- Es en serio, tenemos problemas. Los problemas llueven, granizan y nievan. Y lo que hacen es ....insultante- dijo el tipo que se arrepentía de pararse e intentar corregirlos.

-Es una ocasión muy solemne, todos muy preocupados ¿en verdad moriremos? No dejan las personas de saltar, aparecer donde no estaban en una esquina, en la acera o al lado de nuestros coches, para preguntarnos como irse. Como expresando un insano deseo por querer dar su dinero a alguien. Quien sea.

- Lo que conozco es que son solo dos los lugares en que se cree que van a sufrir el desastre. No es que a mí...nunca me ha gustado lanzar una moneda al aire a ver que sale. Además he empezado a ir a iglesias...a confesarme- Dijo uno joven, con su piel blanca palideciendo bajo su bufanda azul.

-Piensan irse de aquí? - pregunto al fin Melissa, un tiempo después.

-Pues, pensábamos que ustedes compartían las mismas ideas. -replico el joven con la barbilla bien oculta bajo la bufanda.

- Me aterra el hecho de morir...pero tan cerca de la obtención de una vida tranquila ¿es acaso posible? - dijo Lucien

Melissa se afligía y no quería explicar lo que sentía. Acerco su fina mano y se apropio del pequeño flan sobre la mesa. Pues había decidido comerlo y que no era su culpa. Lucien le había dado la idea.

- Sé que con toda la catástrofe, es entendible. Y sé que es extraño pero yo...y estoy seguro que junto con algunos otros. Tengo la esperanza de que esto dure poco-  dijo Lucien, haciendo gestos de quién va a retirarse.

- Te equivocas, no creo. Ni pienso ni llegaré a pensar que esto mejore. Solo mira afuera, adentro, donde quieras. Hasta es posible que ya estemos muertos por la bomba. - Dijo el joven, ocultado un breve bostezo al hablar.

- ¿Le tienes miedo?- pregunto de golpe Melissa

-Si la tengo, si le tengo...bueno, sí. Pero no niegue que tu también llevas miedo. -Contesto el hombre, viendo los ojos de Melissa descansar un momento en él. Pero percibiendo que la mirada de la muchacha se detenía más bien en Lucien. Se retiro del lugar, yéndose sin que nadie objetara.

Apenas salió y Lucien que le seguía también y cerro tras sí la puerta. En ese momento el aire de afuera entro, con el ruido de trompetas y sonidos confusos. De gente sin estudios que soplaba y tacaba para no temblar.