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015

*POV Samantha*

— ¿¡Tienen información de ella?! ¿Quién es el culpable de esto?

Luego de que Damiano descubriera la verdad y recordará que habían secuestrado a Morana, se volvió totalmente loco, tenía tiempo sin verlo en esa faceta.

Damiano había dejado totalmente el mundo de la mafia luego de lo que pasó con su hija, dejándonos gran parte de sus negocios a nosotras al crecer.

Se las iba a dejar a Sebastián, pero este no era tan amigo de este mundo, prefería simplemente sanar a nuestros heridos.

— No hemos encontrado nada — Digo con enojo — Pensamos que Santome tenía algo que ver, ya que la ves pasada también la secuestro, pero estos hombres que nos atacaron no son de el y no nos dieron ni la más mínima información, ahora todos estan muertos.

— Pues sigan buscando — Dice con dureza.

Ok, eso no me gustó para nada.

— Mira, Damiano, tú no eres nadie para venir a darme órdenes — Digo con enojo — Estás en mis propiedades, bajo mis ordenes, así que te pido que bajes ese tono.

— Te recuerdo que todo esté poder que tienes, es gracias a mi y a tus padres, tus padres al morir te dejaron todos y yo decidí dejarles casi todo.

— Pero Victoria y yo logramos llegar por nuestro propio mérito a donde estamos, siendo las mafiosas más temidas y crueles de todas — Le digo con una seriedad mortal — Entiendo que estés alterado al saber que tú hija está viva, pero ahora no tienes el mismo poder que años atrás, así que no busques que te mande de regreso a tu casa sin saber nada.

Damiano me mira con furia, pero se estaba conteniendo.

— Tu padre estaría orgulloso de lo que te haz convertido — Suelta de repente — Déjame ayudar en la busca de mi hija, aunque tengo conocimiento en este mundo.

— Por supuesto que nos ayudarás, Damiano — Interviene Victoria posando una de sus manos en mi cintura — Bajo nuestras reglas.

— Bien — Acepta este.

— Entonces manos a la obra — Dice Sebas con una sonrisa — Muévanse.

— ¿Creen que mis hermanos también estén vivos?  Al menos Stefan, fue el que no encontramos junto a mi hija — Pregunta Damiano saliendo del laboratorio de Sebas.

Otro misterio por resolver, aunque lo dudo.

Tiempo después del incidente, encontramos a Paul muy malherido en un hospital, estaba la borde de la muerte y se disculpaba con Damiano de lo que le había pasado a Morana, luego de ellos falleció.

Todo fue tan raro.

Y el cuerpo de Stefan nunca fue encontrado, al igual que el de Morana.

Quizás también esté vivo, o quizás su cuerpo se desintegró por completo.

— Patrona, encontramos esto — Uno de mis hombres me extiende una hoja, donde estaba la información de un auto — Es uno de los autos que encontramos, estaba a nombre de Stefano Vargas.

— Su padre — Dice Vic tomando el papel — Mar me dijo que así se llamaba su padre, el cual la entregó a Martín.

— El maldito impostor — Gruñe Damiano.

— ¿Tienen sus datos? ¿Alguna foto?

— Tenemos la ubicación de varias propiedades y bodegas, pero no encontramos ni una foto de este, pareciera que no existiera.

— Infiltrense en sus propiedades, quizás lo encontremos en alguna de estas — Ordena Victoria dejando los papel sobre la mesa.

— Diabolessa, esas casas llevan abandonadas años, podemos buscar, pero se nota que no hay vida allí.

Frunzo el ceño extraña, esto está muy raro.

— Entren a ellas y traten de buscar información, alguna foto del maldito, lo que sea —  Gruño.

— Si, patrona.

Este sale de nuestra vista llevándose a varios de los nuestros.

Todo estaba malditamente raro.


































*POV Morana*

Escupo la sangre que se alberga en mi boca y respiro con dificultad, el aire no llegaba a mis pulmones y aprieto mis puños adolorida.

— Si las jefas se enteran de esto, me van a matar — Dice algo luego de darme un golpe en el abdomen, justamente en el hígado.

Ya veo porque es de los mejores, y eso que me está teniendo compasión.

— Ellas ya no son tus jefas, yo soy tu jefa — Digo incorporándome — Dame un último golpe en la mejilla.

— Pero.

— ¡Que me golpees! ¡Si yo te doy una puta orden, tú la cumples sin chistar! — Le exijo con furia.

Este no tarda mucho en darme un derechazo en el rostro, sentía mi pómulo hinchado y mi labio roto.

— Eres peor que ellas — Dice Aldo extendiéndome la mano, la cual tomó para levantarme del suelo.

— Te lo advertí — Hago una mueca al tocar mi labio — ¿Ya sabes lo que tienes que hacer?

— La iré a dejar cerca del bosque donde me dijo, tendré que deshacerme del coche, luego esperaré a que su equipo vuelva y nos comunicaremos por el teléfono que me dió, del cual ya sabe el número, usted se encarga del resto y yo acatare sus órdenes — Dice como un robot.

— Perfecto — Sonrió a pesar del dolor — Aunque no me trates de usted.

— ¿Entonces como? — Pregunta extrañado.

— Te estás convirtiendo en mi hombre de más confianza, llámeme por mi nombre pero con respecto — Digo con obviedad

Me acerco a un espejo, viendo mi hermoso rostro magullado, me llegan recuerdos cuando mi "padre" me golpeaba sin piedad.

— Pero al hablar de mi con otros, me llamarás Lilith, quiero que el mundo mafioso se entere que algo totalmente nuevo esta renaciendo, pero sin que nadie sepa de mi existencia, y preferiblemente, tu tampoco debes salir a la luz, o las chicas iran contra ti, ellas pensaran que estas muerto.

— Lilith, como la reina del infierno — Escucho a mis espaldas y sonrió con maldad.

— Somos mejores amigas, no lo entenderías — Digo riendo levemente para luego soltar un suspiro — Manos a la obra.

Tenía un plan y espero salga bien.

La única persona que sabia que había recordado todo era Aldo, lo cual me beneficiaba.

Nos montamos en el mismo auto que llegamos y Aldo se encarga de manejar a un bosque bastante lejano de la cabaña.

Este estaba mejor, su herida iba sanando con rapidez, tenía una buena recuperación y mi ayuda lo adelantaba todo.

— Nos vemos luego, jefa.

Cierra una esposa alrededor de mi muñeca izquierda y me pasa un celular viejo.

Sempre attento, consigliere.

Hablo en italiano, lo cual tenía mucho tiempo sin hacer.

Consigliere, se le denomina al consejero del jefe, quizás no su mano derecha, pero si su mano izquierda.

Mi mano derecha siempre será Molly, y aunque me dé desagrado admitirlo, Felix.

Veo a Aldo apartarse del bosque y al oír el motor arrancar, corro adentrándome al bosque para agitarme.

Es momento de actuar.

Marco un número que me se de memoria y espero pacientemente.

— ¿Bueno? — Escucho la sería voz de la platina y casi me mojo.

Que calor.

— V..Vic — Digo con la voz temblorosa.

— Mora... Mara — Se corrige rápidamente.

Mierda, ya lo saben.

Maldito Sebastián chismoso.

— Vic, ayúdame, me duele — Sollozo contra el teléfono.

— ¿Donde estás, linda? — Me dice con voz suave, pero notaba el desespero en su voz — ¡Quiero que rastreen el maldito teléfono! — Grita tapando la bocina del teléfono.

— Es un bosque, y..yo logré escapar — Hipo entre lágrimas — Corri mucho, logré perder a las personas que me hirieron, pero ahora no sé dónde estoy.

Sorbo mi nariz con dramatismo.

¿Y mi Óscar?

— Tengo miedo, Vic — Lloriqueó.

— Dolcezza, te prometo que te encontraremos — Me asegura con voz calmada — Debes dejar el teléfono en la llamada para hacer más rápido la búsqueda y darnos cualquier detalle particular, pero hacer la búsqueda mas rápida.

— Bueno.

— Déjame hablar con ella — Escucho la voz de Samantha a lo lejos.

— Yo estoy hablando con ella, apártate — Gruñe.

— Vic, quiero hablar con Sam — Le hago saber y está bufa, pasándole el teléfono a la rubia.

— ¿Dulzura? ¿Estas bien?

— Estaría mucho mejor con un vaso caliente de chocolate — Bromeó ligeramente y me quejo cuando me lastimó el labio — Me duele todo el cuerpo.

— Te juro que haremos pagar a la persona que te hizo esto — Su voz suena venenosa.

Uy, pobre Aldo.

— El..ellos mataron a Aldo — Digo con la voz entrecortada.

— Mierda — Susurra Samy — Calmate, dulzura, ya tenemos tu ubicación, en quince minutos llegamos.

— Bueno.

Recuesto mi espalda en un árbol, me había pasado un poco con los golpees que le ordene a Aldo darme, probablemente tenga una costilla fracturada.

Mis ojos se empiezan a cerrar involuntariamente y empiezo a ver borroso, para luego toser en mi mano.

— Mierda — Murmuro al ver sangre en esta.

Escucho pasos acercarse y me pongo alerta, aun no han pasado 15 minutos, ¿O si?

Intento pararme para irme corriendo, es imposible que hayan llegado tan rápido.

Aunque un mareo me golpea, haciéndome casi caer de no haber sido por el árbol.

— Tengo manos y no tengo miedo de usarlas, yo me vi todas las de karate kid — Amenazó la aire.

— Es bueno saberlo.

Escucho una voz ronca cerca de mi y me volteó con el corazón acelerado.

— Vic — Hago un puchero.

— Ven acá, Dolcezza — Se acerca rápidamente a mi y me rodea con sus fuertes brazos, abrazándome con su calidez — La encontré.

Habla por un intercomunicador y me toma en brazos, sacándome un quejido de dolor.

— Ya está, amore, ya estás a salvo — Dice contra mi oído mientras escondo mi cara en su cuello.

Tenía razón, estaba a salvo, el que no lo iba a estar tanto sería mi tío.

— Mar — Escucho la voz de Samy y salgo del cuello de Vic, volteando mi cabeza para buscarla.

Ya habíamos salido del bosque y ya estamos en la carretera, donde habían muchos autos y hasta un helicóptero.

— Hola — Murmuro con la voz algo seca mientras Vic me baja, para que Samantha me abrace.

Me acurruco en sus brazos y cierro los ojos, sintiendo como las fuerzas de mi cuerpo se iban desvaneciendo poco a poco.

— ¡Que Sebastián prepare todo, apenas lleguemos la tiene que atender!

Es la última orden que escucho de Victoria para luego caer en un hoyo negro.

Necesitaba dormir 20 horas seguidas.

Abro los ojos lentamente y volteo mi cabeza, analizando la habitación donde estoy.

La habitación de Samantha.

Mis brazos tenían intravenosas y mi cuerpo se sentía relajado, debido a los calmantes que Sebastián me había inyectado.

Arranco las intravenosas de mis brazos con cuidado y salgo de la habitación, en busca de las chicas.

Probablemente cuando me vean de pie y sin intravenosas, van a pegar un grito al cielo.

Camino por los pasillos de la planta de arriba, viendo algunas habitaciones pero en ninguna las encontraba.

Cuando cruce para bajar las escaleras, me choque con un cuerpo y un aroma muy conocido por Morana pequeña me invadió.

— ¿Estás bien? — Me dice aquella voz que conozco a la perfección y he anhelado volver a escucharla desde hace años.

¿Papi?

No llores, Morana, las princesas no lloran y tienes un plan que seguir.

Creo que se me bajó la presión.

Sentía mi cuerpo helado.

— S..si — Casi balbuceo — ¿Usted quién es?

— Mhm — Mordisquea su labio inferior, el cual era un gesto que hacía siempre que estaba nervioso — Un viejo amigo de la patrona y la diabolessa, tu debes ser Mara.

— Un gusto, Mara Vargas — Extiendo mi mano — ¿Y usted cómo se llama?

— Damiano Salvatore — Estrecha mi mano.

Una corriente pasa por todo mi cuerpo y solo quiero tirarme en sus brazos para llorar.

Mi papi estaba muerto, mi tío lo mató en esa explosión, el me lo dijo.

— Mara — Escucho la voz de Sebastián y suelto la mano del señor, volteando mi cuerpo para ver a mi primo junto a los amores de mi vida, y ciertamente, no estaban muy contentos — ¿Cuando será el día que te quedes quieta en una cama tomando reposo?

— ¿Nunca? — Digo con cero seguridad — Las estaba buscando pero me tope con el señor Salvatore.

Le doy una mirada a mi papi y este hace un ligera mueca al oír la palabra señor.

— Puedes decirme Damiano, Mara, estamos en confianza.

— Por supuesto, Damiano — Le doy una pequeña sonrisa.

Mi mirada pasa a los otros tres, los cuales nos miran expectantes.

— ¿Que? — Cuestionó.

— Nada — Hablan los tres al mismo tiempo.

— Vamos a la habitación, señorita, tú debes descansar — Me dice Victoria acercándose a mi.

— Pero tengo hambre — Hago un puchero.

— ¿Que quieres comer? Damiano hará el favor de pedirle a la cocinera que te haga algo y luego lo subimos — Dice Samy, mirando a mi papi y luego a mi.

— Oh, no, no quiero molestar — Niego.

— No molestas, Mara, de igual forma, debo pasar por la cocina — Dice Damiano con una pequeña sonrisa.

Es raro decirle por su nombre.

— Mhm, quiero ravioles de queso ricota y de tomar una coca cola.

Los ravioles eran mi comida favorita de pequeña y tenía muchísimos años sin probarla.

— ¿R..ravioles? — Dice Damiano casi tartamudeando — Por supuesto, ya mismo iré a la cocina a pedirlos.

— No es recomendable que tomes coca cola — Dice Sebas con un pequeña sonrisa, que intenta ocultar.

— Si no me he muerto con todo lo que he pasado, no me moriré su tomó coca cola — Le saco la lengua — La coca cola con hielos, por favor.

— Claro — Dice Damiano soltando una risita — En un rato llegarán a la habitación.

Le sonrió amablemente y me encaminó a la habitación de Samy, con tres perros guardianes a mis espaldas.

— ¿Tengo algo partido? Recuerdo que me dolían las costillas, y no era un dolor leve — Digo sentándome en la cama.

— Una pequeña fisura, la cual con descanso se sanará — Me da una mirada severa y suelto un bufido, siendo recostada por Victoria.

— Sebastian, déjanos solas — Dice Samy cerca de la puerta.

— En un rato vendré a revisarte — Sebas me mira con cariño y luego sale de la habitación.

Estos no saben disimular.

— Joder, Dolcezza, debes dejar de pegarnos estos sustos — Dice Vic acariciando mi cabello.

— Lo siento — Murmuro acercándome a sus caricias.

— ¿Puedes decirnos que paso? — Samy pregunta sentándose en el borde de la cama.

— Pero abrázame — Me quejo.

Esta niega con diversión y se acerca más a mi, rodeándome con su brazos. Recuesto mi cabeza en su pecho y suelto un suspiro de satisfacción.

— Victoria, lo mismo para ti.

— Volviste como más mimada y mandona — Dice la platina riendo.

Siento sus manos rodear mi cintura y besar mi hombro.

— Salí corriendo con Aldo, cuando íbamos a mitad de camino, alguien le disparo por la espalda, tome su arma con algo de miedo y deje la cajita que me diste a su lado, me acerqué hacia donde había oído el disparo y vi una persona, aunque no logré ver su rostro, a los segundos, algo explotó donde habia dejado a Aldo y me desmaye — Suelto un suspiro para evitar que mi voz se quiebre — Cuando desperté, estaba en una habitación oscura y me estaban golpeando, luego me subieron a una camioneta y en cierto momento del camino, nos detuvimos y me bajaron, parece que iban a cambiar de auto, ya que ese se habia dañado. En ese momento logré escapar, unos se habían alejado y me quedé con uno, lo heri con su propio cuchillo en el cuello y salí corriendo, antes tome su teléfono y llamé a Vic de allí.

Espero que me crean.

— Esos hijos de puta — Samy tenía la mandíbula tensa, por lo cual dejé un beso en su pecho — ¿Como sabias el número de Victoria?

— Un día hice que se lo aprendiera en caso de emergencia — Contesta la platina — Bien hecho, linda.

Mis mejillas se sonrojan y escondo mi rostro en el cuello de Samy.

— Quiero un teléfono — Murmuro.

— Todos los que tú quieras — Me dicen las dos.

— ¿Ya saben quien es el culpable de todo esto? — Pregunto levantando la cabeza de su cuello.

Las veo a las dos dudar.

— Tenemos una sospecha, pero no es nada real por los momentos — Habla Vic.

— ¿Y quien es esa sospecha?

— Eso no te incumbe — Dice Samy golpeando mi nariz levemente.

— Eh, claro que sí — Me quejo — Quiero saber quién me hizo daño y que quiere de mi.

Aunque sabía muy bien que quería de mi.

Esa maldita cucaracha no se moriría con una simple explicación, aunque si lo dejaría fuera de combate por un tiempo.

— Deja que nosotras nos encarguemos de eso, ¿Si? — Me dice Samy con una delicadeza hipnotizante.

— Está bien.

Cierro los ojos recostada en el pecho de Samy y casi caigo en un sueño profundo ante los mimos de las dos, pero la puerta hizo que todo ese sueño se desvaneciera.

— Aquí está la comida de la señorita Mara, el señor Salvatore fue muy amable de hacerlo el mismo — La cocinera deja la bandeja con mi comida encima de la mesita de noche y me reincorporo, oliendo la maravilla de comida.

— ¿Damiano lo hizo? — Pregunto confundida — ¿Por qué?

— No lo sé, señorita.

— Puedes retirarte, Marie — Dice Samy levantándose de la cama.

— Con su permiso — Está sale de la habitación y miro a Vic, la cual cierra sus ojitos con cansancio.

— ¿Cuando fue la ultima vez que dormiste? — Le pregunto acariciando su mejilla.

— ¿Cuando fue la ultima vez que dormimos juntas? — Pregunta con un tono adormilado.

— Ay, Victoria, debes dormir.

— No me digas Victoria, dime Vic — Se queja.

— Bien, Vic, duérmete y yo comeré, no me iré de aquí.

— Bueno — Murmura y luego cae dormida, quedando como una roca del cansancio.

— Debes comer y también dormir — Samy me ayuda a parar de la cama y me sienta en la silla del escritorio, dejándome la comida frente a mi.

Tomó uno de los ravioles con el tenedor y lo introduzco en mi boca, disfrutando el sabor de mi niñez.

— Dios, esto esta delicioso — Gimo de placer — Siento que antes lo había comido.

— Quizás — Murmura Samy mirándome fijamente — ¿Me das?

— Pero solo uno — La miró con los ojos entrecerrados.

Esta asiente soltando una risita y abre la boca cuando acerco el raviole a esta, cerrando los ojos mientras lo come.

— Stella hizo magia con Damiano, ciertamente, cada vez cocina mejor — Dice relamiendo sus labios.

Mi corazón se agitada y tomo mi vaso de coca cola con las manos temblando, necesitaba pasar este nudo en mi garganta.

— ¿Quién es Stella? — Me atrevo a preguntar sin mirarla.

— La esposa de Damiano, aunque ella no vino está vez, se quedó en su casa — Me informa.

— Oh.

El lo único que sale de mis labios.

Sabía a ciencia cierta que si intentaba decir otra cosa, me largaría a llorar.

Por años jure que mis padres estaban muertos, que aquella explosión había acabado con su vida.

Pero no, ellos seguían vivos y yo también, yo sufría pensando en ellos, y ellos sufrían pensando en mi.

Y todo por culpa del maldito y resentido de mi tío.

¡Nosotros no eramos los culpables de lo que pasó aquel día!

Todo fue un accidente.

Un terrible accidente.

— ¿Estás bien? — Me pregunta Samy en un tono preocupado.

— Si, solo me quedé recordando lo que había pasado — Suelto un suspiro — Creo que tendré pesadillas, de nuevo.

— Pero nosotras estaremos en ese momento para ti — Acaricia mi mejilla con dulzura — ¿Quieres más?

Miró los dos ravioles que quedan en mi plato y asiento, acabando con ellos rápidamente y tomándome lo que quedaba de Coca Cola.

— Vamos a que te cepilles los dientes y duermas con Vic, lo necesitan — Dice llevándome al baño.

— ¿Y tú?

—Debo hacer unas cosas — Me pasa el cepillo listo.

— Yo quiero que duermas con nosotras, o no dormiré — Amenazó.

— Bien, pero solo un rato — Rueda los ojos — Ya, cepíllate.

Cepillo bien mis dientes y lavo mis manos, notaba como mi cuerpo estaba totalmente limpio.

— ¿Quién me baño? — Pregunto saliendo del baño.

— Victoria y yo, luego de que Sebas sanará tus heridas — Me informa sacando algo de su clóset — Ponte esto.

Me quieto la ropa que tenía y me pongo la camiseta que me ofrece. Era muy grande para mí talla, perfecta para dormir.

Nos acostamos de regreso en la cama y Vic toma automáticamente mi cintura, pegándome a ella.

Era como una bebé, profundamente dormida pero buscando abrazar a su peluche favorito.

— Descansa, Dolcezza, yo las estaré cuidado.

Samy murmura aquellas palabras cerca de mi oído, sacándome un escalofrío.

Me envuelvo en el calor de las dos mafiosas y rápidamente caigo dormida.

Esto era el puto paraíso.

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