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23. Moralidad

En cada encrucijada de mi vida, me enfrenté a decisiones que desafiaban mi moralidad, consciente de que mis elecciones no solo me afectarían a mí, sino también a aquellos que me rodeaban.

Asesiné a Jackie Callaghan sin titubear. «Asesiné a un civil inocente» es la frase correcta. Sí, intentó matarme; sí, era cómplice de los actos delictivos de Dominic. Sin embargo, fue la primera persona que maté sin razón coherente, porque lo hice por mi propio beneficio.

He hecho cosas cuestionables durante toda mi vida. Reconozco que el infierno guarda un espacio para mí, uno grande, al que van todas las personas sin alma.

Dominic ha intentado destruir pequeños pedazos de mí, sé que desea que muera por él, pero ya una parte de mí estaba muerta antes de él.

¿Cuál es mi fortaleza?

Mi mente queda en blanco. Las súplicas de Hyojin son lejanas, no hay nada en mi mente. La pregunta da vueltas en mi cabeza sin respuesta clara.

—Por favor, te juro que no tengo relación con ese enemigo de Jung-su. ¡Por favor!

Cierro los ojos por diez segundos exactos. Mi remolino de emociones se desvanece en el aire. Tomo una profunda respiración. Tan fácil, así, bloqueo mi mente.

Giro el interruptor del generador.

— ¡Oh, por Dios! ¡Gracias, gracias!

Descifrar el mecanismo de acción fue sencillo gracias a mis conocimientos. Está formado por dispositivos conectados al contenedor de veneno, que se liberará a través de conductos en su sistema circulatorio. Dichos conductos están conectados a un sistema de válvulas en el dispositivo principal.

Para desactivarlo, debería identificar la secuencia correcta de apertura y cierre de las válvulas, así podría redirigir el flujo del veneno hacia un recipiente de seguridad que descubrí al lado contrario de la silla.

— ¡Jung-su vendrá! El plan es que llegue a tiempo para ver si me salvas. ¡Yo no debería estar aquí! Yo no merezco esto, ¡he actuado bien!

Ignoro el descontrolado llanto, concentrada en las válvulas. Puedo recordar que traicionó el amor de Jung-su, pero ¿qué valor tengo yo para opinar sobre traiciones?

— ¿Qué te hace creer que no te salvaré?

—Dominic dijo que tu carrera es lo más importante para ti..., que debía tener miedo de tu ambición.

Me complace el acertado comentario. Es correcto temer de lo que mi ambición puede causar. A veces, yo también temo de mí misma.

¿Me enfurece algo aparte de este espectáculo? Sí, él no debería estar conociéndome de esa manera. Dominic no debería conocer mis grietas.

Apoyo las manos en las rodilla de Hyojin, inclinándome. Nuestras caras quedan a la misma altura, y exploro el sufrimiento en ella. He visto antes esa mirada suplicante cuando una vida está en mis manos; todos han muerto.

Es mi mirada favorita, uno de mis secretos.

—Tendría que salvarte.

—Jung-su podría matarte si no.

Esbozo una leve sonrisa.

—Sé actuar bien.

El pánico estalla en ella. Siento cierta lástima al ver sus manos destrozadas, la piel derretida con algunos huesos visibles, lo mismo que el charco de sangre en sus pies. Sus brazos lastimados por la cantidad de agujas insertadas. Aún así, me alejo con total serenidad.

Dos minutos, cincuenta y dos segundos.

Me quito un zarcillo para usar la punta afilada y comienzo a manipular los dispositivos, mi mente trabajando a toda velocidad mientras encuentro la forma de cambiar por completo el sistema de acción.

— ¡¿Qué haces?! ¡No me hagas esto, te lo ruego! —Su grito es tan desgarrador que temo que quede grabado en mi memoria por siempre—. ¡Sálvame!

—Shh —hablo suave.

— ¡Suéltame! ¡¿Qué mierda de policía se supone que eres?!

—Agente especial de élite, jefa de sección —corrijo orgullosa, sobre todo de que los números cambien.

Treinta segundos.

Regreso a enfrentarla cara a cara, porque es honorable mirar a los ojos a una persona que se está sacrificando en tus manos. Es lo menos que merece.

—A veces, para hacer justicia hay que ensuciarse las manos con el barro de la corrupción por un bien mayor.

Aunque las lágrimas, el sufrimiento, y la súplica deberían afectarme, no producen ningún sentimiento en mí más que un agradecimiento por lo que su muerte significará.

