Capítulo 23
Habían muchas cajas. Una encima sobre la otra. Solté un sonoro suspiro. Con toda la rapidez que pude, comencé a abrir cada una. Todas eran realmente ligeras, y eso era un problema. Si fueran algo más pesadas, sería más fácil pues sabría que no tendré que abrirla por que una llave no es pesada. Seguí abriendo todas las cajas con la pequeña navaja que cargaba. Me estaba frustrando. Debo apresurarme. Si no me apresuro, si llego tarde por un mísero segundo, ella estará muerta. Pasé mis manos por mi cabello, desordenándolo. No sé en que momento pasó, pero había comenzado a llorar por la gran frustración. Sequé mis lágrimas con la manga de mi chaqueta.
Solté un grito lo más fuerte que mis pulmones me lo permitieron. Me estoy agotando de todo esto. Pateé una de las cajas, y maldije al instante luego de haberlo echo. Me dolió como el infierno. Toqué mi pie por encima de mi calzado. ¿Qué demonios hay dentro de esa maldita caja? Me coloqué de cuclillas y la abrí. Saqué el contenido dentro. Era un tipo de caja de seguridad. No era muy grande. Miré dentro de la caja, buscando alguna otra cosa, y si, había un papel. Lo tomé y leí lo que decía.
"Ni siquiera el día en que Lucifer cayó del cielo, es tan maldito como el día en que nació el monstruo que hoy, sostiene este papel."
Lancé el papel a un lado. Tomé la caja de seguridad nuevamente. Tal vez ese es el código, mi fecha de nacimiento, para abrirla. Luego de unos pocos intentos poniendo mi fecha de nacimiento de diferentes formas, logré abrir aquella caja. Al abrirla sentí una felicidad extrema. La llave estaba allí dentro. La tomé, y de la emoción deposité un beso en ella. Nunca me había sentido tan feliz como hoy. Pero esa felicidad se fue al leer el papel una nota en el fondo de la caja. "Jala este papel." y cuando lo hice, junto a ese pedazo de papel blanco escrito, salió uno negro que cubría lo que podrían ser hasta cincuenta llaves. Maldije para mis adentros. ¿Cuál es la maldita llave? Volví a sentirme frustrado. Quería tirar todo a la mierda. Pero decidí no darme por vencido.
No tengo ni idea de cuanto tiempo me queda, tomé la caja con todas las llaves dentros y corrí escaleras arriba. "Donde el inocente abrió sus alas."
La planta ocho. De donde le lancé.
En cuánto llegué allí, casi lloro nuevamente. Le vi. Ella estaba allí, con aquella cosa en su cabeza, sus manos atadas a su espalda y también sus pies. Parecía una trampa para osos con temporizador que en cualquier momento haría su cabeza explotar. Corrí hacia ella pero fui detenido por la maldita puerta de cristal frente a mi.
Ella lloraba desconsoladamente, y cuándo me vio intentó safarse pero fue imposible, por más que se moviera, seguía inmovilizada.
Traté de abrir la puerta pero esta estaba con llave. Comencé a tratar de abrirla con las llaves en mi poder, pero estaba tardando demasiado. Pasé ambas manos por mi cabello, frustrado. Debo entrar ahí.
Piensa, Tae Hyung. Esperar a abrir la puerta con una de las puñeteras llaves toma demasiado tiempo, el cual realmente se esta acabando mientras pienso. Pateé la puerta y ahí se me ocurrió.
Si no puedo entrar sutilmente utilizando las llaves, la destruiré.
- Te sacaré en seguida de ahí, solo... Necesito encontrar algo para entrar, tranquila, prometo que te sacaré de esta, ¿vale? - intenté alentarla a mantener la calma pero sé que está tan desesperada como yo.
Miré a mi alrededor y como puro milagro, había un extintor de incendios. Eso es mejor que nada. Me apresuré y lo tomé. Corrí a la puerta y propiné el primer golpe, el cual hizo que rebotara como una pelota. Sin rendirme volví hacerlo.
Y una, y otra, y otra, y otra, y otra vez. Ya había comenzado a agrietarse. Maldito cristal resistente. Y como una escena de película, sentí que incluso estaba sucediendo a cámara lenta, solté un fuerte grito y di el último golpe. El golpe que hizo que aquella puerta estallara y cayeran miles de pequeños pedazos de cristal. Tuve que cubrir mi cara para que algunos pedazos no terminaran incrustados en mi piel.
Lancé el extintor de incendios a un lado y tomé la caja con las llaves. Me acerqué a ella y acaricié su rostro, o al menos el area que podía verse.
- Shh, shh, te sacaré de aquí.
Le giré, mirando a lo que me estaba por afrentar. Un reloj automático marcaba 1:29, el tiempo restante que tengo para sacarla de aquí. Una pequeña avertura justo en el centro de la parte trasera de su cabeza. Solté un suspiro y comencé a agarrar cada llave.
La primera, no funcionó. La segunda, tampoco. Esos casos de "la tercera es la vencida", no me resultó. Ni la cuarta, ni quinta, ni sexta. Maldición.
Cada que veo un segundo menos mis manos se vuelven más temblorosas. Mi frente estaba llena de sudor. Necesito encontrar la llave.
Sus sollozos se volvieron presentes, desesperandome. Mi corazón latía a mil por segundo. En cualquier momento podría morir de un ataque cardíaco. Mi respiración agitada y mis lágrimas mojando mis mejillas.
Puedo escuchar sus suplicas en su mente. Sus ojos cerrados fuertemente, esperando a que el reloj llegue a cero. Mis manos torpes agarrando una tras otra llave, buscando la llave maestra.
Debo apresurarme. Detesto este juego. Me detesto a mi por haberla arrastrado a esto. Si no le hubiera conocido no estaría envuelta en esta mierda. Su vida corre peligro y sé que si pierdo el juego y la pierdo a ella, no me lo perdonaré nunca. Ella, apesar de todo, es importante en mi vida. No me puedo permitir perder.
Le ganaré a este bastardo que ha decidido joder con mi vida. Mostraré que no puede joder conmigo, el asesino serial de Seúl.
Cambiando de llave a llave, sin éxito. El marcador llegó a cinco.
Cinco segundos restantes.
Click.
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