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14avo Reporte: Una Causa

Ethan

Los mineros estuvieron los días 2 y 3 entrenando, llenos de determinación y nerviosismo. Mientras tanto, Rian y yo estuvimos buscando el núcleo junto a un pequeño grupo de valientes mineros, cada uno con el corazón latiendo con fuerza.

—Hemos caminado bastante y estamos muy adentrados en la mina —dijo Rian, su voz entrecortada por el esfuerzo, pero su mirada reflejaba una mezcla de miedo y emoción.

—Estamos cansados, Ethan —dijo un minero, su voz temblorosa—. Si nos ataca un gusano, no tendremos oportunidad. Mira que últimamente parecen estar más alterados que nunca.

—Está bien, descansemos —respondí, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. Un buen líder escucha a sus seguidores, y en ese momento, sabía que necesitaban un respiro.

Nos tomamos 30 minutos para reponer energías. Apenas dimos unos pasos cuando, de pronto, un gusano salió por nuestra izquierda, lanzándose hacia un minero. Sin pensarlo, desenvainé mi arma y lo corté por la mitad, el eco del metal resonando en la oscuridad.

—Vaya, eso estuvo cerca. Muchas gracias, Ethan —dijo el minero, su rostro pálido mientras caía al suelo, aún temblando por el susto.

—Miren, hay una luz tenue al final del túnel que cavó el gusano —dijo Rian, su voz ahora llena de esperanza mientras avanzaba hacia la luz.

Decidimos seguir ese camino, cada paso resonando con la promesa de lo desconocido, hasta llegar a una cámara gigante tapizada por múltiples agujeros enormes. En el centro, brillaba el núcleo del planeta, pequeño, con forma de diamante y resplandeciente en un blanco nacarado.

—¡Qué bonito! —exclamó un minero, sus ojos iluminados por la maravilla.

—Comuníquense con los demás, envíen las coordenadas de este lugar —ordené, sintiendo la adrenalina correr por mis venas—. Necesitamos prepararnos para la batalla aquí. ¡Este es nuestro momento!

Al cabo de poco tiempo, ya estábamos todos los mineros armados hasta los dientes, listos para enfrentar lo que viniera. Granadas, un disparador de ganchos y herramientas para perforar rocas muy resistentes estaban en nuestras manos, y la determinación brillaba en nuestros ojos.

Llegada la noche, nos reunimos alrededor de una fogata, el calor de las llamas contrastando con el frío de la mina. Éramos 150 hombres y mujeres, cada uno con una historia, un sueño, listos para luchar. Me levanté en un cúmulo de rocas, el corazón latiendo con fuerza, para dar unas palabras. Pero antes, una especie de araña que brillaba venía directo hacia mí, repitiendo mi nombre.

Todos miraban confundidos a la criatura que trepaba por mi cuerpo, repitiendo mi nombre con una voz que resonaba en la oscuridad.

—Ethan —dijo con voz robótica—. Soy Daniela.

—¡Espera! ¿Qué haces aquí? —grité desconcertado, el miedo apoderándose de mí—. Esto es muy peligroso.

—Está bien, amor, estoy a salvo. Escucha con atención. Drake está en el planeta a aproximadamente 15 kilómetros de ustedes. Salamander nos visitó y dijo que su debilidad era mojar el terreno —la araña se abrió como una flor, revelando un parlante y un brazalete—. Póntelo en la boca y habla. Con ese dispositivo podrás controlar a los gusanos. Mientras que con el brazalete puedes adquirir otro aspecto. Cualquier cambio en la actividad de Drake, esta araña te lo hará saber. Nos vemos, mi amor.

—Espe... —la araña dejó de brillar, y el silencio se apoderó del lugar.

—¿Cambio de planes? —preguntó Rian, su voz llena de emoción y expectativa.

—Así es, amigo mío —miré a todos los mineros con confianza, sintiendo la energía en el aire—. ¡Este es nuestro momento! ¡No estamos solos! ¡Lucharemos juntos! ¡Por cada uno de nosotros, por nuestros sueños y por el futuro que merecemos! ¡No dejaremos que el miedo nos detenga! ¡Hoy, somos más que mineros, somos guerreros!

Levanté el puño, y todos imitaron el gesto, gritando con fuerza, llenos de determinación.

El plan es simple: usar a los gusanos para localizar fuentes de agua subterránea. Un grupo de ellos se llenaría de agua y el otro esperaría pacientemente para atacar al enemigo, mientras que otro estaría listo para tragarse el núcleo. Ésta sería la batalla que crearía los cimientos para una revolución que salvaría el futuro de muchos planetas. ¡Hoy, luchamos por la esperanza!

Después de compartir palabras de aliento y motivación, el cansancio comenzó a hacer mella en nosotros. Sabíamos que la batalla que se avecinaba sería feroz, pero también entendíamos que necesitábamos descansar para estar listos. Así que, uno a uno, nos acomodamos en el suelo frío de la mina, con la esperanza de que el nuevo día nos traería la victoria.

La noche transcurrió en un silencio tenso, interrumpido solo por el crujir de las rocas y el eco lejano de la mina. Los sueños de cada uno de nosotros estaban llenos de imágenes de lucha y valentía, pero también de anhelos de un futuro mejor.

Al amanecer, una voz familiar rompió el silencio.

—¡Ethan! —llamó Daniela, la araña, su voz robótica resonando con urgencia—. ¡Despierten! ¡Drake se acerca a gran velocidad!

Los mineros, sobresaltados, se levantaron de un salto, el miedo y la adrenalina inundando sus cuerpos. Miré a mi alrededor y vi la determinación en sus rostros, el cansancio de la noche anterior desvanecido por la inminente amenaza.

—¿Qué tan cerca está? —pregunté, sintiendo que el tiempo se detenía.

—A menos de 5 kilómetros —respondió Daniela, la luz parpadeando con intensidad—. Debemos prepararnos. ¡No hay tiempo que perder!

Rápidamente, nos organizamos, cada uno tomando su lugar. Las armas fueron revisadas, las granadas aseguradas y los corazones, aunque palpitantes, estaban llenos de coraje. Sabíamos que la batalla estaba a punto de comenzar, y cada uno de nosotros estaba listo para enfrentar a Drake.

—Recuerden lo que somos —dije, alzando la voz para que todos me escucharan—. Somos mineros, pero hoy somos guerreros. Luchamos por nuestra libertad, por nuestros sueños y por el futuro de nuestros planetas. ¡No dejaremos que el miedo nos detenga!

Con un grito unificado, todos levantamos nuestros puños al cielo, listos para enfrentar lo que viniera. La emoción y la determinación llenaban el aire, y sabíamos que, juntos, podríamos superar cualquier obstáculo.

Drake irrumpió en la mina con ferocidad, no debíamos confiarnos. Por algo era un de los 12.

—¡Vamos! —grité—. ¡A la batalla!

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Nos vemos en el siguiente reporte!

Psdt: Ethan no es minero, pero el se siente uno

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