
40 - Ilusión
Antes de empezar:
—Hagamos esto como se debe, como hombres, sin utilizarla —le interrumpe en seco—. Que ella quede afuera de esto.
— ¿Qué sugieres?
—Tú y yo, a puño limpio.
—Aléjate de ella o no hay trato, Sávzka.
—Entonces...
El ruido sonoro de una puerta interrumpe a Dominic. De pronto, me veo en el medio de un caos. Se arma un jaleo digno de un peliculón, por lo que oigo, mientras yo estoy como una idiota atada a una silla, medio muerta. De lo último que soy consciente es un trapo puesto sobre mi nariz. Morfina.
No sé cuánto tiempo permanezco dormida, pero cuando despierto, estoy en el mismo estado de antes. Inmóvil pero consciente. La curiosidad por saber más sobre la poderosa droga que me han inyectado pasa a un segundo plano, oyendo claramente que hay lucha a mi alrededor. Sé que sigo en una silla, quizás estoy en el piso; solo siento las cuerdas alrededor de mi cuerpo
Los nervios se apoderan de mí cuando mi mente recrea un escenario surreal. Mato a Ericsson, corro hacia un Dominic a punto de ser disparado. Un dolor agudo comienza a recorrer mi cabeza, sin entender porqué mi subconsciente me muestra esas imágenes, pero me enloquecen que alteran los latidos de mi corazón. Lo veo morir. Me veo llorando sobre su ataúd.
Necesito despertar.
Me desespero.
La combinación de los disparos, los gritos, las elices de helicópteros, las sirenas de la policía, me aturden. Resuenan con fuerza en mi cabeza, dándome ganas de gritar y tirarme del pelo con desesperación. Tengo taquicardia. Lucho conmigo mismo en un esfuerzo por bloquear los sonidos de mi exterior, por un poquito de paz antes de que me explote la cabeza.
De alguna manera, lo consigo hacer.
Las sórdidas imágenes se esfuman, dejando mi mente totalmente en blanco en el momento que una mano recorre mi mejilla, bajando por mi cuello hasta llegar a mi pecho. Reconocer su tacto hace que mis latidos vuelvan a encontrar el ritmo adecuado. El alma me regresa al cuerpo.
La visión se tan real que erizó mi vello.
—Llegó mi hora. —Su ronco susurro en mi oído me estremece—. Tus agentes están a segundos de atraparme, pero quiero que tú lo hagas. Mereces ese honor después de toda la mierda que te hice pasar. —A continuación es audible el click de unas esposas cerrándose—. Metí las llaves en tu pantalón, creerán que tú me esposaste antes de dormirte. Madison, yo...
Una puerta siendo tumbada lo interrumpe.
— ¡DEA! ¡Manos arriba!
Aún estando como estoy, las ganas de sonreír me invaden. Deseo despertar y celebrar que por fin, Dominic Callaghan, estará tras las rejas. Quizás con unas birras. Una de mis intrigas es el cómo se supone que la DEA esté aquí, pero la felicidad del momento es mayor.
— ¡Aléjate de ella, Callaghan! ¡No tienes escapatoria!
Dominic sujeta mi mano. Le importa un huevo lo demás. Solo se concentra en mí.
—Te quiero, nena. Me visitarás, con las botas que me ponen como una moto, las...
Escucho cómo lo apartan de mí, le dicen sus derechos y los bruscos movimientos con que lo mueven. No es justo, no me lo parece, yo debería ser quien haría eso con él. Pero lejos del fastidio por perder esa oportunidad de oro, entro en el mismo dilema de siempre. Una parte de mí está feliz, la otra quisiera evitar que lo traten mal y tenerlo para mí, porque siento que ya lo extraño.
Un dilema nunca fue tan complicado y contraproducente.
— ¡Madison! —Es la inigualable voz grave de Ryan. ¿También está aquí el FBI? En cuestión de segundos, lo tengo soltándome y cargándome en sus brazos. Está uniformado, eso significa que sí vino el FBI—. Ya nos vamos, princesa. Estarás bien, lo prometo. Ya acabó, todo acabó, mi amor.
