2. Encuentro en mil y un idiomas
Anakin
—Yo realmente estoy enamorada de ti —confiesa Lucía, la chica que me contrato hace unos días para ser su novio falso—. Así que por favor sé mi novio real.
Nuestra relación no es más que un noviazgo fingido regido por las reglas de un contrato. No hay amor, ni siquiera cariño o amistad. Solo somos dos desconocidos que fingen gustarse frente a los conocidos del otro, nada más. Debí de haber sospechado que esto llegaría a este punto cuando ella empezó a contratarme con más regularidad, y ya no para eventos familiares o con amigos, sino para citas en donde pasamos la mayor parte del tiempo solos. Pero por mucho que lo hubiera previsto no podría rechazar los pagos recibidos por esas citas, que aunque no es mucho dinero, la paga es mucho mejor que en cualquier trabajo promedio.
—Estar en un noviazgo real con los clientes es contra las reglas —defiendo con desinterés. Estoy cansado. Este tipo de situaciones se estan volviendo cada vez más frecuentes y ya no sé que puedo hacer para evitar que estas chicas se ilusionen en vano. Aunque la respuesta obvia sería dejar mi trabajo y dedicarme a otra cosa, no es una libertad que pueda tomarme con todas las responsabilidad que tengo encima—. Eso esta bastante claro en las políticas de la empresa Fake Love.
—Lo sé —admite, pero dudo mucho que haya leído el reglamento completo—. Pero que romántico sería que nuestro amor rompiera todas las reglas posibles.
De todos los lugares en donde lo pudo haber hecho, ella decide confesarme esto en un parque lleno de lugareños y turistas que no dudan en caminar más lento al pasar a nuestro lado para escuchar mejor nuestra conversación. Aunque tengo que admitir que no es lo peor que me ha pasado trabajando como novio falso. Supongo que son las desventajas de mi trabajo nada convencional. En momentos como este, realmente me arrepiento de haber abandonado la universidad, pero la matrícula era muy elevada, y con la enfermedad de mi papá, era un lujo que no podía darme. Y este trabajo, aunque molesto, es bien pagado.
—Es tu amor, no el nuestro —corrijo, tratando de ser firme pero a la vez comprensivo—. Además, ¿qué es lo que te gusta de mí?
—No seas así de malo —se queja, en un intento de parecer más linda, pero desde mi perspectiva logra todo lo contrario—. Amo como tu cabello negro combina con tus oscuros ojos y tu tenue bronceado es muy atractivo también.
—¿Estás diciendo que mi único atractivo es mi físico? —pregunto, fingiendo dolor en mi voz.
—Claro que no, también amo que te guste pasear por el parque y charlar comiendo un helado, me gusta mucho cuando hablas de la naturaleza y las plantas...
—Pero no me gusta —argumento, y sueno más frío de lo que me gustaría. Pero si hay una cosa que no soporto es la falsedad y ahora mismo ella dice estar enamorada de una versión falsa de mí—. Esas cosas tú las pusiste en la solicitud cuando fuiste a rentar a un novio falso, y como buen trabajador yo solo me aferre a ellas. Si hubieras solicitado a alguien que le gustara la música clásica y el canto, yo hubiera hecho todo lo posible para investigar al respecto y apegarme al papel que querías que interpretara. Pudiste haber pedido cualquier cosa, y yo me hubiera enfocado en ser aquello que solicitaste.
—Pero no digas que somos novios falsos, eso se escucha muy distante —se vuelve a quejar, sacando pequeñas lagrimas de sus ojos mientras ignora todo lo que le digo—. Yo realmente te amo, así que sé mi novio real.
Una relación entre cliente y empleado no está permitida, y aunque lo estuviera, jamás me interesaría por chicas superficiales como ella que dicen conocerme cuando en realidad no saben ni las mínima cosa de mí.
—No deberías decir te amo con tanta facilidad, sobretodo cuando no es así —explico, dejando salir un pesado suspiro. A este punto, solo queda una cosa por hacer—. Debido a los inconvenientes es mejor que demos por terminado el contrato. Le avisaré a Carl, el gerente, para que pueda asignarte una nueva pareja falsa para tus eventos.
—¡Pero yo no quiero eso! —exclama, y su expresión tierna es rápidamente reemplazada por una de furia. Tanto es su enojo que no me sorprendería que realmente salgan chispas de su cabeza—. Ya te dije que a quien quiero es a ti...
Lucía sigue hablando, pero mis oídos ya no la quieren seguir escuchando. Solo hemos salido un par de veces para reunirnos con sus amigos y unas cuantas veces más solos, y ya está completamente convencida que somos el uno para el otro, aún cuando pasa la mayor parte del tiempo hablando de ella y de su vida, ignorando cualquier aspecto sobre mí que no le interesa. Y es mucho peor porque no tiene ni idea de quien soy en realidad.
Es irónico que a pesar de que no me gusta mi trabajo, soy muy bueno en ello. Aunque es mi físico y mi capacidad de actuación los que hacen que esto sea posible. Tal vez en otra vida hubiera sido un gran actor. Apuesto a que eso me traería muchos menos problemas que los que tengo ahora mismo.
Mi mente divaga mientras ella sigue alardeando del porque debería estar enamorado de ella, como si corresponder a sus sentimientos fuera una obligación y no solo una opción. Ni siquiera toma en cuenta que este tipo de decisiones se toman entre dos personas y no solo de una de las partes.
En ese momento, entre reclamos y la fresca brisa del viento, una chica de corto cabello desarreglado llama mi atención. Parece torpe y va chocando con las personas que pasan mientras camina haciendo anotaciones en una libreta. No parece ser por de por aquí, pero tampoco se ve como una turista. Si fuera así, estaría tomándole fotos a cualquier cosa que se le ponga enfrente, pero en lugar de eso, se la pasa escribiendo mientras mira a su alrededor con entusiasmo, casi como si estuviera convirtiendo el paisaje en palabras escritas.
—¡¿Me estás escuchando?! —reclama Lucia, luciendo mucho más furiosa que antes.
—Por supuesto.
—¡Eso no es cierto! ¿A quién estás viendo? —pregunta alarmada, dándose la vuelta y buscando a la culpable de mi distracción, aún cuando simplemente dejé de escucharla porque quería dejar de hacerlo—. ¡¿Quién es ella?! ¿Acaso la conoces? —interroga, señalando a la chica de hace unos momentos, que continúa caminando hacia nuestra dirección—. ¿Es por ella que no quieres tener una relación conmigo?
—Antes de hoy jamás la había visto —defiendo, mientras siento como la paciencia va abandonando mi cuerpo—. Además, ese no es punto, ya te he dicho que tú no me gustas.
—¿Y si te gusta ella? —reclama, en un ataque de celos completamente injustificado.
—¡No hay forma de que me guste una chica tan descuidada como ella! —grito, pero no lo digo contra aquella chica que ni siquiera conozco, porque soy consiente de que no se debe juzgar a nadie sin antes conocerlo, sino que lo digo para que Lucía pare de hablar.
—¿Qué es lo que has dicho? —interroga la chica, metiéndose en la conversación, ya que parece que nos ha escuchado. Tengo que admitir que no esperaba que ella entendiera y hablara tan bien el inglés, porque generalmente los turistas nunca lo hacen, lo que refuerza mi teoría de que ella esta aquí por otra razón—. ¿Tienes algún problema conmigo?
—¿Qué? No —niego con confusión—. Y además no estoy hablando contigo, sino con ella —digo, señalando a Lucía, quien me mira como si fuera el peor infiel de la historia.
—¡Pero acabas de decir que soy descuidada!
—Te dije descuidada porque vas chocando con las personas mientras escribes —digo, y no me doy cuenta de que estoy hablando en otro idioma hasta que las palabras terminan de salir de mi boca.
Es un extraño hábito mío, cuando me pongo muy nervioso suelo alternar mis palabras entre los distintos idiomas que sé. Es como un método de defensa, porque así las personas se desconciertan y suelen dejar la discusión de inmediato. Solía hacerlo mucho cuando empecé a trabajar como novio falso, pero con el tiempo y la práctica, logré superar esos lapsos de nerviosismo hasta que desaparecieron por completo. O al menos eso creía, porque ahora frente a esta extraña chica, han regresado.
—¿Estás asumiendo que si hablas en otro idioma yo no te voy a entender? —dice la chica, imitando mi idioma y con mucho más molestia que antes.
—No, yo solo... —empiezo a decir en italiano, pero una vez que inicio es imposible parar—. Para empezar, ¿quién eres y por qué te estás metiendo en está conversación? —preguntó, y es en este momento que me arrepiento de haber tomado tantos cursos de idiomas en mi juventud—. Enserio, esta conversación no te concierne —indico, volviéndonos a señalar a Lucía y a mi.
—Mi nombre es Anezka y estás hablando de mi, así que creo que me concierne bastante —responde a la defensiva, hablando en italiano. Su acento aún esta muy marcado, pero puedo entender sus palabras a la perfección.
