LIBRO: Rendirme a tu seducción.
CAPÍTULO: 31. Presagio.

⚠️RECUERDA, ya nada de esto es canon. Pertenece a la versión vieja y por tanto lo que aquí sucede ya no tiene nada que ver con la versión actual. Ni personalidad de personajes, hechos, o pensamientos de la protagonista. Nada es válido en la actual versión.

En el trayecto al cuartel general, Lucas va sentado a mi derecha en la camioneta, desde que se montó ha estado enviando mensajes tras otro. El agente Sagfrield no me interesa sentimental ni físicamente, pero a veces soy muy salida y no he podido evitar notar que varias veces recibe fotografías de una mujer muy bonita.

— ¿Tienes novia, Lucas? —le pregunto sin pelos en la lengua.

Él se asombra, por supuesto, pero cambia su expresión a una galante.

—Agente mía, sé que soy irresistible pero ya me tienen cogido de los huevos.

—Era curiosidad, Narciso, bájate de la nube.

Lucas hace un gesto muy atractivo y gracioso con los labios para después soltar una cómica risa, a lo que recibe abucheos de otros agentes. Tanto él como yo lo ignoramos, me enseña la pantalla del móvil y señala con mucho amor a una atractiva mujer con rasgos latinos.

—Se llama Catalina Cruz, es el amor de mis amores. Se graduó de Medicina General, nació en Medellín, tiene la sonrisa más hermosa y ¿ya mencioné que la amo?

—Sí, Lucas —suspiro, un poco divertida y nostálgica por ver el amor en su mirada y su voz.

Se entretiene mostrándome más fotografías y contándome insignificantes detalles sobre ella, pero habla con tanta pasión como si se tratase de algo inédito. Después de explicarme cómo ella se perdió en Grecia, pasa a la siguiente fotografía, solo que esta no es lo que esperaba.

La tal Catalina Cruz sonríe a la cámara cual gata en celo, en un muy diminuto y transparente disfraz de enfermera guarrilla. Él salta en el asiento y torpemente cambia de foto, pasando a otra peor, mucho peor: él de espaldas con mantel puesto, sin nada abajo, por lo que recibo una buena visión de sus dos redondas nalgas pálidas.

— ¡Joder, Lucas!

— ¡Enseñar la galería es malo! —chilla, optando por apagar el móvil.

Vale, ahora la imagen del trasero desnudo —bonito— de uno de mis agentes no se borrará de mi memoria.

Agobiada, envío un mensaje de lo más loco.

Pequeña diablura: ¿Puedo ver tu culo?

Cinco minutos después recibo la decepcionante respuesta.

Espécimen: 🍑

Pero claro, él sí que tiene un montón de fotografías de mi culo.

—Gracias por el recuerdo de maravillosa imagen —mascullo al capullo a mi lado.

—De nada. El de tu ex debe estar bien feo.

Levanto las cejas, curiosa, le miro con interés y él se limita a encogerse de hombros con una pícara sonrisa. Ha hablado con resentimiento, y él que yo sepa, no conoce a Ryan. La noticia sí, puesto que trabajamos en lo que parece un barrio de cotillas.

—Has hecho un buen trabajo en mi equipo, Lucas —le reconozco, cambiando de tema—. Te has ganado un puesto para la misión en México, puede que también te necesite en la misión del alemán Tyler Denich.

—Estoy emocionado —celebra, contento—. Haría lo que sea por ti, agente mía.

Divertida, le doy unas caricias en la cabeza como si fuera perro. A él le fascina. No sé si el que sus ojos sean grises interfiere en la comodidad que siento con él, pero aparte de Verónica y Sam, es casi un amigo. Todo él es contagioso. En dos días ya se había ganado el corazón de todos en la DEA.

Me cae bien. Una novedad.

💀💀💀💀💀