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24. Alicia - "Hasta que la muerte nos separe" [Segunda parte]

¡Feliz navidad, amados lectores!


* * *


Voy en busca de David. Tal como esperaba, lo encuentro saliendo de uno de los camarotes de la aeronave, el mismo en el que lo dejamos dormir después de rescatarlo de la prisión de Esperanza. Luce cada segundo más exhausto, como si en cualquier momento fuera a desplomarse debido al cansancio físico y mental.

—¿Y Jacob? —le pregunto.

—Lo dejé en el camarote —responde David—. Prometió que se quedaría ahí.

—¿Le contaste acerca de...? —No digo el nombre por temor a que Jacob me escuche, pero David entiende a quién me refiero. Su mirada melancólica lo expresa todo.

—No quiero contarle nada todavía. —David mira hacia cualquier lugar que no sean mis ojos—. ¿De qué servirá?

Respira con fuerza, muerde su labio inferior y pestañea con rapidez.

—¿Estás bien? —inquiero, aunque la respuesta sea obvia.

—Yo... yo...

David se tapa los ojos con una mano y rompe a llorar. Lo hace en silencio, como si no quisiera preocupar a nadie. Supongo que ha llorado de la misma forma durante meses. Él trata de calmarse, pero le es imposible por ahora.

—Ven aquí. —Me acerco a David y lo envuelvo en un abrazo.

Las escasas defensas que le quedan se debilitan y se quiebra por completo sobre mí. Llora con tanta intensidad que se pone a tiritar.

—Todo saldrá bien —le prometo tal como hice con Max—. Ya verás que Renacer saldrá adelante y que recuperaremos a Aaron.

David dice algo mientras llora, pero apenas lo entiendo. Me dedico a frotar su espalda con cariño, no se me ocurre otra manera de consolarlo.

—¿Qué pasa? —pregunta alguien a mis espaldas. Me giro y veo que se trata de Ibrahim—. No me digan que murió alguien más, por favor.

Debo admitir que extrañaba sus comentarios desubicados.

—No. —Me río, pero me enserio de inmediato—. Bueno, nadie más, por suerte. Es solo que David ha tenido un muy mal día.

Espero que Ibrahim se burle o algo así por la fragilidad que demuestra David en este momento, pero me llevo una gran sorpresa al notar una sincera preocupación en su rostro. No cabe duda de que ha madurado durante el año que estuvimos separados.

—Ya verás que todo mejorará —le dice Ibrahim a David y se nos acerca.

Mi sorpresa es aún mayor cuando los veo abrazarse.

—Por cierto, me alegra que estés bien —le David a Ibrahim, un poco repuesto.

Ellos se separan y se miran fijamente, no sé si con incomodidad o con expectación. ¿Acaso quieren besarse?

—¿Se puede saber qué ha pasado entre ustedes recientemente? —inquiero con una ceja enarcada y con una sonrisa un poco maliciosa.

—Nada. —Ibrahim se pone nervioso. David se limita a suspirar y a mirar hacia un lado—. Solo somos amigos, Alicia.

—Exacto —asiente David. El ambiente pasa de cálido a tenso, muy tenso.

Me gustaría insistir al respecto, pero lo que menos necesita David ahora es ser presionado. Decido dejarlo estar y averiguar sobre ello en otra ocasión.

—Bueno, ya que están aquí, hay algo de lo que debemos hablar y que no podemos dejar para después. —Capto la atención de ambos—. ¿Qué harán ahora que ya no tienen un hogar?

—Supongo que es algo que tenemos que discutir en presencia de Taurus —sugiere Ibrahim—. Él es el líder de nuestra comunidad.

—Lo sé, David me habló acerca de Renacer. También me habló sobre tu novio, Ibrahim... muy guapo, por cierto.

Sin poder evitarlo, David e Ibrahim se vuelven a mirar y sus ojos delatan lo que ya sospechaba: algo importante está pasando entre ellos.

Reprimo las ganas de reír y les pido a los chicos que vayamos en busca de Taurus para discutir sobre lo que sucederá con los pocos miembros restantes de Renacer. El ambiente en la parte trasera de la aeronave es caótico: muchos de los sobrevivientes están malheridos, algunos incluso se hallan inconscientes. Los protectores rebeldes hacen lo que pueden por brindarles toda la asistencia médica que tenemos a nuestro alcance, pero no bastará. Tenemos que partir ya hacia Ciudad Antártica si queremos salvar a quienes puedan ser salvados.

Taurus asiste a una chica que tiene la cara ensangrentada. Ella está sentada en el suelo metálico y le dirige una mirada de ojos entrecerrados al hombre que intenta curarla.

—Diablos, Sasha, ¿te encuentras bien? —David se agacha junto a ella para comprobar su estado.

—De maravilla, ¿no lo ves? —responde Sasha—. Me alegra verte, sapo maloliente.

