Capítulo 16
Cuando volvió a abrir los ojos ya era de noche, al parecer las pastillas que le había dado Marlene lo habían hecho dormir.
Todo lo que había sucedido estaba fresco en su memoria, como si solo hubiese cerrado los ojos por unos segundos.
Se sentó en la cama y sintió un dolor horrible en todo el abdomen. Aun le era difícil asimilar la violencia que había vivido, si no fuera por el dolor físico creería que era algo que había soñado.
Notó que Ágatha estaba dormida a su lado lo que lo conmovió. La observó por un momento. Ella dormía de costado dándole la espalda. Él se levantó con cuidado para no despertarla.
La agresividad extrema con la que actuó su padre de alguna forma no lo sorprendía, aunque César nunca antes había perdido los estribos de esa forma, Henry sabía que si lo provocaba lo suficiente podría llegar a pasar algo así y por esa razón le tenía tanto miedo. Sin embargo no había sido su intención presionarlo hasta ese punto. La situación se había salido de control y si no fuera por la irrupción de Marlene no se imaginaba cómo habría terminado todo.
A pesar de lo que había vivido hacía unas horas no había llorado en ningún momento. No sabía si se encontraba en shock o simplemente se había acostumbrado a la violencia de parte de su padre.
Fue al baño, se paró frente al espejo y se levantó la camiseta. Tenía manchones rojos por todo su abdomen, se cubrió otra vez y se sentó en el borde de la tina cubriéndose el rostro con las manos angustiado. ¿Qué seguía ahora? No sabía lo que había desencadenado ni como continuarían las cosas ahora en casa.
Se sentía cansado, agotado emocionalmente, no tenía energía para averiguar si estaba triste o asustado o furioso. Solo podía pensar en dormir.
Volvió a su habitación y se recostó en su lado de la cama, Ágatha seguía durmiendo profundamente, y a los pocos minutos él también dormía.
En sus sueños veía la espalda de una mujer de cabello largo y rebelde, caminaba alejándose. Él comenzó a correr para alcanzarla, de tanto correr comenzaba a faltarle la respiración y caía de rodillas con un intenso dolor en el estómago.
Despertó agitado, ya había amanecido. Ágatha aún estaba junto a él y lo observaba atentamente.
—¿Cómo estás? —preguntó preocupada.
Henry no sabía que responder. Estaban frente a frente con sus cabezas sobre la almohada. De pronto le preocupaba su apariencia al despertar, no sabía cómo en una situación así podía pensar en eso.
—No quise ir a mi habitación, preferí acompañarte. Espero que no te moleste. —explicó Ágatha.
—No me molesta —dijo mirándola a los ojos—. ¿Y Marlene?
—Mamá durmió en el cuarto de invitados. Es temprano, debe estar allí aún.
Ágatha lo miraba con lástima y eso lo molestaba, no quería que sintiera pena por él. Se recostó sobre su espalda y miró el reloj sobre su velador, las cosas que Marlene había arrojado volvían a estar en su lugar.
—Llegaré tarde a la escuela. —se lamentó.
—No puedes ir así, te quejaste toda la noche. —hasta ese momento había pensado que Ágatha durmió profundamente durante toda la noche.
Luego de un momento de silencio ella volvió a hablar.
—Tal vez mamá quiera el divorcio, está muy afectada por lo que pasó ayer. —reflexionó sombríamente.
—Sería lo mejor para ustedes, no deberían vivir así. —giró su cabeza para evitar la mirada de Ágatha.
—Henry, si ellos se divorcian te vas con nosotras, no te dejaremos con él. —le aclaró apoyándose en su codo para acercarse a él.
—Nos conocemos hace unos meses, no tienen por qué ayudarme, además he vivido toda mi vida con él, ya sé cómo es. —admitió con amargura.
—Henry, no hables así.
Él giró hacía ella para hablarle de frente.
—Ágatha, soy menor de edad, tengo que terminar la escuela, no puedo irme así como así. Además ustedes no tienen ninguna obligación conmigo.
—Mamá no lo ve así. Cuando se casó con tu padre decidió ser como una madre para ti. Somos una familia.
Antes de que Henry pudiera contradecirla, Marlene abrió la puerta.
