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4. Las reglas de un amor falso

Anakin

—Renuncio.

No estoy pidiendo permiso, ni siquiera lo estoy diciendo como una sugerencia. Simplemente lo estoy informando, y sé que soy serio con mis palabras cuando veo el rostro de mi amigo Ray, también gerente de la agencia, palidecer por completo.

—No puedes estar hablando enserio —dice, emitiendo una risa cargada de nervios.

—Lo hago.

—No, no es cierto —dice, volviéndose a reír, pero no le sigo la corriente. No puedo hacerlo. No después de todas las situaciones incómodas por las que he tenido que pasar gracias a este trabajo.

Es cierto que la paga es buena, pero no lo vale si con ello me estoy desgastando física y mentalmente.  Intentaré encontrar un trabajo mejor, tal vez tenga que hacer horas extras durante algún tiempo, o quizá pueda pedir un préstamo para mantenerme mientras encuentro algo más. Será difícil, pero no tanto como lo es mi vida ahora. Solo puedo esperar que el próximo lugar donde trabaje no tenga como oficina un pequeño despacho pintado de tonos rosados claro, con anuncios de renta de novios como si estuvieras pidiendo un auto para vacacionar el fin de semana, o un catálogo con las fotos y características de los chicos que trabajan aquí.

Pensando en eso, alcanzo los que se encuentran en el escritorio y empiezo a buscar mi sección. Cuando veo mi imagen impresa en esa hoja plastificada, mostrando mi mejor pose y luciendo un buen cambio de ropa, me estremezco. Este no soy yo. Yo no soy el chico de pantalones negros ajustados, chamarra de cuero y gafas oscuras que posa con tanta seguridad, ni el que expresa con facilidad palabras falsas de amor a cualquier chica que lo contrate. Yo soy más que eso. Aún no sé qué. Pero definitivamente no soy el de la fotografía.

Tomo la hoja de la orilla, dispuesto a arrancarla por completo, y con ella quitarme el peso de este trabajo. Pero la mano de Ray se apresura a detenerme. Está sudoroso y claramente muy nervioso. Soy consiente de que a la agencia no le ha ido muy bien últimamente, y perder a más trabajadores sería realmente un golpe fuerte.

—Espera, ¿por qué no lo piensas mejor? —pregunta, intentando quitarme el catálogo—. Si estás cansado podrías tomarte unas vacaciones o puedo conseguirte un contrato con otra chica diferente.

—Sé que solo estás haciendo tu trabajo, pero necesito que te detengas ahora.

Ray suelta un pesado suspiro y se termina hundiendo en su silla. Está cansado, a tal punto de que hay ojeras marcadas debajo de sus ojos. Su cabello castaño está totalmente despeinado, y podría jurar que tiene más pecas de las habituales. Él también es un chico apuesto. Si se quitara las gafas y tuviera más confianza en sí mismo sería capaz de ser la estrella de está agencia, y no solo pasarse el día tras un escritorio, organizando citas. Pero sé muy bien que ese tampoco es su estilo.

La campana de la puerta suena, anunciando la llegada de una nueva chica, muy posiblemente desesperada por alguien que la acompañe a un baile de graduación o a la boda de una amiga, y yo ya no estoy de humor para lidiar con más problemas.

—Estaré esperando en la parte de atrás —indico, sin siquiera girarme para ver a la clienta.

Pasó el escritorio mientras Ray pone su mejor sonrisa y saca su amabilidad a relucir. Abro la puerta del cuarto y me adentro en esa pequeña habitación de descanso. Sin querer pensar en algo más, me siento en el sofa después de tomar un refresco de la alacena. Las paredes son delgadas, por lo que aún puedo oír a mi amigo explicándole los términos y condiciones a esta nueva chica.

Las he escudado tantas veces que hacen eco en mi memoria y las repito en voz baja casi por instinto:

1. Los besos, caricias, y el contacto físico íntimo están completamente prohibidos.
2. No se permite estar en una relación real con la pareja falsa.
3. No esparcir información personal de los novios falsos.
4. Cumplir con lo estipulado dentro del contrato.
5. Tanto el cliente como el novio falso pueden dar fin al contrato si alguna de las partes se siente incómoda o presionada.
6. No hacer peticiones indebidas.

