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Capítulo veinticuatro.

Adrianna llevaba puestos sus lentes de sol para opacar un poco los flashes que provenían de todas partes. Detrás suyo iban los demás chicos de la banda. Saliendo del estadio donde hace algunas horas atrás habían dado el concierto.

Debía admitir que había subestimado la estupidez de Tom. No obstante, por milagros de la vida, no estaba demasiado molesta con la declaración que había dado el chico minutos atrás. No estaba en realidad molesta ni le importaban los rumores que fuesen a salir luego en los canales de chismes de Alemania. O en algún otro medio. Pero tampoco se sentía del todo halagada. Estaba con sentimientos encontrados. Todavía le costaba digerir las acciones del chico. Comenzando con lo de la cafetería, ¿por qué había decidido usar aquel apodo con ella? ¿Por qué reaccionaba de esa forma cada vez que Jeremy era mencionado?

No lo sabía, o quizás sí, pero no quería formar conclusiones erróneas y luego terminar lastimada como la última vez.

Y quizás no estaba molesta porque Tom se había disculpado. Pero aquella disculpa no significaba una tregua, no era el comienzo de una amistad, o más bien una reanudación de una. Solo estaban... ahí. Siendo Adrianna y Tom, sin más etiquetas.

Por eso se mantuvo todo el viaje regreso al hotel en silencio, mirando por la ventana con ganas de llegar a su habitación y poder descansar. Necesitaba un par de horas de sueño luego de aquel concierto. Y una sonrisa automática se formó en su rostro tras recordar las palabras de Tom antes de comenzar. Y la sonrisa que había sido genuina, sin segundas intenciones ni una de esas coquetas que solía dar él. Fue una sonrisa ordinaria, una de verdad.

El mánager los iba felicitando por el concierto, y recordándoles que debían prepararse para el siguiente.

Cuando llegaron al hotel, Adrianna se dirigió al comedor para prepararse algo para comer. Escuchando detrás de ella como los chicos se despedían para dirigirse a sus habitaciones.

Todos menos Tom.

—¿Debería asustarme? Estás demasiado tranquila. Debido a las circunstancias, digo.

Adrianna suspiró y se pasó la mano por el rostro.

—Estoy cansada, es todo.

El de trenzas caminó hasta ella, fingiendo ir por un vaso de agua. Y una de las mejores cosas que conllevaba ser parte de la banda, era que podían pagarse un piso solo para ellos, por lo que no tenían interrupciones, no debían compartir con las demás personas. Estaban solo los miembros de la banda y los demás profesionales que viajaban con ellos.

—Entonces... ¿tienes hambre? —cuestionó el mayor, apoyándose en la isla de la cocina. Adrianna se encogió de hombros. Tom dejó el vaso sobre la isla y sonrió. —Cocinemos algo.

—¿Qué? —cuestionó la menor, mirándolo confundida. Un poco extrañada por la propuesta de Tom.

El repentino buen comportamiento del chico la hacía dudar. Pero no le desagradaba la idea de interactuar unos minutos más junto a él. Tampoco es como si fuera la gran cosa, quizás una pequeña y limitada tregua antes de volver a la normalidad al día siguiente, ¿no?

Porque lo harían, seguramente ahora estaba influyendo la emoción por la gira. Siempre el comienzo de una nueva gira los unía de alguna u otra forma, esa era la respuesta a las acciones de Tom, por eso estaba actuando tan... diferente.

Sí. Adrianna se quería convencer de eso.

—¿Me vas a ayudar, o no? Si lo preparo solo no tocas.

Adrianna frunció el ceño y caminó hasta el refrigerador para sacar lo necesario. Si iban a cocinar sería lo que ella propusiera. De ningún modo estaría bajo el mando de aquel chico.

—Haremos panqueques —anunció. Entregándole la leche y unos huevos. —Busca la harina, ¿hay siquiera en este lugar?

Tom asintió.

—Eh, sí. El otro día Bill hizo unas galletas.

—¿Esas que se quemaron? —inquirió soltando una risa. Tom asintió, poniéndose a su lado para dejar las cosas que había buscado. Una sonrisa se formó en su rostro al mirarla a su lado y notar la diferencia de altura. Adrianna no era un duende, pero él le sacaba un poco más de media cabeza.

Adrianna comenzó a batir la mezcla, mientras Tom la observaba. Cada vez que quería ayudarla con algo, ella le daba un pequeño golpe sobre su mano. Tal y como lo hizo cuando iba a tomar un poco de manjar para comerlo. Ambos quedaron en silencio cuando la bolsa de harina se volteó, derramando el polvo sobre la isla y un poco sobre la ropa de Tom.

—¡Ey! —se quejó la menor cuando Tom le lanzó harina.

Su alma vengativa salió a la luz y tomó un poco para aventárselo sobre la ropa. Tom no tuvo tiempo para esquivarlo.

—¿Y eso?

—Tú comenzaste —se justificó ella.

—Fue un accidente.

Adrianna tomó otro poco y se lo lanzó. Tom abrió la boca indignado y ella le mostró la lengua, antes de correr al otro lado de la isla cuando notó que había tomado más para aventárselo a ella.

—¡Oye!

Tom corrió más rápido que ella y logró aventarle un poco en la ropa. Adrianna quiso alejarse de él cuando lo tuvo frente a frente. Éste la amenazaba con un puñado de harina, por lo que comenzó a reír cuando su espalda chocó contra la pared.

Entonces, cuando Tom iba a lanzarle el puñado de harina ella alcanzó a correr, fallando en el intento y terminando con los brazos de Tom rodeando su cintura.

—¡Suéltame! Me rindo —exclamó ella, riendo por las cosquillas que el chico le hacía.

Consiguió girarse entre los brazos del chico y aquel fue su error.

Sus rostros quedaron a centímetros, su sonrisa cayó poco a poco, sus ojos se encontraron con los marrones de Tom. El corazón de la rubia se aceleró, dándole la bienvenida a las mariposas en su estómago, revoloteando. El aliento de Tom chocó con el suyo, y vio como el chico sin vergüenza alguna miraba sus labios.

—De nuevo invades mi espacio personal, Kau...—sus palabras quedaron atoradas en su garganta.

Y Tom, sin soltar la cintura de la menor, la acercó a él para besarla. Su ceño se frunció al sentir los labios de la menor sobre los suyos, suaves, dulces. La menor quiso jadear cuando se vio obligada a abrir su boca para corresponder el beso, siendo Tom quien lideraba. Sus labios se movían al compás, y sin poder evitarlo, pasó ambos brazos por el cuello del mayor.

Sintiendo un montón de cosas al mismo tiempo, disfrutando de aquel beso, como su niña interior lo hubiera hecho años atrás. Solo que ya no era una niña, y con ello nuevas sensaciones venían de la mano.

Se. Estaban. Besando.

Los labios de Tom estaban sobre los suyos, y el maldito piercing ni siquiera era un problema.

Se estaban besando y aquello fue lo que la hizo abrir los ojos de par a par, para luego separarse de Tom y estampar su mano sobre la mejilla del mayor.

—¿Qué demonios?

—¡¿Por qué me golpeas?! —exclamó él, acariciando la zona recién golpeada.

—¡Eres...! ¡Tú...!

No pudo completar ningún insulto, no tenía ninguno en su mente en esos momentos, solo el fantasma de aquellos labios sobre los suyos.

Tom sonrió entonces, y jugó con el piercing de su labio, como excusa para pasar su lengua sobre sus labios. Adrianna se sonrojó y lo apuntó con el dedo, sin saber cual era la culpa que quería imponerle.

—¡Me besaste! —acusó.

—¡No deberías ofenderte por eso!

—No vuelvas a acercarte a mí —espetó ella, ahora con seriedad.

Y salió de allí de inmediato, confundida, sorprendida. Y sobre todo, con los sentimientos a flor de piel.

Estaba enamorada de Tom.

Tom estaba enamorado de Adrianna.

—Mierda —maldijo él, con una sonrisa en el rostro.

rookiefilm ★ 2O23

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