Y ¿si ahora no quiero que acabe?
Madre mía, me estoy volviendo loca. Quiero bajar e ir a decirle a Dominic que me explique qué significa lo que me dijo, y que deseo poder continuar nuestro tonto juego. Me siento igual que antes de intentar dispararle, odio este sentimiento. Parezco una niña de cinco años que no sabe elegir qué dulce escoger. Siempre he sido complicada, pero últimamente crucé la raya de lo aceptable.
¿Cómo se supone que voy a romper la cadena que sin saberlo nos unió?
¿Hasta cuándo sentiré esa unión? ¿La sentirá él?
Nunca lo sabré.
Despierto sobresaltada, bañada en un frío sudor. Me froto el rostro, sentada en la cama, intentando recordar qué soñé para hacerme despertar así. Ryan se remueve entre las sábanas y golpea mi torso sin querer. Con la duda sembrada en mi cabeza, veo la hora en el reloj digital en la mesita de noche. Las ocho de la mañana, es tarde.
Teniendo en cuenta las incontables veces que tuve que despertar en la madrugada...
De camino al baño tropiezo con una tortuga de juguete, vuelvo a mirar a Ryan, que duerme plácidamente. Detesto mi nueva vida casi tanto como detesto las alturas.
Para la hora del desayuno, Ryan se sienta en un extremo de la mesa con el periódico en mano, mientras yo me encargo de darle de alimentar al bebé. Un rico biberón con leche materna. El pequeño chupa de la mamila con ansia, aferrado al biberón y mi blusa, con sus hermosas pupilas oscuras clavadas en mí. Es tan chiquito y gordito que me provoca comérmelo a besos.
—Serás una gran madre.
La voz de Ryan me toma por sorpresa y derramo un poco de leche que se riega por la barbilla del niño. Enseguida agarro el paño azul y lo limpio.
—Te he dicho que no me sorprendas cuando estoy concentrada.
Mi completa atención está en Louis. Su manita en el biberón se mueve y decide jugar con los colgantes del brazalete en mi muñeca. Le gusta mucho hacerlo.
— ¿Cuándo me dirás quién te dio ese brazalete?
La mayoría del tiempo trato de no pensar en cierta persona, es irónico que sea siempre Ryan quien me lo recuerde.
Han pasado tres meses desde el juicio donde lo trasladaron a una cárcel de máxima seguridad. Tener que estar presente en la corte para cada sesión y declarar, se convirtió en una agonía. Lo tenía tan cerca, y la única comunicación que hubo entre nosotros fueron miradas cargadas de anhelo y deseo. Un deseo que nunca se iba.
Un deseo insaciable y lujurioso, pecaminoso, que no sé si el haya estado aliviando por su cuenta, pero yo no me pude resistir a liberar la tensión varias noches en la bañera. Su rostro es el que veo en mis fantasías, son sus manos las que me acarician y son sus besos los que me colman de placer.
Después de cada maravilloso orgasmo, aparecía el sentimiento de culpabilidad, y la rabia por tener que recurrir a él para excitarme a tope. Incluso en manos de Ryan.
—Ryan, estoy cansada —admito con cansancio —. Empezando con que soy la niñera de tu sobrino, cuando se supone que tú lo serías.
A él no le molesta el cambio de tema.
—Princesa, no sé ni siquiera cómo cambiarle el pañal.
Me he cansado de pedir paciencia a Dios.
Louis sigue succionando de la mamila estando ya dormido. Como ya solo queda un poquito de leche, retiro el biberón procurando no despertarlo y lo acuesto sobre mi pecho con la cabeza en mi hombro para sacarle los gases.
—Soy yo a quien le ha tocado ser madre sustituta porque la loca de tu hermana nos tiró al niño como si fuera un saco de papas. El que se comprometió a cuidarlo fuiste tú. Por un par de días —recalco—, y ahora resulta que nadie sabe dónde está Anastasia y su esposo.
—No podía negar a Louis, entiéndeme.
—Tengo demasiado trabajo atrasado por esto, Ryan. Yo no soy su madre, vas a tener que buscar una solución rápida porque ya estoy llegando a mi límite —declaro.