—Realmente nunca imagine que una chica tan descuidada pudiera hablar tantos idiomas —comento en mi mejor francés, mientas voy sintiendo que mi nerviosismo empieza a reemplazarse con un toque de competitividad.
—Apenas estoy empezando, chico que aún no tiene la decencia de presentarse —reclama Anezka, con un francés perfecto—. Además, no deberías juzgar la inteligencia de alguien de acuerdo a su personalidad.
Rápidamente nuestro pequeño altercado llama la atención de unos cuantos transeúntes mientras Lucía sigue mirándonos estupefacta, pero por alguna razón ya no me importa llamar la atención.
—Me llamo Anakin, gracias por preguntar —respondo con sarcasmo y un alemán intermedio, esperando que está vez ella no sea capaz de responder—. ¿Por qué no solo lo olvidamos y seguimos nuestro camino?
—Es difícil olvidarlo si no recibo una disculpa por tu falta de respeto —dice, y esa simple oración me muestra que su alemán es mejor que el mío.
—¡¿De qué están hablando ahora?! — pregunta Lucía con frustración, mirándonos a ambos alternadamente en busca de respuestas. Es obvio que ella no entiende nada de lo que estamos hablando.
Pero en este momento, ganar esta batalla me emociona aún más que acabar con una relación falsa.
—Lo siento, niña sabelotodo, ¿con eso es suficiente? —me disculpo mostrando mi carta de triunfo, un japonés cuidadosamente perfeccionado durante mucho tiempo, y en pocas palabras, el idiomas más difícil que soy capaz de hablar.
—Será suficiente cuando demuestre ser verdaderamente una sabelotodo al saber más idiomas que tú —dictamina con una sonrisa triunfadora.
—¿Pero qué clase de chica eres? —pregunto, sin poder creer que su japonés sea igual de bueno que el mío.
—Continúa hablando si quieres, puedo defenderme en cualquier idioma que se te ocurra, así que, ¿por qué no lo eliges? —me reta, reduciendo la distancia entre nosotros. Noto un ligero toque a canela y miel cada vez que se acerca, pero no dejo que eso me desconcentre, porque aunque solo conozco lo básico, aún me queda un idioma por probar.
—¿Te parece bien el chino?
Con cada frase que dice en diferente idioma, Anezka avanza más hacia mi, haciéndome retroceder.
—Si, el chino está bien —responde—. Aunque también me gusta el coreano —dice, cambiando de idioma. Puedo entender su frase solamente porque es básica, pero no tengo ni idea de como responder—. ¿Qué te parece el latín? Soy buena en ese.
Suelto una ligera sonrisa, porque de hecho, el latín también se me da.
—Si, de hecho el latín me agrada —respondo con audacia, aunque por dentro temo que mi idioma esté un poco oxidado.
Anezka me devuelve la sonrisa. Aunque pude salvar esta batalla, es obvio que ella ganó la guerra por mucho.
—Lo siento —me disculpo, pero esta vez con sinceridad—. No quería ofenderte, lo prometo.
—No fue una ofensa —responde Anezka, restándole importancia—. En realidad fue bastante divertido.
—¡¿Pero qué es lo que pasa con ustedes dos?! —grita Lucía, completamente furiosa. Por un momento había olvidado que seguía aquí—. ¡Ya no quiero volver a verte, infiel!
Lucía se da la vuelta y se marcha. Casi parece que suelta chispas con cada paso que da.
—¡Pero nosotros ni siquiera somos realmente novios! Además, ¿en qué universo esto es una infidelidad? —trato de defender, pero ella me ignora por completo.
—Para la próxima, no hables de las personas a sus espaldas y si vas a hacerlo, al menos trata de que no te escuchen —me advierte Anezka, antes de seguir su camino.
No puedo decir nada más, me quedo ahí parado, solo, tratando de analizar que fue exactamente lo que acaba de pasar. Sin embargo, no puedo encontrarle ninguna explicación lógica.
—Que día más loco —susurro para mí, mientras me coloco el gorro de la sudadera para evitar que se noten mis mejillas sonrojadas.
Veo como Lucía desaparece en una dirección y Anezka por la otra. No sé exactamente como llegamos a una discusión de idiomas, pero al menos hizo que me librara de Lucía de una forma bastante única. Tengo que darle créditos a la chica por eso.
Me dirijo en una dirección completamente opuesta a la de ellas, y en el camino no puedo evitar soltar unas leves risas al recordar lo ocurrido.
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