—¿Cómo amaneciste cariño? —preguntó acercándose a la cama, se sentó a su lado y le acarició la cabeza—. Tu padre salió temprano, bajemos a desayunar.
Se sentaron en la cocina mientras Adela les servía el desayuno. Marlene tenía ojeras y estaba despeinada, nunca la había visto así.
—Llamé a tu escuela, dije que estás enfermo y no irás por unos días. —dijo Marlene luego de dar un sorbo a su taza de café. Había esperado a que Adela saliera de la cocina
—No puedo faltar a clases. —aclaró Henry como si fuera lo más obvio.
—Tranquilo, no te pondrán calificaciones hasta que vuelvas.
—¿Yo podré quedarme también? —preguntó Ágatha sutilmente.
—Claro que no, volverás mañana a clases. Yo me quedaré con Henry. —la atajó Marlene rápidamente.
—Mamá, no creo que deba dejarlos solos. —protestó Ágatha.
—Te quedan pocas semanas de clases, no quiero que las pierdas, y no lo discutiremos ahora. —dijo Marlene seriamente, Henry nunca la había visto siendo estricta con Ágatha.
Junto con el desayuno Henry tomó más analgésicos y luego se recostó en el sofá de la sala de estar. Escuchaba a Marlene y Ágatha conversar discretamente en la cocina. Pronto se volvió a dormir, esas pastillas eran muy fuertes.
Cuándo despertó vio a Ágatha leyendo un libro en el sofá frente a él. Alguien lo había cubierto con una manta.
—Por fin despiertas —comentó Ágatha cerrando su libro—. Mamá pensó que tendrías frío y trajo una manta.
—¿Qué hora es? —quiso saber sentándose con cuidado.
—Cerca de medio día ¿cómo te sientes?
No supo que decirle. En ese momento entró Marlene a la sala, quería hablar con Ágatha.
—Quédense aquí. Tengo que darme una ducha. —Henry aprovechó el momento para huir.
Se quitó la manta de encima y salió de la sala dejando a Marlene y Ágatha solas.
Le habían preguntado varias veces como se sentía, pero no era capaz de responder, ya que ni él mismo conocía la respuesta.
Era verdad que necesitaba una ducha, de ayer que estaba con la misma ropa, incluso había dormido con ella.
Al salir de la ducha miró su reflejo en el espejo. Las marcas que cubrían su abdomen, ayer rojas, se habían convertido en grandes moretones. También tenía algunos en sus antebrazos, seguro los consiguió cuando intentó cubrirse de las patadas. Los observó con resignación, esperando que se borraran pronto.
Ya en su habitación se puso un pijama y se acostó, no se sentía con mucha energía.
—Henry —dijo Ágatha entrando en su habitación, empleando el tono que usaría para regañar a un niño—. No puedes ponerte pijama tan temprano, vamos a almorzar.
—No tengo hambre, quiero dormir. —dijo cansado.
—Son las pastillas, pero debes comer, vamos. Ponte un polerón o algo.
Él hizo lo que ella decía y bajaron a comer. Marlene los esperaba en la terraza. Era un día despejado de brisa cálida.
Marlene lucía pensativa, luego de un largo momento de silencio habló.
—A pesar de las consecuencias Henry, debo reconocer que fuiste muy valiente en enfrentar a tu abuela.
—Sí, qué mujer tan desagradable. —exclamó Ágatha frunciendo el ceño.
Henry sonrió con la mirada fija en su plato. Luego de ese comentario las dos le insistieron en que comiera, hasta que realmente no le entró ningún bocado más.
Al terminar el almuerzo Marlene esperó a que Adela desocupara la mesa antes de hablar.
—Henry, después de lo que vi ayer no se si podré seguir con tu padre —explicó Marlene en un tono lúgubre—. Quiero que sepas que me casé con él porque lo amo, pero no tenía idea de los problemas que había entre ustedes, de haberlo sabido nunca lo habría aceptado.
Él la escuchaba en silencio, con la mirada baja. Pensar en no volver a ver a Marlene o a Ágatha lo entristecía.
Ágatha también escuchaba a su madre en silencio, con una expresión de pesar.
—Me gustaría que pensaras en vivir con nosotras, legalmente es posible y yo creo que sería la mejor opción para ti, pero será tu decisión.
Henry no podía creer lo que escuchaba. Sentía que si abría la boca para decir algo comenzaría a llorar así que empezó a morderse las uñas nerviosamente.
—Piénsalo, ¿sí? —Henry la miró y asintió en silencio.
Después de la conversación decidió volver a su cuarto. Se sentía sobrepasado por esta situación, tal vez su padre y Marlene se divorciarían y no vería más a Ágatha, y sería toda su culpa.
Él sabía que César no permitiría que se quedara con Marlene, así como no había permitido que se quedara con su madre, y lo haría pagar por siempre todo el daño que había hecho. Tenía ganas de llorar pero no lo conseguía, no entendía por qué. Caminaba de un lado a otro dentro de su habitación mordiéndose los dedos, pensando en lo que podría pasar ahora.
Más tarde Ágatha tocó a su puerta y al entrar lo encontró sentado en el borde de su cama mirándose las manos.
—Henry. —lo llamó preocupada. Él levantó la mirada hacía ella.
—Ágatha, lo siento tanto, no era mi intención que pasara todo esto —comenzó a hablar sin parar, rápidamente. Tenía tantas cosas que decirle—. Debí haberlo pensado mejor, si no hubiera dicho nada, solo tenía que cerrar la boca como siempre. Ahora nuestros padres se separarán y Marlene tendrá que hacerse cargo sola de ti, y tú el próximo año tienes que ir a la universidad, lo arruiné todo, no lo pensé, perdóname...—se cubrió el rostro con las manos.
Ágatha se acercó y se agachó frente a él.
—Hey, tranquilo, no te pongas así —le tomó las manos temblorosas y le habló mirándolo a los ojos—. Henry, nada de esto es tu culpa, sé que lo estás pasando mal pero debes dejar de culparte. Nuestros padres tienen que hablar, es muy pronto para saber lo que pasará, y si se divorcian nosotras estaremos bien, mamá y yo siempre hemos estado bien.
Henry la miraba con los ojos llorosos, lo que ella le decía estaba logrando tranquilizarlo.
—No tienes que preocuparte por nosotras, tienes que pensar más en ti Henry, lo has pasado mal, está bien si quieres llorar, está bien que faltes a la escuela. —Ágatha lo abrazó para calmarlo y él la abrazó también.
Ella lo había ido a buscar para cenar pero él no tenía hambre y no quiso bajar. Aún no era de noche y tendido sobre su cama miraba fijamente por la ventana sin pensar en nada. Pasó horas así hasta que afuera era todo oscuridad.
Ágatha entró a su habitación una vez más.
—¿Aún no tienes hambre? Adela te dejó algo para comer en la cocina, piensa que estás enfermo —le contó mientras se sentaba junto a él en la cama—. Tu padre aún no regresa, debe estarlo pasando muy mal, pero se lo merece —Ágatha hablaba pero Henry no reaccionaba—. Mamá me pidió que viera como estás antes de irme a dormir, no te quiere molestar, pero si sigues así tendré que decirle que estás mal.
Recién ahí Henry se movió, se sentó en la cama con dificultad y le aseguró que estaba bien.
—¿Duele mucho? —él no entendió por qué le preguntaba eso, entonces notó que ella observaba su antebrazo. La manga de su camiseta se había subido y dejaba a la vista uno de sus moretones.
—Bastante. —admitió volviendo a bajarla.
—Va a pasar. ¿Me dirás si necesitas algo? —entonces tomó su mano. No era una pregunta, era más bien una petición.
—Pero tienes clases mañana. —lo que menos quería era ser una molestia para Ágatha.
—Eso no importa —ella acarició su antebrazo—. Si quieres puedo dormir contigo.
—No creo que se buena idea, no somos niños. —dijo Henry abochornado, no podía creer que Ágatha sugiriera algo así.
—Claro que no lo somos, eso es lo divertido. —aclaró ella con una sonrisa.
Ese comentario lo dejó confundido, ¿le estaba insinuando algo o solo jugaba? Seguramente intentaba animarlo, pensó alejando esas ideas de su cabeza.
Ágatha le dio las buenas noches y se fue a su habitación.
Muchas cosas malas estaban sucediendo, pero tener a Ágatha cerca otra vez hacía que todo fuera más fácil para Henry.
Se volvió a acostar y esta vez se quedó dormido con la imagen de Ágatha fija en su mente.
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