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Capítulo veintidós.

La adrenalina del show todavía estaba en el cuerpo de Adrianna, mientras se quitaba el maquillaje en su camerino. Ya se había duchado y cambiado la ropa para estar más cómoda a la hora de salir a conocer a los fans. 

Su teléfono le notificó un mensaje y lo tomó para observar en la pantalla un mensaje de Jeremy. Formó una pequeña sonrisa en su rostro y humedeció sus labios antes de poder contestar el mensaje del chico. El cual decía que estaba sorprendido por la forma en que tocaba la guitarra, que había un video circulando en las redes de su sorpresivo momento sobre el escenario. Ella le dio la gracias, diciéndole que le parecía muy agradable de su parte. Y por supuesto, halagándolo por su interpretación en Peter Pan, aprovechando la instancia.

Estaba esperando la repuesta del chico cuando escuchó los golpes en la puerta. De inmediato se levantó para ir a abrirla. Alzó las cejas, notablemente sorprendida por la presencia de Tom. 

—Supuse que quizás necesitarías esto —dijo alzando una botella de agua y unas galletas. Ella entrecerró los ojos y antes de que pudiera decir palabra alguna, Tom ya estaba dentro de su camerino. 

Cerró la puerta, algo dudosa de su acción.

—¿Gracias?

Tom se sentó en el sofá que estaba a un lado del banco donde ella se volvió a sentar, para continuar removiendo el maquillaje de sus ojos. Tom observó la figura de la menor, mientras ella se inclinaba hacia delante para observarse en el espejo. Adrianna frunció el ceño al ver a través del espejo.

—¿Por qué continúas aquí? —inquirió girando su cuerpo hacia él.

—Para felicitarte —comenzó. —Jeremy seguramente estaría sorprendido, y muy halagado. Si aquella sorpresa tuya fuera para él, claro.

Adrianna se levantó rápidamente del banco y tomó la manilla de la puerta para abrirla. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Tom la cerró de golpe, sorprendiéndola.

Se giró a enfrentarlo, pero estaban demasiado cerca y ella no podía concentrarse en otra cosa que no fuera la sonrisa burlona que tenía Tom en el rostro. Su corazón se aceleró y tuvo que bajar la mirada tras encontrarse con la intensidad en los ojos marrones de Tom. Estaba nuevamente rompiendo su espacio personal, la barrera que Adrianna había puesto entre ellos.

—Creo que deberías irte, en un rato van a venir a buscarnos. No quiero que esto se malinterprete —sugirió, alzando la mirada.

El mayor comenzó a jugar con el piercing de su labio inferior.

—No veo motivo para que eso ocurra. Solo estamos hablando, ¿no? —Ironizó, ladeando un poco la cabeza. —¿Por qué estás tan nerviosa, sin embargo?

—No lo estoy. Quiero que te vayas.

—¿Sí? ¿Es eso lo que realmente quieres? Porque yo me siento muy cómodo aquí.

Adrianna le dio una mala mirada. Antes de girarse para volver a abrir la puerta. Nuevamente Tom se lo impidió. La rubia cerró los ojos, y se giró lentamente para verlo.

Le dio un empujón y este soltó una risa burlona.

—Vamos, Adri. Nadie va a creer que aquel espectáculo fue para ese chico.

—Ya te dije que no es para nadie —refutó ella, cruzándose de brazos.

Tom bajó la mirada entonces, y se aproximó a ella. Adrianna se mantuvo alerta en todo momento, sintiendo su corazón latir de forma anormal.

El mayor puso una mano sobre la mejilla de la rubia, la cual se relajó inevitablemente, el toque de Tom se sintió suave y peligroso al mismo tiempo. Su mirada recorrió el rostro de la menor, y frunció el ceño, como si de pronto algo se le viniera a la mente. Una incertidumbre que expuso frente a ella.

—¿Por qué me odias, Adrianna? —cuestionó acunando su rostro.

La rubia abrió los labios para responder pero, ¿Qué diría? Porque no importaba cuanto se intentara convencer, ella no lo odiaba. No podía odiarlo porque el amor era más fuerte que el dolor de su burla, de sus acciones que constantemente estaban provocando una leve molestia en su pecho. Viéndolo siempre con una chica diferente, restregándole en el rostro que había sido una tonta por pensar, aunque sea por un miserable segundo, que ella podía ser diferente. Que ella podría hacerlo querer algo real, dejar su reputación de mujeriego.

Que su amor quizás podría ser suficiente. Pero no lo era, Tom jamás conocería lo que eran las ganas de despertar junto a la misma persona todas las mañanas. Las mariposas en el estómago, la inseguridad, el amor.

Se forzó a alejarse.

—¿A qué viniste, Tom? Me refiero a... Ya me diste la botella con agua, las galletas y te agradecí pero, ¿por qué estás aquí?

—Porque no lo entiendo, Adrianna. No sé por qué te alejaste de un momento a otro.

—¿Tiene importancia? —inquirió en un murmullo con angustia, dejándose caer sobre el banco frente al espejo. Tom se pasó las manos por el rostro.

Se arrodilló ante ella para dejar sus manos sobre las rodillas desnudas de la menor. Adrianna no intentó alejarlo. Sintiéndose segura con el chico mirándola desde su posición.

—Solo necesito saber que fue lo que hice, para que te cerraras conmigo. Para que te comportes así; fría, distante. Y con Bill eres...

—Bill me importa. Bill es mi mejor amigo. Bill estuvo conmigo cuando tu te burlaste de mí, de mis sentimientos —espetó, levantándose. No le gustaba esa sensación de vulnerabilidad.

Tom se levantó al tiempo que ella lo hizo. Con el ceño fruncido.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

Adrianna soltó una risa burlona.

—Oh, ahora no lo recuerdas —ironizó con una falsa sonrisa.

—No lo hago, lo juro. ¿Crees que vendría a preguntarte si lo supiera? Estoy en un momento donde no sé qué es lo que quiero. Estoy... confundido y asustado porque no sé...—se detuvo, y se sentó en el sofá. Una de sus piernas comenzó el constante movimiento ansioso que ella había notado en él.

Su gesto se suavizó y se sentó a su lado.

—Lo siento —dijo Tom entonces. Luego de haber guardado segundos de silencio. En los que se mantuvo con la mirada perdida. Ella lo miró con sorpresa.

—¿Qué has dicho?

—Sé a qué te refieres. Y lo lamento, sinceramente lo hago. Pero, por favor comprende que era un niño y... —Adrianna lo interrumpió.

—Sí, también yo. Era una niña.

Tom suspiró.

—Tenías catorce años, y yo estaba en una etapa de mi vida donde solo quería una cosa. Y no era algo que pudieses darme en ese entonces. Incluso si no me crees, cuidé de ti porque no me iba a perdonar jamás si te arruinaba.

Adrianna quitó la lágrima que cayó por su mejilla. Pues no quería mostrarle a Tom cuanto le había afectado, estaba acostumbrada a mostrarle solo la parte fuerte de ella, la indiferente.

—Bueno, no esperes que te lo agradezca —ironizó.

Tom soltó una risa antes de girarse y dejar un beso sobre la mejilla de la menor, para luego levantarse y caminar hacia la puerta, dejándola atónita con su repentina acción.

—Sé que Automatic es para mí, por cierto —confesó el mayor. Y Adrianna frunció el ceño.

—¿Cómo lo supiste?

—Primero amenacé a Bill con algunas cosas, pero no funcionó. Entonces fui hasta los productores y me dijeron que fuiste tú quien la escribió, y que en las notas de la hoja habían ciertas maldiciones para un tal Tom —sonrió con inocencia. Adrianna apretó los labios, para nada convencida de sus palabras. —Está bien, leí tu libro de canciones cuando te dormiste en el avión —terminó por confesar. Adrianna abrió la boca indignada.

—¡Hijo de...! —no alcanzó a finalizar su insulto, ya que Tom había cerrado la puerta en cuanto la vio levantarse del sofá. —¡Que modales tienes, Kaulitz!

rookiefilm ★ 2O23

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