Supuestos...
Lucien se había alejado. Y si lo había hecho era solo bajo el supuesto de que su compañera tenía madre que la acompañara. Madre que aunque el no hubiese visto. Habría de existir, pues era necesaria par asegurar que Melissa volviese a salvo a casa. Pensaba que le podía pasar esto y luego suponía que le podría pasar aquello.
Aunque luego se arrepintió de hacer deducciones que no tuvieran sentido. Tiempo descarrilado como vías de tren que avanzaba alejándolo de él mismo. Debía dedicar su tiempo a sí. Ya tampoco era un niño.
Se calmo al estirar sus brazos hacia una biblia...todavía hay prejuicios.
No es que le afectarán esas últimas hojas, no por ahora...el apocalipsis.
Sostuvo un rato más el libro y al hojear sus hojas. Sentía frías las manos. Sus años de vida había sido 32, aunque no todos con velita...Jamás había sentido tanta intranquilidad como en ese momento. Un temor al exilio, a ya no estar en su casa como lo estaba ahora. Quiso seguir, avanzar en su vida con la biblia agarrada. Mas, luego se arrepintió. Después de todo era cumplir requisitos. Atender a reuniones. Desvelarse en oraciones. Todo a fin de refugiarse en salmos...y no los había cumplido antes, la dejo.
Melissa había entrado, como era callada y en la obscuridad de su cabello no había viento. Lucien no la noto, hasta que apoyada junto a él, ella le habló
- Todavía recuerdo. Eran buenas costumbres, las recuerdo. Sin embargo tomarle a importancia no tiene sentido...no quiero ser como ellas - Su rostro de muchacha se fruncía, como si si rechazara algo, y a la vez eso la avergonzara. Como un mal sabor de boca.
-Me alegra saber eso - consintió Lucien, tentado a disculparse por dejarla en compañía extraña, pero no importaba lo de extraña. Sencillamente a ella le malhumoraban las personas, las que veía, las que oía comer y respirar. -Más protegernos bajo un afán superior, es de calle, yo lo dejaría a la farra...comienza a apestar.
-Sabes que si crees ser diferente a mí puedes irte. Sal de esta casa. No me importa lo que hagas. -dijo Melissa cortante , no vio la biblia.
- Disculpa, creo que debería creerte, sin embargo...- Lucien se corto de pronto, lo que iba a decir no iba a ser compartido ¿para que decirlo? y salió de la casa.
-...A veces se te olvida que no necesitamos hablar entre nosotros - dijo ella. Esta vez, para sí.
La calma empezaba de nuevo. Ya no tenía porque preocuparse de su marido. Se calmaba y tostaba a fuego un pan. Tal vez solo para ella, pronto solo para ella. La paz era ingrata.
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