Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

23. Alicia - "Hasta que la muerte nos separe" (Primera parte)

David cierra los ojos, se ha dejado vencer por el sueño. Ahora que el pitido ha cesado, me quito los audífonos que me hacían inmune al aturdimiento y los dejo colgar en mi cuello.

William, Carlos y cinco miembros de Eternidad que nos acompañaron en la misión de búsqueda se quitan los audífonos también, dejan de apuntar sus armas hacia Aaron y Maurice y se disponen a amarrarlos antes de que el aturdimiento acabe, pues este, a diferencia del que usamos en el Hospital General de Libertad durante el sabotaje de las reproducciones obligatorias hace tiempo, es breve. Sin embargo, todos parecen caer dormidos. Al menos David, Ibrahim, Maurice y el niño que asumo que es el hermano de David que mencionaba el mensaje luminoso que nos ayudó a encontrarlos, ya han quedado inconscientes. El único que sigue despierto es Aaron.

Mi antiguo mejor amigo me mira horrorizado mientras dos eternos llamados Julio y Puck esposan sus manos. Aaron aún puede mover un poco la boca, creo que intenta decirme algo.

—Do...mé...ni...ca. —Logra susurrar a pesar de tener los músculos adormecidos.

Me acerco a él antes de que Julio y Puck lo carguen en sus brazos y lo sienten en una de las sillas de ruedas que usaremos para transportar a los caídos hacia la aeronave que nos trajo hasta aquí.

—No, Aaron, Doménica no existe —le confieso, se siente muy satisfactorio hacerlo—. Mi verdadero nombre es Alicia, y te prometo que tarde o temprano me recordarás.

Aaron abre los ojos de tal forma que estos parecen estar a punto de escapar de sus cuencas. Algo se remueve dentro de él, tal vez conserva uno que otro recuerdo de mi verdadera identidad en algún lugar de su mente. Ya no luzco como hace un año, pero tengo fe de que la vieja Alicia sigue viva dentro de su cerebro.

Aaron queda inconsciente en cuestión de segundos. Es tiempo de volver a la aeronave y de ponernos a salvo.

La decepción por no haber encontrado a Max junto a David e Ibrahim debilita mis esperanzas de hallarlo, pero hago lo posible por mantenerlas a flote. David e Ibrahim vivieron en alguna parte durante todo este tiempo; puede que sea ahí en donde se encuentra Max ahora. La idea de volver a verlo hace que mi corazón se ponga a danzar de alegría. Si todo sale bien, esta misma noche nos reencontraremos y nunca volveremos a separarnos.

Julio se lleva a Aaron en su respectiva silla de ruedas con Puck a la delantera apuntando su arma hacia el frente para asegurarse de protegerlos. Zein y Omar, otros eternos que conforman el grupo de búsqueda y de rescate, cargan a Maurice hacia una silla y luego Zein lleva al amigo de Aaron a la aeronave, mientras que Omar cumple la misma función que Puck. Paul es llevado por Arnold, el sujeto más viejo del grupo. A pesar de que tiene cincuenta y tantos años, es fuerte y enérgico como nadie.

Ya que es el que se halla en peores condiciones, de Ibrahim tendremos que encargarnos Carlos, William, Saúl y yo. Saúl es el hombre más joven del grupo; es un miembro de la academia de protectores de la ciudad Plenitud —ubicada a al menos cincuenta kilómetros de Libertad en el Nuevo Arkos— que hace tan solo unos meses, tras cumplir los veinte años, decidió convertirse en rebelde. No es el único protector que se ha cambiado de bando. Muchos de los miembros del Cuerpo de Protección del país han decidido desafiar a los gobernadores, el problema es que no todos se rebelan por el mismo motivo. Mientras que hay protectores como Saúl, Julio y Puck que batallan por la igualdad y por la libertad de la población, hay otros que han decidido alzarse contra la Cúpula solo para tratar de hacerse con el poder.

Aaron tuvo que haber salido de Libertad gracias al segundo tipo de protectores, porque si hubiera solicitado la ayuda de los que están del lado de Eternidad y de otros movimientos que luchan por una buena causa, me habría enterado. Quienes trajeron a Maurice y a Aaron a las tierras muertas debieron ser protectores que pertenecen al grupo más peligroso de todos: aquellos que están dispuestos a lo que sea con tal de gobernar el país.

Ya que renuncié a mi puesto como secretaria de Thomas, dejé de recibir información de primera fuente sobre lo que sucede en la Cúpula, pero sé gracias a lo que se cuenta en las dependencias de Eternidad que los gobernadores están aterrados debido al alzamiento de algunos protectores. Los que aún son fieles a su mandato siguen siendo mayoría, pero aun así Abraham Scott y sus cercanos están haciendo de todo para mantener la lealtad de la mayor cantidad de protectores que puedan. Después de todo, sin ellos su poder es casi nulo.

Lamentablemente, así cada miembro del Cuerpo de Protección se alzara contra los líderes de Arkos, aún les quedaría una salvación: el Cuerpo Militar de Newtopia, el cual es mucho más poderoso y numeroso que el arkano. Los eternos de Sudamérica siguen luchando contra ellos, pero esa es una guerra que tal vez nunca tendrá fin.

Sea como sea, el apoyo hacia la Cúpula disminuye cada día un poco más y eso es lo importante. Todavía quedan muchos arkanos que respetan y que alaban sus decisiones, pero ya no son tantos como antes. La destrucción de gran parte de Arkos ha convencido a muchos de que lo que queda de este país necesita un cambio radical. Las manifestaciones son cosa diaria y rutinaria en el Nuevo Arkos y, más temprano que tarde, ya no podrán ser reprimidas. La gente quiere justicia y hará lo que sea por obtenerla.

Me gustaría regresar a Libertad hoy mismo y estar allá para ayudar en lo que pueda en las manifestaciones, tal como hice cada vez que no me preparaba para la misión de búsqueda, pero no puedo regresar sin antes hallar a Max y a Ben. Me prometí a mí misma que no regresaría hasta encontrar a los que faltan. Michael extraña mucho a Ben, quien fue su compañero cuando estaban encerrados en una prisión de Newtopia y quien se volvió algo más con el paso del tiempo. Michael quería formar parte de la misión, pero Walter, el líder de la comunidad eterna de Libertad, no se lo permitió. Michael se ha convertido en un gran rebelde, uno que forma parte de misiones de alto riesgo que involucran directamente a la Cúpula. Cualquiera diría que después de lo vivido en prisión, Michael habría optado por tener una vida tranquila y alejada de cualquier peligro; no obstante, él está empeñado en vengarse de alguna forma de todas las personas que le hicieron un daño incurable, y no puedo culparlo. Walter, por su parte, no podía arriesgarse a perder a uno de sus mejores rebeldes en una misión que, según él, no tenía sentido. Walter afirmaba que nunca hallaríamos a ninguno de los chicos, pero yo nunca perdí la esperanza.

Me habría gustado hallarlos a todos, aunque encontrar a dos ya es un gran alivio. Si bien Ibrahim está herido, no es nada que no pueda sanar. Es una suerte que llegáramos a tiempo. No quiero imaginar lo que Aaron habría causado si no hubiéramos visto la señal luminosa mientras volábamos por el cielo nocturno de las tierras muertas.

William, Saúl, Carlos y yo agarramos a Ibrahim con todo el cuidado posible y lo sentamos sobre la silla de ruedas con la que lo llevaremos hacia el elevador que nos conducirá a la azotea del edificio. William es quien empuja la silla de ruedas fuera del cuarto, luce feliz y emocionado por haber encontrado a Ibrahim. No eran grandes amigos, pero pertenecían al mismo bando y con eso bastó para que se formara un lazo irrompible entre ellos.

Saúl se nos adelanta para custodiar a los eternos que llevan al resto de los caídos. Carlos y yo nos aseguramos de apuntar nuestras armas en todas direcciones en caso de que se presente cualquier persona que resulte ser una amenaza. No tardarán en aparecer pandilleros; en algún momento alguien verá el mensaje luminoso que sigue encendido y será cuestión de tiempo para que noten nuestra presencia en la ciudad. No es como si no tuviéramos las armas suficientes como para enfrentar a una pandilla, pero mientras menos riesgos corramos, mejor.

Me doy cuenta de que Carlos luce muy tenso. Sé que no se debe al miedo a que seamos atacados, es obvio que le preocupa la reacción de David si llega a enterarse de su verdadera identidad. David no podrá reconocerlo con su nuevo aspecto, y Carlos ha decidido presentarse ante él con un nombre falso para evitar problemas. David lo odia, y no es para menos, pues casi muere dos veces por su culpa, una por un disparo y la otra por la enfermedad de Stevens.

—Tranquilo, Carlos —le digo—. Ya verás que no se enterará de nada.

—¿Y si se entera? —Carlos se ve afligido—. Nunca me perdonará por lo que le hice.

—David es menos rencoroso de lo que crees —afirmo, pero no estoy segura. Es posible que David haya cambiado y que ahora sea una persona completamente diferente—. Ya verás que, si se entera de la verdad, acabará perdonándote.

Carlos asiente, no muy convencido. Me preocuparía al respecto, pero lo más importante ahora es salir de aquí, buscar un lugar seguro en el que aterrizar la aeronave, esperar a que David o Ibrahim despierten y preguntarles si saben dónde están Max y Ben.

Solo espero que, cuando los encontremos, no sea demasiado tarde.

* * *

Froy, el piloto de la aeronave, aterriza en un páramo liso y solitario ubicado entre las llanuras de las afueras de Nueva Dubái. Dicha ciudad, a diferencia de Esperanza, sí es habitada por pandilleros, así que debemos ser lo más discretos que podamos. No se veía a nadie cerca de la prisión cuando llegamos a la azotea y abordamos la aeronave, pero el radar señalaba que había una gran cantidad de aeromóviles en camino hacia Esperanza. Los pandilleros ya notaron nuestra presencia y no tardarán en encontrarnos, sin embargo, no podemos ir a ningún lado hasta que David o Ibrahim despierten.

El primero sale de la habitación en la que lo recostamos y se adentra en la cabina principal de la aeronave. Luce confundido y aturdido, es evidente que le cuesta creer que fue salvado.

—Qué, ¿no te alegras de vernos? —le digo entre risas mientras me aproximo a él.

David esboza una sonrisa y extiende sus brazos hacia mí. Nos envolvemos en un abrazo apretado que me llena de regocijo.

—Por supuesto que estoy feliz —dice David sobre mi hombro—, pero no entiendo nada. ¿Dónde estamos? ¿Acaso estoy soñando? O... ¿acaso estoy muerto?

Todos reímos.

—No, David, esto es real. —Me alejo para mirarlo—. Estamos a bordo de una aeronave, aterrizamos en las afueras de...

—¿Aeronave? —David me interrumpe, habla con rapidez y entusiasmo—. ¿Pueden llevarnos a Andrómeda? Max nos necesita.

Mi corazón se acelera tras oír la mención de Max. No quería preguntar de inmediato por él, temía que la respuesta de David fuera que murió.

—¿Está... vivo? —Me falla la voz.

—Puede que sí, puede que no —lamenta David—. Fue herido de bala esta mañana. Hemos estado viviendo con la gente de Renacer, una comunidad de sobrevivientes de los bombardeos. Hoy fuimos atacados por pandilleros y Max recibió un disparo. Ibrahim y yo partimos en nuestro aeromóvil hacia Esperanza en busca de las medicinas que el Cuerpo de Protección pone dentro de las cajas de provisiones y, tras llegar, vimos un mensaje luminoso escrito por Aaron...

La tristeza nubla el rostro de David. No puedo imaginar lo que está sintiendo. Que alguien que amabas acabe odiándote por cosas que no hiciste ha de ser muy doloroso. Aaron nunca me habló de lo que supuestamente le hizo David, fue Maurice quien me lo contó. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano por no delatar mi ira cuando me enteré de la historia que implantaron en el cerebro de mi amigo.

—También vimos el mensaje —le digo a David—. Fue gracias a él que supimos que Aaron se hallaba en Esperanza. Él desapareció hace dos semanas; le dejó una carta a Abraham Scott en la que aseguraba que necesitaba encontrarse a sí mismo, y Abraham fue en mi búsqueda para preguntarme si sabía dónde podría hallarse Aaron, porque él sabía que Doménica era su amiga.

—¿Fue por eso que vinieron aquí? —inquiere David—. ¿Vinieron en busca de Aaron?

—No, David, vinimos en busca de Max, de Ibrahim, de Ben y de ti —interviene William y se acerca a abrazar a David, quien lo mira con rechazo.

—Alto ahí, estoy jodidamente molesto contigo por relacionarte con el malnacido de Carlos —espeta David. Él no había tenido la oportunidad de hablar al respecto con William—. ¿Cómo pudiste? ¡Trató de matarme!

—David, él cambió... —afirmo.

—Y una mierda. —David se cruza de brazos—. La gente como Carlos no cambia.

Miro al aludido. Él tiene los ojos clavados en el suelo.

—Bueno, no tienes nada de qué preocuparte, porque ya terminamos —miente William—. Ahora tengo un nuevo novio. Ven aquí, Henry.

Carlos —o Henry— se acerca con timidez y le extiende una mano a David. Él la estrecha con una comisura levantada.

—No sabes cuánto me alegro de que seas su nuevo novio —le dice David mientras se saludan—. No me agradas, William, pero merecías algo mejor. —Lo mira.

William se ríe, Carlos se esfuerza por reír también. Miro a los protectores presentes y los noto inquietos. Para ellos, la enfermedad prohibida es un tema que les genera incomodidad. Saben la verdad al respecto, pero los acostumbraron a repudiarla. Al menos hacen el intento y tratan de ocultar su confusión cada vez que William y Carlos expresan su amor. No saben la verdadera identidad de Carlos, para ellos también es Henry. No podemos arriesgarnos a que Abraham Scott se entere de que su hijo se encuentra en Arkos, menos que tiene una relación con un hombre. Podría decirse que confío en los protectores que nos acompañan, pero nunca se sabe quién nos apuñalaría por la espalda.

—Lamento interrumpir su puesta al día, pero tenemos que llegar hacia Max cuanto antes —digo, desesperada por encontrarlo—. ¿En qué parte de Andrómeda se encuentra?

—Nuestro refugio se ubica cerca del río Andrómeda —informa David—. Llévame a la cabina del piloto y le indicaré el camino. Oh, por cierto, es un gusto conocerlos —les dice a los protectores que ahora son miembros de Eternidad. Ellos sonríen y asienten como respuesta—. Ya tendremos tiempo para conocernos mejor, ahora tenemos que salvar a mi amigo.

David me sigue por el corredor que conduce a la cabina del piloto. Estoy tan ansiosa por ver a Max que me sudan las manos, pero también estoy aterrada de que al llegar descubramos que ha muerto.

David y yo entramos en la cabina de Froy. David y Froy se presentan rápidamente y de inmediato David le informa a Froy hacia dónde tiene que ir. El piloto activa los motores de la aeronave y en cuestión de segundos nos hallamos en la anchura del cielo nocturno de las tierras muertas.

—¿Dónde están los demás? —inquiere David durante el vuelo. Su voz delata su pesar; lo que vivió con Aaron antes de que yo llegara debió ser traumático—. ¿Ibrahim está bien?

—Sí, dos protectores lo curaron apenas lo llevamos a uno de los camarotes de la aeronave —informo—. Limpiaron y vendaron sus heridas y le inyectaron un suero regenerador. Debería despertar en unos minutos.

David suspira con alivio.

—No imaginas cuánto temía perderlo —admite a ojos cerrados. Cuando los abre, los descubro cristalizados—. ¿Qué hay de Paul?

—¿Te refieres a tu hermano? —pregunto, David asiente como confirmación—. Él está bien, yo misma curé su rostro. Lamento que hayan tenido que pasar por lo que sea que haya sucedido en esa cárcel, David. Nunca imaginé que Aaron llegaría tan lejos. ¿Quieres contarme más sobre lo que pasó?

—La verdad es que no hay mucho que contar, porque ni yo entiendo qué ocurrió. —David mira hacia el horizonte a través de las ventanas de la aeronave y su semblante se ensombrece—. ¿Cómo fue capaz de traer mi hermano a las tierras muertas? ¿Tan loco está?

—No es su culpa actuar de esa forma, pero sin duda ha cruzado la línea. ¿Sabes que hace un mes me besó y confesó que yo le gustaba? —Le cuento entre risas para animarlo.

—No puede ser cierto. —David contiene la risa—. ¿Es en serio?

—Desearía estar bromeando. —Me río otra vez—. Si alguien me hubiera dicho que mi mejor amigo acabaría enamorándose de mí en el futuro, no le habría creído.

—No puedo creerlo. —David niega con la cabeza—. Primero te besa a ti y luego a ese tal Maurice... es inaudito.

—Espera, ¿qué? —Me asombro al instante—. ¿Besó a Maurice? ¿Cómo es posible?

—Tal vez una parte de su verdadera identidad sigue con vida.

—Si es así, te prometo que la liberaremos por completo. Si Carlos pudo hacerlo, ya verás que Aaron también podrá.

David hace una mueca de disgusto al oír el nombre de Carlos. Sin duda, le costará perdonarlo.

—¿Dónde están Maurice y Aaron? —inquiere—. ¿Los trajeron?

—Por supuesto que sí. Los esposamos y los encerramos en el mismo camarote, pero descuida, no podrán escapar.

—¿Dónde planeas llevarlos?

—Pues de regreso a Libertad, ¿dónde más? —Sonrío—. Te llevaremos a casa, David.

—Me temo que debo rechazar tu oferta. —David suspira con resignación—. Tengo una nueva familia ahora, no puedo abandonarlos.

—Podríamos llevarlos también —propongo, pero sé que costaría un mundo.

—Son más de cincuenta personas. —David niega con la cabeza—. Dudo que en Eternidad tengan espacio para tantos.

—No me refería a llevarlos a las dependencias de Eternidad. Bueno, sí, pero al menos no a las de Libertad.

—¿De qué hablas? —David frunce el ceño.

—¿Recuerdas que Arkos antiguamente fue una nación subterránea? —inquiero, David asiente—. Pues bien, una de las tantas instalaciones subterráneas, específicamente la que se ubica en Ciudad Antártica, ahora pertenece a Eternidad. Los protectores que vigilaban el acceso a las entradas del Arkos subterráneo de dicha localidad están de nuestro lado, y te aseguro que no tendrán reparos en acoger a la gente de Renacer. Los miembros de Eternidad se mudarán a esas instalaciones en un par de semanas.

—¿Están seguros de que se puede confiar en esos protectores? ¿Qué les hace pensar que no nos traicionarán?

—No les conviene hacerlo —respondo—. Ellos saben que los movimientos rebeldes han tomado muchísima fuerza y que la gente le está perdiendo el miedo y el respecto a los gobernadores, además, son conscientes de que se verán afectados cuando la Cúpula finalmente caiga. Nos necesitan tanto como nosotros a ellos.

—No lo sé, Alicia. No quiero arriesgar a mi gente. Nunca confiaré en los protectores.

—¿Prefieres vivir en las tierras muertas por el resto de tu vida? —inquiero, aunque suene rudo—. ¿No crees que eso es tan peligroso como confiar en algunos protectores? No te ofendas, David, pero hace apenas unos minutos me contaste que Max fue disparado esta mañana en un enfrentamiento con pandilleros. ¿Qué te hace pensar que no volverán a atacarlos?

—Podemos mudarnos a otro lugar de las tierras muertas —dice David. Sé que no dará su brazo a torcer—. Planeábamos hacerlo de todas formas.

—¿Y si vuelven a encontrarlos? —Me niego a rendirme—. O peor, ¿y si se enfrentan con pandilleros mucho más peligrosos?

—Prefiero correr el riesgo. Lo siento, Alicia.

—Como sea —suspiro, apenada. Realmente quería que estuviéramos todos juntos otra vez.

Espero que Max piense diferente, pero, conociéndolo, querrá quedarse también.

—Sabes que si te quedas en las tierras muertas es probable que nunca más vuelvas a ver a Aaron, ¿no? —le pregunto a David—. Es demasiado peligroso como para no tenerlo bien vigilado.

—Lo sé. —Se le quiebra la voz—. Pero quizá sea lo mejor. Él me odia, Alicia, tal vez nunca dejará de odiarme. Supongo que lo mejor para todos es que no vuelva a verlo.

Me destroza contemplar su dolor.

—Sea como sea, la oferta de ir a Ciudad Antártica sigue en pie —insisto—. Tenla en cuenta, ¿sí?

David solo asiente y yo le doy un abrazo que seguro necesita.

Pasamos el resto del viaje poniéndonos al día sobre qué ha sido de nuestras vidas en el último año. Le cuento sobre mi trabajo como secretaria de Thomas y se me forma un nudo en la garganta al relatarle cómo terminaron las cosas entre nosotros. Debo admitir que lo extraño mucho, más de lo que debería.

David me pregunta sobre Maurice; puedo notar los celos que expresan su mirada mientras le revelo cómo el aludido se hizo amigo de Aaron, así como soy capaz de sentir el odio que emana David cuando le confieso que Maurice trabajaba como enfermero en el mismo hospital en el que Aaron fue intervenido, y digo trabajaba porque nunca le permitiré volver a él. Yo misma me encargaré de que ese lugar se convierta en cenizas una vez que la Cúpula caiga para siempre.

David me habla acerca de sus amigos de Renacer. Me cuenta que se hizo muy cercano a una chica llamada Sasha, la cual es de un carácter muy fuerte al que, según él, acabaré acostumbrándome. También me habla sobre un tal Taurus, considerado el líder de la comunidad, quien tiene una hija llamada Camila cuyo novio se llama Chester. David asegura que son una pareja tan adorable como lo éramos Max y yo. Me alegra que piense así de nosotros; es así como pensaba sobre Aaron y él, pero prefiero no manifestarlo.

David y yo hablamos sobre tantas cosas que el viaje resulta tan ameno que apenas nos damos cuenta de que ya alcanzamos el límite aéreo de Andrómeda.

—Bien, ahora dirígete al río y luego sigue su curso hacia la izquierda —indica David al piloto—. Cuando veas un gran muro de escombros, significará que hemos llegado.

Froy dirige la aeronave hacia el río. Al ver con precisión a través del ventanal, noto algo que me sobresalta: el lugar situado entre el muro de escombros está ardiendo en llamas.

David pierde la calma y se va corriendo a la cabina principal para salir de inmediato una vez que la aeronave aterrice. Le sugiero a Froy que nos descienda fuera del muro, pero no demasiado lejos, y sigo a David.

