005
*POV Samantha*
— No sabes cómo me divertire haciendo esto — Digo con una sonrisa de medio lado mientras tomo mi arma.
— Victoria te matará cuando se entere que viniste a esto tu sola y no le dijiste nada — Dice Mariana preparándose también.
— Se la vive pegada a Mara, no es mi culpa — Bufo.
Hace tres días fue que ocurrió el desmayo de Mara y desde entonces no la he querido ni ver.
No podía aferrarme a ella como lo estaba haciendo Victoria, la cuál no se le despegaba.
Por esa misma razón no había pisado mi habitación, aunque sabía que ahora estaba durmiendo en la habitación de Victoria.
Las ganas de estar junto a ella me estaban matando, pero yo era más terca y no lo quería permitir.
No podía tener ninguna debilidad.
— Entremos, ya quiero tener a ese hijo de puta en mis manos — Digo estirando mi cuello.
— Estamos listo — Escucho a Osvaldo por el intercomunicador — Entramos cuando la patrona lo indique.
— Ahora — Doy por empezada la redada, y probablemente el inicio de una guerra.
Entramos a la casa de Martín Pérez disparando a todo aquello que se moviera, muchos de sus hombres arremetieron contra nosotros, pero logramos aplacarlos rápido.
— Quiero a ese maldito vivo — Digo antes de adentrarme a la casa por una de las puertas laterales.
Camino con cuidado, apuntando a todos las dos y dirigiéndome a lo que supongo es el despacho del imbécil ese.
Al entrar a este, lo encuentro vacío, probablemente huyó de Ala cuando escucho los disparos.
Cobarde.
Cuando estaba apunto de salir de aquella habitación, un foco en mi mente se enciende y le pasó llave a la puerta, necesitaba privacidad.
— Veamos que tienes por acá — Digo empezando a buscar entre sus estantes.
Consigo muchos archivos sin importancia, aunque dos me llaman la atención, uno tenía el nombre de "Mara Vargas" y el otro decía "El fin de las reinas".
Guardo las dos carpetas en mi chaqueta y salgo de ese sitio, veo a varios de mis hombres en la sala y niegan.
¿Donde putas estará?
Veo a Osvaldo bajar del segundo piso y me hace una seña, indicándome la puerta hacia el sótano.
Asiento con la cabeza y los dos nos dirigimos así allí, junto a varios de mis equipo.
Abro la puerta con cuidado y entro a paso lento, vemos varias habitaciones cerradas con llave, aunque una de ellas si podía abrirse.
Y vaya sorpresa la que nos llevamos.
— Hola Martín — Digo apuntándole con mi arma.
— Rivera — Dice mirándome espantado mientras se levanta de la cama sin pantalones.
Podemos notar como una chica que dudo mucho sea mayor de edad, está tirada en la cama sollozando.
Idiota.
— Nos sabes el gusto que me da encontrarte — Sonrió con malicia y me acerco a paso lento.
— Tu no puedes hacer nada contra mi, empezarías una guerra — Dice intentado no orinarse de los nervios.
— Mi vida a estado muy tranquila últimamente — Me encojo de hombros y en un rápido movimiento le pegó con el cacho de la pistola en la cabeza, desmayandolo — Llévenlo al sótano de la casa y amarrenlo, no quiero fallos.
— Si, señora — Dicen dos de mis hombres.
Con un chasquido le pido su chaqueta a Osvaldo y este me la da, me acerco a la chica de la cama y se la extiendo.
— Ven, te llevaremos a un lugar seguro — Le digo.
Está temblando agarra la chaqueta y se la pone, tapando lo más que puede su desnudez.
Suelto un suspiro y niego con la cabeza, que tan mal está el mundo hoy en día.
Antes de salir de aquel sótano, noto una puerta al final del pasillo con unas llaves pegadas a la chapa.
Me acerco a ella y abro la puerta, encontrándome con una asquerosidad de cuarto.
Fotos nada agradables de mujeres muy jóvenes, la menor debe tener por lo menos 15 años.
Maldito Martín.
Es un asqueroso.
Se me paraliza el corazón al ver varias fotos de Mara entre la gran colección.
Se me revolvió el estómago.
— Quiero que quemen está maldita casa — Digo entre dientes.
