10mo Reporte: Aliados
Con el corazón latiendo con fuerza y la adrenalina corriendo por mis venas, saqué mi espada, un arma que podía plegarse y pasar desapercibida. La hoja brillaba con una luz fría, y su peso en mi mano me dio una sensación de poder. No podía dejar que el miedo me detuviera. Corrí de regreso a la mina, decidido a enfrentar a esa bestia.
El rugido del gusano resonaba en el aire, y el suelo temblaba bajo mis pies. Al llegar a la entrada, vi al monstruo retorciéndose, su cuerpo segmentado brillando con un brillo siniestro. Los mineros estaban paralizados, sus rostros llenos de terror, pero yo sabía que debía actuar.
—¡No importa si el miedo nubla tu corazón, da un paso al frente y grita con todas tus fuerzas! —grité, levantando mi espada hacia el cielo.
Mis palabras resonaron en la mina, y algunos mineros comenzaron a gritar, llenándose de valor. La energía se transformó en un grito colectivo, un eco de determinación que llenó el aire. Con un grito de guerra, me lancé hacia el gusano, la espada en alto.
El gusano se giró hacia mí, sus ojos oscuros fijos en mi figura. Con un movimiento rápido, me abalancé sobre él, la espada cortando el aire. El primer golpe impactó en su piel escamosa, pero el monstruo no se detuvo. Se retorció, intentando atraparme con su mandíbula.
—¡Rian, ayúdame! —grité, mientras esquivaba un ataque. Rian y otros mineros se unieron a mí, lanzando piedras y gritando para distraer a la bestia.
El gusano se lanzó hacia mí, y en un instante, me atrapó con su enorme boca. La oscuridad me envolvió, y sentí cómo me tragaba. El pánico se apoderó de mí, pero en medio de la desesperación, recordé las palabras que había gritado antes.
—¡No importa si el miedo nubla tu corazón! —grité desde el interior de la bestia, mi voz resonando en la oscuridad—. ¡Da un paso al frente y grita con todas tus fuerzas!
Con un esfuerzo sobrehumano, comencé a luchar, utilizando la espada para abrirme camino a través de la carne del gusano. La sensación de victoria comenzó a llenar mi ser. Sabía que no podía rendirme. Con cada movimiento, sentía que la fuerza de mis nuevos aliados me impulsaba.
Finalmente, logré salir a la superficie, emergiendo de la boca del gusano con un grito triunfante. La luz del día me envolvió, y los mineros me miraron con asombro y alivio.
—¡Ethan! —gritaron, sus voces llenas de admiración—. ¡El vigilante de las cavernas!
Pero el gusano, debilitado por mi ataque, se retorció en la oscuridad de la mina, y su furia se desató una vez más. Con un último esfuerzo, se lanzó hacia mí, pero esta vez estaba preparado. Con un grito de guerra, me planté firme, levantando mi espada.
—¡No más! —grité, y con un movimiento decidido, hundí la espada en el costado del gusano. La criatura emitió un grito ensordecedor, un sonido que resonó en las paredes de la mina, y su cuerpo comenzó a convulsionar.
Los mineros, viendo la oportunidad, se unieron a mí, lanzando piedras y gritando con todas sus fuerzas. La combinación de nuestros esfuerzos fue devastadora. El gusano, atrapado entre el ataque y la desesperación, comenzó a tambalearse, su cuerpo gigantesco chocando contra las paredes de la mina.
—¡Dale, Ethan! —gritó Rian, su voz llena de aliento—. ¡Termina esto!
Con un último esfuerzo, hundí mi espada aún más profundo, y el gusano, en un último intento de liberarse, se retorció violentamente. Pero era demasiado tarde. Con un rugido final, la criatura cayó al suelo, su cuerpo colapsando en un estruendo ensordecedor.
El silencio se apoderó de la mina, y el aire se llenó de polvo. Miré a mi alrededor, viendo a los mineros con expresiones de incredulidad y alivio. Habíamos ganado.
—¡Lo hiciste, Ethan! —dijo Rian, su rostro iluminado por una sonrisa de orgullo—. ¡Eres un verdadero héroe!
—No lo hice solo —respondí, mirando a todos a mi alrededor—. Todos luchamos juntos. Esta victoria es de todos nosotros.
Mientras los mineros comenzaban a celebrar, sentí una nueva emoción de victoria. Había ganado nuevos aliados y amigos en esta lucha. La camaradería que se formó en ese momento era palpable, y su aliento de vida me llenó de esperanza.
—¡Ethan, el vigilante de las cavernas! —gritaron, y su alabanza resonó en las paredes de la mina, un eco de triunfo que prometía un futuro mejor.
Sabía que, aunque el camino por delante sería difícil, no estaba solo. Había encontrado una familia en esta lucha, y juntos enfrentaríamos cualquier desafío que se presentara.
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