26. Estrategia
— ¿De quién es el collar, Dominic? —cuestiono por segunda vez.
— ¿Por qué me revisas la ropa?
— ¿Eso qué importa?
—Joder —bufa—. Audrey la olvidó, la guardé para devolvérsela. Que sea la última vez que tocas mi ropa.
Ignoro la estúpida advertencia, seguiré revisando lo necesario. Pensé en ocultar que metí mano en su pantalón cuando apenas volvemos a la «normalidad», mi intención falló antes de abandonar la casa. Mi curiosidad no pretende cesar.
He visto ese collar antes. Mi cabeza suele inventar muchas cosas, pero sé que el recuerdo que recuperé es real.
— ¿Tienes uno igual? Quizá estoy confundido y es tuyo.
—Mío no es —aclaro con retintín—. Da igual. ¿Puedes preguntarle dónde lo consiguió?
Una de sus cejas se arquea en un gesto poco convincente. Luce más atractivo que antes, el traje gris combina con sus ojos, y se arregló el pelo, lo que le añade puntos positivos. La ducha ha eliminado el rastro de coco habitual en él por un jabón comercial, ambos desprendemos ese «olor a jabón chiquito».
Penosamente.
— ¿Qué me das a cambio de esa información?
—Está jodido que te aproveches de una tontería.
Levanta mi barbilla con el dedo índice.
—Una tontería que te interesa bastante. Yo no la llamaría así, cielo.
—Es un favor —musito, poniendo una mirada angelical. Él intercambia el índice por la palma entera—. Uno pequeño.
—Con una condición.
— ¿Tú me vas a poner condiciones?
Sonríe de lado y se acerca peligrosamente. Se inclina sobre mí, poniendo las manos en la mesa junto a las mías. Levanto la cabeza para verlo mejor, con mi labio inferior debajo de mis dientes.
—Nada es gratis, nena. Tú eres quien necesita de mí, por lo que estoy en mi derecho de imponer la condición que me dé la gana.
—Que tú creas que tienes el derecho no significa que sea cierto, querido.
—La diabla que tienes guardada está loca por recibir más castigo —susurra, a poca distancia de mi boca—. ¿Con qué Madison estoy hablando ahora?
Esbozo una sonrisa pícara al ser devuelta al día que tuvimos nuestra primera charla real. Pensar que han pasado meses desde aquel acontecimiento y lo mucho que han avanzado las cosas entre nosotros, es un golpe duro.
—La mala.
Ahora es él quien sonríe. Une nuestras bocas, agarra con los dientes mi labio inferior para que deje de morderlo y me obsequia un beso exquisito.
—Viaja conmigo a Italia —habla entre besos—. Es la condición.
—No…
—Entonces olvídate de lo demás.
Pongo una mano en su pecho para apartarlo pero se queda inmóvil, fuerte como el acero. Resoplo, mirándolo harta de su negación. Él frunce el ceño con seriedad aparente.
— ¿Por qué cojones no? ¿Tienes algo más importante que hacer?
—Sí, Dominic. No sé si sabes pero trabajo en una agencia federal, con bastantes criminales que atrapar, tú incluido.
—Ni siquiera te he dado la fecha —justifica indignado.
—Da igual. Seguro estaré ocupada en la DEA o pasando un fin de semana en Bora Bora con Oliver Taylor.
—Retira eso —me advierte, cabreado.
Miro de soslayo su mano apretando con fuerza el borde de la mesa. Si las miradas mataran, estaría hecha cenizas. No necesito mirar sus ojos, puedo sentir el fuego que desprenden. Evito el contacto visual, deslizando una uña por su brazo.
—Relájate, no vaya a ser que explotes.
Ha sido una broma de mal gusto, pero él saca lo peor de mí. Observo con diversión su dura expresión, va a explotar. Su silencio es peligroso.
—Te estoy jodiendo, espécimen explosivo.
—No te estoy metiendo la polla, así que no veo el puto sentido o la gracia —espeta las duras palabras con cierto resentimiento.
—Iré contigo, pero me darás la información sobre el collar. —Lo pienso unos segundos más—. Y algún dato sobre el cártel de Cali.
—Ahora te estás pasando.