Y la más importante de todas, pero que a menudo es la que más ignoran:

7. No enamorarse.

Si lo pienso, ninguna de esas reglas es difícil de cumplir. Y no puedo entender como no pueden aferrarse a ellas.

Ray entra a la habitación unos minutos después, sin siquiera tocar la puerta y con una expresión de emoción en su rostro.

—¡Tengo la solución! —exclama, cerrando la puerta detrás de él.

—¿De qué estás hablando?

—La chica de allá afuera —señala, como si tuviera la habilidad de ver a través de las paredes y encontrarme con esa misteriosa mujer que le ha devuelto el color al rostro de mi amigo—, quiere contratar a un novio falso.

—No me digas —suelto con ironía—. Creí que solo venía a ojear el catálogo.

—A lo que me refiero es que ella quiere a alguien que le enseñe la ciudad, no alguien que finja salir con ella.

—No sé si no te has dado cuenta, pero eso suena como una excusa muy mal trabajada.

—Ese es el punto, ella no es de aquí —dice, agitando la solicitud de renta justo frente a mí—. Básicamente tendrás que ser su guía turístico hasta que ella se adapte. Una vez que lo haga, el contrato terminará y tu podrás considerar retomar tu trabajo de nuevo.

Tomo a regañadientes la hoja que Ray no ha parado de mover de un lado a otro. Las solicitudes de renta también se han convertido en algo habitual en mi día a día, una máscara que tengo que ponerme cada vez que soy contratado, un disfraz con el que tengo que fingir ser una persona que no soy. Pero para mi sorpresa, no hay restricciones en esta hoja. No hay anotaciones que digan como debo vestirme, que debo decir, a que cosas debo ser fanático, o como debo actuar ante determinadas situaciones. Aquí no hay más que una nota en la parte de abajo, escrita con tinta negra y una perfecta caligrafía que dice: Que sea él mismo.

Cuatro palabras que no había leído jamás mientras trabajaba aquí. Ser yo mismo parece algo tan ajeno que no sé como debería sentirme al respecto. Me pregunto que clase de chica haría una petición tan extraña, y aunque no descarto la posibilidad de que esto sea un truco muy ingenioso para llamar la atención, lo acepto.

—Solo este trabajo —advierto—. Después decidiré si me quedo o me voy.

—¡Así se habla! —dice, tomando la hoja de vuelta—. Organizaré algo sencillo para la primera cita, así que no te preocupes.

—Me preocupa más que la chica decida salir corriendo después de escuchar tus gritos —bromeo, un poco más relajado.

Ray se detiene en la puerta y vacila un poco ante sus siguientes palabras.

—Gracias por hacer esto —dice, con total sinceridad—. Llegamos juntos a esta agencia y se sentiría vacío seguir sin ti.

Ray cierra la puerta y me deja solo con un silencio que de pronto se siente demasiado pesado. Él fue el descubrió este empleo hace dos años, me dijo que la paga era buena y que era una mejor opción que pasar de trabajo en trabajo sin un contrato fijo. Y tuvo razón, fue bueno durante los primeros meses, cuando todo parecía nuevo y emocionante, pero después de que las clientas se volvieran frecuentes y de que más chicas empezaran a conocer la agencia, todo se fue derrumbando. Guardo la esperanza de que está vez sea diferente, o de otra forma, no sé lo que haré.

Mi teléfono suena y leo los mensajes que he estado postergando hasta ahora. Hay uno de mi compañía telefónica avisándome que mi plan está a punto de vencer, otro que informa a los ciudadanos que están buscando extras para una película, uno con las cuentas médicas del hospital de mi padre y un mensaje más de él diciéndome que me espera para cenar.

Guardo el teléfono y me concentro únicamente en el sabor del refresco y en como me gustaría que de pronto, mi vida cambie por completo.

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