Nuevas revelaciones
Al poco tiempo, los dos agentes y el soldado vislumbraron una gran estructura, la cual era a grandes rasgos, una presa.
–Así que eso es... –comenzó a decir Leon, su voz claramente sorprendida.
–Sí... Me escapé por allí... –afirmó la de pelo castaño en un tono suave, claramente cansado.
Tras dejar el bote varado en un lugar seguro, Krauser, Leon y Cora siguieron a Manuela por la frondosa selva, logrando adentrarse en los canales de agua de la presa, para así llegar a la guarida en la que Hidalgo se ocultaba. La muchacha tenía en todo momento agarrada una de las manos de la pelirroja, quien parecía provocar en la castaña un sentimiento de confianza y serenidad, manteniéndose siempre cerca de ella.
–Así que si seguimos este canal de agua, deberíamos ser capaces de salir de aquí... –comentó la joven de ojos rubí mientras caminaba de la mano de Manuela, quien asintió.
–De ahora en adelante debes tener más cuidado, ¿vale? –le indicó Leon en un tono amistoso, mientras caminaba frente a ellas con su arma en las manos, protegiéndolas–. Tienes que obedecernos en todo, ¿de acuerdo? –le clarificó, recibiendo un gesto afirmativo por parte de la castaña, quien se aferró más a la pelirroja al escuchar las palabras de Krauser.
–Eso significa que no debes alejarte de nosotros si quieres salir con vida.
–Sí... –replicó al fin Manuela en un hilo de voz, recibiendo una sonrisa por parte de la joven de ojos carmesí.
Continuaron caminando por el túnel hasta llegar a un gran canal en el que una torre se erigía imponente, dejando ver el cielo exterior.
–Por las pintas, diría que este es el canal de desagüe –comentó la de cabello rojo antes de escudar a Manuela tras de sí–. ¿Otra vez estas cosas? –inquirió, comenzando a disparar a las pirañas mutadas del canal, las cuales se habían comenzado a acercar a ellos para atacarlos. Krauser y Kennedy por su parte comenzaron también a disparar al enemigo, logrando reducirlo a los pocos segundos. En ese preciso momento, un zombie emergió del agua, amenazando con coger a Manuela–. ¡Ah, no! ¡Ni lo sueñes, pedazo de mierda! –exclamó Redfield, propinándole un disparo en la cabeza, haciéndola estallar–. ¡Vienen más! ¡Vamos, será mejor que nos alejemos del agua! –les indicó a sus compañeros antes de agarrar con firmeza la mano izquierda de Manuela, comenzando a correr hacia la compuerta que tenían en frente, logrando salir del canal.
–¿Qué... Qué es esa cosa? –inquirió Manuela, señalando un monstruo que parecía poseer largas extremidades.
–¡Manuela, quédate atrás! –le ordenó en un tono autoritario Redfield, comenzando a disparar contra aquel nuevo enemigo, siendo ayudada por Leon, mientras que Krauser se encargaba de las pirañas restantes.
–Parece que se tomó su dieta a rajatabla –bromeó Krauser, haciendo alusión a que las extremidades y el cuerpo del monstruo eran en extremo delgadas.
–Atentos: viene la caballería –comentó Leon, observando de nueva cuenta la gran cantidad de infectados que emergían del agua, corriendo hacia la puerta en la que se encontraban Redfield y Manuela. En cuanto la traspasaron, la compuerta se cerró automáticamente, aislando a los zombies.
–Este sitio es un zoo de monstruos. A Javier no le deben de gustar las visitas –dijo Krauser, lo que provocó que la Redfield de ojos escarlata apostillase con sorna.
–¿En serio? No me había dado esa impresión para nada... –sentenció antes de girarse hacia la castaña, quien parecía asustada–. Manuela, ¿cómo lograste escapar de todas esas cosas?
–¿Q-qué quieres decir? –preguntó ella en un tono suave, claramente descolocada por lo sucedido.
–¡Vamos, responde a la pregunta! –exclamó Krauser en un tono molesto por la aparente negativa de la muchacha.
–No lo sé... C-cuando vine no vi nada así...
–Es bueno saberlo –le indicó Cora, tomando su mano en un gesto tranquilizador.
–Un momento... –dijo entonces la de pelo castaño–. ¿Por qué queréis encontrar a Javier?
–Manuela, acabas de ver con tus propios ojos las cosas que ha creado –intentó razonar con ella la joven Redfield.
–¿Crees que a alguien así se le puede dejar suelto? –cuestionó Krauser mientras se cruzaba de brazos.
–Supongo que no... –admitió la joven en un tono apenado, agachando su rostro.