Tira el periódico en la mesa, con aparente frustración. Me levanto y me voy a mi habitación antes que seguir discutiendo con él. Mientras más pronto me vaya al trabajo, mejor.
—La guerra entre los narcotraficantes para ocupar el trono de Callaghan ha estado empeorando, las ventas han incrementado —informa Charlie con un sonoro suspiro.
Aquel día del famoso secuestro y la captura de Dominic Callaghan, perdimos en la batalla a Hank, uno de mi equipo. Asistir a su funeral fue doloroso para todos. Aunque los trate como mis criados, sabemos que en el fondo nos apreciamos, como una familia. Su partida nos trajo a Charlie, un texano con buenas habilidades.
Y no solo Hank partió ese día. Cuando desperté en una clínica y escuché la noticia de que Arthur y Ericsson estaban muertos, el alivio me recorrió el cuerpo. ¡La locura había terminado! A raíz de sus muertes y el encierro de cierto espécimen, mi vida volvió a ser la de antes. Ya no tengo locos queriéndome matar o similar. Vivo tranquila —dentro de lo que cabe— aferrada a la DEA.
Los altos mandos de la agencia me proclaman suya cada vez más.
—Tenemos a Arkan, Śmierci y en especial Tyler Denich, como nuestros mayores objetivos. Si hemos podido con incontables personajes de este escabroso mundo, podremos con más —aseguro, observando los cansados rostros de mis agentes.
Todos estamos bajo la consumición de drogas para no dormir.
—Si me permite, me gustaría explicarle el informe que hice sobre Denich —interviene Lucas.
Le indico que lo dejemos para después de la reunión en la privacidad de mi oficina. Nos esclavizamos más de una hora en esas cuatro paredes entre papeles, portátiles e hipótesis. El estómago ruge pidiendo clemencia de lo famélica que estoy, no me dio tiempo de desayunar. Entre la lidia con Ryan y Louis, necesito más de veinticuatro horas al día.
—Por Alá, estoy que me pego un tiro. —Golpea Lucas la frente contra mi modernizado escritorio.
—No estarás peor que yo...
—Madeleine mía, ¿todavía sigues tú haciéndolo todo? —pregunta, incrédulo.
—Respecto al bebé, sí, todo lo hago yo. Pero ni te creas que le lavo la ropa o le hago la comida a Ryan, ¡para eso tiene dos manos! —Me dejo caer en el respaldar y resoplo—. Entre la DEA y lo otro, también me mataré.
—Qué putada —bufa contrariado—. Que ni te ayuda el pelele ese. Ve que si me lo cruzo, me lo cargo a hostias.
Pasa muy poco, pero una pequeña sonrisa se dibuja en mi rostro.
—Tu lado gamberro es gracioso.
—Agente mía, vivo por ti —expresa con esa pasión de teatro—. Antes de empezar con el informe, ¿ya pensaste sobre la cena?
¡Joder! Había olvidado su invitación a comer en su casa con todo los asuntos que tengo encima. Estos tres meses nos hemos unido mucho más, es alguien que se gana tu aprecio en un parpadeo, y su novia también. Catalina es una dulzura de mujer y congeniamos, es todo un bizcochito. A pesar de mi exclusiva regla de: «no más amigas», nos llevamos bien.
—Ah, sí. Iré.
— ¡Bien! Catalina estará contenta. Puedes traer a Louis, si quieres.
—Sabes que no tengo más opción —musito. Abro la tapa del portátil y apoyo los codos en la mesa—. Empecemos.
Las horas se pasan rápido, cuando menos me doy cuenta ya es de tarde. No tengo nada en contra del bebé, pero he estado tan asfixiada que trato de alargar las horas en el trabajo con ganas de no regresar al apartamento. Siempre hallo una manera, hoy opto por bajar al cuarto de práctica de armas. Disparar a los rápidos muñecos de cartón me sirve como distracción por un buen rato, y acabo derrocando a un agente del puntaje más alto.
