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Capítulo 18

Cuando volvieron a casa escucharon que sus padres discutían en la sala, Ágatha le hizo una seña a Henry para que subieran y darles privacidad.

—¿Crees que mi madre lo perdone? —preguntó Ágatha desde la silla del escritorio de Henry.

—Es probable, llevan muy poco tiempo casados. —Henry estaba sentado sobre su cama con las piernas cruzadas, observando a Ágatha.

—Me decepcionaría saber que no ha aprendido nada. —giró en la silla, disimulando su preocupación.

—No sería su culpa, mi padre es muy bueno negociando. Además creo que sería lo mejor para todos.

—Hace unos meses no querías nada con esta familia. —le recordó Ágatha.

—Estaba equivocado. Lo admito. —reconoció levantando las manos.

Ese día Ágatha y Henry cenaron solos mientras sus padres seguían hablando en privado.

Los días siguientes Henry y Ágatha continuaron con su rutina, durante la mañana ella iba a la escuela y él se quedaba en casa, cuando Ágatha volvía salían juntos en su auto y unas horas más tarde regresaban a casa. Al volver a casa en las tardes sus padres siempre estaban discutiendo a puerta cerrada en la oficina de César. Prácticamente no los veían, y por lo mismo, no tenían ninguna pista de lo que resolverían.

Marlene había estado saliendo durante las mañanas y Henry no había coincidido con ella en las comidas para preguntarle cómo iba todo, aunque asumía que si tuviera algo que decirle ella buscaría el momento.

Ya comenzaba a disfrutar sus días sin escuela y sin ver a su padre, y como si César fuera adivino, el viernes durante la mañana Henry vio en su teléfono una llamada perdida de él. Se alegraba de no haber escuchado el teléfono porque no quería hablarle, pero tenía muy claro que su padre insistiría. Puso su teléfono en silencio y lo guardó en un cajón.

Aún no pasaba una semana desde la visita de la abuela y a Henry se le apretaba el estómago al pensar en hablar con él.

Más tarde mientras almorzaba, Marlene pasó por la cocina para avisarle que saldría de compras. En estos días Marlene no era lo que solía ser, Henry la veía distraída y menos arreglada de lo normal y tenía miedo de preguntarle cómo estaba. Ella buscó en su cartera las llaves de su auto y salió.

Unas horas más tarde mientras veía televisión en la sala oyó un auto llegar y asumió que sería Marlene. Ágatha no llegaría hasta dentro de una hora más. Siguió atento al televisor hasta que una voz grave le habló desde la puerta de la sala.

—Te llamé varias veces. —dijo su padre haciendo que Henry diera un brinco por la sorpresa.

Se enderezó rápidamente en el sofá, sabía que estaban solos en casa, sin contar a los empleados, pero esperaba que su padre no lo supiera. Al mirarlo a la cara se le revolvió el estómago. No lo había visto de frente desde el domingo, y lo asaltaron los recuerdos y el miedo de esa tarde.

—Tal vez ya no necesitas un teléfono. —supuso César mirándolo desde su posición con una expresión similar al desprecio.

Henry estaba mudo. Su padre lo había encontrado en una situación muy desfavorable. Se suponía que estaba en casa recuperándose, pero fue sorprendido recostado en el sofá buscando películas y sin atender su teléfono.

—Probablemente Marlene y yo nos divorciemos —continuó sin demostrar ningún tipo de emoción—. Si eso llega a suceder quiero que tengas claro que tú lo ocasionaste. Venderé esta casa y nos mudaremos. Pero tú no volverás conmigo. Haré que termines tu escuela en un internado. Tu abuela me recomendó algunos, estuve llamando y te recibirán de inmediato.

Se quedó de pie observando a su hijo palidecer ante lo que le había dicho, luego se dio media vuelta y caminó a su despacho.

Si su padre se había molestado en dirigirle la palabra, entonces su separación con Marlene iba en serio. Henry comenzó a sentir pánico otra vez. Se imaginaba qué tipo de internado sería si su abuela lo había recomendado. A veces los padres con dinero pagaban para que otros enderezaran a sus hijos, y generalmente era de formas muy arcaicas.

Ahora, además del miedo de perder a Ágatha, temía también por sí mismo. Sabía que su padre hablaba en serio, si Marlene decidía terminar con él seguro que no pasaría ni un solo día para que lo internara.

Al llegar Ágatha a casa salieron juntos en su auto como ya era costumbre y Henry fingió que estaba todo bien omitiendo el encuentro con su padre. Luego de conducir repasando lo aprendido estacionaron en un mirador para apreciar la vista.

—¿Has hablado con tu madre? —preguntó de forma casual parándose junto a Ágatha mientras ella encendía un cigarro fuera del auto.

—No. Creo que no nos dirá nada hasta estar segura. —supuso luego de expulsar el humo.

—¿Crees que decida divorciarse? —no sabía por qué le preguntaba a Ágatha, ella no sabía más que él, pero necesitaba que le diera algo de certeza.

—No lo creo, aunque no podría asegurarlo. —a pesar de que lo que dijo Ágatha era muy vago, consiguió tranquilizarlo un poco.

El sábado por la tarde, mientras Henry y Ágatha comían algo en la cocina, vieron salir a César y Marlene juntos de casa. Y a pesar de que Marlene salió caminando rápido, con una actitud orgullosa y distante hacia su esposo, iba muy maquillada, con joyas, tacones y el cabello recién arreglado. César en cambio mantenía una actitud humilde hacia ella.

—Creo que hoy se define. —susurró Ágatha a Henry con complicidad al verlos Pasar.

No supieron nada de sus padres hasta el día siguiente. Cuando Henry bajó a desayunar se encontró con Marlene y Ágatha en la terraza. La taza de César estaba vacía en su puesto, seguramente había vuelto a su oficina luego de desayunar. Marlene parecía estarlo esperando, ya que al verlo se aclaró la garganta y se acomodó en su asiento.

Ágatha parecía molesta y Henry temió lo peor. Cuando Lucrecia, la empleada de los domingos, volvió a la cocina, Marlene comenzó a hablar.

—Cariño, anoche tu padre y yo hablamos, y decidimos que no nos vamos a divorciar —Henry se sintió tremendamente aliviado al oír eso, significaba que no lo enviarían a un internado y podría seguir viendo a Ágatha todos los días, era todo lo que había pedido durante la última semana. Pero a medida que Marlene siguió hablando, entendió por qué Ágatha tenía esa expresión—. César entendió que actuó mal contigo y prometió que no volverá a hacerlo. Sé que por ahora no será suficiente para ti, pero él está muy comprometido en mejorar, lo sé. Quiero lograr mucho más que eso, quiero que sea un padre cariñoso para ti, creo que aún está a tiempo —parecía que más que convencer a Henry intentaba convencerse ella misma—. Sé que hay bondad en él porque lo he visto, pero debes tener paciencia —Henry la oía en silencio, ella hizo una pausa y luego continuó en un tono más autoritario—. Me pidió que vuelvas a clases. No quiere que bajes tus notas.

Al oír eso Henry sonrió con amargura.

—Solo eso le importa, que no baje mis malditas notas. —concluyó decepcionado.

—Cariño, es lo que a todo padre le preocupa —dijo Marlene intentando convencerlo de que era lo correcto—. Además no creo que quieras seguir en casa por más días.

Aceptó lo que le pedía Marlene. Tampoco tenía otra opción. Su padre había logrado manipularla y ahora pretendía manejarlo por medio de ella.

Henry siguió con su comida. Luego de unos minutos Marlene se retiró de la mesa.

—No puedo creer que mamá lo haya perdonado tan rápido —comentó Ágatha de mal humor cuando Marlene estuvo lejos—. Tu padre intentó pedirme disculpas. Le dije que a quien debía pedirle perdón era a ti. Actúa como si estuviera arrepentido pero no le creo nada.

—Tu madre dice que él incluso intentará cambiar —complementó Henry con una sonrisa amarga y un tono de voz con el que dejó claro que eso era imposible—. De todos modos me alegra la noticia. Mañana volveré a la escuela y todo seguirá como siempre. —agregó resignado.

—¿Estás seguro que quieres volver a clases? —preguntó Ágatha preocupada.

—El año terminará pronto, será mejor que vuelva para los exámenes finales. Tú ya estás a punto de graduarte, ¿cuándo será el gran día?

—En tres semanas. Estoy tan ansiosa —dijo Ágatha emocionada, y de pronto se afligió—. Pero aún no sé qué haré el próximo año. Tengo que ver universidades y no sé por dónde empezar.

—Tiene que haber algo que quieras hacer. —intentó ayudarla Henry.

—Nada realista en verdad.

—¿A qué te refieres con realista? —él no la entendía, era una excelente estudiante y además una persona carismática, no podía creer que existiese algo imposible para ella.

—Una carrera importante como medicina o leyes. Tengo un promedio bastante decente y debo aprovecharlo. Mi madre se esforzó demasiado para que estudiara en una buena escuela, no la quiero decepcionar. —explicó ella como si fuera lo más obvio.

—¿Y qué carreras serían poco realistas para ti? —Henry no comprendía por qué para Ágatha resultaba tan difícil hacer lo que realmente quería. Su madre no era como César, y aun así se sentía presionada por cumplir con sus expectativas.

—No lo sé, cine por ejemplo o teatro. Sería maravilloso estudiar algo así, pero puede que nunca consiga hacer algo importante y desperdiciaría mis mejores años buscando el éxito.

—¿Por qué crees eso? Yo si vería tus películas. —cada vez que le hacía un cumplido a Ágatha su rostro se encendía inevitablemente.

—Lo dices para animarme, pero eso no quiere decir que me iría bien.

—Lo digo porque sé que te irá bien. Creo que deberías hacerlo, si has tardado tanto en tomar una decisión es porque te niegas a hacer lo que realmente te gusta.

Ágatha pareció comprenderlo ahora que Henry se lo decía y prometió que lo pensaría.

Luego de unos minutos de titubeo Henry se decidió a preguntar por Javier, ya que llevaba un tiempo sin saber de él.

—Terminamos... bueno, terminé con él, pero entonces tú y yo no nos hablábamos. Tenías razón, no debí seguir dándole oportunidades. —admitió Ágatha avergonzada.

Él no quiso preguntarle más, tampoco se quería ilusionar, conociendo su prontuario sabía que podrían volver en cualquier momento.

Más tarde, mientras Henry se daba un baño, no podía dejar de pensar en lo que Marlene le había dicho. Le molestaba demasiado que ella respaldara a su padre, ¿Cómo podía ser tan ingenua? César nunca iba a cambiar. Él no quería que ellos se divorciaran pero Marlene se lo podría haber puesto un poco más difícil antes de perdonarlo.

Al salir de la ducha revisó su abdomen frente al espejo, los moretones se estaban volviendo verdosos. ¿Qué pasaría si se los mostraba a la enfermera de la escuela? Ellos estarían obligados a intervenir. Le pareció que sería la venganza perfecta, pero luego de pensarlo un buen rato decidió que no sería buena idea, así como no había sido buena idea lo del almuerzo del domingo pasado. Mejor volvería a la escuela y evitaría la clase de gimnasia, pensó resignado.

Estaba deprimido otra vez, había pensado que Marlene abogaría por él frente a su padre, pero solo fue otro adulto decepcionándolo.

*

Henry volvió a la escuela al día siguiente. Todos allí creían que estuvo enfermo y se alegraron al verlo. Algunos de sus compañeros le ofrecieron sus apuntes y él los recibió agradecido, aún faltaban algunas calificaciones para terminar el año y ya había descansado suficiente.

Poco a poco todos en casa volvían a sus rutinas como si nada fuera de lo normal hubiese ocurrido. 

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