En ese instante, multitud de zombies hicieron su aparición en aquel pasillo en el que se encontraban, no teniendo más remedio que comenzar a disparar con todo lo que tenían, pues debían proteger a Manuela a toda costa. Ésta se mantuvo en todo momento cerca de Redfield, a su espalda, pues sentía una fuerte conexión con ella, aunque no comprendía el motivo.
–Ya lo discutiremos más tarde –indicó Leon mientras recargaba su arma.
–Estoy de acuerdo –admitió Cora mientras ella hacía lo propio–. Sigamos. Esto es como un laberinto...
Comenzaron a caminar de nueva cuenta, manteniendo un ojo avizor ante posibles enemigos que pudieran ralentizar su avance. En ese momento, Manuela dio un pequeño agarre fuerte a la pelirroja, quien la observó con una mirada amable. La castaña entonces les indicó que deberían seguirla, pues como Cora había dicho, aquel lugar era como un laberinto, por lo que no lograrían encontrar el camino correcto sin ayuda. Con una sonrisa, Cora comenzó a seguir a Manuela por el pasillo, encargándose ella y sus compañeros de eliminar a los zombies que se presentaban para dañarlos. Traspasaron una puerta, en cuyo otro lado había una habitación con unas escaleras que subían.
–¿Dónde estamos, Manuela? –le preguntó Redfield a la chica.
–Bajé por esas escaleras... –mencionó ella en un tono suave, manteniéndose cerca.
No tuvieron más remedio que encargarse de varios animales infectados con el virus que asolaba la isla, logrando mantenerse a salvo. Subieron las escaleras con presteza, pues de nueva cuenta, aquellos monstruos de largas extremidades y delgado cuerpo aparecieron allí, atravesando con celeridad la puerta que se encontraba al final de los escalones. Tras aquella puerta había de nuevo un largo pasillo, pero a simple vista este disponía de dos puertas: dos laterales. Al final del pasillo había una desviación a la derecha. Leon comenzó a caminar el primero por el pasillo, de pronto abriéndose una de las puertas laterales y saliendo de su interior un animal mutado, claramente una rana por los saltos que pegaba. Aquello provocó que Manuela diera un grito asustado, pero Kennedy se encargó sin problema alguno del monstruo. Continuaron por el pasillo, torciendo a la derecha, antes de encontrar otra bifurcación. En ese momento, Krauser comenzó a abrir una puerta en el camino de la izquierda, lo que pareció aterrar a Manuela, quien gritó.
–¡Cora! ¡Leon! –exclamó, de pronto apareciendo allí varias arañas infectadas, las cuales tuvieron que eliminar–. ¡Están viniendo hacia aquí! –exclamó de nueva cuenta, observando la pelirroja que volvían a aparecer las ranas, adentrándose en el pasillo que Krauser había abierto con Manuela, protegiéndola, mientras que el soldado y su compañero se encargaban de los monstruos.
–¡Estos cabrones no se rinden nunca! –exclamó Leon mientras disparaba, entrando al nuevo pasillo al que conducía la puerta.
–Al bueno de Javi parece que no le hace ninguna gracia que entremos en la presa, ¿¡eh!? –exclamó Krauser en un tono airado, mientras que Cora eliminaba varios objetivos con una calma casi mortal.
–No creo que quieran dejarnos pasar –comentó Cora mientras subía unas escaleras con Manuela, encontrándose una gran cantidad de infectados–. ¡Habrá que patearles el culo! –exclamó antes de dejar caer una granada incendiaria, librándose de los zombies con facilidad–. Menos mal que tengo unas cuantas a mano... –comentó, avanzando detrás de Leon, quien junto a Krauser, ya se había encargado de los monstruos que los perseguían.
Continuaron caminando por varios metros hasta llegar a otr intersección, donde Krauser suspiró con pesadez y maldijo por lo bajo.
–Genial... ¿Por dónde vamos?
–¡Por aquí! –indicó Manuela en un gesto con su mano derecha, señalando la bifurcación de la derecha, Krauser asomándose y comenzando a caminar para detectar a algún enemigo.
–¿¡Más infectados!? –exclamó la pelirroja mientras comenzaba a disparar las balas de sus pistolas–. ¿¡A ver, estamos en Thriller de Michael Jackson!? ¡Porque en me habían dicho nada! –bromeó, lo que arrancó una carcajada por parte del agente de cabello rubio-castaño.
–Ya echaba de menos tus comentarios... –indicó con una sonrisa, disparando contra los enemigos.
Tras varios minutos peleando en aquel lugar contra infectados humanos y animales por igual, los agentes y la muchacha no tuvieron más remedio que evacuar el pasillo, traspasando otra puerta que parecía llevar a unas escaleras de varios niveles.
