Capítulo treinta.
—Está delicioso —halagó Jeremy. Sentándose a su lado del sofá.
Bill sonrió. —Es una vieja receta. He mejorado, la última vez se quemaron.
Adrianna rió y tomó una galleta del plato que tenía Jeremy en las manos, recibiendo una sonrisa del chico.
Todavía tenían tiempo suficiente para prolongar los ensayos, debido a que ya habían dado tres shows seguidos, y el próximo no sería hasta una semana después. Por lo que se estaban permitiendo un día de descanso, luego de haber dado la entrevista, más que nada.
Estaban en la portada de los artículos, revistas y más medios, declarando un falso triángulo amoroso entre Tom, Jeremy y ella. Adrianna se había reído mucho de las especulaciones que rápidamente recorrían el país, pues el estadounidense y ella no eran más que amigos, él le había comentado ya que tenía interés por una ex compañera de grabaciones, y ella le explicó el desastre que era su relación con Tom. El cual no hacía más que empeorar. El chico se había negado a ir al hotel, cuando se enteró qué Jeremy los acompañaría.
—Te lo aseguro, a tu novio no le agrado de nada.
—No es mi novio —rezongó ella, sacando otra galleta. Bill se sentó a un lado de Jeremy. La rubia le dio una sonrisa.
—¿Qué? Mentirosa.— Ella suspiró y se tiró hacia atrás. —¿Quieres que te de un consejo?—cuestionó Jeremy, llamando su atención. —No deberían dejar pasar más tiempo, a veces solo tienes una sola oportunidad en la vida.
Adrianna observó al chico mientras este le compartía una galleta a Bill. No dijo nada, solo se mantuvo en silencio mientras Bill le contaba sobre la banda y como se habían formado. Algunas risas de por medio, pero ella las escuchaba en las lejanías.
Aceptar los sentimientos de Tom hacia ella era tan peligroso como placentero al mismo tiempo. Pero luego recordó que desde hace mucho tiempo no salía alguna fotografía de Tom con alguna chica, con alguien que no fuera Bill o algún chico de la banda. No pensaba que él fuera a cambiar algún día, no se hacía esa ilusión porque gracias a su mala idealización de Tom fue que acabó con el corazón roto. Detestaba, sobre todo, la forma en que Tom la miraba, o cuando le brindaba esas sonrisas sinceras, aquellas que conseguían derribar un bloque de su barrera. O que su cercanía le afectara a tal modo que se tenía que obligar estar a la defensiva, para que él no se percatara del efecto que tenía sobre ella.
¿Debería...?
Adrianna muchas veces se dejaba llevar por sus emociones.
Estaba asustada. Del cambio, de lo que pudiese pasar si volvía a entregarle su corazón a Tom y que éste lo rompiera una vez más.
—¿Adri?
La voz de Bill la sacó de la intensidad de sus pensamientos.
—¿Huh?
—Ponte a un lado de Jer, les tomaré una fotografía. Qué los medios hablen con buenas fuentes, ¿no?
La rubia asintió y con una sonrisa se puso de pie, para tomar la mano de Jeremy y sentarse junto a él en el suelo. Antes de que Bill tomara la fotografía, ella tomó un pedazo de fruta de la mesita a su lado y fingió estar comiéndola.
Bill rió.
—Les prometo, esto hará que...
—¿Bill has visto a...?
La voz de Tom los hizo voltear a la puerta de la habitación.
Frunció el ceño al ver lo cerca que estaban Adrianna y Jeremy. Luego su mirada volvía a su hermano gemelo.
—¡Tom! Por fin llegas, ¿Dónde estabas? Te envié mensajes y no me contestaste.
—Estaba ocupado. Muy ocupado.
Adrianna apartó la mirada. Un silencio incómodo se formó.
—Creo que ya debería irme —anunció Jeremy, levantándose y ofreciéndole su mano a Adrianna para ayudarla a ponerse de pie.
—Sí, deberías —apoyó Tom. Su tono de voz fue más ronco de lo normal, y su mirada seguía puesta en Adrianna.
—Yo te acompaño —se ofreció la rubia.
—No, yo... yo iba a salir, así que voy con él —la detuvo Bill. Claramente para dejarla a solas con Tom.