David logra reírse.

Me encantaría presentarme y conocer mejor a Sasha, pero hablar con Taurus es lo más importante por ahora.

—Taurus, ¿no? —le pregunto—. Tenemos que hablar acerca de lo que pasará con su comunidad. No pueden quedarse aquí.

Taurus se pone de pie. Él exhala como si quisiera liberar todas sus preocupaciones con un simple suspiro.

—Camila, ¿puedes seguir curando a Sasha? —le pide a una chica que va de un lado a otro sin saber en qué ayudar. Si mal no recuerdo, David me dijo que Camila era la hija de Taurus.

—Sí, papá. —Camila se acerca y me mira con desconfianza. No la culpo, esto de los protectores rebeldes sigue siendo desconocido y confuso para ellos.

Camila se aproxima a Sasha, se reclina hasta quedar a la altura de su rostro y se dispone a hacer la tarea que le ordenó su padre. Sasha cambia de actitud apenas Camila lleva sus manos hacia su rostro; pasa de tener cara de mujer ruda a la de una chica insegura. Haber observado por tanto tiempo los movimientos y las expresiones de los funcionarios de la Cúpula me ha servido para aprender a leer las emociones de la gente. Sin duda, tal como sucede con David e Ibrahim, existe algo entre Camila y Sasha, aunque dudo que sea correspondido.

Como sea, no es momento para ponerse a pensar en líos amorosos. Ahora que la mayoría de los miembros restantes de Renacer se hallan en la parte trasera de la aeronave, necesito contarles quiénes somos y ofrecerles el boleto de ida hacia Ciudad Antártica.

—Oigan todos —vocifero y camino hacia el centro de la inmensa recámara—. Mi nombre es Alicia. Soy una gran amiga de David, de Ben y de Ibrahim, y tiempo atrás era la novia de Max.

No anuncio mi apellido, porque los protectores desconocen mi verdadera identidad. Deberían saberla, pero prefiero no revelársela de momento. Es irónico que quiera convencer a un grupo de rebeldes de confiar en protectores cuando ni siquiera yo confío del todo en ellos.

Taurus, Sasha, Camila, Boris y otros miembros de Renacer cuyos nombres desconozco me miran como si ya supieran de mi existencia. No dudo que Max les haya hablado de mí; me enternece pensar que así fue.

—Sé que se preguntarán que rayos está pasando —prosigo—. Si bien David les dijo que los hombres que están ayudándolos en estos momentos no son protectores, la verdad es que sí lo son.

Se forma el caos en el lugar. Me lo esperaba. Los miembros de Renacer sacan sus armas de lugares en los que ni siquiera se apreciaban a simple vista y las apuntan hacia los protectores, los que, tal como acordamos, no alzan sus armas de regreso. Hay pistolas apuntadas en mi dirección, pero hago lo posible por no temer.

—¡Calma! —pido en voz alta y con las manos arriba—. Escuchen, por favor. Estas personas no son quienes creen que son. Él les explicará todo.

Le cedo la palabra a Wilson, uno de los líderes del movimiento rebelde compuesto por protectores. Él no pasa de los treinta y tantos años, pero se ha convertido en una pieza clave en la lucha contra la Cúpula. A pesar de que me es difícil confiar al 100% en él, lo intento lo mejor que puedo. Wilson está arriesgando mucho en esta guerra. Cuando un protector es acusado de traición, no solo él es castigado; sus familiares, también. Esa es una de las razones por las que muchos protectores se niegan a rebelarse. De que hay protectores malvados que aman cumplir cada orden que les dan los gobernadores, los hay, pero me niego a pensar que todos son tan malos como parecen. La humanidad nunca mejorará si insistimos en condenar a las personas por su apariencia o por su procedencia.

—Mi nombre es Wilson Hung. —Se presenta—. Y sí, soy un protector, pero ya no le soy fiel a los gobernadores ni al Cuerpo de Protección.

—¡Miente! —interrumpe un sujeto de Renacer. Tiene los brazos repletos de tatuajes 3D, e incluso tiene uno de serpiente en el rostro—. ¡Todos los protectores son títeres de los gobernadores!

—Deja que Wilson hable, por favor —le pido al hombre de los tatuajes—. Esto es importante.

El tatuado nos mira con desprecio, pero acepta callar.

—Hace poco más de dos años, fui ascendido de protector de tercer rango a general —prosigue Wilson—. Debido a mi nuevo cargo, me vi obligado a presenciar cosas que cualquier persona cuerda consideraría horrorosas. No entraré en detalles para no alarmarlos, pero supongo que han de imaginárselas. Si les soy honesto, nunca quise ser protector. Mi padre fue uno, y desde pequeño me instó a seguir su profesión. Yo no quería, sin embargo, no me dejaron alternativa. Me inscribieron contra mi voluntad en la academia de protectores cuando tenía apenas doce años... fue entonces cuando comenzó mi martirio. No saben las cosas que nos hacen ahí. Se encargan de convertirnos en seres desalmados dispuestos a acabar con cualquiera que amenace contra el bienestar de los gobernadores, a quienes nos enseñan a venerar como si fueran dioses.