Estar aquí es relajante. Practico mi puntería a la vez que mis problemas se dispersan gracias a la concentración que aplico en los muñecos y el deseo de romper un nuevo récord. Incluso si el más alto es el mío, trataré con esmero y sin descanso superarme a mí misma una y otra vez.
—Agente míaaaaaaa.
Se me escapa un exasperado gruñido. Lo aprecio, pero es que me aparece hasta en la sopa, está enganchado a mi culo. Donde yo vaya, siempre estará él en cualquier momento.
— ¿Otra vez detrás de mí, Lucas?
Choca su hombro con el mío y hace un adorable mohín. Obstruye mi vista. Para ser sincera, es una muy buena imagen. Lucas es un buenorro en toda la regla, como para chuparse los dedos...
—Lockwood estaba buscándote.
— ¿Qué quería?
—Como se acerca la visita a Rodríguez, dijo que tenías que usar esto. —Me extiende un folder. Echo un vistazo y resoplo. Estrello el folder contra su pecho.
—Querido, yo no necesito una guía para memorizar y repetir. Puedes decirle que se trata de mi trabajo, y yo hago mi trabajo como mejor me parezca. —Suelto la carpeta, él hace malabares para atajar el folder de que caiga al piso.
— ¿Segura?
Río por tan tonta pregunta.
—Los desafié y llamé opresores en televisión nacional, y todavía me tienen en un trono. Saben lo que les conviene.
Lucas sigue mis pasos de cerca mientras voy a dejar la pistola en su puesto.
—Madison, sobre eso... —titubea. Suspiro y lo encaro con desgana—. ¿No sientes que ellos te esclavizan más y más a esta agencia? ¿Como si nunca van a dejar que lo abandones?
Arrugo el entrecejo y mi cabeza se inclina un poco al lado. El ligero brillo de preocupación en sus ojos, la manera seria en la que ha hablado, me causa intriga. Que abandone su personalidad juguetona es preocupante. Pero más me preocupa comparar su expresión con la de Dominic.
— ¿Eso es lo que tú percibes? —le pregunto con calma.
—Pff... —bufa revolviéndose el cabello—. Sí. Te perdonan todo, te tienen en un altar y no se los ve dispuestos a permitir que renuncies.
—Soy la mejor en esto, Lucas, es obvio que no quieren que me vaya.
—Mi punto es que, cuando quieras irte, ¿crees que te soltarán así de fácil? —Levanta una ceja, severo. Con esa pregunta sí me pone a tomarlo con seriedad—. Pueden usar la ley sucia a su favor e impedírtelo, Madison. Lo único que les importa es la agencia, y se demostró cuando te mandaron a lo boca del lobo solo por mantener la reputación.
—Ellos sabían que yo iba a salir de ese lío. —Sueno un poco perdida. Sobretodo porque tiene razón.
—Y tu rueda de prensa atrajo más fama de la que la DEA nunca ha tenido. Eres su rostro. Así como la Coca-Cola o una marca de moda. Tú eres la portada, y aparte de eso, la mejor en su trabajo. Te van a exprimir hasta dejarte sin nada.
Lucas consigue sembrar esa incertidumbre en mi cabeza. Es cierto que es muy probable que lleguen a ese punto, y de alguna manera saldré de ello, pero ¿qué tiene él que ver?
— ¿Por qué pareces tan preocupado por mí? —inquiero, intrigada—. Que no me va eso de ser la amante, eh.
— ¿Qué? ¡No! —exclama, ofendido—. Catalina es mi vida. Es que te aprecio mucho, agente mía, solo te estoy dando mi opinión de lo que veo porque no quiero que te pase algo malo.
— ¿Que me maten por no querer seguir aquí? —Me sale lo primero que golpea mi cabeza, y que suena real al salir de mi boca.
— ¿Quién no quiere seguir aquí? —Nos sorprende una curiosa voz masculina. Incómodos, volteamos hacia el hombre trajeado que va entrando—. Espero que no se trate de usted, agente Donovan, porque no la dejamos atravesar la puerta.
Aunque lo ha dicho con tono de broma, incrementa la superstición que hacíamos hace pocos segundos. Que a juzgar por su tranquila expresión, el director afortunadamente solo ha alcanzado a oír mis últimas palabras.
Lucas en lugar de lucir nervioso, me llama la atención su defensiva postura y recelosa mirada. Ha gruñido ante la broma del director, su idea de protegerme va muy en serio. Lo he notado cuando siempre que yo estoy frente a una mínima amenaza, él está ahí dando un paso delante de mí.
—No, director —carraspeo y actúo con normalidad—. Hablábamos de otra persona. ¿Me necesita?
—Sí, ahora mismo si es posible. ¿Vamos a la cafetería?
—Claro, vamos.
Sonríe con gentileza, y desvía la mirada por primera vez a mi acompañante, quien expulsa fuego por los ojos. El director ni se inmuta, mantiene su sonrisa y extiende el brazo hacia la puerta invitándome a salir. Me despido de Lucas con una mirada cargada de advertencias. Su mano roza la mía como si quisiera agarrarla cuando decido caminar. Lo miro por última vez antes de salir, no está contento.
Su respuesta a mi intriga por su preocupación, no me ha servido de nada.
El director me invita a un café en la cafetería de la agencia. No soy muy fanática de ellos pero lo acepto por mera cortesía. Sentados en una mesa mientras me comenta sobre una nueva misión, no paro de darle vueltas a la hipótesis de Lucas. Me resulta obvio que les disguste a los directivos mi renuncia, si se da, pero ¿de ahí a ir a medidas extremas para obligarme a quedarme?
Ahora es imposible olvidarme de eso.
—Es un sitio al que nunca has ido, puede que te intimide, pero te quiero a ti allí. Soy la punta de la pirámide de la DEA, si sé que esto es para ti, lo es.
—Me intriga, en realidad. Perdí la cuenta de todos los países que he visitado, ¿qué tan lejos está?
—Medio Oriente. En los Emiratos. Dubai, para ser exactos.
Menos mal tragué el café a tiempo o ya se lo habría escupido en la cara.
¿Cómo le digo que no sé árabe, y que Dubai y cualquier tontería oriental me recuerda a un espécimen peculiar?
—Hmm.. —Doblo una servilleta, pensando qué hacer.
El director se inclina en la mesa.
—Tiene que ir usted, agente Donovan.
—No —miento, solo para probar la teoría de Lucas—. Aquí ya tengo el suficiente trabajo, no tendría tiempo de comandar esta misión, señor.
No pierdo el detalle de su mano contrayéndose en un puño, a contraste de su impasible rostro.
—Eres parte de la Élite, sabes que puedes hacer eso y más sin ningún problema, de lo contrario no estaríamos hablando... —Toma una bocanada de aire y se estira el cuello de la chaqueta—. La junta votó por ti en la selección del listado, pero dije que te daría el privilegio de aceptarlo por ti misma. Si no lo haces, tendré que darte la obligación y responderás las órdenes de la junta como cualquier otro.
La voz de Lucas se repite en mi cabeza diciéndome «te lo dije». No se necesita ser listo para reconocer el dominio con que la junta quiere manejar.
¿Manipulación? Lo creo. A partir de este momento puedo olfatear la manipulación que con fuerza me quieren ejercer, de la cual yo no me había dado cuenta porque siempre decía que sí, por mis ganas de trabajar, ayudar y superarme en cualquier obstáculo. Nunca hubo la necesidad de querer obligarme, hasta que he dicho que no.
¿Es mi culpa? Claro que no. Solo estoy en una situación en la que un grupo de hombres de alto rango del país tienen poder sobre mí, y que existe un contrato que, como bien dijo Lucas, usarían a su favor. Pero, no tengo pruebas suficientes para acusarlos, solo he recibido una orden como agente que soy, es mi deber. Incluso, soy una de las más privilegiadas de la agencia.
Gracias a esta mentira se puede ver otro lado de la historia, y sin duda, estaré alerta si algún día deciden utilizar de manera sucia su poder sobre mí. Para yo darle la patada en las bolas que se merecerían.
—Con una condición, señor.
—Adelante —cede sin titubear.
—Quiero que Amber Parker esté en mi equipo en reemplazo de Lucas Sagfrield. A él lo necesito aquí, y a ella la quiero allá.
—Madison, la agente Parker todavía labora en México.
— ¿Me importa? —Arqueo las cejas con desinterés—. Usted la puede mover de allí. O va ella, o le juro que bajo ninguna circunstancia, voy a Dubai, señor.
El director Bennet sonríe de medio lado. Sin signos de molestia o irritabilidad.
—Eres todo un caso, agente Donovan... La agente Parker se reunirá con el resto de ustedes en Dubai el próximo viernes. Bienvenida a esta nueva misión.
Las puertas del ascensor del edificio no han terminado de abrir cuando un descontrolado llanto me llega a los oídos. Otra noche más. Doy una larga y muy profunda respiración, la necesito.
En el interior del apartamento Ryan camina de un lado a otro con el bebé encima, quien emite gritos dignos de una masacre.
—Pero, ¿qué pasa? —Levanto la voz.
La cara de Ryan se ilumina cual farol al verme.
—No se calla, princesa. Intenté darle biberón y no lo quiere, tampoco tiene el pañal sucio. No sé qué hacer —dice angustiado.
Suelto mis cosas en el sofá y voy derechita a la cocina. Ryan me persigue con una cara perturbada. Yo trato de relajarme e ignorar el desgarrador llanto mientras preparo un biberón, pero llega un punto en el que le recibo a Louis. El pequeño regordete disminuye un poco el llanto, sus deditos se aferran a mi blusa y mueve la cabeza hacia mi seno, abriendo la boca como esperando algo.
—En mi teta no hay leche, niño.
Acabado el proceso del biberón con una sola mano, de inmediato lo acepta y toma como loco. Ryan nos mira pasmado.
— ¡Yo le di y no quiso! —se excusa—. ¡Lo apartaba!
— ¿Lo preparaste bien? —resoplo, yendo al sofá.
— ¡Ni siquiera la quiso probar!
Hombres.
—Pues muy bien que me lo aceptó a mí. Tenía mucha hambre, Ryan.
— ¡No sé! —exclama, sentándose a mi lado—. Tú eres mujer y has estado más con él, quizá se siente mejor contigo, princesa.
Miro con ternura al angelito en mis brazos, está mirándome fijamente mientras bebe. Como desde el primer día, una manita en mi blusa y la otra en el brazalete.
—Esto está mal.
—¿Por qué? —se intriga—. Lo cuidas muy bien.
—Joder. Louis tiene tres meses de nacido y lleva viviendo con nosotros casi un mes. Sí, lo cuido bien, pero sabes que no tengo tiempo. Se está acostumbrando a mí y no a su madre. Tienes que llamar a tu hermana para que busque a su hijo, necesita estar con ella.
—Lo sé, pero no sé dónde podría estar.
—Ese no es mi problema, Ryan. —Casi me río—. Yo no soy madre, ¿y tengo que criar a un bebé que no es mío? No te he dicho, pero la próxima semana me tengo que ir a Dubai a una misión, no sé cómo vas a hacer.
Maldice en voz baja.
—Llamaré a mi madre, para que se quede Louis hasta que Anastasia aparezca.
—Más te vale.
Da un suspiro, frotándose las piernas, y se levanta del sofá dejándome sola. Busco una posición más cómoda y me pierdo en los ojos del bebé. Me estoy enamorando, y cómo no hacerlo con lo bello que es. Es precioso. Jugar al papel de madre, aunque sea fastidioso e irritante, se me da de maravilla. Me sorprende ver que poseo tantas dotes maternales. Que voy a desperdiciar.
Acaricio la cabeza de Louis y le doy un casto beso. Es mejor no pensar en eso.
En la madrugada comienza un pequeño llanto, que si no se trata de inmediato, pasa a ser uno de muerte. Ryan se despierta, pero no mueve ni un dedo, solo se da la vuelta y sigue durmiendo. Contengo las ganas de pararlo a trompadas y como un zombi me levanto a darle el biberón al niño.
Se supone que está en mi apartamento para ayudarnos con el bebé. Jamás, ni en un puñetero sueño, tendría hijos con Ryan.