—Eres la ley, eres policía —repite sin cesar, agitada.

—En las sombras de la confianza, se oculta el peligro. Nunca confíes.

— ¡No! ¡No, por favor!

Tic, tac. Mi cuenta mental llega a cero, así como resuena un click. El último alarido aterrorizado de Hyojin emerge, conocedora su final. El veneno penetra las venas, causándole una muerte inmediata y grotesca.

Doy un traspié hacia atrás, asqueada de cómo las cuencas de sus ojos estallan. La sangre sale impulsada a chorros a través de ellos, de su boca, oídos y brazos, que se destrozan debido a la cantidad de conductos en ellos. Me alejo lo suficiente para huir de la sangre.

Si no fuera una persona acostumbrada a la sangre y entrenada para soportar este tipo de escenas, ya estaría desmayada en el suelo.

—Asqueroso... —siseo—. ¿Qué diablos es ese RX5?

En la oscuridad fantasmal de la sima, rodeada de una piscina de sangre y restos humanos, me encargo del dispositivo desarmado, usando mi chaqueta para proteger mis manos.

Podría decirse que esto es lo que más me duele. Es una de mis favoritas: color crema, cuello clásico, bordes contrastantes, botones dorados. Era una maravilla.

¿Mis pantalones de pierna ancha del mismo color? Ya son rojos con manchas de tierra y suciedad.

—Lamento esto, Karl Lagerfeld.

El tiempo me ayuda a deshacerme de cualquier evidencia que Jung-su pueda asociar conmigo, dejo todo como si hubiera hecho lo correcto. Escondo el papel en el interior de mi franela negra, y parada frente a la fallecida, espero la inminente llegada.

Al oír la primera pisada, me dejo caer de rodillas.

— ¿Qué...?

Con mi máscara puesta, volteo a ver a Jung-su. Está de piedra, congelado ante la visión de su ex prometida. En el fondo, sé lamentar este momento. Yo vi morir a una persona que quería mucho, mi corazón se rompió para no volver a sanar, y aquello no se compara a esta brutal escena.

En términos de pérdida y dolor, lo demás no existe. A todos es común experimentar sufrimiento. Jung-su está viendo los restos de una mujer que quería, que amó, quizá.

—Lo intenté. Desactivé la trampa, pero fue demasiado tarde.

Él parece no oírme. Detrás de él, Kang da apresuradas órdenes para traer un equipo de limpieza. Entre el mar de hombres, Bill me vigila con ojos de halcón.

—Uno de los israelíes me informó que Hyojin estaba aquí. —Clava sus ojos carentes de emoción en mí—. ¿Cómo lo supiste tú? ¿Por qué no lo avisaste?

—Estaba siguiendo a un israelí, bajé por la ladera para dispararle y un olor a quemado me trajo hasta aquí. Había un temporizador, no era tiempo suficiente para ir y volver.

Finjo conmoción al pararme, con matices de arrepentimiento y dolor. Jung-su analiza mi cuerpo de forma automática.

—Lo siento mucho. Hice mi mejor esfuerzo.

Espero una respuesta, una reacción que no sucede. Permanece impasible, como siempre, sin demostración de las emociones que pueda estar viviendo por dentro. Me mira por última vez de arriba a abajo y da media vuelta. Kang se le une de inmediato con evidente preocupación, siguiendo sus tranquilos pasos.

Exhalo de golpe, permito que mi cuerpo obtenga un poco de paz. Un episodio más completado, un pecado más a lista.

El día que comenzó mi descenso.

6 DE MAYO, 2018.
Washington D.C.
07:02 P.M.

En la entrada de la mansión Taylor, me recibe el heredero codiciado Oliver Taylor. Luce una sonrisa encantadora que suele afectar a la mayoría de las mujeres, el cuerpo tonificado y su rostro marcado es un plus. Es la sonrisa la responsable de su fama. Besa mis nudillos en tanto recorre mi cuerpo con una de sus miradas intensas.

—Estás preciosa. Bienvenida.

—Es un placer.

Cubrir los signos de cansancio fue extenuante. Desde que regresé del viaje, mi vida laboral y personal se han mofado de mí.

La solución fue maquillaje, un corto vestido negro de tirantes y, sí, tacones de aguja. Después de largas horas con el tobillo en recuperación, me sentí capaz de volver al ruedo. Duele si piso fuerte, pero soy valiente, me he curado de peores heridas.

En el impresionante salón la pareja Taylor me da una calurosa bienvenida. Siempre tan elegantes con un traje azul de punta, suelen combinar su vestimenta en tonos azules.

—Se ven hermosos juntos, ¿verdad, Ian? —exclama ella, él se echa a reír.

—Ese tren ha partido, querida.

—Me temo que sí —aseguro, con una amable sonrisa.

Cualquier mujer bonita de buena familia podría formar una dupla hermosa según los estándares privilegiados de Georgia Taylor. Me gusta pensar que lo dice por mí y no por mi apellido. Es una buena mujer, pero estricta con el estatus social.

Oliver sujeta mi cintura cuando me voy a sentar a su lado en el sofá, gesto familiar que Georgia no pasa desapercibido. Ella sabe lo que parió: un monumento hecho con muchísimo amor, reflejado en su belleza simple.

Tal vez si fuera mi tipo.

Lamentablemente, solo me siento atraída por el porcentaje más malo de hombres mayores que yo.

Ninguna otra insinuación sobre Oliver y yo sale a colación, pero sí lo que ya suponía: parte de la razón de la cena es por la mala fama de Oliver. Sus padres no son capaces de decirlo en voz alta, es él quien me lo confiesa antes de salir al jardín.

—Podría ayudarte, a menos que sea el cliché del falso noviazgo.

Sonríe divertido.

—Eso es tan improbable que nadie nos creería. Una foto en las redes sociales bastará para que olviden mi desnudez en Bora Bora. Sabrán que es algo serio si lo publico.

— ¿Qué hiciste allí? —inquiero, contagiada de su buen humor—. Ignoro la página seis.

—Estuve desnudo en una piscina con dos chicas en mi casa. Demandé a los responsables, pero conoces a los medios.

—Son intensos, sí. Invítame la próxima vez, me vendría bien un bronceado.

—Es probable que mi madre traiga un cura después de eso. Será una lástima rechazarte frente a un cura.

Suelto una risa, me ha atrapado su chiste. Dudo que Georgia deje pasar la oportunidad de casar a su hijo mayor.

Oliver me permite salir primero al jardín. El fresco aire nocturno envuelve mi piel en un cosquilleo, la sensación me trae malos recuerdos. Es el mismo que sentí durante la madrugada, mientras mi cuerpo sufría las consecuencias del regreso de mi peor pesadilla.

He tenido mejores días.

— ¿Rechazarás la mejor oportunidad de tu vida?

—Soy muy guapo para las mujeres.

—Sabía que eres gay. Solo un gay podría darse el lujo de rechazarme.

Esta vez la risa brota de él, y sus ojos negros adquieren un brillo especial. Es el estereotipo americano de película que hace suspirar a las chicas. No podría esperarse menos del hijo de una finalista del Miss Universo. No comparten los ojos azules ni el cabello rubio, pero sí la belleza en las facciones suaves.

Antes de que la cena sea servida, Georgia nos toma la fotografía. Oliver evita mencionar el propósito. Me abraza, lo abrazo, y problema solucionado. Yo misma lo publico en Twitter desde su teléfono, sintiendo cómo un minuto después el mío propio comienza a vibrar.

—Madison, ¿supiste que The Lure se alió con Davenport Association?

Coloco la copa en la mesa, dirigiéndole una mirada asombrada a Oliver. La compañía que nombró Ian es importante en el sector artístico, realiza los eventos más exclusivos de famosos y personajes de renombre. Es un excelente logro para él a su corta edad.

—Felicidades, Oliver. Tu club lo merece.

El cumplido lo hace sonreír de manera tierna.

—Gracias. Sin duda, fue una sorpresa recibir la propuesta. Eso me recuerda que esa misma noche vi a Allison allí.

— ¿Allison? —repito incrédula.

Georgia nos mira a los tres confundida.

— ¿De quién hablan?

—Es la hermanita de Madison —le aclara para volver a centrarse en mí—. Entró con documentación falsa. Adrian se quedó con ella mientras estuvo allí para no echarla. Debes comunicarle que no habrá segunda vez, me tomo muy en serio la seguridad de mis clientes.

Su suave severidad al hablar denota que la importancia que tiene para él. Es normal luego de que su club atravesara un juicio por mala seguridad. Él ganó el caso, pero la mancha en los medios es eterna. Un error así no se puede repetir, alguien como Allison podría ser la razón de otro incidente.

Con el volumen de personas que ingresan al club, es imposible controlar qué tipo de personas son, aunque sean de alto estatus económico. Una pequeña de dieciocho años que no sabe ni patear bien no sabría cómo defenderse si algo llegara a suceder.

Una mujer nunca está cien por ciento segura. Siempre habrá un hueco en el sistema, esa es la  realidad. Se lo enseñé a Allison desde pequeña, aún cuando yo atravesaba por esos huecos.

Nunca me había desobedecido.

Sabía del posterior festejo de cumpleaños, pero nunca especificó que había sido en ese club, donde la mayoría de las personas sobrepasan los cuarenta años y se manejan cierto tipo de actividades adultas de manera libre.

—Por supuesto que se lo diré.

—Eso es grave —concuerda Ian—. El club es seguro pero una jovencita inocente siempre será vulnerable. Miles de casos así han pasado por mi mesa.

Georgia asiente, muy convencida.

—Estoy de acuerdo.

Me dirijo hacia Oliver en voz baja, en tanto Ian relata a su mujer un caso similar.

—Gracias por cuidarla esa noche, Oliver.

Acompaña su sonrisa con un dulce apretón en mi mano.

—No fue nada, mi hermano quedó hechizado. Es adorable.

La sentencia provoca que Georgia olvide todo lo demás. Da gracia la forma abrupta con la que manda a callar a su esposo. Nos mira con sus dos ojos como faroles, hambrienta de nuevo material femenino para sus hijos.

— ¿En serio? Déjame ver una foto, quizá en unos años sea la pareja perfecta para Adrian.

Extrañaba ir al gimnasio.

No solo porque aumento de peso con facilidad, también porque es de las pocas maneras que puedo liberar estrés. Cumplo mi rutina habitual en solitario sin la ayuda de mi entrenador personal, mi mal humor es peligroso para cualquiera.

Dejo lo mejor para el final: el saco de boxeo. Lo miro como si fuera un delicioso postre cuando entro a la sala privada.

Aprecio la atención masculina, no cuando se convierte en un incómodo acoso que sucede a menudo en el gimnasio. Bueno, en todos lados, pero al menos aquí puedo obtener privacidad por un pago extra.

En el pequeño sofá, me coloco los guantes observando la pantalla oscura de mi teléfono sobre la mesa de café. Estoy tan furiosa que podría desintegrarlo. Lo cojo sabiendo que no habrá ningún mensaje nuevo. Entro en la conversación con Dominic, mis dedos cosquilleando.

Último mensaje: el día antes de irnos a Seúl.

En un ataque impulsivo, borro nuestra conversación y cambio su apodo por un emoji de caca. No soluciona nada ni es un acto maduro, pero actué sin pensarlo mucho.

Descargo toda la rabia contenida en impetuosos golpes contra el saco, las gotas de sudor cubren mi piel y un ligero malestar en mis manos por la intensidad de los puñetazos. Me desconozco cuando pierdo la razón.

Lo odio.

Odio que me utilice como si no fuera más que un proyecto suyo, que su prioridad sea mi cuerpo —como siempre—, que no le importe forzarme en una situación que jodería la salud mental de una persona y desaparecer, como si hubiera sido algo banal.

Me puso en una posición desagradable para desaparecer sin palabra alguna. Eso es lo que hizo: jugar conmigo.

Odio que jueguen conmigo.

Le pego con más fuerza al saco, jadeando entre mis esfuerzos por atrapar oxígeno. Odio tanto que esté conociendo partes de mí que no debería, que pueda leerme tan fácil.

Odio tener que estar cerca de él, odio tener que permitirle utilizarme.

De mí escapa un grito que es más liberador que los golpes. Sujeto el saco entre mis manos y apoyo la frente en él, con mi respiración agitada llenando el silencio.

Sobre todo, me odio a mí misma. Y nunca pensé que volvería a enfrentarme a ese demonio del pasado.

Ha regresado.

—Vecina, ¿buen entrenamiento?

Alzo la vista de mi teléfono, en la recepción del edificio están mi vecina Matti y George, charlando como es usual. Me resulta un poco adorable que el recepcionista esté enamorado de mi vecina y viceversa. Ambos son mayores de edad, solitarios, he estado manifestando que tengan un relación desde hace años.

Al parecer aún es algo platónico.

—Totalmente, Matti.

—Este paquete llegó para usted, señorita Donovan.

Dejo mi botella térmica en la encimera de granito para examinar la diminuta caja de cartón embalada. Me produce desconfianza, sin duda. Nada bueno puedo esperar en mi vida.

— ¿Qué compañía lo trajo?

George se encoge de hombros, apenado.

—Ninguna. Lo dejó un hombre trajeado sin decir nada.

— ¿Americano? —pruebo mi suerte.

—Asiático.

Bueno, joder.

—Si no desea recibir más este tipo de paquetes, se lo comentaré a seguridad.

—Está bien, George. Que tengan buena tarde.

—Gracias, cariño. —Me sonríe Matti en mi camino al ascensor—. Bon ya comió conmigo.

—Gracias, Matti.

Al final, mi gato se quedará con mi vecina por costumbre. Me duele a diario no brindarle la atención que merece. Cuando lo acaricio al entrar, él ronronea encantado, pasando entre mis piernas. Son momentos que atesoro.

—No me olvides, es una orden.

Su respuesta es un maullido distante mientras se aleja a su rascador. Suelto un suspiro exhausto, así es él.

En la mesa del comedor, con unas tijeras, rasgo la cinta plástica del paquete. Desde mi regreso he estado esperando una señal de humo de Jung-su, no me desesperé solo porque sabía que podía estar pasando un duelo. Por fin, ha reaparecido.

Uno de dos.

El contenido es una tarjeta y una cajita rectangular de terciopelo, colocada sobre suaves plumas rojas y blancas. Las acaricio entre mis dedos, notando su calidad. Son plumas reales.

Mi primera suposición es que se trata de un regalo de bienvenida, o lo que sea, a su secta. He tenido la ferviente necesidad de saber con certeza que he entrado para poder empezar a armar el archivo del caso.

Un tubo de ensayo es lo que descubro en la cajita. Lleno de sangre. Aviva recuerdos de copas, las velas, y mi estómago se revuelve sintiendo el metálico sabor de la sangre en mi boca. No puedo evitar coger el tubo con cierto reparo, en el reverso leo las palabras selladas en él.

TIPO DE SANGRE: A+
EDAD: 18
FECHA: 08/05/18

— ¿Qué mierda?

Recojo la tarjeta a medida que el malestar en mi estómago acrecenta.

«En casa nos gusta probar el vino favorito de nuestros empleados, para obtener más cuando sea oportuno. Bienvenida al museo».

Mi piel empieza a arder, toda la rabia que liberé en el gimnasio vuelve a mí de golpe. Está claro que esto es más que una señal de humo. Es la sangre de Allison, no tengo que adivinarlo mucho, y la bienvenida es más una advertencia: cometes un error, lo paga Allison.

He vuelto a dejar a mi hermana como objetivo, esta vez a manos de un psicópata obsesionado con conservar cadáveres.

Nunca había involucrado tanto a mi familia, tal vez porque nunca me involucré hasta lo más profundo de una misión. Estoy sobrepasando el límite con Dominic, y mis acciones empiezan a dar sus frutos.

Sabía los riesgos de relacionarme con Jung-su, pero era mi deber, era lo que tenía que hacer. He entrado a un nuevo nivel de la mafia, sin máscaras. Pude escapar de los anteriores gracias a mis habilidades, de este no hay salida hasta que esté muerta.

Es la mafia pura y mi nombre sigue expandiéndose.

Se siente como haber firmado una sentencia de muerte. En cierto sentido, es así, pero fue el camino que acepté tomar.

Es la vida que elegí.

Son las consecuencias que debo manejar.

Iba a terminar este capítulo literalmente cuatro días después del anterior, y adivinen, justo ese día caí en mi hueco depresivo. Así que perdón, otra vez, por la demora. Tengo la voluntad, pero pocas veces puedo lograrlo, cuando actualizo es porque me siento mínimamente bien. Desearía que fuera como antes, actualizar seguido, escribir mucho y rápido. Ya no es así. Les confieso que casi siempre me siento mal por estar con esto desde el 2018, sin avanzar. 😭

Sin embargo, espero que esté gustando. Les aseguro que pongo mi máximo esfuerzo. Y si llegan a notar algún error de cualquier tipo, por favor, comenten para yo saber. Me volví más despistada que antes. (Por eso ahora en cada escena están las fechas, confieso que es por mí porque me pierdo xd).

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