Escruto a los demás protectores a medida que Wilson relata su historia. Ellos miran hacia el suelo, pierden sus ojos en un punto cualquiera de la aeronave e incluso veo a uno con los ojos cristalizados. Le tiembla un poco el cuerpo, pero se mantiene firme. No quiero pensar en la clase de cosas que les obligan a hacer y a presenciar. Ya tengo una imagen bastante grotesca tras lo visto en aquel hospital psiquiátrico en el que intervinieron a Aaron.

—Los años pasaron —continúa Wilson—. Dejé de ser el niño inocente que no quería vivir la vida de su padre, pero nunca lograron cambiarme por completo, solo fingía ser el robot sin sentimientos que mis superiores aspiraban a que fuera. Si bien se suponía que no debíamos hablar de ello, descubrí que había muchas personas como yo que no estaban de acuerdo con la vida que nos querían imponer. No querían convertirse en seres sanguinarios ni oprimir a su propia gente, pero nadie hacía nada al respecto. Después de todo, no éramos más que adolescentes asustados y con mucho que perder, así que dejamos que pasaran los años y nos acostumbramos a obedecer órdenes de las que nunca estuvimos de acuerdo. No obstante, un día ocurrió un hecho que simplemente no pude ignorar y que me marcó por completo: descubrieron que Hugo, mi mejor amigo, aquel que se convirtió en un hermano para mí en la academia de protectores, tenía la enfermedad prohibida.

Wilson capta la atención de todos. Aunque algunos aún lo observan con una inevitable desconfianza, ahora todos escuchamos atentamente lo que tiene que decir.

—Creímos que lo someterían a La Cura o algo parecido, pero no fue así... —Wilson hace una larga pausa—: Hugo fue fusilado delante de todos los miembros de la academia como una muestra de lo que pasaría con cualquier protector que tuviera conductas "inadecuadas".

No me sorprende su relato, porque es lo que esperaría de las personas que mueven los hilos del Cuerpo de Protección, pero aun así me entristece conocer la historia de Hugo.

—Lo peor de todo es que ni siquiera pudimos quejarnos por la muerte de Hugo, porque correríamos la misma suerte —sigue Wilson—. Yo no podía arriesgarme a que los superiores notaran mi descontento, pues tengo una esposa a la que amo y dos hijos que me necesitan... pero mis ansias por vengar la muerte de Hugo crecían cada día y ya no podía contenerlas. Necesitaba hacer algo.

—Así que decidiste rebelarte solo por una cuestión de venganza —interviene Taurus—. No te importa un comino la gente que no tenga que ver contigo, ¿o sí?

—Eso no es cierto. —Se defiende Wilson—. Toda la vida fui testigo de calamidades por las que me encantaría hacer justicia. El asesinato de Hugo solo fue el empujón que necesitaba para ir en contra de mis superiores. Aún formo parte del Cuerpo de Protección, pero solo porque me he propuesto la misión de desintegrarlo y, de paso, de vencer a los gobernadores. Nuestro país necesita un cambio. Necesitamos nuevos líderes. Necesitamos justicia. Ustedes han de creer que los protectores tenemos vidas muy felices y privilegiadas, pero no es así. Los únicos que disfrutan esta vida son los que han perdido la cabeza.

Como Aaron.

—¿Qué hay de ustedes? —inquiere el hombre tatuado a los demás protectores, entre ellos William y Carlos—. ¿También piensan como este sujeto? —Señala a Wilson.

—Nosotros ni siquiera somos protectores —dice William en tono rudo y le pone una mano en el hombro a Carlos. A pesar de que se ha suavizado gracias a su romance, aún conserva la dureza que lo caracterizaba—. Somos miembros de Eternidad y antiguamente yo fui miembro de Amanecer junto a Max, David e Ibrahim.

—¿Es cierto eso, chicos? —le pregunta Taurus a David e Ibrahim.

—Así es —responde Ibrahim—. William me caía como un grano en el culo, pero sí, éramos compañeros. —Sonríe. William esboza una tímida sonrisa a modo de respuesta.

—Aunque ustedes sean rebeldes desde hace mucho tiempo y confíen en ellos, eso no nos garantiza que estos protectores sean confiables. —Se queja una de las sobrevivientes del ataque a Renacer. Es una mujer de unos cuarenta o cincuenta años, no puedo distinguirlo bien debido a que su rostro está muy sucio y herido—. Opino que deberíamos irnos de aquí antes de que nos maten.

—¿Adónde iremos, Olga? —pregunta Taurus—. ¿Qué será de nosotros ahora que lo hemos perdido todo? Perdimos el hogar que tanto nos costó alzar, las pertenencias que reunimos por casi un año y a más de la mitad de nuestra gente.

—Pero no hemos perdido la esperanza —dice Olga con la voz quebrada.

—No podemos alimentarnos de Esperanza —increpa Taurus. Noto la desilusión de la poca gente que queda de Renacer. Su propio líder se ha cansado de luchar—. La esperanza no nos mantendrá calientes por la noche, tampoco nos protegerá de los pandilleros. ¿Qué importa si nos arriesgamos a confiar en estos protectores? Moriremos en las tierras muertas de todas formas. Logramos sobrevivir un año, pero sé que cada miembro de Renacer sabía que tarde o temprano llegaría el fin. El nuestro ha llegado. Ni siquiera nos quedan nuestros niños, joder. Los pandilleros los mataron a todos.

Se forma un silencio triste y desgarrador en la parte trasera de la aeronave. Ahora que recuerdo, vi cadáveres de niños en el suelo del refugio. No les presté demasiada atención porque estaba empeñada en sacar a Max, pero ahora me arrepiento de no haberlo hecho. Tal vez alguno seguía vivo incluso si su sangre manchaba el piso. Debí darme un momento para comprobarlo.

—¿Qué deberíamos hacer entonces? —inquiere el hombre del cuerpo tatuado—. ¿Qué nos ofrecen ustedes? —le pregunta exclusivamente a Wilson.

—Les ofrecemos la oportunidad de viajar a Ciudad Antártica y de vivir en lo que alguna vez fue una de las instalaciones del Arkos Subterráneo —respondo en lugar de Wilson—. Es un lugar seguro y controlado no solo por protectores rebeldes, sino que también por Eternidad. Allá tendremos lo que necesitemos y podremos prepararnos para luchar contra la Cúpula y contra los protectores que se mantengan del lado de los gobernadores.

—¿Ciudad Antártica? —pregunta Olga, emocionada—. ¿Pueden llevarnos a las tierras intactas?

—Podemos, pero solo si confían en nosotros —contesta Wilson.

Vuelve a dominar el silencio, esta vez uno reflexivo. Todos están pensando qué hacer.

—¿Qué opinas tú, David? —le pregunto al contemplar la incertidumbre de su rostro. Tal vez su opinión influya en los demás.

—Yo creo que no tenemos nada que perder —admite—. Ya perdimos a demasiada gente como para cargar un gran dolor por el resto de nuestras vidas y, honestamente, estoy cansado de sobrevivir a duras penas. Por mi parte, aceptaré su oferta e iré con ustedes.

—Yo también —dice Ibrahim.

—Y yo —añade de inmediato Boris.

—Yo también iré. —Decide Olga—. Solía vivir en Ciudad Antártica antes de ser arrestada. Necesito regresar.

Me causa intriga la razón por la que fue encarcelada.

—¿Qué hay de ti, Karl? —le pregunta Ibrahim al hombre tatuado. Al fin conozco su nombre.

Karl mira a los protectores fijamente. Tras varios segundos de duda, pronuncia su decisión.

—Yo no iré a ningún lado —espeta—. Prefiero convertirme en pandillero antes que convivir con protectores. Adiós.

Se va antes de que pudiéramos convencerlo de venir con nosotros. Seis personas lo siguen; quedan apenas veinte miembros de lo que fue Renacer. Ninguno se mueve, por lo que asumo que irán a Ciudad Antártica, pero de todos modos les pregunto uno por uno si eso es lo que quieren. Nadie da una respuesta inmediata, y me doy cuenta del porqué: están esperando a conocer la decisión de Taurus.

—Yo iré con ustedes —me dice—. Pero les advierto que, a la primera cosa que no me guste, los mataré. —Esta vez se dirige a Wilson—. He sobrevivido a bombardeos y a más ataques de los que podrían imaginar, no crean que caeré tan fácilmente.

—No lo dudo —dice Wilson con una sonrisa amistosa.

—Pues si mi padre va, supongo que yo también —interviene Camila, su hija.

—Y yo —dicen Sasha y un chico al mismo tiempo. Ha de ser el novio de Camila del que me habló David. Si mal no recuerdo, se llama Chester. Contengo las ganas de reír al presenciar la urgencia de ambos por seguir a Camila.

—¿Alguien más se opone a venir con nosotros? —inquiero en voz alta. Nadie dice nada—. Bien, registremos el refugio por última vez para confirmar que no quede nadie con vida e iniciemos el viaje.

Sin perder un segundo más en discusiones, la mayoría abandona la aeronave y recorre las instalaciones de Renacer en tiempo récord. Ya no hay rastros de Karl ni de las personas que decidieron seguirlo. Deberíamos esperarlos por si cambian de opinión, pero ya no nos queda tiempo. Max necesita ser llevado al Nuevo Arkos y los pandilleros podrían regresar dentro de poco a terminar lo que empezaron.

Lamentablemente, no queda nadie con vida dentro de Renacer. El humo sigue siendo intenso, pero ya no tanto. Aguanto como puedo las ganas de llorar mientras veo los cuerpos caídos. Es inaudito que hayan asesinado a los niños y a la mayoría de las mujeres y dejado vivir solo a los hombres adultos. Definitivamente los pandilleros hicieron esto por venganza y no por otra razón, o no habrían quemado un lugar lleno de cosas de utilidad ni asesinado a personas que no resultaban una amenaza para ellos. Querían dejar vivir solamente a los defensores de la comunidad para que, tal como dijo David, carguen por siempre con el dolor de la pérdida.

Regresamos a la aeronave y preparamos todo para la partida. Wilson les cuenta a los que quedan de Renacer que conocemos un punto ciego entre los pilares limítrofes de Ciudad Antártica, por lo que no deberíamos presentar ningún problema al regresar al Nuevo Arkos. Aun así, les ordena que se escondan en los camarotes disponibles y algunos compartimentos de la aeronave en caso de que seamos interceptados por algún otro escuadrón de protectores no rebeldes. La mayoría acepta ir a esconderse excepto David, Ibrahim, Boris, Sasha y Taurus, quienes se niegan a dejar solos a los miembros de Renacer que siguen vivos pero inconscientes en el suelo de la parte trasera de la aeronave. Son solo cuatro personas las que no despiertan, pero al menos aún respiran.

El vuelo hacia Ciudad Antártica inicia. La aeronave se eleva y, en el proceso, la mayoría de los presentes nos acercamos a las ventanillas y observamos por última vez las dependencias de Renacer. La nube de humo alcanza el cielo nocturno como una señal de despedida a todos los que cayeron esta noche. Las lágrimas no se hacen esperar en David; estoy segura de que no había demostrado esta fragilidad en mucho tiempo. El asombro en el rostro de Sasha, su amiga, me lo confirma.

—Odio tener que preguntarte esto ahora, pero ¿qué haremos con Paul? —inquiero a David—. ¿Lo regresaremos a Libertad?

—No —responde David, sin mirarme. Tiene la mirada fija en el cielo, el cual aclarará dentro de poco. Será mejor que la aeronave se apresure—. No quiero que vuelva a la casa de nuestros padres. Lo mejor para él será quedarse conmigo.

—¿Estás seguro? —No debería presionarlo, pero necesito hacerlo. Tiene que estar consciente de que traer a Paul con nosotros es exponerlo a un peligro muy grande.

—No. —David se ríe, o al menos lo intenta—. Pero ya no estoy seguro de nada, Alicia. Solo sé que quiero a mi hermano a mi lado. ¿Es muy egoísta de mi parte?

—Claro que no, David —le digo, aunque por un lado siento que lo mejor para Paul sería regresar a Libertad—. Ve a verlo, despertará pronto y tendrá muchas dudas. Yo me encargaré de proteger a tu gente.

—Gracias. —David me da otro abrazo y se aleja hacia el pasillo que conduce a los camarotes—. Por cierto, Max estará muy feliz de verte. No ha dejado de pensar en ti ni un solo día.

Sus palabras me entregan un alivio que necesitaba con desesperación. Cada inseguridad que sentía se esfuma en el aire. Tengo ganas de llorar solo de felicidad, pero no lo hago porque sé que aún no debo cantar victoria.

—¿Puedes pasar a comprobar cómo está? —le pido a David, aunque sé que dejé a Max en buenas manos.

—Lo haré. —Me sonríe—. Eres muy afortunada, Alicia. Max y tú aún están a tiempo de ser felices.

—No lo digas como si Aaron y tú ya no tuvieran la oportunidad. Lo traeremos de vuelta, David, te lo aseguro.

—Como digas. —David resopla con cansancio y se va.

Sé que él ha perdido la esperanza, pero yo no.

Traeré al viejo Aaron de vuelta así sea lo último que haga.

* * *

Luego de un viaje que en realidad fue corto, pero que para mí se sintió como una travesía inacabable, la aeronave se acerca al punto ciego ubicado en las afueras de Ciudad Antártica. El nerviosismo domina la parte trasera de la aeronave; sé que todos esperamos que suceda cualquier cosa que nos haga perder la poca confianza que ganamos hacia los protectores, pero la aeronave traspasa el punto ciego y no ocurre nada. No nos intercepta ninguna aeronave del Cuerpo de Protección, ni siquiera hay patrullas voladoras cerca.

Atravesamos por completo el punto ciego y volamos mucho más allá de los pilares que dividen el Viejo y el Nuevo Arkos. Suelto el aire que contenía en mis pulmones y me permito esbozar una pequeña sonrisa. Esperaba que los problemas se presentaran mucho antes de que nos acercáramos a los pilares, pero no ha pasado nada. Espero que sigamos así.

Sobrevolamos Ciudad Antártica, la cual es un pueblo fantasma en este momento. El toque de queda aún no termina, lo único que se ve en el cielo son los drones del
Cuerpo de Protección que vigilan la ciudad. Uno de ellos se acerca bastante a la aeronave, pero luego pasa de largo. Los protectores fieles a los gobernadores no tendrían por qué desconfiar de que la aeronave circule a esta hora. Se supone que tienen libre albedrío para deambular por ahí cuando se les dé la gana.

Atravesamos Ciudad Antártica hasta llegar a las afueras del poblado. La entrada al complejo subterráneo se ubica en medio de llanuras rodeadas por un muro de seguridad que nadie puede traspasar. Los protectores fieles al movimiento rebelde han custodiado bastante bien el lugar, el que se supone que no está habitado. La misión de los protectores no es otra que vigilar las instalaciones subterráneas y asegurarse de que nadie ingrese en ellas. Los gobernadores no tienen idea de que pronto serán utilizadas como central de mando por Eternidad y por el movimiento rebelde compuesto por protectores, cuyo nombre no ha sido definido todavía.

La aeronave vuela más allá de los muros que protegen el Arkos subterráneo y de una de las torres de control que vigilan el exterior. Luego, el piloto inicia el aterrizaje en la pista ubicada no muy lejos de las entradas al complejo. Hay protectores yendo de un lado a otro con sus armas en mano, pero no se alertan por nuestra presencia.

Aterrizamos y siento una tranquilizadora paz. Hasta ahora, todo ha salido más que bien. Voy hacia la recámara en la que Doc y dos protectores se encargan de mantener vivo a Max. Por fortuna, él sigue respirando. Movemos la camilla con muchísimo cuidado y luego nos apresuramos todo lo posible hacia la rampa que nos lleva fuera de la aeronave. Hay un camino de concreto que conduce hacia las entradas del complejo subterráneo, por lo que el traslado de Max no es tan irregular, pero aun así siento que el corazón se me saldrá por la boca.

Llegamos a una suerte de gigantesca caseta con una puerta de metal que se levanta a medida que nos acercamos. Traspasamos el umbral, avanzamos por un corto pasillo y llegamos al elevador —el que tiene una capacidad de al menos treinta personas—. Una vez dentro, uno de los protectores presiona el botón de la planta -9, aquella en la que se halla el área médica del complejo.

El elevador es bastante rápido, pero de todas formas siento que nos movemos a la velocidad de un caracol. Miro a Max en todo momento mientras descendemos en busca de ayuda. No puedo perderlo ahora, no cuando falta tan poco para salvarlo.

—Resiste, por favor —le susurro—. Resiste.

Doc me pone una mano en el hombro como si me dijera que todo estará bien. Quiero creerlo. Necesito creerlo.

El elevador se detiene en la planta -9. Las puertas se abren y las paredes blancas del área médica parecen las entradas al paraíso. El lugar está iluminado con luz blanquecina, se parece a la sección médica de lo que alguna vez fueron las dependencias de Amanecer. En sí este complejo entero se asimila al primero en el que viví, con la diferencia de que los espacios aquí son más reducidos y silenciosos. En cuestión de días, si todo sale bien, será habitado por la gente de Eternidad, entre quienes se encuentra la familia de Max. No puedo esperar a que su madre y su hermano vuelvan a verlo, estarán tan felices como yo.

Noto que Doc tiene los ojos brillosos mientras avanzamos por el largo corredor principal del área médica. Supongo que nunca pensó que volvería a estar en un lugar como este. Mi curiosidad por conocer cada historia detrás de los miembros de Renacer aumenta. Me hace feliz que al menos se sientan un poco más cerca de casa a pesar de que nos veamos obligados a mantenerlos bajo tierra.

Los protectores, Doc y yo recorremos el pasillo hasta llegar a la entrada del área de urgencias. Se oye ruido del otro lado; en ese lugar se trata a los protectores rebeldes que han caído heridos y a la gente de Eternidad que se encuentra en peor estado, como Max.

—Lo siento, pero será mejor que esperen afuera —nos dice uno de los protectores a Doc y a mí—. Es un área segura, no tienen nada de qué preocuparse.

—No me separaré de Max —espeto .

—Déjalos que hagan su trabajo —me implora Doc—. Ya verás que Max estará bien.

Miro a los protectores sin pestañear y me doy cuenta de que esto se trata de una prueba de confianza de su parte.

—Bueno —asiento después de mucho pensarlo. No puedo desperdiciar más tiempo valioso para Max—. Pero prométanme que lo salvarán.

—Ya lo salvaste —me dice un protector con una sonrisa—. Descuida.

Intento devolverle el gesto, pero soy incapaz. Estoy demasiado nerviosa. Por más que trato, no logro confiar por completo en los uniformados. El otro protector abre la puerta, luego ambos se llevan a Max hacia el interior del área de urgencias. Mientras veo al amor de mi vida alejarse, ruego en mis adentros que logre despertar.

Los minutos pasan con tal lentitud que me vuelvo loca. Camino de un lado a otro, me muerdo las uñas y resoplo una y otra vez. Según mi reloj de muñeca, no ha pasado ni media hora desde que se llevaron a Max a urgencias, pero ya siento que lleva un año ahí dentro.

—Deberías ir a comprobar cómo están tus amigos —sugiere Doc—. Los conozco bien y sé que han de estar viviendo un infierno tras la pérdida de nuestra gente. —La tristeza que expresa su voz me hace estremecer—. Aprovecha que aún los tienes.

Tiene razón. Estaba tan enfocada en no perder a Max que pasé por alto que David, Ibrahim, Ben y toda su gente acaban de llegar a un lugar desconocido con personas en las que no confiarán con facilidad. Necesito estar a su lado.

—Yo me quedaré aquí —me dice Doc—. No quiero enfrentar a nadie, no todavía. Me escondí como un cobarde, Alicia. Me avergüenza haber sobrevivido.

Caigo en cuenta de que no le pregunté qué pasó cuando los pandilleros entraron en el refugio. Ahora sé que no hizo más que quedarse junto a Max.

—Si no se hubiera quedado con Max, ahora ambos estarían muertos —le digo en un intento de consolarlo—. Le debo mucho, en serio.

Doc solo asiente. Su expresión es tan melancólica que me parte el corazón.

Decido darle espacio, aunque una parte de mí me pida a gritos que me quede para ver a Max apenas reaccione... si es que sobrevive.

Tomo el elevador y me dirijo a la planta principal del complejo, la -15, aquella en la que se encuentran algunos lugares importantes como la alcaldía, la biblioteca, el comedor central, entre muchos otros. Esta es la planta más espaciosa de todas; su estructura se asemeja a un domo metálico con un gran ventanal circular en el techo desde el que es provista una iluminación que emula a la luz del sol. El lugar parece un hermoso invernadero, así como también un indestructible búnker sacado de la primera o segunda guerra mundial. Si bien es mucho más oscuro que el refugio de Amanecer, se siente acogedor de igual forma. Me gustará vivir aquí.

En el centro del gigantesco domo, en donde no hay más que un espacio abierto ubicado entre pequeñas casitas metálicas que han sido edificadas en torno al corazón de la planta, se encuentran los miembros de Renacer con algunos de los protectores rebeldes que custodian el complejo. La tensión en los rostros de los presentes es respirable. No sé qué pasará dentro de los próximos días, pero imagino que surgirán un montón de problemas que difícilmente podremos resolver.

Me acerco hasta David, quien está de brazos cruzados. Ahora luce tan exhausto que sus ojos se ven rojos; necesita dormir.

—¿Todo bien? —le pregunto en voz baja.

—Sí. —David suspira—. Tus amigos nos están contando un poco acerca del refugio.

Quiero decirle que no son mis amigos, pero no es el momento.

—¿Dónde se llevaron a...? —Otra vez, no soy capaz de pronunciar su nombre.

—Maurice y Aaron fueron trasladados a la prisión del complejo —responde David—. Jacob también.

Oh. Debería decirle que Jacob no debería estar ahí, el pobre es solo un niño. Sin embargo, sé que lo mejor para él y para todos es que esté encerrado, al menos hasta esclarecer lo sucedido en las tierras muertas.

Le presto atención a Wilson, quien se halla al frente del grupo dando una charla de bienvenida.

—...a cada uno se le asignará una habitación en alguna de las treinta plantas del complejo —continúa con la postura de un líder. Sin duda nació para serlo—. Podríamos hacer un recorrido por cada planta antes de que se instalen, pero sé que todos estamos cansados. Si les parece bien, lo que haremos ahora será llevarlos a sus nuevas habitaciones y luego de unas horas de descanso les enseñaré cada planta y cada habitación del complejo, ¿sí?

Nadie se opone. Es cierto: todos estamos cansados, y los que no solo necesitan estar a solas para llorar en paz. Ha sido una noche demasiado larga.

Wilson prosigue hablando del uso de los baños, de los horarios en los que se sirven los alimentos y de uno que otro asunto importante que los miembros de Renacer necesitan saber ahora que vivirán aquí. Veo en sus caras el miedo, pero me alegra que hayan decidido venir. Al menos en este lugar corren un riesgo menor que el que corrían en las tierras muertas, en donde cada noche podía ser la última.

Wilson acaba la charla de bienvenida y entre ambos conducimos a la gente de Renacer hacia sus habitaciones provisorias, las cuales se ubican en la planta central. Les prometemos que tendrán la opción de mudarse a otra planta una vez que descansen y que conozcan mejor el complejo, pero dudo que alguien elija dormir en otro lado. Sé que con tener una cama, un techo y comida es suficiente para ellos.