A la hora de la cena se pudo comunicar con su madre. Katty Rothenberg tampoco sabe sobre Anastasia, y no puede cuidar a su nieto por la carga de su esposo enfermo. El pequeño solo nos tiene a su tío Ryan y a mí.
La preocupación por la situación de Louis se suma a las miles preocupaciones que ya tengo, y eso no lo puedo ocultar ni con todo el maquillaje del mundo o la ropa más bonita. Verónica es la primera en detenerme cuando llego a la agencia, entre ella y Lucas me volverán loca.
Sale detrás del mostrador de recepción y repaso su cuerpo más trabajado que antes. Lo único bueno de las decepciones amorosas es la superación que vives luego de ella. La arrastré todos los fines de semana al gimnasio, le aconsejé hasta más no poder, y ahora tengo frente a mí a una mujer hermosa empoderada y bien consigo misma.
—Cuchiii, buenos días. ¡Mira que cara traes!
—La misma cara que parió mi madre.
—Y gruñona amaneciste —murmura—. Deberías buscar una niñera para ese bebé, cuchi, ni siquiera es tu responsabilidad. Tengo el número de una señora que...
—Damas —interrumpe una gruesa voz. Ruedo los ojos y hago una mueca ante su presencia. Verónica en cambio le evita la mirada, pero sin enloquecer de nervios—. Perdonen la interrupción. Señorita Hall, ¿podría darme la copia del informe de control del mes pasado?
—Sí, señor...
Me convierto en un farolillo de luz entre ellos. Vamos, el mal tercio. Veo cada sutil movimiento de Verónica mientras busca lo pedido, y la tranquilidad de Roger, que mira a su antigua muñequita como si nunca hubiera sucedido nada entre ellos.
—Donovan, ¿quién no te está dejando dormir que no soy yo? —me pregunta con coquetería. Este hombre no tiene escrúpulos.
—Exactamente. Alguien que sí puede mantener despierta a una mujer.
Suelta una carcajada. No puedo creer su descaro de flirtear conmigo en la cara de Verónica.
— ¿Eso cómo lo podrías saber tú?
—Con esto no estremeces ni a un muerto —declaro, levantándole el dedo meñique sin siquiera mirarlo.
—Sí —carraspea ella, con el informe en mano y agutándose la risa—. Aquí tiene, señor.
Roger frunce el ceño, receloso por mi comentario, y nos mira como si fuéramos dos monstruos a punto de atacarlo. Árbol que nace torcido, no endereza. Recupera su porte de chulito y esboza una falsa sonrisa antes de regresar a su oficina. Verónica suelta la risa que tenía atorada, me llena de júbilo ver que ya no le afecta, por lo que le brindo una cálida sonrisa.
— ¿De verdad la tiene pequeña? —inquiero.
—No taaaanto.
— ¡Increíble! —Parte de mi malhumor se esfuma con mi risa—. ¿Te ha molestado?
—Súper no, cuchi. Tenías razón, o sea, desde que le corté seriamente, es otro, me trata profesional... Yo lo quise en serio, cuchi...
—Ay, ya superaste ese mojón, olvídalo. Más bien, ¿qué decías antes de que míster Polla apareciera?
— ¡Ah, sí! Que yo tengo el número de una señora que... Hmm... Está trabajando como niñera.
—Vale, pásame la llamada a las doce. —Agarro las carpetas que dejé en el mostrador—. ¿Has sabido algo sobre el tema?
Mira a los lados y se acerca más a mí para hablar en voz bajita.
—Ostras, cuchi, nada. Ya pasaron meses, deberías olvidarlo.
— ¿Cómo coño olvido que Ryan sabía por arte de magia dónde estaba secuestrada? —digo entre dientes—. Llamó al director de manera anónima para darle mi ubicación, cosa que solo sabía la gente de Arthur y Dominic. ¿Cómo pretendes que lo deje estar?
— ¡Pregúntale!
— ¡Lo va a negar! —exclamo contenida. Tomo un largo suspiro—. Primero tengo que averiguar más para poder enfrentarlo. Ryan tiene que estar vinculado a uno de ellos dos, no le veo otra respuesta.