Alzo mi cabeza hasta alcanzar su boca, le doy un delicado beso que llevo por toda la línea de su mandíbula, con el objetivo de suavizar la tensión acumulada en su rostro. Él no reacciona, se mantiene quieto, inmune a mí.
—Oferta final.
—Una semana en Italia, Madison.
—Cuatro días y con eso ya estoy perdiendo —rebato, poniendo distancia entre ambos.
Dominic aprieta aún más la mandíbula. Jesús, si está cada vez más rojo de la rabia.
—Cuatro días, sexo incluido. —Vuelve a eliminar nuestra distancia y su aliento contra mi rostro cuando especifica con total perversión—: Sexo de verdad.
Arrugo el ceño, totalmente indignada y ofendida. Le doy un empujón que me otorga el espacio necesario para bajar de la mesa, poner mucha más distancia entre nuestros cuerpos.
—Solo por eso acabas de perder un día. Tres días en Italia.
Desliza las manos en los bolsillos, sus ojos sin perder el brillito de esperanza.
— ¿Con sexo?
—Ahora son dos días. —Me cruzo de brazos—. ¿Te gusta negociar, Dominic?
—Joder, Madison —farfulla desesperado. Se toma unos segundos pensando, balanceando su gran cuerpo, indeciso—. Joder. Cuatro días. Nuestro tipo de sexo. Cero interrupciones.
Orgullosa de haber logrado mi objetivo principal, sonrío de medio lado.
—Eso me gusta más.
—La pelea que no ganas, termina en empate —susurra para sí mismo, irritado.
Me encojo de hombros. Ignoro la mala manera en que saca las llaves de un coche del bolsillo, indicación de que es hora de marcharnos. Sin saber muy bien el camino de salida pero con ganas de molestarlo un poco más, paso por su lado chocando mi hombro contra su brazo a propósito.
Ridícula diferencia de altura sin tacones.
—Estoy siendo objetiva, cielo.
—Eres mala —dice, siguiendo mis pasos—. Calculadora y manipuladora.
Un miembro de la agencia pasó a mejor vida.
Bueno, es un eufemismo decirlo así. Lo ataron a un árbol para torturarlo, lo dejaron de una forma tan cruel que me costó un poco observar las fotografías de la escena del crimen. Recibió cinco disparos en el pecho y uno en la cabeza. Todo esto después de haber sido testigo de cómo asesinaban a su esposa e hijo de ocho años a sangre fría.
La policía de Virginia encontró los cuerpos en la mañana, luego de que la escena aterrorizara de por vida a una adolescente que iba camino a la secundaria.
Por tal motivo, las oficinas comparten un silencio en nombre de las pérdidas. No es un silencio absoluto, pero es habitual hacerlo cuando algo así sucede. Samara corre de un lado a otro con bandejas llenas de tazas de café, carpetas o cualquier cosa que sus jefes directos necesiten durante este día agitado pero sombrío.
El asesinato tiene la huella de Simón Beltrán, jefe máximo del cártel de Cali. El colombiano no le importa echarse otro muerto al hombro, se encarga siempre de que todos sepan que fue su gente. Los policías lo supieron casi al instante de encontrar los cuerpos, un minuto después la agencia se sumió en un silencio sepulcral.
Anthony Ferguson fue agente especial de la DEA durante dieciocho años, fue partícipe del operativo contra José Luis Rodríguez, y según los rumores que he oído desde el equipo de inteligencia de esta sección, le jugó varias malas pasadas a los Beltrán mientras estuvo en Colombia.
Una vez que tienes problemas pesados con una organización de narcotráfico, te has asegurado la muerte. Primero la de tu familia, luego la tuya. Incluso, no necesariamente problemas, tan solo el hecho de relacionarte con alguien de ese mundo. La amenaza está allí, latente, con la posibilidad de hacer erupción de un momento a otro.
Todo esto es real, se vive día a día, más que todo en México y Colombia, por nombrar algunos, porque sucede en el mundo. Muchas personas inocentes han muerto a manos del narcotráfico.
