
0.3 Malvada Belleza
Arlington, Virginia.
Año 2010.
Academia del FBI.
Empujé el estúpido muñeco inflable, dejándolo dar vueltas por todo el suelo del cuarto de prácticas. Me tenía harta, ¿cómo podía un muñeco más que yo?
—Mujer, aprende a controlarte —se mofó, David, secándose el sudor de la frente.
Me tocó los ovarios. Me lancé sobre él tumbándolo a la colchoneta, luchamos un rato hasta que lo tuve boca abajo e indefenso a mi merced. David jadeaba y maldecía el día de mi nacimiento.
—Maldita mujer, ya quítate de encima —gimió sin aire.
Sonreí de lado y lo dejé libre. Se levantó cojeando y lanzándome malas miradas. Mientras me dejaba caer de culo en la colchoneta, observé divertida cómo me seguía maldiciendo en su camino a la salida del cuarto. Antes de salir me mostró el dedo corazón. ¡Vaya modales con una dama!
Me quedé sola en el cuarto. Suspiré, más que todo cansada, y me acosté estirando las piernas. Todavía dolían un poco mis muslos tras el arduo ejercicio del día anterior. Pensé en salir y buscar a Amber para joderla un rato, pero mis piernas no respondieron.
—Puedo vencer a una persona y no a un estúpido muñeco inflable —siseé, mirando el techo.
—A veces pasa, soldado.
Di un brinco del susto y casi me parto el cuello al girar hacia la puerta. Allí estaba, tan chulo, William.
—Joder, ¡casi me matas!
—Baja la voz —ordenó, acercándose a mi lugar—. Deberías estar en el patio.
Le di una patada en el vientre duro que tenía y que, obviamente, no sintió nada del golpe.
—William, has estado esperando a que me quedara sola ¿verdad?
—Sí —respondió sin vergüenza.
Tapé mi cara con las manos y solté una carcajada. ¡Era tan obvio! Sentí sus manazas agarrando mis tobillos, solté un grito ahogado cuando tiró de mí al aire, atajó mi cintura y me pegó a su torso. Rápidamente busqué un anclaje cruzando los brazos en su cuello. Quedé tan alto, que mis pechos estaban en su cara, así que incliné la cabeza para encontrar una sonrisa traviesa suya. Es increíble cómo era de enorme el tío. Los brazos parecían piernas. Y esa mirada peligrosa... Sí que era peligrosa.
Olía a jabón, puro jabón. Di por hecho que estaba recién bañado. Hundí la nariz en su pelo con libertad.
—Es de día, Will, alguien puede entrar —le recordé, si empezaba ya no lo podría parar y terminaríamos en problemas.
—Tus tetas me distraen —gruñó—. ¿Ves que me haces cometer locuras?
Reí como una tonta, jugando con su pelo, a medida que caminaba no sé a dónde. Me ordenó bajar la cabeza, lo hice, y nos metió al cuarto donde se guardaban materiales de práctica. Ahogué una risa contra su cabeza. Torpemente cerró la puerta, ni siquiera prendió la luz, dejó que me deslizara por su cuerpo hasta la altura adecuada y me empotró contra una pared.
Enseguida le cogí las mejillas.
— ¿Nos vamos a besuquear un rato?
—Anoche me dejaste a dos velas. Muy malo de tu parte —me reprendió con una embestida de sus caderas. Le mordí la mandíbula.
— ¡Dijiste que no tenías condones!
—Madison, ¿para qué condones si te la voy a meter por el cu...?
— ¡William! —le reclamé, molesta—. Te he dicho que dejes de ser tan obsceno, joder.
Ignoró mi molestia. Me apretó los muslos con fuerza. Recordé cómo días atrás dejó las huellas de sus dedos muy bien marcados en mi piel. Esas cosas me ponían como una moto. Dejé me besara a su ruda manera y me mordiera el labio inferior.
—Will, sigo indecisa sobre hacer eso...
— ¿Quieres que siga haciéndolo con los dedos?
Me jodía cómo era de directo y bruto.
—No es eso, es que...
—Hmm, tu cosa rara de no tener sexo hasta el matrimonio. —Puso los ojos en blanco—. Estamos en pleno 2010, ¿sabías?
Le di un manotazo en el hombro.
—Tampoco es eso... En parte sí, pero... —suspiré—. Desde que supe lo que era el sexo, le tuve temor. Sentía que era algo sucio y enfermo, algo que debía evitar, huir. Solo tenía doce años y pensaba así sin saber porqué. Sigo sin saberlo, aunque ya sé que el sexo es normal, pero a esa edad de doce juré que no lo haría con nadie que no amara de verdad, que no me respetara, y que ese alguien estaría conmigo para siempre. A día de hoy no quiero romper esa promesa, sentiría que me estaría fallando a mí misma.
William frunció el ceño, me miraba con un toque de preocupación. No me gustaba esa mirada. Tampoco hablar de mi pasado y todo lo que mantenía oculto. Pero era él, Will, la única persona con la que podía abrir mi corazón, la única que me aceptaría tal cual como era.
—Nena, ¿tiene que ver algo con lo que me has contado de tu madre? —preguntó despacio.
—No lo sé. —Fui sincera—. Yo intento recordar mi vida antes del accidente y ya sabes que es muy difícil para mí. No sé si ese pensamiento se generó gracias a Alexa o si otro incidente influyó en mi idea sobre el sexo, pero... Solo tenía doce, William. Y es una idea que creció conmigo.
Su mirada se tornó comprensiva. Esa mirada me gustaba más, porque podía ver en ella que me entendía, que lo respetaba y que nada cambiaría entre nosotros. Cada vez que le confesaba algo, solo esperaba ver esa mirada.
—Si no quieres hacerlo, no lo haremos, ¿bien?
—Es que tú quizás te canses de estar como adolescente sin sexo.
—Mi única necesidad es tenerte a ti, no el sexo —corrigió, serio—. Solo con estar a tu lado soy feliz, Madison.
Si otra persona lo viera, ¡fliparía!
—Yo también soy feliz contigo...
—Entonces seguiremos con los dedos. ¿Ya nos podemos besuquear?
Sonreí sin poder evitarlo. Lo cogí de la nuca y le chupé el labio inferior, lo mordí y abrí los labios para que su cálida lengua pudiera entrar y jugar con la mía. Recorrió mis piernas, subiendo por mi vientre, hasta alcanzar mis pechos y masajearlos por encima de la tela. Endureció los pezones en cuestión de minutos, a la vez que una corriente estremecía mi cuerpo.
—Me encanta cuando usas mallas —gruñó.
Eché la cabeza al lado para darle más espacio y que pudiera lamer y morder mi cuello a su antojo. Tenía bastantes ganas acumuladas desde la noche anterior, me estaba volviendo loca.
—Quiero correrme, Will —gemí.
— ¿Aquí?
—Sí. ¡Hazlo!
Volvió a mi boca, me robó otro gemido y lo sujeté de la nuca para que no soltara mis labios. Iba a matarme. Una de sus manos se movió hacia abajo, buscando el borde de las mallas. Mi sexo se humedeció al sentirlo tan cerca, pedía a gritos ser acariciado por él. William metió la mano, yo aguanté la respiración, y una grave voz fue como un balde de agua fría.
Nos separamos tan rápido que ni supe cómo hicimos. Alguien había entrado al cuarto de prácticas. William me indicó que hiciera silencio, pero yo no le hice caso. Salí. Estábamos tentando mucho la suerte.
—Señor Stone —me sorprendió verlo a pocos pasos de mí. ¡Casi nos pillaba!
Él miró con curiosidad la puerta detrás de mí, yo actué normal.
—Soldado Donovan, ¿qué hacía allí metida?
—Buscaba algo, ¿quiere usted buscar algo también? Porque yo...
—No, tranquila. —Sacudió la mano—. Solo estaba buscando a William, tiene trabajo que hacer con el equipo de usted. ¿Lo ha visto?
—Para nada, señor.
Stone me miró de arriba a abajo, por un momento pensé que me echaría a un lado y abriría la puerta, pero segundos después asintió y dio media vuelta sin decir nada más. Con la respiración atorada, esperé que se fuera para poder respirar con normalidad.
Abrí la puerta. William me miró con diversión. ¡Era un loco! ¡Si yo no hubiese salido, ya estuviésemos acabados!
—Esto no se va a repetir, William, nuestro acuerdo fue en las noches, en la habitación. Sólo en las noches. Adiós.
Cargué revoluciones, dando zancadas a la salida, y su risa retumbó en las cuatro paredes. Tanto él como yo sabíamos que seguiríamos teniendo momentos furtivos en cualquier espacio pequeño durante el día. Era sencillo, no podíamos estar mucho alejados.
Aunque eso conllevara peligrosas consecuencias para ambos, sobretodo para él.
un pequeño extracto de la relación prohibida e intensa que vivió Madison para que puedan saber más sobre su historia, y también añadiendo un poco del pasado de ella (ya que con el pobre espécimen no confiesa nada). Y que por fin sabemos el nombre del difunto y (a medias) lo que le contó a Cessar en el primer extracto del primer libro.
Sobretodo, para tratar de entender lo que sucedió con ese amor, porque si se fijan, ella sin darse cuenta, solo sintió amor por alguien parecido a Dominic. Eso nos lleva al día que ella le dijo que William lo habría odiado de haberlo conocido, y el triste sueño que tuvo con el difunto Will en el capítulo anterior, donde él le mencionó que Nick era su destino, y ella el de él.
pregunta: creen que Madison sí se enamoró de Will? No ignoren, que las conozco.
Aaaa, los amo a los tres. A pesar de que Will murió, fue una parte fundamental de la vida de Madison. No sé si recuerdan, pero ella dijo que él la salvó de las garras de Alexa (su madre), e hizo muchas cosas más por ella que aún no saben. Pero lo sabrán, y verán cómo Will cumplió un propósito antes de morir.
Sin William, no tendríamos historia. Fin.
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