–¿Por dónde vamos ahora, Manuela? –le preguntó la joven de ojos rubí mientras recargaba sus armas.
–Por aquí hay un camino que nos llevará al exterior –sentenció la muchacha con una sonrisa.
–Entonces, ¿la mansión de Javier está cerca? –preguntó la mujer, tomando su mano en caso de que tuvieran que poner pies en polvorosa.
–Mmm... –afirmó ella, agarrando su mano con firmeza, comenzando a caminar hacia una puerta que tenían a pocos metros–. Entonces... ¿Javier...?
–¿Mmm? ¿Qué pasa, Manuela? –preguntó Cora, quien la observó con una mirada amable, percatándose de que evidentemente quería preguntarle algo.
–N-nada... No importa.
Entraron por la puerta de lo que resultó ser un ascensor, el cual comenzó a subir automáticamente. Al llegar a su destino y salir del ascensor, se encontraron con que estaban en una parte interna de la presa, donde el agua fluía por un conducto.
–Me da mala espina –sentenció Krauser en un susurro–. Está muy tranquilo.
–Lo mismo digo –concordó la pelirroja–. Tampoco me gusta un pelo –comentó, antes de fijar su vista en una cámara de seguridad en una esquina–. Nos vigilan –comentó, comenzando a pasar un estrecho puente de metal sobre la corriente. De pronto, las pirañas aparecieron, atacándolos y se escuchó el claro sonido de un chapoteo–. ¡Manuela! –exclamó Redfiel al percatarse de que la joven ya no estaba con ellos, lanzándose al agua sin pensárselo dos veces, con Leon corriendo por la superficie–. ¡Leon, ayúdala!
–¡Entendido! –exclamó éste, logrando poner a la chica a salvo mientras que Cora se encargaba de las pirañas que las atacaban.
En un momento dado, la joven logró agarrarse a una escalera, reuniéndose con sus compañeros. Una vez arriba, Manuela se acercó a la mujer de pelo rojo con traje de camuflaje, colocándose a su espalda, mientras que ésta y los dos hombres comenzaban a disparar a las arañas infectadas.
–Gracias... –musitó Manuela en un tono suave, tras comprobar cómo sus salvadores se deshacían de los atacantes.
Comenzaron a subir con calma por las escaleras hacia una puerta lateral, en todo momento manteniéndose alerta. Manuela fue primero, como era por ahora costumbre, ya que aún debía guiarlos hacia donde Javier se encontraba. En ese preciso instante, mientras Cora y Leon se encargaban de un infectado que atacaba a Kreuser, la mujer de cabello carmesí escuchó con claridad el grito de auxilio de la muchacha, girándose rápidamente para observar con impotencia cómo uno de los hombres de Javier, quien parecía infectado, se la llevaba.
–¿¡Manuela!? –exclamó Redfield al presenciarlo, continuando su ataque contra las arañas infectadas.
–¡Mierda! ¿¡Ahora qué...!? –se molestó Kennedy mientras disparaba, logrando eliminar a una araña que se encontraba cerca de atacar a la pelirroja de ojos rubí.
–Debemos darnos prisa y ayudarla –sentenció la joven tras darle una sonrisa ladeada a su compañero de misión, al observar cómo acababa con la araña que se disponía a atacarla. En cuanto acabaron con todos aquellos que los atacaban, la pelirroja fue rauda en atravesar la puerta por la que había visto desaparecer a Manuela, con Leon y Krauser siguiéndola rápidamente–. No está aquí... –comentó observando la gran hilera de infectados en el suelo frente a ellos, los cuales comenzaron a alzarse del suelo a los pocos segundos, procediendo a atacarlos.
–¿¡Manuela!? –gritó Scott, comenzando a temerse lo peor al observar sus alrededores, percatándose de que no había nadie.
–Espera Leon –le indicó Cora, alzando una mano para evitar que continuase hablando–. Escuchad –les pidió, de pronto una suave y melodiosa voz llegando a sus oídos–. Es ella. Vamos.
De pronto, apenas habían comenzado a pasear por el pasillo, Manuela apareció por allí caminando con calma, su mano izquierda agarrando su brazo derecho, por encima de las vendas. En ese instante, la muchacha de cabello castaño se percató de la presencia de los agentes, girándose hacia ellos.
–¿C-cora...? –inquirió, sus ojos posándose en la mujer–. ¿L-leon? –preguntó, posando sus ojos entonces en el joven de cabello rubio-castaño.
–¿¡Estás bien!? –le preguntó la pelirroja, acercándose a ella con celeridad, comprobando su estado–. Gracias a Dios que estás bien –comentó al ver que Manuela asentía.
–Lo siento mucho... Me asusté, me... –comenzó a disculparse la joven, sintiendo de pronto cómo una mano era colocada en su hombro derecho, alzando su rostro para observar el rostro sonriente de la pelirroja.
–¿Por qué cantabas? ¿Acaso querías que te encontraran? –le preguntó Krauser en un tono algo agresivo, cohibiendo a la muchacha, que se acercó imperceptiblemente a la amiga pelirroja de Leon.
En ese instante, los ojos del joven de cabello rubio-castaño contemplaron cómo Manuela parecía encontrar consuelo en su compañera, provocando que una sonrisa adornase sus labios por unos instantes.
–Por las noches, cuando tenía miedo de la oscuridad mi madre me cantaba... –les contó en un tono algo temeroso pero al mismo tiempo nostálgico.
–En la iglesia estabas cantando lo mismo, ¿no? –cuestionó Leon en un tono amable, apreciando cómo la muchacha parecía tímida de pronto, asintiendo a su pregunta.
–Eh...
–Aquí no estamos seguros. Sigamos –sentenció Krauser en un tono brusco. Aquello provocó que, siendo detectado por Leon, Cora rodeó sus hombros con su brazo izquierdo, de pronto escuchándose una voz por los altavoces del lugar.
–Manuela...
–Un momento. Esa voz me suena –dijo Krauser.
–¡Es Javier! –sentenció Cora en un tono serio, observando el altavoz, con Scott acercándose a ambas.
–Por favor, cariño, vuelve a casa –se escuchó la voz de Javier en un tono cariñoso, pero que para los perspicaces oídos de la joven de ojos carmesí, llevaba un tinte de molestia y dominación.
–¡Padre...! –exclamó Manuela, alzando su rostro al techo en un tono suave.
–¿¡Qué!? –exclamó Krauser en un tono airado.
En ese instante, Manuela echó a correr, alejándose de los tres compañeros de misión.
–¡Manuela! –exclamó Cora.
–¿¡Javier tiene una hija!? –exclamó Krauser en un tono severo, enfadado por desconocer aquel dato.
–Eso no importa ahora. ¡Sigámosla! –sentenció Leon, comenzando a correr y siguiendo a la muchacha, con la pelirroja y Krauser siguiéndole los pasos. Sin embargo, no llegaron a dar ni dos pasos cuando una horda de zombies los rodearon por el camino del frente y a su espalda, comenzando a disparar balas a diestro y siniestro para abrirse camino.
–¡Manuela! –exclamó la pelirroja, comenzando a correr hacia la puerta por la que la muchacha había huido, Leon siguiéndole los pasos con celeridad, y Krauser de igual manera. A los pocos segundos, Cora se encontró a la castaña, que estaba con su mirada fija en un lugar elevado. Tras reunirse con ella, los tres compañeros alzaron sus rostros, encontrándose con Javier Hidalgo.
–¡Javier! –exclamó Leon mientras Cora se colocaba cerca de la joven.
–Manuela –dijo Javier en un tono suave, casi decepcionado–. Todo lo que he hecho ha sido por ti –le comentó, provocando que su hija agachase el rostro, compungida, la mano de la pelirroja posándose en su hombro izquierdo a modo de consuelo. Leon posó sus ojos en la muchacha tras intercambiar una mirada con Redfield–. Solo tienes que seguir mis indicaciones durante 15 años –le indicó con un tono confiado–. Eso evitará la transformación.
¿Quince años...? Eso no puede ser... ¡El Virus T-Verónica!, pensó Cora mientras sus ojos no dejaban a Javier. Recuerdo haber escuchado hablar sobre ello....
–Pero te lo ruego, querida. ¡Debes tener paciencia! –exclamó Javier, interrumpiendo el tren del pensamiento de la joven de ojos escarlata.
–¿Pero qué...? –cuestionó Krauser al escuchar el inconfundible murmullo del agua.
–El hombre que nos entregó el virus Verónica dijo que funcionaría –sentenció Javier, provocando que los ojos de Leon se abrieran con pasmo, no sorprendiendo a la joven de piel pálida y vestida de camuflaje.
–¿¡El virus Verónica!? –exclamó Leon en un tono airado.
En ese instante, uno de los hombres de Javier apuntó con su arma a la pelirroja, quien dejó de abrazar los hombros de Manuela, ésta siendo alejada de ella.
–¡Estos norteamericanos no te pueden salvar, querida! –exclamó Javier, el sonido del agua haciéndose más fuerte–. ¡Solo yo, tu padre, te puede ayudar!
En ese instante, el agua entró como un torrente a la cavidad en la que se encontraban, pues se trataba de un canal diseñado para dispensar el agua. La potencia del agua pronto alcanzó a los tres compañeros, arrastrándolos con fuerza.
–¡Leon! ¡Cora! –Manuela se horrorizó al presenciar esto, antes de lazarse al agua.
–¡Manuela! –exclamó Javier al observar con impotencia cómo su hija se lanzaba al torrente de agua–. ¡Manuela!
"Manuela está infectada con el virus Verónica... Esto podría extenderse por toda la región. ¿Pero por qué Javier infectaría a su propia hija? ¿Y cómo es posible que Manuela mantenga su forma humana... Tal y como yo lo hago a pesar de estar infectada con el Virus-T? ¿Por qué no se ha transformado?", pensó la joven mientras trataba de mantenerse a flote en el torrente de agua, impactando contra el suelo metálico de una plataforma al cabo de un rato, percatándose de que se encontraba ya fuera del agua, con Krauser a su lado y Leon inconsciente en el suelo.
–¡Leon! –exclamó, colocando la cabeza de su compañero en su regazo, antes de comenzar a zarandearlo de forma suave, intentando no hacerle daño en la medida de lo posible–. ¡Leon! –gritó de nuevo, logrando que el joven abriese los ojos, comenzando a toser el agua que había tragado–. ¿Estás bien? –inquirió, ayudándolo a levantarse del suelo.
–En realidad no, pero debemos seguir –replicó Kennedy en un tono suave tras levantarse, observando sus ojos de forma cálida.
–Ha sido un chapuzón refrescante, ¿a que sí? –comentó en un tono irónico la pelirroja, logrando que el joven de ojos grises y cabello rubio-castaño se carcajease por unos segundos–. ¡Vamos, tenemos que encontrar a Javier! –exclamó en un tono de voz elevado, pues el estruendo del agua tapaba sus palabras, comenzando a caminar por la plataforma.
–El agua ha subido –comentó Leon mientras caminaba a su par por la plataforma.
–Oscuridad, humedad, monstruos,... –comenzó a decir Krauser–. Vaya asco de día, ¿eh? –inquirió, provocando que una sonrisa apareciese en los labios de la pelirroja vestida de camuflaje–. Al menos os tengo a vosotros de apoyo, ¿eh, boy scout y girl scout?
–¡No querrás que te coja de la manita! –exclamó Redfield, mientras disparaba sus pistolas duales contra los diversos monstruos que aparecían para atacarlos.
–¡Ojala tu puntería fuera tan buena como tus chistes, preciosa! –rebatió Krauser mientras disparaba él también contra las ranas que se acercaban a ellos.
–¡Si mi puntería fuera incluso peor que mis chistes, ya te habían comido los zombies, Krauser! –replicó ella en un tono confiado, en el rostro de Leon apareciendo una sonrisa orgullosa imperceptible para ambos.
Continuaron caminando a lo largo de la plataforma de metal hasta llegar a una puerta de color azul, decidiendo traspasarla para encontrar a Javier Hidalgo.
–Será mejor que tengamos cuidado –aconsejó Leon tras pasar por el umbral de la puerta–. No puedo creer que Manuela sea hija de Javier...
–Es cierto –concordó Cora mientras recargaba sus armas–. Ni siquiera constaba en el informe.
–Quizás sea hija de una de sus amantes... –comentó Krauser en un tono aún confuso por la información que acababa de recibir hacía apenas unos minutos.
–En cualquier caso –intercedió Leon–, debe odiar mucho a su padre si pasó por todo esto para huir de él.
–No creo que sea así –negó la pelirroja–. Si realmente odiase a su padre, no habría echado a correr al escuchar su voz... En todo caso lo quiere.
–Se lo podemos preguntar cuando la encontremos... –apuntó Krauser mientras los tres comenzaban a caminar por el oscuro pasillo al que los había conducido la puerta azul–. Pero es a Javier a quien buscamos, no a su hija... ¿Recordáis?
–Sí, tienes razón –concordó Leon en un tono serio mientras avanzaban, su alerta habiendo subido, dispuestos a defenderse. Caminaron por el pasillo, donde encontraron otra puerta, abriéndola y traspasándola.
–¿La entrada a la presa no está cerca? –preguntó Krauser al observar el lugar, percatándose Cora de que el nivel del agua subía a pasos agigantados.
–Sí, definitivamente –afirmó la de cabello trenzado–. Esto me suena –comentó, antes de acabar con dos ranas que se encontraban en el nivel superior–. De nada –sentenció, observando cómo caían al agua, inmóviles.
–Espero que tengas buena memoria, preciosa –comentó Jack, provocando que una ligera expresión de desagrado cruzase por un instante el rostro de Kennedy–, porque yo no tengo ni idea...
