002
— Vamos, pequeña, despierta — Escucho una voz lejana.
— Debemos salir ya de acá, no tenemos tiempo — Escucho otra voz.
Mi cuerpo es levantado y al fin logro ver mi entorno, había mucha gente corriendo a todos lados pero todo era tan borroso, al igual que las voces, y no veía el rostro de la persona que estaba alzándome.
— Dámela y búscala a ella, yo la sacaré de acá — Dice esa voz que tanto odiaba.
— Gracias, hermano.
Siento como mi cuerpo es pasado a otros brazos y luego se produce una explosión.
— Hasta pronto hermano, prometo hacer de la vida de tu hija un infierno — Dice aquella voz...
Abro los ojos asustada y me siento en la cama con la respiración agitada, siempre tenia el mismo sueño pero no entendía el significado.
Miro la habitación donde estoy y recuerdo los sucesos del día anterior, dónde fui vendida a la diavolessa.
Escucho como tocan la puerta y luego es abierta, veo la cabeza de Mauro asomarse.
— ¿Se puede?
— Creo que así no funciona cuando tocas la puerta, pero ya que, adelante — Digo sentándome en el borde de la cama.
— Eres graciosa, me caes bien — Dice con una sonrisa entrando a la habitación — Te traje el desayuno y ropa cómoda, el viaje será algo largo.
Deja una bandeja con comida encima de la cama y me entrega un bolso.
— Sobre todo hay pants y buzos — Me dice — ¿Te gusta usar eso?
— Si, está bien — Le digo y saco la ropa, elijo el pants negro con un buzo blanco con la silueta de un gatito — ¿Tienes algún otro calzado que no sean tacones?
— Si, están en el bolso — Me dice y busco hasta el final del bolso.
— No, acá no hay nada — Le digo.
— Mierda, los olvide — Murmura — Iré a buscarlos, ya vengo.
Lo veo salir de la habitación y noto como deja la puerta medio abierta, lo cual veo como una oportunidad de escape, pero algo en mi decía que no lo hiciera.
Aunque...
Podría darle un vistazo a los alrededores.
Me acerco a la puerta descalza y la abro, le doy un vistazo al alrededor y noto que todo esta despejado, es momento de salir. Camino por un pasillo y al final de este veo una ventana, la cual da a un paisaje de Venecia.
Noto como un cuerpo femenino se monta en una moto y sale del área, ¿Sera esa la diavolessa?
No logre verle ni un poco el rostro, simplemente el cuerpo.
— Puedo asegurar que te deje en la habitación — Escucho la seria voz de Mauro y me volteo a verlo con una inocente sonrisa.
Tenia unos tenis en las manos y una mirada asesina.
— ¿Quería ir al baño?
— Hay un baño en la habitación — Dice con seriedad tomando del brazo — Con tu desobediencia vas a hacer que nos maten a los dos.
— No me gusta obedecer — Bufo — Ya he obedecido lo suficiente en mi vida.
— Eso culpa mía no es — Al entrar a la habitación me suelta del brazo — Aquí están los tenis, vístete y come, en una hora nos vamos.
Apenas dice eso, sale de la habitación dando un portazo y escucho como le pone llave.
Pase de un encierro a otro.
Increíble.
A regañadientes me arregle y comí, tenía muchísima hambre y está comida estaba muy buena.
Con Martin tenía una dieta estricta, no podía comer casi nada para mantener mi figura.
Casi que me mataba del hambre.
Una hora después, escucho como la puerta se vuelve a abrir y veo a Mauro entrar.
— Estoy aburrida.
— Igual ya nos vamos, levántate.
Salimos de aquella habitación y el moreno me tenía escoltada, con miedo a que huyera de nuevo.
— No saldré corriendo, se que eso no servirá de nada — Digo rodando lo ojos.
— Tienes como mucha experiencia — Me dice.
— He pasado por varios idiotas, si — Bufó — ¿A donde iremos?
— No puedo decirte — Se limita a contestar.
Ruedo los ojos y nos montamos en el auto, Mauro iba en su teléfono y yo iba mirando por la ventana, totalmente aburrida.
¿Cómo será mi vida de ahora en adelante? ¿Peor que con Martin?
Quizás muera en dos semanas, o menos si estoy con suerte.
¿Quien será la diavolessa?
¿Llegaré a conocer a la patrona?
Tenía tantas preguntas y muy pocas respuestas, ya me había empezando a doler la cabeza, como siempre.
— Vamos, el avión nos espera — Escucho la voz de Mauro bajando del auto.
Me quedo por un momento desorientada y cuando miro por la ventana, veo un jet privado frente nuestro.
Cosas de gente con dinero.
Me bajo del auto y me mareo un poco, y el dolor de cabeza se intensifica.
— Mauro — Lo llamo.
— No puedo decirte a dónde vamos, ahora súbete al jet — Me dice con seriedad.
— Pero eso no... — Mi frase queda a la mitad cuando se aleja de mi y veo una moto llegar.
La misma de hace rato.
— Señorita, suba por favor — La voz de la azafata me distrae y no tengo más remedio que subir.
Al estar dentro del avión privado, veo que todo es elegante y suelto un bufido.
Me siento en uno de los asiento y cierro los ojos, acariciando mi sien para bajar aquel dolor de cabeza.
No sé cuántos minutos pasaron, pero en un momento alguien se sentó frente a mi, aunque pensé que era Mauro.
— Mauro me dijo que intentaste escapar — Dice una voz seria.
Esa voz yo la he escuchado.
Abro los ojos de golpe y me topo con la chica de la vez pasada, la peliblanca con la que me choque hace unos días.
— Tu — Murmuró.
— Yo — Dice con burla.
— ¿Eres la diavolessa?
— La misma, en carne y hueso — Dice con arrogancia.
— Increíble, la idiota arrogante es la diavolessa y de paso, me compró por dos millones de dólares — Suelto un bufido y vuelvo a cerrar los ojos, el dolor se había intensificado — Aún tengo tiempo para tirarme de este estúpido avión y acabar con mi vida.
— No voy a dejar que dos millones de dólares se tiren tan fácilmente de mi avión — Comenta con sarcasmo — Y cuida ese vocabulario, recuerda con quién estás hablando.
— ¿Tu crees que me importa? — Abro uno de mis ojos y veo que tiene el ceño fruncido, sexy — Solo se que eres una de las mafiosas más peligrosas y que te llamas Victoria, aunque eso puede que sea mentira.
— María Victoria Ramírez de Arellano Cardona — Dice con firmeza — Ese es mi nombre.
— María Victoria — Murmuró — Me gusta, aunque un poco largo.
¿Por que mi corazón se acelero tanto al saber su nombre?
— ¿Cuál es tu nombre completo?
— Mara Vargas, así — Me encojo de hombros — Según el idiota de mi progenitor, así me llamo.
— ¿No tienes buena relación con tu padre? — Pregunta curiosa.
— Me vendió al idiota de Martin para pagar una deuda, ¿Tu que crees? — Le digo con una mueca — Y nunca me trato bien, siempre fueron maltratos de su parte.
— ¿Cómo se llama?
— Estefano Vargas — Le contesto — ¿Por qué?
— Curiosidad — Se encoge de hombros — ¿Por qué intentaste escapar?
— No lo iba a hacer, solo quería darle un vistazo al alrededor, no me gusta estar encerrada — Hago una ligera mueca — Y se que no sirve de nada, lo intente con Martin y bueno...
Un escalofrío pasa por todo mi cuerpo al recordar aquellos días, fueron muy fuertes para mí y mi salud mental, a ese idiota no le importan mis gritos y súplicas.
— Oye, ¿Estás bien? Te ves ida — Dice mirándome fijamente.
— Solo recordé algo — Sale casi como un suspiro — Créeme o no, simplemente no quería estar encerrada.
— Te creo — Asiente — Solo no lo vuelvas a hacer.
— ¿Me encerraras?
— Mientras no intentes huir, no — Me dice con tranquilidad — Aunque claro, tendrás tus restricciones, pero eso lo sabrás luego.
— Mmmh — Murmuro y vuelvo a cerrar los ojos.
Maldita migraña.
— ¿Te duele la cabeza?
— Si.
— ¿Desde hace cuánto? — Pregunta y llama a la azafata.
— Hace como media hora — Contesto.
— ¿Por qué no le dijiste a Mauro?
— Lo intente y y se fue antes de que me dejara decirle — Digo con un toque de malicia.
Por pendejo.
— Ese imbécil — La escucho decir entredientes — Trae una pastilla para el dolor de cabeza y un vaso de agua — Le pide a la azafata.
— Se dice por favor, grosera — Le reprochó.
— Soy la diavolessa, no debo pedir nada de por favor — Dice con superioridad.
— Estúpidos mafiosos, creen que por tener poder pueden ser groseros — Farfullo por lo bajo.
— Escuche eso — Me reprende.
— Esa era la idea — Le saco la lengua.
La azafata se acerca con el vaso de agua y la pastilla, la cual tomo con rapidez.
— Ven, recuéstate — Victoria se acerca a mi e inclina el asiento para atrás, dejándome recostada — Sera mejor que duermas.
— Victoria — La llamo por su nombre viéndola, puedo ver como se le escapa una pequeña sonrisa y da un asentimiento para que hable — ¿Por que me compraste?
— Por que si.
— Eso no es una respuesta valida.
— ¿Acaso querías ser comprada por ese viejo verde? — Pregunta y niego asustada — Entonces confórmate con esa respuesta.
— Eres muy mandona — Ruedo los ojos.
— Soy la diavolessa, dolcezza — Me dice apoyando sus manos en los brazos del asiento, dejándome acorralada — Ahora descansa.
— ¿Al menos me dirás a donde vamos? — Digo tragando saliva, tenerla tan cerca me ponía nerviosa.
— A casa — Dice con una sonrisa ladina y se inclina, quedando frente a mi — Deja de hacer tantas preguntas, dolcezza.
Dulzura.
¿Cómo es que entiendo italiano?
Soy inglesa, no italiana.
Traigo una configuración distinta al resto, ja.
— Ir a casa es ir a un lugar seguro, nunca he tenido un lugar así y dudo tenerlo — La miro fijamente, detallando sus ojos azules.
Esta se limita mirarme sin decir nada y se reincorpora, para luego irse a quien sabe donde.
Suelto un bufido y me acomodo en el asiento, intentado dormir.
Ciertamente me sentía mejor con ella en 15 minutos que con Martin en 5 minutos.
Martin ya estaría haciendo sus asquerosidades.
Cierro los ojos y siento como el dolor de cabeza poco a poco se va calmando, logrando que pueda caer dormida.
*Punto de vista de Victoria*
— ¿Y que harás? La patrona se volverá loca cuando se entere — Me dice Mauro.
— Tu solo encárgate de dejarla en la habitación que está desocupada a mi lado y cierra la puerta con llave, listo — Digo levantándome del asiento cuando el avión aterriza — Yo me encargo del resto.
— Como digas — Lo escucho decir y toma en brazos a Mara.
— Tratala con cuidado y no la dejes salir, cuando despierte llévale de comer y me avisas — Le ordeno y este asienta.
Salimos del jet privado y caminamos hasta la casa, mientras Mauro sube a la planta de las habitaciones, yo voy a dónde se que está la patrona.
Al entrar al despacho de esta, me consigo con Ari, Ama y Mari.
— Vaya, tenemos reunión — Digo cerrando la puerta a mis espaldas.
— Hasta que al fin te dignas a aparecer — Me dice la patrona, Samantha Rivera, mirandome con el ceño fruncido — ¿Dónde estabas?
— Venecia — Digo restándole importancia con mi mano.
— ¿Y gastaste dos millones de dólares en Venecia? — Pregunta Mari con una ceja alzada.
— Pude haber gastado más — Me encojo de hombros.
— Eres como una niña, Victoria — Bufa Samantha y se levanta, acercándose a mi — ¿En qué gastaste esa cantidad de dinero en un solo día?
— Sálganse, debo hablar con Samantha a solas — Le digo al resto sin mirarlas.
Las tres acatan órdenes y noto la mirada de Samy confundida.
— Conocí a una chica muy parecida a... Ella — Le confieso.
— No puedes engancharte a todas las mujeres que se parecen a ella, sabes que ella murió — Me dice.
— No es como cualquier otra mujer, Samantha, debes verla — Le digo negando — Si, ya se que no es ella, pero ella también nos pidió que avanzáramos.
— ¿Quieres avanzar con alguien parecido a ella? Eso no es avanzar, Victoria — Dice negando — Eso es quedarse estancado en el pasado.
— No me interesa, ya gaste dos millones de dólares en ella, no la regresaré — Me cruzo de brazos.
— ¿¡La compraste?! ¿¡Que mierda, María Victoria?!
— Era eso o que un viejo gordo la comprará — Me excuso — Aparte, ninguna mujer debería pasar por eso, tu misma lo haz dicho.
— Me sorprendes, Victoria — Samantha suelta un suspiro — ¿Qué harás con ella?
— No lo sé, pero por los momentos, solo trataré de que sea feliz y no salga huyendo a la primera que puede — Me encojo de hombros — Aunque está muy... Rota.
— ¿Compraste a una chica para repararla? — Me pregunta.
— Cuando la veas, verás de lo que hablo — La apunto con mi dedo.
— En caso de que caiga en ese encanto del que tú hablas, ¿La vas a compartir conmigo? — Dice con una ceja alzada.
— Que no comparto contigo, amore — Me acercó a ella y tomo su mejilla, para luego besar la comisura de sus labios.
— Quiero conocerla — Dice Samy soltando un suspiro, provocando una sonrisa de mi parte — No cantes victoria, Victoria.
Suelto una risita por el juego de palabras.
— Ahora está descansando, tenía dolor de cabeza y quedó dormida en el avión — Le explicó.
— ¿Cómo fue que terminó en ese sitio?
— Según tengo entendido, su prometido, al cuál fue dada para pagar una deuda, se aburrió de ella y quería sacarle un último provecho — Digo con rabia — Y a que no sabes quién es ese idiota.
— ¿Quien?
— Martin Pérez — Suelto con desprecio.
— Uno de los perritos falderos de Daniel Santomé — Murmura Samy — Entiendo tu punto, pobre chica al estar bajo las garras de ese idiota.
— ¿Lo ves? — Digo con obviedad.
— ¿Y ella que opina de estar acá?
— No creo que pueda opinar mucho — Me encojo de hombros — Yo la compré y ahora es mía.
— Eres igual de posesiva que con ella — Dice Sam y suelto un suspiro — ¿Y que harás si ella no quiere estar aquí?
— La trataré mucho mejor de lo que Martin la trato, con eso ya estará mucho mejor — Me excuso — Yo te diré cuando podrás ir a verla.
La veo asentir y vuelvo a dejar un beso en la comisura de sus labios, para luego salir de su despacho.
— ¿Compraste a una chica? — Me pregunta Mari sorprendida.
— Te voy a cortar la lengua — Amenazó al moreno, el cuál traga saliva con miedo.
— Cada vez me sorprendes más, Vic — Dice Ama negando con la cabeza.
— Puedes tener a la mujer que quieras contigo, ¿Por qué comprar una? — Pregunta Ari.
— A ver, es mi maldita decisión lo que hago con mi vida o no, no necesito que nadie me juzgue, mucho menos ustedes — Digo con seriedad — No quiero más preguntas iguales.
— Que delicada — Murmura Ari y me doy una mirada matadora.
— Victoria — Escucho la voz de Sam y me doy media vuelta — Olvide decirte que controles a tu perra de turno, ya me tiene harta preguntando por ti.
— ¿Ah? — Pregunto confundida.
— Isarel, Victoria — Dice rodando los ojos.
— Ah — Digo con desinterés — Luego me encargo de eso.
— Preferiblemente ahora, o la próxima vez que me escriba o llame, le mandaré a cortar los dedos.
— Mientras no sea la lengua — Digo con burla.
— ¡¡Victoria!! — Me dicen todos y ruedo los ojos.
— Que aburridos todos — Bufo.
Escuchamos un golpe desde la parte de arriba y nuestra mirada se dirige allí.
— Te apuesto que es la inglesita — Dice Mauro suspirando.
— ¿Inglesita? ¿Cómo sabes que es Inglesa? — Pregunto confundida.
— Ella me lo dijo — Se encoge de hombros — No para de hablar y hacer preguntas, un poco insoportable.
Le doy la razón y me dirijo al piso de arriba, y noto como Samantha me sigue el paso.
— ¿Ya la quieres conocer?
— Quiero ver cómo intenta escapar de tus garras — Se burla.
Ruedo los ojos y saco la llave de la habitación, abriendo está.
— Mierda — Dice la chica que está dentro.
*MINUTOS ANTES*
*Punto de vista de Mara*
Me empiezo a despertar con cansancio y miro a mi alrededor, notando otra habitación totalmente extraña pero más lujosa.
Ya se me está haciendo costumbre despertar en sitio extraños.
Miro a mi alrededor y veo dos puertas, una supongo que es la salida y la otra la del baño.
Me levanto para ir al baño y al verme en el espejo, me veo totalmente desarreglada. Intento peinar mi cabello como puedo y lavo mi cara, dejándola limpia de maquillaje, el cual estaba corrido.
Cuando salgo del baño, un mareo me golpea haciendo que me tropiece con un mueble y caiga al suelo, chocando mi rostro con la parte de madera de la cama.
— Maldición — Digo llevando mi mano a mi labio, el cuál palpitaba de dolor.
Me levanto como puedo del suelo aún un poco mareada y me siento en la cama para estabilizarme.
Escucho pasos acercarse y tocó mi labio, sacándome un quejido de dolor.
— Mierda — Me quejo al ver sangre en mi dedo.
Me rompí el labio.
— ¿Qué te paso? — Escucho la voz de Victoria y levanto la mirada, viéndola entrar a la habitación seguida de una mujer un poco mas bajita que ella y rubia.
— Me caí.
— ¿Cómo te caíste? — Está toma mi cara con delicadeza y acaricia mi labio, sacándome un quejido de dolor.
— Con delicadeza, por favor — Alejo su mano de mi labio — Me mareé y me tropecé.
— ¿Te rompiste el labio cayéndote desde tu altura? — Pregunta la otra mujer.
— ¿Tu quien eres?
— Me llamo Samantha — Dice con seriedad.
— Ajá, ¿Y?
— También me conocen por el nombre la patrona — Dice con un toque de arrogancia.
— Debí romperme la cabeza, no el labio — Suelto un bufido y me recuesto en la cama — Dios, ya no quiero ser tu mejor guerrera, llévame contigo.
— Alguien no le tiene miedo a morir — Dice Samantha.
— Literalmente le estoy pidiendo a Dios que me lleve con el, claramente no — Digo con brusquedad, pero me lastimo el labio en el proceso — Maldita sea, porque me pasa esto a mi.
Lloriqueo tomando mi labio con cuidado.
— Voy a buscar el botiquín que está en el baño — Dice Victoria y se adentra al baño.
— No te toques el labio con la mano — Dice Samantha tomando mi muñeca.
¿En qué momento se acercó tanto?
— Se te puede infectar — Me explica.
— ¿Y así me puedo morir? — Pregunto con ilusión.
— Te voy a envolver en papel de burbujas, Victoria gasto dos millones de dólares que ya quieren morirse — Dice rodando los ojos.
— No entiendo cómo gasto dos millones de dólares en mi — Confieso — Es mucho dinero para alguien como yo.
— ¿Cómo tú? — Pregunta confundida.
— Sin valor — Digo casi en un suspiro.
Antes de que la patrona dijera algo, Victoria regresa del baño con una cajita con una cruz roja.
— Te va a arder un poco, pero esto hará que sane mas rápido — Dice Victoria mojando el algodón en alcohol.
Hago una mueca y Victoria toma mi mentón con delicadeza, para luego pasar el algodón por mi labios lastimado.
— ¿Desde hace cuanto te mareas? — Me pregunta Samantha.
— Hace algunos meses — Contesto.
— ¿Tienes algún otro síntoma? — Vuelve a preguntar.
— Aparte de mafiosa, ¿También eres doctora? — Me burlo y noto como Victoria trata de no reír.
— Aparte de suicida, torpe — Contrataca esta — Contesta mi pregunta.
— Golpe bajo — Hago una mueca — Dolor de cabeza, a veces me falta el aire y me siento muy cansada la mayoría de las veces.
— Llamare al doctor para que te examine — Dice.
— Estoy bien, solo tengo una vida un poco ajetreada — Me burlo.
— No era una pregunta — Dice con seriedad — Victoria, arregla el problema que te pedí y trata de que la señorita torpe no muera.
— Tu no me das ordenes — Dice Victoria.
— Me vale madres, Victoria, mas te vale hacer lo que te pedí — Dice Samantha con el ceño fruncido.
— Oigan, si se van a matar, háganlo fuera de esta habitación — Digo mirándolas mal.
— ¿Quieres que muera? — Pregunta Victoria ofendida.
— No en esta habitación, te lo aseguro — Le digo con obviedad.
— Ya escuchaste a los dos millones, vámonos — Dice Samantha con burla.
— Trata de no volver a lastimarte — Me dice Vic guardando el botiquín — Le diré a Mauro que te suba algo de comer.
— ¿Me vas a volver a dejar encerrada? — Me quejo.
— Te quejas mucho para ser una persona recién vendida y rodeada de extraños — Dice Samantha soltando un suspiro frustrada.
— Yo lo llamaría costumbre — Me encojo de hombros.
— Le diré a una amiga que te haga compañía — Dice Victoria soltando un suspiro.
— No te preocupes, dame un libro y te dejo en paz hasta que lo termine — Le resto importancia con una mano.
— Voy a buscar una librería entera — Murmura Samantha.
— Estoy empezando a crees que no te caigo bien — Digo con sarcasmo.
— Cuando el doctor venga, le diré que te deje dormida por lo menos hasta mañana — Amenaza.
— Mejor dile que aumente la dosis y me deje dormida para siempre — Le digo con burla.
— Quizás no debí presentarlas — Murmura Victoria — Vamos, Samy, tenemos cosas que hacer.
Sonrió de lado — ¿Samy? Bonito apodo, parece de perro.
Noto como Samantha se queda estática mientras me mira y luego me lanza una mirada matadora.
— Mara, si quieres tener algo de libertad por la casa, es mejor que te calles — Dice Victoria con seriedad.
— Bien — Digo de mala gana — Lo siento, ¿Si? Es mi mecánica de defensa para no caer en la locura, no es como que esto sea algo muy normal.
Noto que las dos se dan una mirada rapida y vuelven su vista a mi.
Mierda.
¿Por que son tan sexys las dos?
— Le diré a Ari que te suba unos libros — Dice Samantha saliendo de la habitación.
— ¿Quién es Ari? — Pregunto confundida.
— Alguien — Le resta importancia Vic — Le diré a Mauro que te traiga algo de comer.
— Creo que le caigo mal a Mauro — Digo con una mueca — Y a la patrona.
— Simplemente no estamos acostumbrados a tratar con gente como tu.
— ¿Cómo yo? — Pregunto confundida.
— Sin miedo a morir — Contesta para luego salir de la habitación, cerrando la puerta.
Me vuelvo a recostar en la cama soltando un suspiro de frustración.
Quizás no sean como Martin, pero son unas egocéntricas de mierda.
Perfectamente mi tipo.
...
¿Qué mierda estoy pensando?
Algunos minutos después, escucho como tocan la puerta y me siento en la cama.
— Adelante.
Una linda rubia asoma su cabeza — Hola, soy Ari.
Está entra por completo a la habitación y trae unos libros consigo.
Así que está es Ari.
— Hola — Le doy una media sonrisa — Yo soy Mara.
— Sam me dijo que te diera esto — Deja los libros en la cama — Y Vic me dijo que te hiciera compañía, ¿Me puedo sentar? — Señala el lado vacío de la cama.
— Adelante — Le hago una seña con la mano — Aunque no es necesario, no quiero hacerte perder el tiempo.
— Lo hago con gusto — Dice con una gran sonrisa sentandose a mi lado — Se que todo esto es dificil de asimilar, pero te prometo que tratare que esto sea lo mas ameno posible.
— Muchas gracias — Le agradezco — ¿Sabes porque Victoria me compro?
— Mira, llevo tratando con Victoria desde hace años y a un no sé cómo funciona su cabeza, la única que la entiende es Samantha — Me explica — Pero se que es una buena persona con las personas que no la hacen enojar.
— Pues yo la he echo enojar y es buena conmigo — Digo con una ceja alzada.
— No me refiero a eso, linda — Dice soltando una risita — Tu la sacas de quicio, cualquiera lo hace, hasta yo y aún no me a matado, me refiero a que le hagas algún tipo de daño.
— Oh ya — Asiento levemente — No planeo hacer eso, aprendí que llevar las cosas en paz es lo mejor, este tipo de personas prefieren la tortura que la muerte, y yo prefiero directamente morir.
— Oye, no sigas eso — Dice Ari con lastima — La vida es complicada, pero en algún momento llegará tu momento de brillar.
— Dudo mucho que ese momento llegue — Suelto un bufido — ¿Y tú qué eres de ellas?
— Soy la mejor amiga de la patrona — Contesta con una sonrisa — Y digamos que mi familia tiene negocios con esas dos, pero yo no estoy tanto en ese mundo, pero te aseguro que se como usar un arma.
— Tendré cuidado contigo, anotado — Bromeó ligeramente y está ríe.
La puerta vuelve a sonar y se abre a los segundos, revelando a Mauro.
— Deberías aprender el uso de tocar la puerta — Digo con sarcasmo.
— No me da la gana — Me responde este en el mismo tono — La diavolessa me dijo que te trajera algo de comer, espero te gusten los sándwich de jamón y queso, y fresas con uvas.
— ¿Los hiciste tu? — Miro los sándwich — ¿No los envenenaste o algo así?
— Los hizo la cocinera — Me mira mal y escucho la risa de Ari — Aparte, ¿Tu no es que te quieres morir?
— Prefiero decir que morí a manos de una mafiosa súper peligrosa — Y sexy — Que de uno de sus empleados.
— Soy la mano derecha de la diavolessa — Dice con el ceño fruncido.
— ¿Te paga? — Le pregunto y este de queda callado — Eso pensé.
— Mau — Dice Ari con una sonrisa — Deja a la pobre, esto es nuevo para ella, ve a descansar, yo la cuido.
— Cuidado y te muerde, no te vayas a pegar la rabia — Dice dándome una mala mirada para luego salir de la habitación dando un portazo.
— Que genio — Me burló — ¿Deseas?
— Te acepto una fresa, pero el resto es para ti — Dice agarrando la fruta roja — Échale un vistazo a los libros a ver cuál te llama más la atención.
Le doy un mordisco al sándwich y empiezo a hojear los libros, el que mas me llama la atención es "Los siete maridos de Evelyn Hugo".
— Ese es muy bueno — Dice Ari.
— Lo sé, hace años lo leí pero ya olvide casi todo — Dejo este encima de la mesita de noche — Comenzaré por este, gracias.
— Todos son tuyos — Me dice con una sonrisa — Cuando te los acabes, me avisas y te traigo más.
— Gracias — Asiento — Si quieres puedes irte, yo terminaré de comer y luego iré a darme un baño.
— Bueno, te dejo — Dice está parándose de la cama — Samantha es más difícil de tratar que Victoria, pero se que lograrás encajar con las dos.
— Espero que tus palabras se cumplan, no me apetece volver a vivir algo similar a lo de hace unas semanas atrás — Un escalofrío pasa por todo mi cuerpo.
— ¿Puedo preguntar?
— Solo te diré que a mí prometido le encantaba abusar de mi — Hago una mueca y está hace una expresión sorprendida — Pero eso no pasará aquí, ¿Cierto?
— Eso te lo puedo jurar por mi esposo — Dice con seriedad — Ninguna de las dos sería capaz de hacer tal acto atroz, ni nadie más, a no ser que quiera morir.
Le sonrió levemente — Eso me tranquiliza.
Está me regala una última sonrisa para luego salir de la habitación, suelto un suspiro mirando mi plato de comida, el cual acabó de comer.
Bueno, quizás está vida no sea tan difícil como lo fue con Martín, aunque sigue sin ser lo que siempre he querido.
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