Una vez que todos se encuentran en sus respectivos cuartos, regreso al área médica. Encuentro a Doc medio dormido contra la pared y le pregunto si ha sabido algo de Max, pero su respuesta es negativa. Debido a que está más que agotado, le pido que se dirija a la planta central para conocer su habitación y que me deje aquí aguardando por Max. Él casi suspira de alivio ante la idea de dormir un poco.

Me quedo sola afuera de la entrada a urgencias esperando noticias de Max. Pasa una hora, tal vez dos, pero la puerta sigue sin abrirse. Me siento sobre una banca situada fuera de la sección que espero sea abierta y me quedo dormida, pero el sueño se me espanta por completo cuando las puertas finalmente se abren.

Uno de los protectores rebeldes sale del área de urgencias y lo primero que hago es correr hacia él.

—¿Cómo está Max? —pregunto, desesperada.

—Compruébalo tú misma. —El protector sonríe—. Te está esperando.

Mi corazón se vuelve loco.

Ni siquiera sé adónde tengo que ir, solo corro mientras miro a través de cada ventana esperando ver a Max. Todas las habitaciones están vacías, hasta que llego a una en la que hay dos protectores con batas blancas dentro y una persona recostada en una camilla.

Es Max.

Y está despierto.

Está sonriendo.

Mi rostro se llena de lágrimas. Después de tanto tiempo, la visión que tanto proyecté en sueños por fin se hace realidad. Max, Mi Max, está vivo y me sonríe como si el tiempo y la distancia nunca hubieran existido entre nosotros.

Camino hacia él con timidez, sin saber qué hacer. Estoy petrificada, no puedo creerlo.

—¿Qué esperas para besarme? —pregunta Max, suena adolorido.

No lo pienso dos veces y me lanzo hacia él para juntar mis labios con los suyos. Me pongo a llorar, pero es un llanto de felicidad.

Siento que mi cuerpo se derrite a causa del beso de Max. La parte de mí que sufría por su ausencia se ha consumido por completo; lo único que experimento ahora es una alegría que es demasiado intensa para ser real. Aún con mi boca pegada a la suya, pongo una mano sobre su pecho para sentir el latido de su corazón y saber que esto no es un sueño, pero me alejo al escuchar un quejido de su parte. Estaba tan feliz que pasé por alto el hecho de que está herido.

—Tranquila, ya estoy bien —me dice Max. Lo miro y su sonrisa me entrega mil años de vida. Sus ojos están repletos de lágrimas, las que limpio con mis manos en suaves caricias cargadas de amor.

—Te extrañé tanto, Max, tanto... —le digo, no puedo dejar de llorar.

—Yo te extrañé cada segundo desde la última vez que te vi, mi amor —susurra. Siento que exploto por dentro—. Antes de ponernos al día, ¿puedo preguntarte algo que debí consultar hace mucho tiempo?

—Claro. —Frunzo el ceño y me río, no sé por qué. Todo esto es demasiado extraño y hermoso para ser cierto.

—¿Te casarías conmigo?

No puedo creer que me pidiera eso. Apenas han pasado unos segundos desde que nos volvimos a besar, pero es algo que anhelaba oír. Ni siquiera medito su pregunta, la respuesta la tengo guardada desde antes de que me la hiciera. No hay nadie más con quien quisiera pasar el resto de mi vida.

—Claro que sí. —Sonrío—. Por supuesto que me casaré contigo, Maximiliano Cervantes.

Nos besamos otra vez. El júbilo que siento es tan delicioso como un refresco en un día caluroso; tan increíble como un amanecer pintado en mil tonos anaranjados y rosáceos. Max, el hombre de mis sueños, se convertirá en mi esposo. A pesar de todas las cosas malas que pasaron hoy, este es, sin duda, uno de los mejores días de mi vida.

O bueno, lo es hasta que oigo pasos apresurados que se acercan hacia el cuarto. Alguien corre hacia aquí.

Me giro y veo en la entrada a Carlos. Max no sabe nada sobre su nuevo aspecto, no sé si debería revelarle su identidad o no.

Carlos se ve afligido, preocupado, alterado, todo al mismo nivel.

—¿Qué pasa? —pregunto, inevitablemente triste. Sabía que tanta felicidad no duraría por mucho.

—Creo que te interesará saber esto, Alicia. —Carlos habla entre jadeos—: Thomas fue arrestado y será ejecutado.




* * *



Espero que hayan disfrutado este capítulo y que hayan tenido una linda navidad. Y si no, ya vendrán años mejores. Los quiero muchísimo; gracias por todo el cariño que me han entregado en mis ya casi cuatro años en wattpad :')

¡Amor para todos, felices fiestas!

Abrazos apretados,

Matt.

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