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𝐛𝐚𝐛𝐲, 𝐥𝐞𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐠𝐚𝐦𝐞𝐬 𝐛𝐞𝐠𝐢𝐧

𝐛𝐚𝐛𝐲, 𝐥𝐞𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐠𝐚𝐦𝐞𝐬 𝐛𝐞𝐠𝐢𝐧

(prólogo)

El sonido de sus llaves golpeando la mesilla de la entrada lo relajó; era el inicio del final de su día. Comenzó a desatar su corbata, cerrando la puerta con un golpe del pie. Entró a la cocina y abrió la nevera, el ruido de una lata al abrirse rompiendo el silencio en el departamento. Tomó un trago tras otro hasta saciar su sed y calmar el estrés del día, saliendo de la cocina para encender la luz del salón.

Pero la luz se encendió antes de que él pudiese siquiera acercarse al otro lado de la sala. Sus ojos fueron del interruptor al sillón que permitía observar la ciudad por la ventana.

Tragó saliva.

Llevó instintivamente la mano a sus bolsillos, encontrándolos vacíos.

Una gota de sudor descendió desde su sien, recorriéndole la mejilla hasta caer por su mentón. Sus manos temblaron a sus costados y, cuando el sillón se giró en su dirección, abrió la boca, el grito atorándose en su garganta.

Y su cuerpo cayendo al suelo, frío y tieso, segundos después.

•••

Era el tercero ese mes.

La pelirroja entró al laboratorio detrás de Nick Fury. Le sonrió a Bruce, que le devolvió una nerviosa sonrisa antes de comenzar a responder las preguntas del director. Escuchó atentamente.

Pero de nuevo, no había nada.

Ni una herida. Ninguna marca de defensa. No había veneno ni algún tipo de sustancia que pudiese indicar un homicidio. Ninguna causa médica previa. Nada. Solo el cuerpo sin vida de otro político al que encontraban en medio de su salón.

Los apartamentos de esta y las victimas previas habían sido investigados profundamente, cada detalle analizado con un perfecto escrutinio. Y, aún así, no se pudo encontrar siquiera un cabello.

Fury estaba en un estado de cólera que hacía honor a su nombre. La única información que tenían era la entregada por la única testigo: una anciana del edificio del frente, que aseguraba haber visto una curiosa luz verde en el departamento del senador la noche antes de que lo encontraran sin vida.

El primer pensamiento de todos allí había sido Loki, pero luego de que se confirmara que el dios había sido controlado y manipulado durante su última visita a Nueva York, los Vengadores pudieron descartarlo. Había sido exonerado, después de todo.

Eso los dejaba sin ninguna idea, sin ningún tipo de teoría. Era un hecho inexplicable, una seguidilla de eventos que no alcanzaban a comprender. Había muchas razones por las que alguien querría eliminar a estos hombres, pero era la forma, el crimen pulcro y carente de evidencia lo que los desconcertaba.

Hasta que un cuarto cuerpo apareció.

Podían imaginarse, gracias al trabajo forense realizado por Bruce —y a las fotografías de la escena— que esta víctima había significado algo para el asesino. El crimen era personal.

En la muñeca del ministro habían dos pequeñas marcas, como mordidas de afilados y finos colmillos y, para cuando el Dr. Banner terminó sus análisis, habían encontrado veneno. Pero no era cualquier tipo de veneno, pertenecía a una mamba negra, una de las serpientes más letales del mundo.

Y, como si eso fuera poco, habían hecho, en base a cortes, una enorme "K" que abarcaba todo el estómago del hombre.

Pero no fue eso lo que los llevó a tener que reclutar al resto del equipo, no. Los Vengadores se reunieron una vez más pues en el cuerpo del sujeto había algo más.

Dos curiosos tatuajes: uno lo conocían muy bien y se trataba de nada más que el símbolo de Hydra.

¿Y el segundo?

Una calavera de cuya mandíbula salía una serpiente, figura que cubría gran parte del antebrazo izquierdo.

Mismo tatuaje que encontrarían más tarde en la quinta y sexta víctima, junto con las letras "A" y "R" talladas en sus abdómenes.

—Romanoff —la llamaron desde la otra habitación.

La pelirroja levantó la mirada de la ensangrentada "R" y caminó al cuarto de la sexta víctima, donde encontró a Barnes recogiendo algo del suelo. Al verla se levantó y caminó en su dirección, mostrándole lo que había encontrado.

—¿Piel... De serpiente?

James "Bucky" Barnes asintió, haciendo una mueca de desagrado. Natasha le ofreció una bolsita de plástico y el hombre dejó que la piel cayera dentro, limpiándose la mano en el pantalón después.

—Quién sea el que trajo esa serpiente aquí... —comenzó a decir James, mirando la bolsa.

—Puede haber dejado sus huellas en la piel —terminó la espía, asintiendo— Se la llevaré a Stark y Banner.

—Que comiencen los juegos —asintió Bucky, siguiendo a la agente fuera del departamento, lo último que vio siendo a otros miembros de Shield guardando el cuerpo número seis en una bolsa negra.

Y vaya juegos que serían.

•••

espero que les haya gustado, no olviden comentar ♡

besitos ♡

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