Verónica echa la cabeza hacia atrás soltando un resoplido. La he encargado a aprovecharse de su puesto de secretaria para investigar, en vano hasta ahora. No sé quién es el hombre que duerme a mi lado todas las noches, conozco su buen corazón y lo demás, pero ¿es real la persona que he conocido por años?
A las doce en punto del medio día, entra al teléfono de de la oficina la llamada de Verónica. Le indico al agente frente a mí que se marche y levanto el teléfono. Estoy a poco de quedarme dormida.
— ¿Madison?
La dulce voz habla con tanta familiaridad que me confunde. Me parece haberla oído antes.
—Ella habla. ¿Con quién tengo el gusto?
—Keith, cariño.
Me atraganto con mi propia saliva. ¡Es esa Keith! Enderezo la espalda y trato de entender cómo puede Verónica tener su número de teléfono. ¿Es tanta la casualidad?
—Señora Keith, madre mía... Me ha sorprendido.
—No más que tú a mí, linda. ¡Pero si ya eres madre! Una muy hermosa. ¿Cuándo pasó esto, cielo? —De repente ahoga un grito—. ¡¿No me digas que es de Nick?!
—Dios mío, ¡no! —Me horrorizo—. Eso no lo diga ni en broma. Jamás.
—Puedes contarme, linda —pide luego de una delicada risa.
Me recupero del sobresalto sorpresivo de su loca idea —que no es lógica puesto que no han pasado nueve meses desde que conocí a Dominic— y le cuento la historia de cómo Louis acabó en mis brazos.
—Oh, cariño, te entiendo. ¡Por supuesto que podré cuidar a esa ternura! —acepta contenta. Siento un peso menos en la espalda—. Desde que Nick no está con nosotros no tengo nada qué hacer y no me he querido ir de aquí por él.
¿Cómo no había pensado en Keith como la persona perfecta para sacar información? Me dio la mano y estoy queriendo agarrar el brazo completo.
—Ay, sí, claro. Yo también lo echo de menos —expreso con sentimentalismo. No pongo en duda si ella sabe o no que intenté matarlo—. ¿Qué ha sabido del negocio?
—Bill es el único que está conmigo, se pasa el mayor tiempo del día afuera pero no sé qué hace, no me dice. En realidad, a mí no me meten mucho en esas cosas.
Reprimo las ganas de maldecir.
—Ya. Y ¿ha visitado a Dominic?
—No puedo, linda —murmura, decaída—. No me lo permitieron, y para Bill es muy arriesgado ir... Sé que mi Nick hace muchas cosas malas, pero ya tú lo has conocido, no es el mismo hombre que el mundo ve.
Por inercia bajo la mirada al brazalete. Me voy a arrepentir más tarde, pero solo hay que oír su voz rota, ella ama a Dominic por sobre toda las cosas y no poder verlo aunque sea por última vez, le duele.
—Da la casualidad de que mañana tengo que ir a la cárcel donde él está. Si quiere, la puedo llevar para que entre conmigo.
— ¿De verdad? —Se ilusiona—. Pero... No quiero que te metas en problemas...
—No se preocupe. Mientras yo resuelvo unas cosas allí, usted puede quedarse con Dominic. Antes no la dejaron entrar por el protocolo, pero a mí no me van chistar. ¿Se anima?
— ¡Oh, sí! ¡Gracias, linda!
Su honesto agradecimiento me pone blanda. ¡De las cosas que hago por satisfacer a los demás en mis momentos débiles! Esquivo continuar en el tema de cierto espécimen sexy y le expongo mi propuesta de trabajo más la paga. Ella queda complacida con la propuesta, pero se niega a recibir una remuneración. Según sus palabras, llevarla a ver a Dominic es la mejor paga del mundo.
Las que se creyeron la actitud enamorada y tonta de Madison y la muerte de Dominic: 🤡.
Ya deberían conocer a nuestra pequeña diablura, se sabía que era mentira apenas se puso romántica, girl i mean- 🤣
El próximo capítulo es el final aaa.
Las amo, gracias. ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro