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24. Paz

ATENCIÓN: El siguiente tema a tratar involucra a un personaje psicólogo que actúa como la trama lo requiere. El comportamiento del personaje Ethan NO lo justifico, no está bien ni es un modelo a seguir. No, no estoy manejando a ciegas el tema, está así a propósito. Al igual que la terapia empleada no es adecuada, ni siquiera recomendable o apta médicamente, solo es manipulación a través de dolor.

Gracias. ❤️

El silencio de la noche se convierte en un eco incesante, recordándome mis faltas y susurrándome la necesidad de redimirme, hasta que encuentre la paz en la oscuridad de mi propia redención.
– Madison.

LUNES,
7 DE MAYO, 2018
Arlington, VA.
8:21 A.M.

—Maté a una mujer.

—Está bien.

Me reclino en el sillón, cruzando una pierna sobre la otra. De brazos cruzados, observo atentamente al hombre sentado frente a mí. Trato de analizar sus emociones, leer su lenguaje, como si el paciente fuera él.

— ¿Esa es tu respuesta?

—Es normal, provocas la muerte, son criminales.

—Ella no lo era.

Tras unos segundos en silencio, escribe en el iPad. Me frustra cuando hace eso, porque solo lo hace si debe anotar algo negativo de mí.

— ¿Alguien te obligó?

—No —respondo tras meditarlo—. Yo lo decidí.

— ¿Asumes la culpa?

—Sí.

La satisfacción vuelve a iluminar su rostro. Es bastante expresivo, como los cuadros decorativos en el consultorio: dibujos de personas muy felices. Podría ser una estrategia para sus pacientes. Para mí, son el reflejo de él mismo. Todo lo es. Las paredes, los muebles, las alfombras, sus objetos en el escritorio, todos grises. Por esa razón, visto de gris cada vez que vengo.

— ¿Por qué aquel hecho te afecta?

—Porque ella tenía una vida, yo le arrebaté todo por mi propio beneficio.

Siento que libero un peso de mis hombros al admitirlo en voz alta. Suelo mentirle seguido, detesto que se meta en mi vida. La muerte de Lee Hyojin logró que volviera al consultorio luego de varios meses desaparecida.

—Fue la decisión correcta para ti.

—Eso mismo pensé. —Me inclino hacia delante, intrigada—. ¿Estoy enferma, Ethan?

— ¿Crees que lo estás?

Emito un bufido y me recuesto.

—Volví a tener una pesadilla el domingo.

— ¿Qué sucedió?

—Quien me ataba era la mujer que maté. Quería castigarme.

La compresión, tanto como la decepción, cubren su mirada reflexiva. No necesita más información que esa para ponerse de pie e indicar en silencio la puerta detrás de mí. La puerta a mi infierno personal.

Sabía que sería lo primero que haría, que notaría esa decepción tras darse cuenta que deseché meses de terapia, episodios traumáticos encerrados en este cuarto. Fue hecho para mí, se reconstruyó desde que reemplazó a su padre como mi terapeuta.

Que todo quede en familia.

Es un cuarto pequeño, el espacio suficiente para albergar dos personas y una camilla. El penetrante aroma a desinfectante y antiséptico son como miles de diminutas agujas. Las paredes blancas me abruman. Hago todo lo posible por ignorar mi entorno, porque tan solo el olor intensifica las  palpitaciones en mi pecho, y cuando mi cuerpo entra en contacto con la superficie sólida de la camilla, una sensación gélida de humedad cubre mi piel.

Nada ha cambiado. Puedo jugar el rol de mujer fuerte afuera, aquí soy tan vulnerable como cuando era solo una niña indefensa. En este lugar, mis fibras se estremecen con el terror, el aire se escapa de mis pulmones en cortos suspiros, presa del pánico y la ansiedad.

Me niego a apartar mis ojos del techo, aunque la intensa luz blanca lastime mi vista. Siento cómo Ethan envuelve mis muñecas con el cuero. Aprieta con firmeza el material hasta que un jadeo involuntario sale de mí.

«No llores, no llores».

Sus dedos dejan una suave caricia en mi brazo, sujeta mi mano entre las suyas con ternura. Es su manera de consolarme.

—Respira. Siente la textura.

—Me estás cortando la circulación —espeto entre dientes—. Afloja eso.

—Mientras más fuerte, mejor lo canalizarás.

Aprieto los labios, respirando con dificultad. Ethan habla en un tono bajo y lento, adentrándose en mi cabeza al igual que su padre hacía conmigo, hasta manipular cada rincón de mi mente.

Juré que no regresaría, que no me sometería a la tortura de «revivir» mis traumas para repararlos, que no seguiría dándole el gusto a Alexa de verme rota.

Pensé que lo había logrado, las pesadillas cesaron, aprendí a controlar mis reacciones y poder convivir con paredes blancas, los olores fuertes, las camillas, el cuero, todo lo que me impedía vivir bien. Nunca fue así. Otra vez, solo era yo fingiendo.

Siempre fingiendo que estoy bien, incluso sin darme cuenta, porque me acabo de dar cuenta que todo cesó cuando conocí a Dominic, cuando todo él ocupó mi mente.

Las pesadillas nunca se fueron, los temores siguen allí, ocultos pero presentes. Dominic los durmió para devolverlos a la vida. Me devolvió a este lugar, porque prefiero pasar por este dolor momentáneo que volver a sufrir.

Era difícil despertar a media noche, bañada en sudor, aterrada, con las lágrimas derramándose sin control, ansiando el abrazo o el apoyo de alguien, para encontrarme con la soledad de mi habitación, sin nadie en quien poder refugiarme.

No quiero volver a anhelar algo que nunca tendré.

—Cierra los ojos, concéntrate en el tic tac del reloj, luego cuenta hasta quince.

Sigo los pasos que conozco de memoria. Dejo que mi mente se relaje y tome el control de la situación, siento cómo con cada sonido del reloj voy cediendo el poder a mi subconsciente. Mis músculos rígidos se relajan un poco.

— ¿Te duelen las correas?

—Sí.

Las caricias de Ethan se extienden hasta mi hombro desnudo, sus labios fríos rozan mi oreja cuando sus susurros emergen.

—Toma este dolor, borra el pasado. Hazlo tuyo. Olvida que alguna vez fue motivo de sufrimiento. Transforma todas esas emociones. ¿Qué sentimiento es más fuerte justo ahora?

Un reconocido ardor cubre mi pecho, lágrimas de rencor que nunca fluyen. Las retengo allí, al igual que toda la furia que recorre mis venas.

—Odio.

— ¿Hacia qué o quién?

—Hacia los que me hicieron esto.

— ¿Qué crees que te hicieron?

—No estoy segura —susurro, confundida entre mis propios pensamientos.

—Nadie te hizo nada, Madison.

Suelto un quejido, haciendo rodar mis manos en las correas. Las manos de Ethan presionan mis hombros al instante, anticipando cualquier intento de intentar soltarme. Quiero soltarme.

Mi mente está confundida entre el golpe abrumador de recuerdos e imágenes borrosas, gritos de ayuda y llantos incontrolables, mientras él dice eso. Son reales, sé que son reales, pero no sé cuáles son reales y cuáles producto de mi imaginación. Eso me frustra más.

—Tus alucinaciones no tienen poder sobre ti —repite varias veces como un mantra—. Mezclas la realidad con la imaginación.

La palabrería de Ethan continua sin descanso, los susurros se clavan en mi cabeza y se repiten sin cesar hasta convencerme, poco a poco. Su poder no es modificar mi mente, es convencerme de hacerlo por mí misma, de la misma manera que hizo su padre cuando era adolescente.

—Suelta a Hyojin, así es... No has hecho nada malo, libéralo.

Lo hago. Lucho contra mí misma, mis propias creencias, me obligo a desechar esa culpabilidad escondida en mí. Lo mismo que he hecho más de cien veces durante toda mi vida: crear otra versión de mí, lo más perfecta posible.

Mi yo real está aquí, en algún lado, pero en cierto punto de mi vida la perdí y nunca supe cómo recuperarla. Así que me acostumbré a esta versión, la única que me abrazará hasta que nos lleven a la tumba.

La desaparición de caca no resultó tan desafortunada. Su ausencia me permitió avanzar en los otros casos de los que formo parte. Me dediqué de lleno a recopilar y ordenar cronológicamente todos los datos que caca me entregó de Petrov Mavek, así pude armar un informe valioso que adelantará muchos pasos al FBI. Me sentí realizada.

El agente Adam me pone al día sobre el cártel Arkan, mientras que Hank lo hace sobre el de Cali. No me he perdido de mucho, lo que es bueno, porque el trabajo de tres cárteles no es fácil de manejar. Ser jefa de sección es extenuante, pero cumplo mi papel. Regreso a mi piel de agente especial al cien por ciento, dirigiendo a mi equipo.

Reparto mi tiempo entre mi trabajo oficial y el extraoficial: la secta Narak.

Por el momento, Hyun-Woo, el líder del equipo de inteligencia, me ha encargado pequeños deberes de búsqueda que puedo manejar desde casa. A su vez, guardo y apunto cada detalle de la secta. Ninguno de Jung-su, regresó a su forma fantasma después de la amenaza pasivo agresiva.

— ¿Cadáveres conservados? —musita consternado, Lockwood, tras mi presentación en la sala privada.

Mi atención solo se concentra en la directora adjunta, Aleska Freeman, y dos de los altos mandos de la agencia: Hudson Ellis, inspector jefe, y Garrett Watson, jefe de Inteligencia. Continúan repasando el informe de diez páginas que escribí. Alaska apaga la pantalla de la tableta para mirarme.

—No cabe duda que es una investigación impecable, al igual que su entrada a Narak, pero ¿está fuera de nuestra jurisdicción?

—La conexión entre Śmierci y la secta es estrecha. Aún no tengo acceso a más información pero gracias al trabajo marcado en la sección trece, anexo dos, está confirmado que Śmierci utiliza a Narak y viceversa. En el anexo tres está detallado, el caso cae en nuestra agencia mientras no haya más información.

—Vamos a discutir esto en una junta más formal con el director Bennett y el resto del equipo directivo. Es un enorme paso para nosotros con Śmierci. Felicitaciones, agente Donovan.

—Gracias, señor Watson. Sé que el FBI hará todo lo posible por quedarse con el caso en cuanto la noticia se extienda en el departamento, pero si damos los correctos pasos, el reconocimiento será nuestro. Si cuento con ustedes.

Mis jefes se miran entre ellos, considerando mis palabras. Nuestros enfrentamientos con el FBI son el desayuno de cada día, siempre hay casos que nos quieren arrebatar, así como nosotros a ellos. Es una pelea constante por demostrar quién es mejor, lo aprendí apenas entré en este mundo. Las apariencias es una de las cosas que más les importa a los altos mandos, por ende, a mí también.

Generalmente, todo el asunto de la secta debería ser manejado por el FBI. Todos en la sala lo sabemos, por eso necesito su apoyo, solo ellos tienen el poder necesario para mantener el caso de nuestro lado.

Alaska asiente. Ese solo gesto es suficiente para que Hudson Ellis de la confirmación verbal. Mantengo la victoria en mi interior mientras estrecho manos con ellos y les aclaro las dudas restantes.

—Asegúrate de enviar dos copias más a mi oficina —me ordena el jefe Ellis antes de salir, sin esperar respuesta.

Es el directivo más joven y, por tanto, quien más se toma libertades con los agentes. También gracias a su personalidad fresca y despreocupada. Nunca espera a que le respondan, tampoco le importa, solo le interesa ser oído. Apesar de eso, es el jefe más piadoso de la agencia.

El cabello rubio platino de Alaska tapa la visión de la espalda de Hudson Ellis cuando se interpone. Me ofrece su habitual expresión fría, ella hace honor a su nombre.

—Su presencia será necesaria pronto, manténganse disponible esta misma semana. La elección del equipo es urgente.

—Por supuesto, directora. Quisiera saber en qué posición quedo yo. Debo seguir un plan específico en la secta.

—Alguien más tomará el mando, usted podrá continuar como agente infiltrado.

Un respiro de alivio. Por un momento, creí que podrían elegirme para liderar el caso. Ryan dice que soy la reina de las engreídas, realmente no me importa. Siempre pensaré que soy la primera opción.

Ley de atracción.

Hago girar la diminuta figura de barro entre mis dedos, Afrodita, diosa de la mitología griega. Resulta terapéutico el movimiento, a falta de una pelota antiestrés. Mi cabeza trabaja a mil por hora, concentrada en los números en la pantalla de mi computadora, mientras las suaves notas vocales de Taylor Swift reemplazan el silencio de mi oficina.

Jamás pongo música en la oficina, pero esta semana se convirtió en una relajante rutina. A un bajo volumen, disfruto de la melodía e incluso canto un poco. ¿Estaré enferma? ¿Se me adelantará el período?

My thoughts will echo your name, until I see you again… —Apoyo la barbilla en mi mano, perdiendo la mirada en la hoja de Excel—. Please, don't be in love with someone else. Please don't have somebody waiting on you…

—Tú, hija de puta.

La figura de barro cae en la mesa de golpe, consecuencia de mi pequeño salto asustado. Detengo la música lanzándole una furiosa mirada a la persona que interrumpió sin avisar. Pocas veces me asusto con tanta facilidad.

—Maldita sea, Jessica, toca primero.

Sonríe burlona. Sale de la oficina, toca dos veces la puerta y vuelve a entrar, bastante contenta de su estupidez.

— ¿Qué diablos hacías escuchando canciones de amor? Ni siquiera te gusta Taylor Swift, acordamos que es para sensibles.

Me reservo la respuesta porque:

1) No sé porqué reproduje su lista de canciones hasta el punto de saberme las letras.

2) No es de su maldita incumbencia.

— ¿Cómo entraste? —cuestiono irritada. Es mi mejor amiga, pero mentiría si dijera que volverla a ver no alteró mi humor de forma negativa.

—Me encontré con Ryan en la entrada, pasé con él.

— ¿Ryan? ¿Qué hace aquí? ¿Lo mandó el FBI?

Se encoge de hombros, sentándose frente a mí. Cruza las piernas sin importarle que el corto vestido rojo revele más piel de lo usual. Me resulta curioso, ella suele decir que vestirse así la hace sentir puta, porque prefiere ser «sexy pero tampoco puta».

—Olvídate de Ryan. ¿Te esfumas varios días y apareces besándote con Oliver Taylor en Twitter? Estás en Page Six.

La mención de la página me provoca un suspiro de fastidio. Sabía a lo que me enfrentaba al aceptar la fotografía con Oliver, pero la relevancia de la noticia me hizo —otra vez— objetivo de odio en redes sociales. Olvidé el pequeño detalle de que Ryan y yo seguimos juntos para los demás. Así que ahora soy la infiel más popular del momento. Siendo honesta, siempre olvido cualquier cosa relacionada con Ryan; me lo gané a pulso.

—No fue un beso, por eso recorté nuestras cabezas.

Una maliciosa sonrisa se forma en su rostro. La conozco, no me cree ni un poco.

—Cuéntamelo todo, tú arpía mala amiga.

Solo porque estoy en mi hora libre de almuerzo, le doy la satisfacción de conocer mi trato con Oliver.

—Esperaba algo así de ti —murmura inconforme—. Ryan parecía disgustado, no opiné nada porque merece sufrir un poco. Ya sabes.

— ¿Porque me fue infiel desde octubre?

Los labios de Jessica se separan en un suspiro, con los ojos muy abiertos en una expresión de total estupefacción. Claro, no le había contado nada, no quería admitir que un hombre me puso los cuernos. A mí. Por eso no me sorprende que esté tan afectada por la novedad, aún así, me deleito descubriendo las emociones en sus ojos azules.

El diablo disfrazado.

— ¿Él qué?

—Lo confesó cuando rompimos.

Se lleva una mano al pecho y sacude la cabeza. Me divierten las actuaciones dramáticas suyas, pero me lo callo por una buena razón.

—Alguien no aguantó hasta el matrimonio... Qué basura —se queja disgustada—. Hombres de mierda.

—Está bien, no me importa.

Toma mis manos entre las suyas, es su demostración de cariño. Me sonríe como pocas veces hace: con lástima real, pero rápidamente desaparece para volver a su pícara sonrisa habitual.

—Cómo adoro tu insensibilidad de perra. Esto merece una noche de vino en tu apartamento. A la mierda Ryan, te dije desde un principio que me caía mal.

Sonrío de medio lado. Por supuesto, imposible olvidar todas las veces que juró que era poco hombre para mí. Quizá sí tenía razón, en muchas cosas que mi lengua venenosa podría soltar ahora mismo, pero no quiero perder la diversión.

— ¿A qué debo tu visita, Jess?

—Mi mejor amiga se olvidó de mí. Yo no de ella. La zorra de Zoe se ha estado entrometiendo en mi trabajo, por eso tardé en buscarte.

—Eso suena como un problema para ti.

—Lo es, Madison —afirma con un puchero—. Lamento tanto que nos hemos estado alejando. Era mejor en la universidad.

—Lo sé, yo también te extraño, Jess. Haremos esa noche de vino pronto.

Lanza un chillido alegre.

—Esa es mi hermosa perra.

Le devuelvo la sonrisa, aún sujetando su mano.

Lo soy, Jessica. Lo soy.

Los jueves son el día de cerveza para los agentes especiales de esta unidad, solía ser parte del ritual semanal en mis primeros años en la agencia, hasta que me ascendieron. Fue una decisión razonable, no puedo hacer este tipo de cosas con gente que no está a mi nivel. No era amiga de ninguno de mis compañeros en aquel entonces, por lo que poco importó. Cuando hoy Dylan entró a la sala de investigación para invitarme esta noche, me quedé paralizada de lo extraña que fue la situación. Lucas rompió el ambiente incómodo con una actitud tan alegre que acepté ir solo para que se largaran.

Hacía años que no pisaba este bar, el dueño es el tío abuelo de un ex compañero, gracias al cual la división obtuvo un descuento y una mesa fija para los jueves. Una de las meseras me reconoce de inmediato, me lanza una amigable sonrisa desde la mesa que atiende. La recuerdo, una vez la defendí de un grupo de borrachos con manos inquietas. Le ofrezco una pequeña sonrisa antes de ir a la mesa de siempre, atrayendo más de una mirada.

Resalto en el lugar, y no soy solo yo siendo egocéntrica, es mi vestimenta elegante que no va acorde con este bar. Tuve una cita en los juzgados por el caso de desaparición de Howard Whittaker, requirió la elegancia de un vestido, tacones y pocas joyas doradas. La clientela debe creer que me equivoqué de restaurante.

— ¡Jefa! —exclama eufórico Dylan, el primero en notarme.

Los agentes de mi equipo se le unen para darme la bienvenida, minutos de risas masculinas y saludos sonrientes. Necesito un equipo que sonría menos.

—Vamos a pedir las alitas pronto o puede que la novia de este machote cruce la puerta y se lo lleve —bromea Hank y palmea la espalda de Lucas con bastante fuerza.

Ulises le toma la palabra, se marcha a la barra de comida para hacer la orden. En tanto, observo curiosa los gestos tímidos de Lucas. El rosado le cubre las mejillas con cada broma sobre su novia que los hombres hacen.

—Así que, ¿tu novia es muy celosa?

Mi primera pregunta en el tema roba risitas y un par de «ohh» en el grupo. Estaba cómoda anotando en mi mente el comportamiento y personalidad de mis agentes, pero mi curiosidad por Lucas Sagfrield ha ganado. Una vez que se me ocurre una malévola idea, nadie me la quita.

—Nooo. Todo es un chiste de estos idiotas, agente.

Mi sonrisa se vuelve más abierta. Qué tierno se ve tratando de mentir.

— ¡Qué falacia! —se carcajea Dylan—. Todos estábamos aquí cuando su novia apareció furiosa y se lo llevó. ¡Se lo llevó!

Lucas le frunce el ceño, a la defensiva.

—Así no pasó —insiste frustrado—. Era una emergencia familiar.

—Ya, ya sabemos —lo apacigua Ulises—. Dylan solo quiere que olvidemos que su ex novia no lo dejaba salir a fiestas.

Freddy aplaude y señala al mencionado sin poder parar de reír. Casi sin aire logra decir:

—Se dejaba de la novia que medía metro y medio.

Todos se parten de la risa en burlas hacia Dylan mientras él exclama y jura por todos los santos que eso no es cierto. Es el más burlón y el que menos soporta bromas.

—Se están olvidando de algo importante —menciono.

— ¿Qué? —preguntan al unísono.

—Que todo esto es solo una excusa para disfrazar su inseguridad y el miedo a ser desafiados por mujeres fuertes más astutas que ustedes.

Les toma varios segundos procesar la información, luego estallan en silbidos y más risas de aprobación y diversión. Dylan se levanta con los brazos extendidos, desbordando la chispa de la ebriedad.

— ¡Otra ronda para la jefa que nos bajó los pantalones y nos la metió sin aviso!

Por amor a Dios.

Es tarde cuando llego al apartamento, me da temor admitir que me la pasé mejor de lo que esperaba en el bar. Nunca antes me había dado la oportunidad de conocer más a mi equipo de agentes. En la agencia, saben comportarse como adultos y cumplir su deber al pie de la letra, fue un poco divertido ver el otro lado de la moneda de sus vidas. Sobre todo, de la misteriosa relación de Lucas. Pretendo seguir escarbando en su vida, porque entre más cruzamos miradas, más ansias tengo.

Revisar mis redes sociales es algo que acostumbro a hacer antes de dormir, para no perderme de nada que pueda ser importante. Mi famosa popularidad de infiel ha ido disminuyendo, recuperé el doble de seguidores que perdí en Twitter. Eso es alentador. Me gusta la aplicación, es un desahogo personal.

WhatsApp es una aplicación que muy pocas veces utilizo. La tengo más que todo porque Allison y papá la escogieron como medio de comunicación preferido, por lo tanto debo tenerla. Mi hermana menor sigue sin responder el mensaje que le envié el día de ayer, es muy extraño, pero me convenzo de que se está adaptando a su vida en Mónaco con nuevas amigas y no ha tenido tiempo de hacerlo.

Eso espero.

La actualización de estado de Dominic llama mi completa atención. Él tampoco usa la aplicación. De hecho, cuando revisé…, perdón. En México, cuando por casualidad del destino dejó su teléfono desbloqueado y accidentalmente le eché un ojo, no tenía la aplicación instalada. A la mierda. Pincho en el ícono con la ansiedad adueñándose de mí.

Es una fotografía de él y una mujer rubia, muy acaramelados. Su vestido de tirantes es rojo, al igual que el color en sus labios que sonríen de puro gusto mientras él tiene la cara escondida en su cuello. Su mano descansa en la parte baja de su espalda y la de ella en su pecho. Están sentados en lo que parece un restaurante. En la descripción ha escrito: «A». Más un corazón amarillo.

Este hijo de puta…

Hago zoom en cada parte de la imagen hasta conseguir la pista que necesito. Una servilleta con un logo, eso es todo. Tres minutos de búsqueda después, tengo el nombre del restaurante y la dirección. Está en las Islas Canarias.

El muy cabrón ha estado de vacaciones en las Islas Canarias mientras me ignora como un trapo viejo.

El muy cabrón.

Más animada por la rabia que por otra cosa, reviso los miles de seguidores de la cuenta del restaurante en Instagram, las historias recientes, las destacadas, los comentarios y me gusta, hasta que encuentro la cuenta que buscaba.

Audrey Milán.

Es ella.

En la fotografía solo se le puede ver medio rostro, pero sé que es ella, lo supe con tan solo ver el nombre del usuario y que nadie me pregunte cómo lo supe. Simplemente, intuición, esa que jamás te falla. Lo sentí. Lo siento revisando su feed. Es modelo española, una famosa, una que su cara está en los anuncios de Calvin Klein por toda la maldita ciudad.

Entonces, ¿esta es la mujer que probé de los labios de Dominic? Tiene que serlo. Vuelvo a ver la fotografía de ambos, inspecciono las que tiene en Instagram, siempre con la cara de él oculta. Sí, es ella. Es la misma por la que me abandonó en Seúl, la misma Audrey en su teléfono que le dijo te amo con un corazón amarillo.

Mis dedos se mueven frenéticos en la pantalla, nadie puede detenerme de responder a esa fotografía.


Sujeto el teléfono a centímetros de mi rostro, queriendo atravesar el aparato para darle un puñetazo a ese hombre. ¿Cómo puede tener el descaro de desaparecer para vacacionar en la playa con su querida del mes después de lo que me hizo?

Dieciocho minutos. Son dieciocho minutos los que transcurren para que responda mi mensaje. Nuestra primera conversación desde lo ocurrido en Seúl. No apareció ni siquiera por mi foto con Oliver, aunque dejó un comentario malicioso en el tweet desde su cuenta falsa. La cual descubrí desde el día uno.

Un segundo después entra una llamada suya. Se puede ir a freír espárragos. Nunca había conocido un ser humano tan descarado y cínico.

Insiste varias veces más durante media hora. Desaparece para aparecer en todo un plan de acosador. Puede llamar toda la madrugada si le da la gana, yo necesito dormir para borrar los signos de estrés que generé en cinco minutos desde que vi la fotografía. 

Ya puede ir hablando con la jodida pared, porque a partir de mañana agarro mi maleta y me fugo de este apartamento.

Si así quiere que sean las cosas, así serán.

Saben lo que me cuesta escribir medianamente bien? Que esos ataques de inspiración me dan solo una vez cada dos meses? Y SE ME BORRÓ LO QUE ESCRIBÍ EN UNO DE ESOS ATAQUES.

Les juro que no puedo, de verdad. Había escrito tanto y no se me guardó, lo perdí no sé cómo si yo lo había guardado pero por alguna razón, quedó en blanco. Bueno, solo quería comentarles que perdí buena parte de lo que había escrito, me dio rabia, quise llorar, tuve que reescribir y obviamente no quedó igual. No saben lo que me duele que me pase eso.

Dios, me odio. 😭

Ahora escribiendo en Google Docs, rezando.

Gracias 👍🏻

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