Sin falta, diariamente llegan los anuncios de desaparecidos o asesinados desde otros estados, desde Costa Rica, Ecuador, India, Venezuela, Panamá, Bolivia, Pakistán, Honduras, y la lista es larga. Muy larga. Todas las muertes o desapariciones provocadas por el narcotráfico.
Es en estos momentos que cierro la puerta de mi oficina, tomo asiento y doy un respiro. Todo el desastre sucediendo afuera de este edificio es real. Es tan real que genera un malestar en el estómago, un cosquilleo de nervios en la piel. Yo perdí el miedo desde hace años, porque fue mi obligación y no tuve otra opción, pero a veces siento la necesidad de esconderme debajo de mi escritorio.
Son breves episodios de debilidad que jamás le he contado a nadie, ni siquiera a Ethan o a su padre. Es algo solo mío. Y pensar en el pequeñito de ocho años que han asesinado, me incita a esconderme.
Episodios en los que me arrepiento de ser quien soy, hacer lo que hago, y cada vez estoy más hundida en ese infierno por mi propia voluntad.
No estoy orgullosa. ¿Quién estaría orgullosa de ser cómplice del narcotráfico, asesina en crecimiento y otras cosas que prefiero reservar? Pero tengo que mantener la fortaleza.
Si me descuido, la próxima víctima podría ser yo.
En horas de la tarde, recibo una carpeta sellada de un remitente desconocido. La abro con cierta desconfianza, pero tomando las precauciones necesarias utilizando guantes. El sobre ya ha pasado por seguridad. El asombro no cabe en mí al leer por encima los primeros párrafos de cada página, está hasta el último detalle del cártel de Cali.
Direcciones, rutas, contactos, estrategias secretas de movilización, todo tipo de detalles importantes que pocas personas deben poseer.
Sin haber salido de mi estupor, apoyo la espalda en el respaldo de la silla, mirando un punto ciego. El cártel de Dominic está involucrado en más de una página. En listas de proveedores, asociaciones, préstamos, compra de mercancía. Según esta recopilación de información, «El Círculo» ha tenido muchas interacciones compra-venta con ellos.
Nunca se había descubierto que el cártel manejado por Dominic Callaghan tuviera nombre propio, es la primera vez que sé sobre El Círculo.
Reviso como loca cada mención en las múltiples hojas.
El Círculo - Nikolai, extensión 836. Moscú, laboratorio genético. (Pago $40.000,00)
El Círculo - Compra de armas militares, extensión 002.
El Círculo - Terreno #409, Australia. Dirección: DESCONOCIDO. Bianco, extensión 104. (Estado: PAGO).
El Círculo - Dominic oficina principal, extensión 001. (Llamadas de urgencias).
La lista continúa mientras leo, en distintas secciones del documento, a excepción del grupo de socios involucrados en los asesinatos. En cada logística, está El Círculo.
Es bastante obvio que esto ha sido enviado por el mismo Dominic, y se ha incluído hasta el cuello. Me ha enviado más pruebas contra él.
¿Otra maldita prueba?
Murmuro maldiciones mientras comienzo el tedioso proceso de rehacer el informe, sin incluir a Dominic y su especie de organización, porque esto ha dejado muy claro que maneja más que drogas.
En el proceso, metiendo en la trituradora cada papel que lo incriminan, pienso en el montón de posibilidades existentes en las que puede salvarse el pellejo.
Dominic es ignorante de lo que yo sé. Que con un muy buen trabajo sucio —realizado por un alto mando de la oficina—, podría librarse de la DEA. Hay muchas cosas que la DEA sabe de él, y muchas que no, varias de ellas de suma importancia para lograr un juicio. Es un trabajo de limpieza que tomaría muchos meses, quizá años, requiriendo un plan bien ejecutado. Difícil, exigente, suicida, pero no imposible.
Mientras más valoro la posibilidad, más comprendo lo esencial del hipotético plan: sacrificarse por él.
Antes de llevar la carpeta al jefe Lockwood, recibo una llamada desde Mónaco. Es papá. En su voz distingo la vitalidad, me complace saber que no está al borde del suicidio por la presencia de Alexa y que Allison ha estado haciendo amigos nuevos.
—Papá, ¿alguna vez tuve un collar con un sol y una luna? Antes de… Ya sabes.
—Mmm. Que yo recuerde, no. —La línea se queda en silencio varios segundos hasta que se aclara la garganta—. ¿Por qué me preguntas eso?
Suspiro, abrumada. Yo tampoco lo recuerdo. ¿Por qué lo sentí tan familiar?
—Creí que tenía uno igual.
—Tuviste muchas tonterías de esas, hija. ¿Por qué quieres saber?
—Ya no importa.
Lockwood quedó asombrado. Se ha rascado varias veces la calva y eso solo hace cuando está sin palabras. No ha parado de pasar las hojas de la misma manera frenética que hice yo.
— ¿Hace cuánto posee toda esta información, agente Donovan?
—Lo he conseguido a través de una fuente anónima.
— ¿Es parte del cártel? ¿Conseguiste su identidad?
—No, señor. Se abstuvo de mostrar su verdadera identidad, alegó estar escondido por miedo a las represalias de Simón Beltrán.
—Muy bien —Asiente, satisfecho de mi mentira-verdad—. Por fin, ¡una buena noticia en este endemoniado día! Ya que esto está en su unidad, lo consultaremos con el comandante de Operaciones Especiales. Para esto, el comandante Quentin tomará las riendas y usted será su segunda o lo que él decida.
—Ahora mismo iré con él. Le aseguro que saldrá a la perfección.
—Vamos, como debe ser. —Aplaude, tan dramático y exagerado como siempre—. ¡Al ruedo!
Mi teléfono vibra con una llamada al salir de la oficina, la imagen de Jessica parpadea en la pantalla. Mi dedo vacila antes de responder con un alegre saludo.
Al ruedo. Puede que varias cabezas empiecen a rodar.
Con el pasar de los días, Hyun-Woo se ha puesto más exigente con las tareas. No estoy dispuesta a ser una jodida señora de traficante de personas como la infame Azucena Sánchez, es un límite marcado en esta misión.
El coreano toca ovarios pretende exigir que comience a cazar personas que cumplan con los estándares de Jung-Su. Según él, estoy lista para hacer trabajo de verdad.
Es un proceso largo, debería crear una carpeta digital con un mínimo de cincuenta personas que podrían «complacer» a Jung-Su. Esta información pasaría a Hyun-Woo para descartar o validar, luego queda a manos de los hombres de investigación para anotar el más mínimo detalle sobre la vida de los validados. La selección final queda en una persona que todavía permanece en anonimato, en la cual sigo trabajando. Así, Jung-Su recibe la recopilación de las personas halladas por el equipo de búsqueda y elige a las víctimas, pasando al equipo de captura.
AnomTR986: Quiero hablar con el administrador.
La comunicación entre los miembros de la secta es algo jodido. Después de todo, una organización de ese calibre debe evitar riesgos, así que se utiliza un programa de software encriptado para enviar mensajes en clave. Esto solo puede ser posible entre miembros del mismo equipo - jefe directo. En mi caso, Hyun-Woo.
No tengo ningún tipo de conexión con Jung-Su, quien en clave es el «administrador». Tampoco la había necesitado hasta ahora. Hay puntos que aclarar, como el gran hecho de que bebí nuestra sangre mezclada para trabajar únicamente con los servicios de localización, encontrar a las personas seleccionadas que fueran difíciles de hallar.
Nunca sentarme en un parque a elegir opciones como una ficha de modelaje.
AdminHW08: Los empleados no pueden. Tiene que ser conmigo.
AnomTR986: Dile mi nombre. No haré nada hasta hablar con él.
AdminHW08: No puedes renunciar. No habrá carta de recomendación.
Podría reírme. Bonita forma de amenazarme con pegarme un tiro.
AnomTR986: No es una renuncia. El administrador o nada.
Durante varios minutos me quedo esperando alguna respuesta negativa o positiva. La inquietud me ataca mientras me maquillo el rostro, lanzando miradas fugaces al ordenador que compré recientemente para utilizarlo con Narak.
Cuando una hora después llega el mensaje, estoy embutida en un traje de cuero y con laca en el cabello, pero eso no me impide lanzarme a la cama para leer la pantalla.
AdminHW08: Conéctate al servidor H0 el domingo a las 21h00 KST.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro