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Capítulo treinta y dos.

—Estoy nerviosa —declaró la menor.

Tom estacionó el vehículo frente a la gran casa blanca, para luego tomar la mano de la chica y dejar un beso en su dorso.

La gira por América había terminado. Y hace algunas horas habían llegado a Suecia, donde darían el cierre a la gira. Y donde Adrianna permanecería junto a los gemelos Kaulitz una temporada, después de tomarse un descanso con la banda.

El álbum continuaba siendo un éxito, y aquello los tenía a todos contentos.

Pero lo que tenía a Adrianna con las emociones ha flor de piel, era regresar con su madre y hermano. Había comprado un montón de regalos para no llegar con las manos vacías. Había mucha ropa para su hermano y madre, así como algunos recuerdos que había comprado en las ciudades en las que dieron los shows. Por otro lado, Tom solo la acompañaba y asentía a todo lo que ella compraba. No le quedaba de otra, pues Bill era otro aficionado. Él simplemente los veía discutir sobre cual sería un mejor obsequio.

Su gemelo se inclinó hacia delante, en el hueco entre ambos primeros asientos.

—Lamento interrumpir, pero yo de verdad quiero entrar y probar la comida que tiene tu madre. Dios, esa mujer cocina delicioso.

Dicho aquello se bajó del vehículo, dejándolos solos mientras él esperaba afirmado en el maletero, impaciente porque Tom lo abriera de una vez para sacar sus cosas y adentrarse a la casa.

Tom dejó un beso en los labios de la rubia y bajaron.

Ninguno alcanzó ha sacar algo del maletero cuando la puerta del hogar se abrió y la madre de Adrianna salió a recibirla, con los brazos abiertos. Los ojos de la rubia de inmediato se llenaron de lágrimas.

—¡Cariño, mi niña!

Bill se aproximó a su hermano y de pronto los dos fueron obligados a ser parte del abrazo.

—Billy cariño, que grande estás. Y Tom, ¡te sacaste las rastas!

—Sí, hace bastante, en realidad.

—¡Pero miren quien nos honra con su presencia! Mi hermana super estrella.

—Ah, el otro muñeco de cine —murmuró Tom a Bill. Su gemelo le dio un codazo.

Adrianna dejó que su hermano la tomara para alzarla al aire y dar una vuelta con ella. Su acento Alemán había mejorado desde la última vez que lo vio, cuando era un niño. Ella de inmediato comenzó a inspeccionarlo.

—Bill Skarsgård en su mayor resplandor, mírate nada más —halagó Adrianna, para luego girarse a ver a su mejor amigo —Oigan...

Su madre rió.

—Billy y Bill. Vamos a dentro, les cociné algo para recibirlos.

Los gemelos Kaulitz chocaron sus puños, ambos siendo buenos admiradores de la comida que cocinaba la mujer.

Adrianna se adentró a la casa junto a su hermano.

—¿No tenías como cinco años? —lo molestó ella. Y el menor sonrió.

—Soy actor, puedo tener la edad que quiera.

—No para mí. ¿Ya tienes planeado lo que harás cuando cumplas los diecisiete?

Su hermano se encogió de hombros.

—¿Estarás aquí cuando pase?

Tom los interrumpió. —¿Con lo bien que cocina tu madre? Claro que sí.

La noche había caído. Adrianna salió de la ducha, su cuerpo cubierto con una toalla blanca, su cabello rubio se tornó un poco mas oscuro al estar mojado. Tenía una sonrisa en el rostro, luego de haber pasado el día completo con su familia. Contándose las historias que ambas partes no habían escuchado; como la primera audición que había conseguido su hermano, o la infinidad de preguntas que le hicieron a ella sobre la gira, sobre la banda.

Sobre Tom.

Ella había decidido ser quien contara la historia, porque conocía la lengua suelta de su novio y sabía que no guardaría ningún detalle

La puerta fue abierta y ella por instinto presionó más la toalla contra su cuerpo. Frunció el ceño al ver a Tom entrar silenciosamente. Claro, había conseguido escabullirse de su habitación para llegar a la suya. Era evidente que el chico no entendía de reglas.

Adrianna rodó los ojos y se relajó al ver que era él.

—¿Qué estás...?—Observó al chico acercarse a ella con una sonrisa.

—Oye, ¿por qué no me esperaste? Pudimos habernos duchado juntos.

La rubia pasó ambos brazos por el cuello del chico, ambos hablando en susurros. No importaba si su habitación estuviera en el segundo piso, aún así podían alertar a Bill, más si el chico no encontraba a su gemelo durmiendo en la cama correspondiente.

—Por cierto, que linda te ves —agregó de pronto, con la voz ronca.

Levantó una de sus manos para dirigirla a la mejilla de la menor. Esta ladeó un poco la cabeza, con esa sonrisa que lo debilitaba.

—¿Cómo podría verme bien con una toalla cubriendo mi cuerpo, Tom? —bromeó ella, conociendo las intenciones del chico.

Tom sonrió de lado.

—Te verías incluso mejor sin ella, preciosa—expuso, para luego alejarse y sentarse sobre la cama. Mirando espectante a la rubia frente a él.

La chica no le quitó la mirada de encima, vio con suma atención como Tom se sentaba en la cama y se apoyaba contra las manos, sus piernas abiertas como de costumbre, adaptando su vaga forma de sentarse. Adrianna recorrió con la mirada el cuerpo cubierto por las prendas.

Decidió acercarse. Lentamente hasta sentarse a un lado del chico, fingiendo inocencia. Como si ella no conociera esa mirada, esa intensidad en los ojos de Tom.

Este tomó a la rubia de la nuca para atraerla a él con rapidez, sus labios se abrieron con anticipación, pero Adrianna se separó riendo, jugando con él. Tom mantuvo su mirada en los carnosos labios de la rubia. Hasta que decidió mirar sus ojos, y Tom pensó que jamás habría comparación para los ojos de Adrianna, para sus labios, su forma de ser.

Se pasó la vida tratando de igualar la forma en que su corazón se había acelerado la primera vez que la vio, quiso encontrar en otras lo que temía tener con Adrianna. Porque le asustaba admitir lo mucho que la amaba y como eso lo afectaba, como la chica tenía su corazón en sus manos.

—Adrianna...—susurró, observando el rostro de la menor, mientras su mano se mantenía en la nuca de ella.

—¿Sí?

—Te amo.

Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Adrianna, antes de responder.

—También te amo.

Tomó el rostro del chico entre sus manos para besarlo. La familiaridad de sus labios se sintió más fuerte que nunca, moviéndose al mismo ritmo, jugando con sus lenguas y demostrando amor.

Con desesperación ella se subió al regazo del chico, sus respiraciones se tornaron pesadas, ruidosas, ninguno sabía como expresar lo que estaban sintiendo en ese momento. Tom decidió hacerlo de la forma que él conocía, pero Adrianna consiguió que se sintiera como la primera vez. Dejándolo sin aliento con su cuerpo, con sus gestos y su toque. Con cada gemido silencioso que salió de su boca esa noche, cuando él la tomaba de las caderas y se hundía en ella.

Tom supo que no quería cargar con ninguno reputación, no quería a ninguna otra chica en su cama de nuevo, ninguna que no fuera ella.

No quería que nadie lo vulnerara, que nadie lo abrumara con la novedad de los sentimientos, nadie que no fuera ella.

Tom se había enamorado de Adrianna, y su reputación ya no era un problema.

No desde ahora, no la que le impedía a su chica entregarle su corazón.

rookiefilm ★ 2O23

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