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7mo Reporte Libertad

La figura se desvaneció en un parpadeo, como si nunca hubiera estado allí. Miré a mi alrededor, la niebla aún cubría el bosque, pero el fuego había disipado parte de la oscuridad. Mis sentidos estaban alerta, cada sonido parecía amplificarse en el silencio que siguió a la explosión de llamas.

—¿Quién eres? —grité, esperando una respuesta. La tensión en el aire era palpable, y el eco de mis palabras se perdió entre los árboles.

De repente, una risa resonó, profunda y burlona. La figura reapareció, esta vez más cerca, con una sonrisa espeluznante, pero destellaba confianza.

—Soy el que ha estado observando, el que ha estado esperando —dijo, su voz era un susurro que parecía venir de todas partes a la vez.

—¿Esperando qué? —pregunté, sintiendo que el miedo comenzaba a apoderarse de mí nuevamente.

—Esperando el momento en que tú, Ethan, te des cuenta de tu verdadero potencial. —Su mirada era penetrante, como si pudiera ver a través de mis dudas y miedos. —Eres más fuerte de lo que crees, pero necesitas dejar atrás tus inseguridades.

—¿Y tú quién te crees para decirme eso? —respondí, tratando de mantener la compostura.

—Soy un aliado, pero no de los que esperas. —Se acercó un paso más, y el aire a su alrededor parecía vibrar. —He venido a ofrecerte una oportunidad.

En ese momento, un grito desgarrador resonó en la distancia. Mis hermanos. La urgencia me golpeó como un puño.

—¡No puedo perder más tiempo contigo! —grité, girando para correr hacia el sonido.

—¡Espera! —me llamó, pero ya estaba en movimiento.

A medida que corría, la niebla se espesaba nuevamente, y el rugido de las criaturas resonaba a mi alrededor. Sabía que debía encontrar a Lourdes y Ciro antes de que fuera demasiado tarde.

De repente, una sombra se abalanzó sobre mí. Era uno de los Escámidos, su forma distorsionada y grotesca se acercaba rápidamente. Sin pensarlo, levanté mi espada y la atravesé en su dirección, sintiendo la resistencia de su carne.

—¡No! —gritó la criatura, pero no era la voz que esperaba. Era la voz de Ciro.

Me detuve en seco, el horror llenó mi pecho.

—¡Ciro! —grité, pero la criatura se desvaneció en un susurro de humo.

El eco de su risa resonó en mi mente, y comprendí que debía enfrentar mis miedos, no solo por mí, sino por mis hermanos.

Con renovada determinación, avancé hacia el corazón del bosque, donde sabía que la batalla final se libraría. La luz de la nave brillaba a lo lejos, y con cada paso, sentía que la oscuridad se retiraba un poco más.

—No soy un fracaso —murmuré para mí mismo—. Soy Ethan, y no dejaré que el miedo me derrote.

Con cada palabra, la confianza crecía dentro de mí, como un fuego que ardía en mi pecho. Estaba listo para enfrentar lo que viniera, y esta vez, no lo haría solo. Aquel ¿hombre? corría junto a mí, su presencia era un enigma, pero en este momento, cualquier ayuda era bienvenida.

De repente, en el corazón del bosque, nos rodearon decenas de Escámidos, sus ojos brillaban con una ferocidad insaciable. Se abalanzaron sobre nosotros, pero no eran un problema. Sentí una oleada de poder recorrer mi cuerpo; había evolucionado. Aquella criatura había dicho que tenía potencial, y ahora, por fin, comenzaba a desbloquearlo.

—¡Sí! ¡Buen trabajo! —gritó el cabeza de lagarto, su voz resonando con una mezcla de admiración y urgencia—. Ahora sígueme. Te mostraré la razón por la que estoy luchando. Después de esto, espero que puedas unirte a mi causa.

Mientras luchábamos codo a codo, cada golpe que daba resonaba con una fuerza renovada. La adrenalina corría por mis venas, y cada Escámido que caía ante nosotros era un recordatorio de que no estaba solo en esta batalla. El hombre de cabeza de lagarto se movía con una agilidad sobrenatural, sus movimientos eran precisos y letales, como si estuviera bailando en medio del caos.

—¡A la derecha! —gritó, señalando hacia un grupo de criaturas que se acercaban. Sin pensarlo, giré y corté a través de ellos. La confianza se transformó en determinación, y cada golpe se sentía como una declaración de que no me rendiría.

—¡Eso es! —exclamó el cabeza de lagarto, su voz llena de aliento—. ¡Sigue así! ¡Estamos cerca!

El aire se llenaba de gritos y el olor a humo, pero no podía detenerme. La visión de mis hermanos, de Lourdes y Ciro, me impulsaba hacia adelante. Sabía que debía encontrar la verdad detrás de esta lucha, y el misterioso aliado a mi lado parecía tener las respuestas que necesitaba.

—¿Qué es lo que realmente buscas? —le pregunté entre jadeos, mientras esquivaba un ataque y contraatacaba con fuerza.

—La libertad —respondió, su mirada fija en el horizonte—. La libertad de ser quienes somos, sin miedo a ser cazados. Pero primero, debemos acabar con ellos.

Con cada palabra, la urgencia de nuestra misión se intensificaba. La batalla no era solo por nuestra supervivencia, sino por un futuro donde pudiéramos ser libres. Y mientras luchábamos, supe que estaba listo para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en nuestro camino.

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