pero eso está en el pasado. —tomó sus manos mientras le decía esto.

—Lo sé —admitió por fin—, gracias.

Se pasaron la tarde conversando de varios temas, entre ellos Henry le preguntó a Ágatha si ya sabía que estudiaría y ella le dijo que estaba casi segura, pero quería pensarlo bien antes de contárselo.

Más tarde llegaron Marlene y César, luciendo felices y relajados, y se reunieron los cuatro para cenar. Cuando César preguntó a los chicos si habían estado bien en casa solos, Marlene se apresuró en cambiar el tema. Ella sabía que habían salido a divertirse, y estaba de acuerdo en que era mejor que César no lo supiera.

Durante los siguientes días Ágatha y Henry continuaron con sus actividades habituales, con la única diferencia que ahora ocultaban su relación a sus padres.

Las clases de Ágatha terminarían pronto, y una semana más tarde se graduaría. Henry en cambio debía seguir yendo a la escuela por un par de semanas más.

Desde su reconciliación con Marlene, César ya no se molestaba en seguirle el paso todo el día a Henry, confiado de que fuera a donde fuera estaría con Ágatha y que Marlene estaría atenta a ellos. Gracias a eso podían salir de casa durante toda la tarde a pasear, aunque siempre debían ser discretos por si se topaban con algún conocido o las amigas de Ágatha. A pesar de las limitaciones de tener una relación en secreto, Henry no cabía en sí mismo de felicidad. Esto era lo más cercano que había conocido a una vida normal de adolecente. Mientras tanto en casa actuaban como buenos amigos y Marlene estaba encantada de que se llevaran tan bien. En algún momento Henry temió que ella pudiese sospechar algo, pero Ágatha le recordó que Marlene lo había visto con Janine en la fiesta de su cumpleaños, por lo que no tenían de que preocuparse.

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