— Pero... — Dicen Osvaldo y Mariana.
— ¡¡Dije que la quemen!! — Grito y estos se sobresaltan — La quiero hecha cenizas, que no quede nada de ella, pero antes saquen todos los papeles de la oficina y habitación de ese imbécil, quizás consiga información importante, al igual que aparatos electrónicos.
— Como ordene, patrona — Murmuran los dos.
Salgo de esa asquerosa casa y me monto en mi auto, saliendo de la propiedad y adentrándome a la carretera.
Suelto un bufido cuando una llamada entra a mi teléfono y me doy cuenta que es Victoria.
— ¿¡Te fuiste a capturar a Martin sin mi?! — Grita histérica.
— Si no estuvieras haciendo de niñera, podrías ocuparte de lo que es realmente importante y no en cosas significantes.
La línea se queda en silencio.
— Mejor iré afuera — Escucho a lo lejos la voz de Mara.
Me maldigo mentalmente.
¿Por qué me pasaba esto a mi?
¿Y por qué me siento tan mal?
— Bien hecho, Samantha, la hiciste sentir mal — Me dice Victoria con sarcasmo — Pero ahora ya no podras sobornarla con chocolates.
Eso fue una apuñalada al corazón.
Antes de poder hablar, Victoria cuelga la llamada y suelto un grito de frustración, para luego golpear el volante.
— ¿Por qué mierda me persigues luego de años, Morana Salvatore? — Digo apoyando mi frente en el volante.
Luego de calmarme, conduzco hasta la casa, donde todo mi equipo ya estaba allí.
— Ya el secuestrado está en una cómoda celda — Dice Osvaldo — Y la chica fue dejada en un hospital y le advertimos si decía algo de nosotros, la mataríamos.
— Bien — Murmuró sin ánimos — ¿Quemaron la casa? ¿Sacaron lo que pedí?
— Si, todo está en su oficina — Me dice — Y la casa justo ahora está en llamas, algunos de nuestros hombres se quedaron a supervisar el área.
— Bien hecho — Digo entrando a la casa.
Paso directo a mi oficina y veo varias torres de documentos, más varias lapto's y discos duros.
— Llama a las hermanas Garza y a Filis, los quiero acá, ya — Le digo a Osvaldo.
— Entendido, patrona — Asiente — ¿Ya te puedo decir Rivers?
— Si, Mariana — Ruedo los ojos — Oye.
— Mandé.
— Tráeme unos bombones de chocolate rellenos de fresa — Le digo.
— ¿Y esos antojos? No me digas que ya te embarazaste con los dedos de Victoria o Rocío.
Ruedo los ojos y le cierro la puerta en la cara.
Idiota.
Saco las carpetas de mi chaqueta y las guardo en mi caja fuerte, las leería hoy por la noche sin nadie merodeando cerca mío.
— Adelante — Digo cuando tocan la puerta.
— ¿Nos llamabas? — Dicen la hermana y Filis entrando.
— Necesito que revises todo esto, saca toda la información que veas mas importante — Le señaló las lapto's y los discos duros — Y ustedes dos, necesito que me ayuden a revisar todos esos papeles, necesito sacar cualquier información que nos beneficie pero yo sola no puedo, ni quiero.
— Lo llevaré todo a la sala de computación — Dice Filis tomando varias cosas — Amor, ayudame y ahorita vienes.
La pareja sale de mi oficina con todos los aparatos y me quedo a solas con Ari, la cual toma asiento frente mío.
— Vic dijo que hiciste sentir mal a Mara — Dice con seriedad y ruedo los ojos.
— Problema tuyo no es.
— Mara no es culpable de tus rabietas, Samantha, la pobre aparte de estar traumada, no pidió estar acá — Dice — Vic y el resto intentamos que se sienta un poco mejor.
— ¿Por que? — Suelto de repente.
— ¿Que? — Pregunta confundida.
— ¿Por qué quieren que se sienta mejor? La acaban de conocer y no saben nada de ella, nunca habían tratado a nadie así.
— No lo sé — Hace una mueca — Mara tiene algo que atrae.
La miró fijamente — Una vez escuché eso en alguna parte.
— ¿Y que pasó? — Pregunta con curiosidad.
— Esa persona murió — La miró con expresión — Prefiero no encariñarme, es débil y no sabe defenderse de este mundo, en cualquier momento no soportará todo esto.
— Nosotros la ayudaremos en todo — Dice Ari con el ceño fruncido — Deja de ser tan dura y ábrete un poco.
— Así estoy bien, gracias — Me recuesto en mi silla — Empieza a revisar papeles y cállate.
Ari bufa pero agarra una de las tantas carpetas para revisarlas.
Minutos después llega Ama a hacer lo mismo y un rato después llega Osvaldo con mi pedido.
— Siéntate y empieza a revisar papeles — Le digo guardando los chocolates en uno de mis cajones.
— Mandona — Se queja pero se sienta en el sofá de la oficina, para empezar a revisar.
Las horas pasan y tenemos varias carpetas aparte con información de ese imbécil, algunos negocios interesantes pero no encontrábamos nada de Santome, aunque aún faltaba muchísimo por revisar más los discos duros y lapto's.
— ¿Podemos ir ya a cenar? Estamos cansados y ya es de noche — Dice Ama dejando una carpeta en la basura.
— Váyanse ya, mañana siguen — Digo sin dejar de leer unos documentos.
— ¿No vendrás? — Pregunta Osvaldo.
— No.
Los tres salen de mi oficina y yo sigo en la búsqueda de información, había olvidado que también debía ir con Martín, aunque eso lo dejaría para mañana.
Cuando al fin decido dejar los papeles, me dolían los ojos de tanto leer y el cuello.
Parecía una vieja.
Me asomo por la ventana de la oficina al escuchar un motor y veo como Victoria sale de la propiedad.
¿Que hará a las 9 de la noche en la calle?
Tiene 6 letras y es una total perra.
Premio a quien adivine.
Suelto un suspiro y me acerco al cajón donde anteriormente había dejado los chocolates, sacándolos de allí.
Camino por la casa, la cuál está silenciosa por la hora.
Abro la puerta de la habitación de Victoria y veo a Mara sentada en la cama leyendo un libro con una pequeña luz tenue.
— Pensé que te ir... — Empieza a hablar pero se queda callada cuando ve que soy yo — No eres Victoria.
— No, gracias a Dios — Me burló pero está no se ríe, simplemente regresa su mirada a su libro — ¿Cómo sigues?
— Bien — Contesta brevemente.
— Estas enojada — Afirmó.
— No, solo dijiste la verdad, simplemente no lo tome bien — Dice sin apartar la mirada del libro.
No digo nada y me siento a su lado, luego dejo los chocolates a su lado.
— ¿Que es eso?
— Bombones de chocolate rellenos de fresa — Contesto mirándola.
Notó como sus ojos se iluminan pero tiene una mirada confundida.
— Nunca los he probado.
— Pruebalos, te encantarán — Le aseguro.
— ¿Por qué?
— Porque son buenos — Digo con obviedad.
— No, ¿Por qué me los trajiste?
— Ofrenda de paz — Me encojo de hombros — Prefiero no tener problemas contigo, aparte Victoria y Ari me regañaron.
— Si, lo supuse — Rueda los ojos — No quiero nada.
— Como quieras.
Tomo uno y lo abro, este suelta un aroma increíble y intenso.
Esa era la magia de estos chocolates, con su simple olor te deleitabas.
— ¿Segura no quieres? — Lo paso frente a su cara.
Puedo ver el deseo en sus ojos por comerlo y relame sus labios.
— No — Dice en un hilo de voz.
— No te veo muy segura, Dolcezza — Digo con una sonrisa ladina y pego el bombon a sus labios.
— Samantha — Casi que gime.
Oh, mierda.
Cómo un simple juego para que acepte el chocolate lo convertí en algo sexual.
Porque con ese gemido me moje.
— Abre la boca — Digo demandante.
Está abre su boca e introduzco el chocolate en ella, provocando un tarareo de satisfacción de su parte.
— Es increíble — Dice con la comisura de los labios manchada de chocolate.
— Te lo dije, pero tú no querías — Digo riendo.
— Creo que es la primera vez que te ríes — Me dice.
— No lo hago muy a menudo.
— ¿Por qué? Te vez linda riendo — Dice tomando otro bombón.
— Mi vida no es lo suficientemente alegre como para reír — Suelto un suspiro.
— Te entiendo — Me dice con una sonriza triste — ¿Quieres?
Asiento y está acerca el chocolate a mi boca, el cual muerdo y dejo la mitad para ella, provocando otro gemido de satisfacción por el sabor.
Si seguía así no podría soportar más.
— ¿Sabes a dónde fue Victoria? — Le pregunto para enfocarme en otra cosa.
— Dijo que necesitaba algo de aire fresco y sentirse libre, que estaba muy estresada.
Si, lo supuse.
— Así que secuestraste a Martin — Me dice desenvolviendo otro bombón.
— Si, esta en una de las celdas del sótano custodiado — Contesto.
— ¿Que harás con el?
— Prefieres no saberlo — Le digo.
— Buen punto.
Vuelve a hacer ese maldito sonido cuando se come el chocolate y me rindo.
— ¿Te haz besado con Victoria?
— ¿Que? — Pregunta confundida.
— Contesta, ¿Te haz besado con Victoria?
— No — Dice y relame sus labios llenos de chocolate.
— Lo siento — Le digo.
— ¿Por...?
Su pregunta queda a la mitad cuando junto nuestros labios en un beso que yo dominaba.
Mara quedó estática por un momento pero luego comenzó a seguir el beso tímidamente, lo cuál me sorprendió, pense que me apartaría con una cachetada.
Tomo su cintura y la siento en mi regazo, para tenerla más cerca de mi.
La aprieto contra mi y suelta pequeños sonidos contra mi boca, los cuales me estaban volviendo loca.
— Samantha — Se separa de mi con la respiración agitada.
— Shhh — La calló — Solo déjate llevar, dolcezza.
— Nunca he estado con una mujer — Confiesa.
— Siempre hay una primera vez para todo — Le aseguro.
La recuesto en la cama y me apoyo en mis brazos, para quedar frente a frente sin caer sobre ella.
Vuelvo a juntar nuestros labios y ahora responde el beso con menos timidez, aunque sus manos no tocan mi cuerpo.
— ¿No quieres hacerlo? — Separó nuestros labios — No quiero obligarte a nada y te siento incómoda, no quiero que por la costumbre de estar con Martin aceptes.
— Se que Victoria se fue a acostar con otra — Dice con la respiración agitada — No me extrañaría que seas igual que ella y no me gusta sentir que solo me usan por placer sexual.
— Te gusta la exclusividad — Le digo.
— A todos nos gusta la exclusividad — Le digo — Aunque no puedo obligarte a no hacerlo, está es tu casa y fui comprada con tu dinero, puedes hacer lo que quieras conmigo a fin de cuentas.
— Rocío — Digo y me mira confundida, salgo de encima suyo y me siento — Es mi "amante", a veces pasamos noches juntas pero es porque lo necesito, aunque se que ella no merece eso.
— ¿Y Victoria? Pensé que estaban juntas.
— Algo así — Rasco mi nuca — Es algo complicado de explicar, pero ella tiene otra amante que me cae de la verga, pero no puedo decir nada.
— ¿Es la única que tiene? — Pregunta y no contesto nada, tampoco quería hacerla quedar mal — Entiendo, no es la única.
— Victoria es un poco más alocada — Digo — Yo prefiero centrarme en otras cosas.
— Entiendo — Murmuró — Podrias darle una oportunidad a Rocío.
Suelto una risita entre dientes — Prefiero estar contigo, Dolcezza.
La jaló hacia mi y está se sonroja, pero no se separa.
— Estoy segura que no soy nadie al lado de Rocío — Me dice y ruedo los ojos.
— Olvida a Rocío y olvida lo que dije cuando Victoria me llamo — Le digo — Mejor dame un beso.
— No debería, ese sería tu castigo — Bromea.
¿Sentiste el deja vu?
— Estoy grande para castigos — Digo mirando sus labios.
— ¿Y por que no me besas tu a mi?
— Porque quiero que tú lo hagas — Digo con seriedad.
— Que mandona — Se burla.
Sus labios chocan con los míos y acaricio su cintura, empezando una larga sesión de besos.
Y todo en la habitación de Victoria.
Benditos dos millones.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro