capítulo 34
Una nueva tonta cayó en mis garras. Apesar de que se hizo la difícil por semanas, hoy había aceptado que pasara por ella y salieramos a una cita. Me alisté y agarré las llaves del auto de Jimin. Si supiera, me mata, pero necesito un buen auto. Esa chica es de familia adinerada y dudo que acepte ir en taxi a cualquier sitio. Niñas riquillas siempre quieren lo mejor y lo mejor le daré. Tengo en mente una manera de asesinarla que siempre me ha llamado la atención, apesar de que es una forma de tortura usada hace mucho tiempo, me parece interesante y ella será la suertuda que utilizaré para experimentar.
Me estacioné una cuadra más adelante, no quería que sus padres por casualidad fueran a ver el auto. Bajé y me recosté de la puerta del lado del pasajero. Con mi chaqueta de cuero y gafas para el sol puestas, esperé por ella. Como todo un Bad Boy. Lo que le gusta, o eso me ha dicho. La vi echar carrera hasta "mi auto" con una gran sonrisa y tratando de, como pudiese, bajar su mini falda. Le devolví la sonrisa, no tan amplia como la de ella. Me despegué del auto y abrí la puerta, mostrandome caballeroso apesar de mi look.
- Hola, V. - ella saludó cuando se subió.
- Hola, linda. ¿Preparada para tu sorpresa? - dije ampliando mi sonrisa, ya que no dejaba de pensar en como gritaría. Ella asintió bastante feliz.
- Más que preparada.
No puede ni comenzar a imaginar lo que le pasará cuando lleguemos a mi lugar favorito. La escucharé gritar tan fuerte, mientras su piel y órganos son desgarrados poco a poco. La felicidad que me causa solo pensar en verla bañada en su propia sangre es increíble. Se verá tan bien su pálida piel, haciendo contraste con su sangre.
Ella comenzó a hablar de su vida y las grandes fiestas a las que va con sus amigas o las que hace en su propia casa cuando sus padres no se encuentran ahí. Habla de la peor borrachera que ha tenido y como terminó desnuda en su propia piscina mientras la casa estaba repleta de jóvenes, la cual la mayoría, ni conocía, ni siquiera sabía de donde salieron y quien los invitó. A pesar de lo zorra que se hacía ver en sus historias, parecía divertirle contarme sobre sus travesuras y por eso mantenía una sonrisa en su rostro. Yo me mantenía al margen, dando muy poca plática y a ella no parecía molestarle mi poco interés pues no dejaba de hablar y hablar sobre ella misma.
Di gracias al cielo cuando ya estaba en la entrada de la granja abandonada que ya había marcado como mía. Ya quería que dejara de hablar. Creo que me siento un poco mareado por que no ha cerrado el pico desde que salimos de su casa, y eso para mí, es realmente molesto. Y aún más cuando solo pueden hablar y hablar y hablar de sí mismos. Es como si nadie más existiera para ellos. Egocéntricos. Creen que son el centro del universo o que todos y todo giran en torno a ellos, pero no es así, no son un puto planeta y el resto de personas no son estrellas que giran alrededor de ellas.
Me estacioné, la sonrisa de aquella chica se tornó en una mueca, apuesto que no está acostumbrada a que la traigan a una granja, vieja, fea y olvidada. El cesped está tan descuidado que se ve amarillento, y las flores están secas.
- Sé que se ve algo mal por fuera y no acostumbras a ver sitios tan de poca clase, pero dentro del granero es mejor. Lo preparé para tí. - sostuve su mano. - Por favor, dale una oportunidad. - di un ligero apretón.
- Esta bien, vayamos. - sonrió, sé que fue forzada.
Ella bajó del auto, sus altos tacones hacen difícil su caminar pero trata mantener la postura y caminar. Esperé a que caminara frente a mi, quiero que entre primero al granero. Y así lo hizo. Tomé una pala a mi lado y cuando estaba apunto de girarse golpeé fuertemente su cabeza.
Cayó al suelo, lancé la pala y arrastré su cuerpo y la levanté para ponerla sobre una mesa. Amarré todas sus estremidades y la escuché gemir un poco. Preparé todo. Solo debía esperar a que ella despertara.
Casi media hora pasó cuando por fin comenzó a recuperar la consciencia. Le miré sonriente cuando abrió sus ojos por completo. Se movía desesperada, tratando de zafarse pero no dio resultado. Saqué el cabello que se había puesto en su cara y ella rápidamente giró su rostro para que no la tocara. Soltó un suave sollozo, provocando que mi sonrisa enzanchara.
Ella observaba la especie de jaula que se encontraba en su abdomen, este estaba atado a su cuerpo con correas que lo rodeaban. Sus súplicas y gritos se hicieron presentes al ver lo que traía en mis manos. Dos, bastante grandes, ratas. Hambrientas. Las sostenía por la cola, ambas las coloqué en la jaula, rosando la piel de aquella chica, cuyo nombre nunca memoricé. Esta es una de las torturas más viejas existentes. Ya que esta jaula que he conseguido, no se calienta sola, usaré fuego y lo calentaré yo mismo.
Al momento, las ratas solo olían la piel de la chica y pasaban sus pequeñas patitas por sus cabezas. Encendí el fuego, y lo acerque a la caja. Esperando reacción de aquellos roedores. En el transcurso del tiempo, la temperatura aumento en aquella caja, y con ella, los gritos desesperados de esa chica en la mesa. Buscando como escapar de aquella calor, las ratas comenzaron a morder y desgarrar el abdomen. Poco a poco buscando manera de salir. No pensé que tal tortura me fascinara tanto. Los minutos pasan y solo quiero que se detenga el tiempo y ella no deje de gritar. Pero todo acaba. Los exquisitos gritos y miles de intentos de escapar fracasados, se detuvieron. Ya habia muerto... tristemente. Miré el rostro de aquella chica por última vez, y justo en ese momento, uno de los roedores salió de su boca, bañado en sangre. Sonreí de lado y lo sostuve.
- Buen trabajo, amiguita. - le acaricié.
Nota de autora:
Sí, sigo viva. Barely.
Intentaré volver a escribir, ciertamente me había rendido. Pero lo extraño y tengo la necesidad y ganas de terminar esta historia. Espero aún la disfruten, en serio.
Lots of love.
- Ale out.
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