–Solo hay una forma de saberlo –dijo Leon, pasando al lado de su compañera, rozando su mano derecha con la izquierda de ella de forma casi imperceptible–. Vamos allá –sentenció, entrando por la puerta que se encontraba al otro extremo del pasillo, seguido por la pelirroja y Krauser.
–Es lo que quería oír.
Por suerte para ambos hombres, la pelirroja, quien contaba con una excelente memoria, comenzó a guiarlos por los pasillos, pues recordaba con perfecta exactitud las indicaciones que Manuela les había dado, logrando recordar dónde había mencionado la muchacha que se encontraba una salida al exterior. A los pocos minutos, y con la suerte de que la joven les ayudó a mantener un silencio casi absoluto, no se toparon con ningún zombie, encontrando la salida al exterior.
–Estamos fuera... –mencionó Krauser en un tono sorprendido y teñido con admiración–. Bien hecho, preciosa. Me retracto de mis palabras... Eres realmente única.
–Oh, no te pongas sentimental ahora, Krauser –comentó ella mientras respiraba el aire limpio del exterior–. Todavía tenemos que acabar la misión.
Cora comenzó a subir las escaleras de la plataforma exterior para llegar al nivel superior, donde otra puerta los esperaba. Tras suspirar y observar la presa desde aquella distancia gigantesca, la joven volvió sus ojos hacia la puerta que quedaba justo tras ella.
–Echemos un vistazo... –sentenció Leon, atravesando la puerta, con Cora tras él, seguida por Krauser. Se internaron de nuevo en los oscuros y lúgubres pasillos, encontrándose con varios de los hombres de Javier infectados, los cuales comenzaron a correr hacia ellos en cuanto los vieron–. ¡Son rápidos, cuidado!
–¡Entendido! –confirmó la pelirroja mientras disparaba a uno de ellos en la cabeza, observando cómo ni siquiera se tambaleaba–. ¿¡Pero bueno, qué les dan de comer!? –se sorprendió, disparando dos veces más, logrando al fin eliminarlo–. ¿Pero qué...? –inquirió, observando las numerosas cicatrices en su cuerpo y rostro–. ¿Pero qué les ha hecho...? –preguntó en un tono suave y bajo, antes de recargar tras acabar con todos los zombies.
Continuaron su camino por los pasillos, intentando en la mayor medida posible el no toparse con más infectados. Por el camino se percataron de que el nivel del agua continuaba aumentando, lo que indicaba que la presa continuaba abierta, o que por lo menos, se había desviado una importante cantidad de agua para inundar el lugar, y con ello, deshacerse de ellos. Lograron acceder de nuevo al ascensor que habían utilizado anteriormente, recorriendo los mismos pasos que habían dado con Manuela como guía. Al fin llegaron a la presa en la que se había caído Manuela al agua la vez primera.
–¡Al fin! –exclamó Krauser.
–Sí, al fin –concordó Leon.
–¡Aquí no podemos luchar! –exclamó Cora en cuanto una horda de murciélagos aparecieron en el lugar, procediendo a atacarlos–. ¡Vamos! –comenzó a correr hacia la puerta lateral por la que habían entrado anteriormente, la cual daba a la sala de máquinas. Allí se encontraron con los infectados que ya habían eliminado anteriormente–. Esto quiere decir que Javier no quiere que sepamos qué esconde –sentenció la pelirroja, antes de observar la puerta que habían atravesado antes cerrada a cal y canto.
–Parece que el otro lado está inundado –indicó Krauser, observando cómo pequeños chorros de agua se escapaban por la puerta.
–Primero hay que cortar el flujo de agua –dijo Kennedy, observando el icono que indicaba que la compuerta estaba cerrada–. Debe haber alguna válvula en algún sitio.
–¡Cora! ¡Leon! –exclamó una joven voz conocida, girándose para observar cómo Manuela corría hacia ellos, abrazándose a la pelirroja con firmeza.
–¿¡Manuela!? –se sorprendió la de ojos carmesí, correspondiendo el abrazo.
–¿¡Cómo has llegado aquí!? –le preguntó Leon en un tono aliviado.
–¡Cómo me alegro de que sigáis vivos! –exclamó la muchacha con una sonrisa aliviada, rompiendo el abrazo–. Me temía lo peor. ¡Es culpa de mi padre! –les indicó en un tono suave–. Me alegro de que estéis...
–¿No estás con Javier? –le preguntó Leon.
–Me escapé... –confirmó ella.
–Manuela... ¿Te... hizo... algo? –cuestionó la joven de ojos carmesí, sus ojos posándose en los de la muchacha de cabello castaño.