Jeremy besó la mejilla de Adrianna como despedida y le dio una sonrisa de labios apretados a Tom cuando pasó por su lado. Bill le dio una última mirada y salió junto al estadounidense. La puerta fue cerrada y ella se tensó. El suspiro de Tom la hizo bloquear cualquier emoción que fuese a mostrarse en su rostro. Pero Tom la conocía.
El chico de trenzas se sentó sobre la cama, mientras que ella se sentaba en el sofá, el cual estada a una distancia prudente de la cama.
Tom habló sin rodeos.
—¿Tienes algún tipo de sentimiento por el muñeco de cine?
—¿Te molestaría si así fuera? —preguntó incitante. Igual de directa que él. Pero no se atrevió a mirarlo, en ningún momento.
Esperaba que Tom comenzara a reír, que le dijera lo patética qué era al creer eso. Esperaba muchas cosas, menos la respuesta que le dio.
—Estoy cansado de buscarte en otras chicas, Adrianna. De intentar igualar lo que tú me provocas. No quiero...—se levantó de la cama para dirigirse a ella, y arrodillarse. —No quiero tener que hacerlo.
El corazón de la menor se aceleró, y miró como Tom tomaba sus manos y las envolvía con las suyas.
—Escúchame, Adri. No tengo idea de lo que estoy haciendo, ¿de acuerdo? Yo... —se detuvo, y suspiró, tratando de calmar su corazón. —Sé que no lo merezco, que no confías en mí. ¡Y está bien! Yo mismo me encargué de eso, fui un imbécil. Lo seguiré siendo el resto de mi vida. Solo sé que esto —dijo tomando la mano de la chica para ponerle sobre su pecho, justo donde se encontraba su corazón, latiendo como loco. —Esto pasa únicamente cuando se trata de ti. Aquello puedo jurártelo, Adrianna.
La rubia bajó la mirada, sin saber que decir a todo lo que acababa de oír, como las palabras de Tom eran tan seguras, tan sinceras que temía despertarse en algún momento y que el mundo se burlara de ella diciéndole que no era más que un sueño, una fantasía.
Tom continuó ante su silencio, bajando la cabeza, derrotado.
—Perdóname, por favor —rogó—. Adri, tú me tienes, estoy aquí, rogándote para que me des una oportunidad, para que me dejes mostrarte que, de alguna forma, quiero hacerlo; quiero amarte incluso si me asusta. Quiero que me dejes amarte. Haré lo correcto esta vez.
Adrianna sonrió, porque al menos, esta vez había conseguido una disculpa sincera.
Una lágrima bajó por la mejilla de Tom.
—Por favor...
La menor tragó saliva y humedeció sus labios.
—¿Qué me lo asegura? ¿Qué me garantiza que no vas a fallarme, Tom? —inquirió con la voz rota.
Porque nada lo hacía, nada le impedía a Tom de un día a otro decidir que ya no era lo que quería. Nada le impedía cansarse de lo que él consideraba antes una vida aburrida, manteniéndose con una sola chica. Estando él acostumbrado a la variedad de muchachas que pasaban por su cama.
—Tú, Adrianna. Sólo tú eres lo que yo deseo, lo que siempre quise.
Y sin esperar respuesta alguna, se inclinó a la rubia para besarla. Las lágrimas saladas mezclándose en el beso, lágrimas que esta vez, solo eran derramadas por los marrones ojos de Tom.
Adrianna tomó el rostro del chico, para profundizar más el beso.
La puerta fue abierta, y un emocionado Bill entró por ella, aplaudiendo y derramando lágrimas igual que su hermano gemelo.
—No me importa si me odian ahora mismo, yo solo quería decirles que estoy muy orgulloso de ustedes. Jamás creí escuchar esas palabras de la sucia boca tuya, hermano.
Tom rodó los ojos.
No tuvieron más opción que recibir el abrazo que Bill les daba mientras murmuraba lo feliz que se sentía por ellos.
Tom sonrió entonces, sintiendo una nueva calidez en el pecho, al ver como su hermano se separaba de ellos para luego limpiar las lágrimas de su rostro.
—No soy un niño...—se quejó, al sentir los dedos de Bill limpiar las lágrimas qué caían por sus mejillas. Sin embargo no hizo nada para impedirlo.
—Oh, cállate.
rookiefilm ★ 2O23
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