En ese instante, la de vestido blanco no pudo responder puesto que la compuerta que contenía el agua comenzó a rechinar, lo que provocó que los ojos de los cuatro se volvieran hacia ella.
–¡La puerta no soportará la presión mucho más!... ¡Hay que parar el agua! –indicó Krauser.
–¡Mirad! –dijo Manuela, llamando su atención–. ¡Las válvulas! ¡Allí! –exclamó, señalando con su brazo izquierdo las válvulas que apenas se encontraban a unos pasos de ellos.
–¡Manuela, espera! –la advirtió Cora, observando cómo la muchacha de cabello castaño se agachaba y pasaba por debajo de las tuberías para llegar hasta las válvulas.
–Debe ser esto... Creo que detendrá el agua –sentenció la castaña, mientras que Cora, Leon y Krauser se giraban, observando cómo los infectados en el suelo volvían a levantarse, acercándose a ellos para atacarlos. Tras eliminarlos, Cora se giró para comprobar cómo iba Manuela, cuando sus orbes se abrieron con sorpresa al ver que un infectado se alzaba tras ella.
–¡Manuela, detrás de ti! –gritó a modo de aviso mientras preparaba su arma, el zombie agarrando a la joven de cabello castaño.
–¡Cora, a esta distancia no acertarás! –le dijo Krauser, observando con horror cómo la pelirroja preparaba sus pistolas, apuntando al infectado–. ¡Están demasiado juntos y podrías fallar!
–¡No sé lo que debe hacerse, solo sé lo que puedo hacer! –exclamó la joven antes de tomar una actitud fría y concentrarse–. Y por suerte, cuento con el pulso más firme que el de cualquiera que conozcas –sentenció, disparando dos certeras balas que lograron acabar con el atacante de Manuela.
–¡Imposible...! –murmuró Krauser.
–Te dije que mi compañera era excepcional –sentenció Leon mientras la observaba con una mirada llena de orgullo, la cual solo logró captar el soldado.
–¡Manuela, tú cierra las válvulas! –le indicó la pelirroja al percatarse de que más infectados se alzaban del suelo–. ¡Nosotros nos encargaremos de los zombies!
–¡De acuerdo! –afirmó Manuela, continuando su trabajo, mientras que los compañeros se encargaban de los zombies–. ¡Esta es la última! –exclamó con alivio, comenzando a girar la última válvula para disminuir el agua.
–He localizado a Manuela –se escuchó la voz de Javier por los altavoces–. ¡Traedla! –exclamó–. ¡Si no, será demasiado tarde!
–Ah no, de eso nada –sentenció Cora en un tono serio.
–¡Parece que nos ha encontrado! –exclamó Krauser, antes de escuchar fuertes golpes en la puerta por la que habían entrado a la sala de máquinas–. ¿¡Qué demonios!?
–Algo está intentando entrar. Debe ir tras Manuela –sentenció Cora en un tono gélido, caminando hacia la susodicha, quien se encontraba frente a la puerta cerrada.
–Así que esta es nuestra única salida... –comentó Krauser–. ¡Sigue sin abrirse!
–No... –dijo Manuela–. Pero si detuvimos el agua... ¿Por qué no se abre? –se lamentó.
–¡Se nos acaba el tiempo! –exclamó Cora antes de observar la luz verde, el cual indicaba que estaba abierta–. ¡Vamos, se ha desbloqueado!
–¡Rápido! –los animó la muchacha, tomando la mano izquierda de la mujer de ojos rubí, atravesando la puerta con ella.
Krauser y Kennedy no tardaron en seguirlas, girándose hacia la puerta para comprobar si lo que fuera que los estaba siguiendo lo haría en aquel momento también, siendo negativo, pues no hubo indicio de lo contrario. Tras acabar con varios animales infectados, Leon se apresuró a subir por la escalera al piso superior, en el cual anteriormente estaba Javier.
–¡Leon, detrás de ti! –exclamó Manuela, siendo rápido el joven en reaccionar y en deshacerse de sus enemigos con la ayuda de la pelirroja, quien por vez primera hizo uso de sus habilidades, moviéndose a una alta velocidad para interceptar a varios de los enemigos que intentaban llegar hasta Leon, destrozándolos con sus propias manos.
–¡Manuela, quédate cerca! –exclamó el joven de ojos grises tras observar cómo su amiga usaba sus habilidades, observando de nuevo aquellos orbes dorados que había presenciado hacía tanto tiempo.
–¡Vale! –afirmó la muchacha, observando con admiración cómo la pelirroja se había encargado de los enemigos, volviendo a su estado anterior y acercándose a ella, tomando su mano.
–Rápido, Manuela –sentenció Cora, ayudándola a subir la escalera, observando a una criatura desde la plataforma elevada–. ¿¡Qué demonios es eso!?
–¡Este lugar es una caja de sorpresas! –exclamó Leon mientras comenzaba a disparar, cubriendo a su compañera y a la muchacha de cabellos castaños, quien ahora se escondía tras la pelirroja–. Cora, Krauser, vamos! –los alentó, comenzando a correr hacia un ascensor al final de la pasarela, entrando en él.
Una vez llegaron a la planta de destino, Cora y Leon comenzaron casi de inmediato a disparar en el pasillo que conducía a unas escaleras en el exterior, pues varios enemigos se encontraban dispersos por el lugar. Tras acabar con ellos, salieron al exterior, Cora observando el cielo junto a Manuela.
–Estaría bien acabar con todo esto antes de que anochezca, ¿no? –indicó Krauser.
–Esto lleva a lo alto de la presa –sentenció Manuela, señalando la escalera.
Los cuatro subieron rápidamente las escaleras, encontrando que al final de estas, había una gran hilera de coches así como garajes y habitaciones habitables.
–No veo al enemigo... –comentó Leon mientras observaba su alrededor.
En ese preciso instante, aquel mismo monstruo que había irrumpido anteriormente en el canal de agua apareció tras pegar un gran salto, lo que hizo retroceder a los cuatro.
–¡La próxima vez muérdete la lengua! –le indicó Jack a su compañero mientras empezaba a disparar.
–Manuela, no te alejes de Leon y Krauser, ¿entendido? –sentenció Cora en un tono suave, colocando sus manos en los hombros de la muchacha de cabello castaño, antes de volverse hacia el monstruo y proceder a pelear con él cuerpo a cuerpo.
Su fuerza potenciada por el Virus-T pronto se hizo presente, logrando detener una de las extremidades del monstruo antes de que impactase contra ella, propinándole un golpe en lo que parecía ser la cabeza, haciéndolo retroceder por unos segundos, mientras que Leon la asistía con sus pistolas, Krauser observándola con una mezcla entre admiración y curiosidad. Tras unos cuantos minutos lograron acabar con el monstruo, el cual, según pensaba la pelirroja, había sido obra de Javier. No todo fue un alivio, puesto que otros tres más aparecieron en aquel mismo instante.
–Me protegeréis... ¿Verdad? –inquirió Manuela en un tono aterrado, contemplando cómo Cora continuaba haciendo uso de sus habilidades para combatir, asistida por los dos hombres.
–¡Claro que sí! –afirmó Cora entre golpe y golpe, logrando hacer varias fintas y lanzar una granada incendiaria de gran capacidad, logrando herirlos de gravedad.
Leon decidió usar una ametralladora para ayudarla, logrando acabar con sus atacantes con la ayuda de Cora, quien de nueva cuenta había vuelto a su anterior aspecto, usando sus pistolas duales en esa ocasión.
–Manuela, tengo que preguntarte algo antes de que encontremos a tu padre... –comenzó a decir Leon, comprobando que Cora comenzaba a curarse sus heridas, a pesar de saber que se cicatrizaría a los pocos segundos–. ¿Por qué huyes de él?
–Um... –Manuela dudó en si debía responder, pero tras percatarse de las miradas inquisidoras de Leon y la pelirroja, a quien había tomado cariño, decidió que debía sincerarse. Caminó lentamente hacia la valla de la presa, con Leon y Cora siguiéndola.
–¿Por qué te infectó Javier con el virus Verónica? –inquirió Leon–. ¿Por qué decía lo de demasiado tarde?
–Dadas las circunstancias ni siquiera debería estar aquí... –comentó Manuela, antes de retirar la venda de su brazo derecho, dejando a la luz la infección por el virus Verónica.
–El virus... –sentenció Cora, contemplando a la muchacha con lástima.
–Me lo inyectaron como parte del tratamiento –se explicó ella en un tono suave, lo que preció enfurecer a Krauser, quien dio un paso amenazante hacia ella.
–¿¡Tratamiento!?
–¡No fue mi culpa! –se defendió la de cabello castaño–. Con 15 años, me diagnosticaron la misma enfermedad que mi madre –se explicó–. El médico me dijo que no había esperanza de recuperación, y que solo la gente de esta región contraía esta enfermedad.
–Mató a tu madre... –susurró Cora, recibiendo un gesto afirmativo por parte de la muchacha.
–Así es... Pero de alguna manera... Yo... Me recuperé. Gracias a ese virus me recuperé... –corroboró, recordando lo que sabía de todo lo sucedido.
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