Descubro a Ibrahim en pie en medio de la cabina. Él abraza a William; se ve muchísimo mejor que hace minutos. La regeneración ya causa efecto.

Ibrahim se separa de William y se percata de la presencia de David. Le sonríe al verlo, pero al escrutar el pánico en su rostro, Ibrahim se alarma también.

—¿Qué sucede, Da...?

—¡Nuestro hogar está en llamas! —anuncia David, la desesperación se vuelve grupal.

—¡Preparen todos los extintores que tengamos y nuestra reserva de agua! —pido en voz alta, hago lo que puedo por conservar cierta serenidad. Max podría estar al borde de la muerte en medio de las llamas, no puedo perder la cabeza.

La aeronave aterriza. Saúl me entrega un extintor y, apenas se abren las compuertas, salimos disparados hacia la muralla que rodea las dependencias de Renacer.

Atravesamos la que aparentemente es la entrada. David e Ibrahim se nos adelantan para anunciarles a los miembros de Renacer que no somos una amenaza. Hay al menos veinte personas en el exterior, algunas intentan combatir el fuego con recipientes llenos de agua. Entre ellos veo a Ben, quien está muy ocupado tratando de apagar las llamas como para notar nuestra llegada. No veo a Max por ningún lado.

—¿Qué rayos pasó? —le pregunta David a un hombre mayor, su aire de autoridad me hace pensar que se trata de Taurus.

—Los pandilleros regresaron —responde el sujeto. Aunque se nota que hace su mejor esfuerzo por mantenerse tranquilo, su pánico es notorio.

—¿Dónde está Max? —intervengo, preocupada a más no poder.

—Se encuentra adentro —responde el hombre, me mira con lo que adivino como desconfianza. Es normal que desconfíe, pues visto ropas de protector—. El fuego no nos permite llegar hasta él.

Me desespero de tal forma que siento el corazón en la garganta. No puedo perder a Max, no cuando estoy tan cerca de recuperarlo.

Sin pensar con claridad, corro hacia la entrada definitiva al refugio y preparo el extintor que tomé en la aeronave. No le temo al fuego, solo quiero salvar a Max. Alguien grita mi nombre a mis espaldas, pero no distingo si es David o Ibrahim. No pienso en nada que no sea en seguir adelante.

Bajo unas largas escaleras y corro a través de dos hombres que intentan sin éxito apagar las llamas que bloquean el paso hacia lo que se ve como un enorme vestíbulo. Les pido que se aparten, activo el extintor para apagar un poco de las llamas de la entrada y me interno en el refugio de Renacer.

Apenas entro en el vestíbulo, veo al menos diez cuerpos desperdigados en el suelo. Algunos forman un charco de sangre bajo ellos y otros arden en llamas. No cabe duda de que esta fue una masacre que los miembros de Renacer no superarán. Esta vez reconozco la voz de David a mis espaldas y puedo sentir su dolor en carne propia. Sé que nunca se perdonará el no haber estado aquí para defender a su gente.

—¡Max! —grito en un intento de averiguar dónde está, aunque sea imposible o poco probable que me responda—. ¡Max!

—¡Por aquí! —Oigo a la distancia. No es la voz de Max, o tal vez sí. Puede que haya cambiado con el paso del tiempo, o puede que no haya escuchado nada y que la peligrosa cantidad de humo me provoque alucinaciones. Me cubro la boca y la nariz con el cuello de mi chaqueta antes de seguir.

Me abro paso entre el fuego con ayuda del extintor y me dirijo hacia la voz. Alguien me sigue, no sé si David o Ibrahim, quizás ambos. Estoy demasiado enfocada en seguir mi camino como para mirar atrás.

—¡Max! —Vuelvo a llamar conforme avanzo.

—¡Por aquí! —Escucho nuevamente.

Llego hasta el lugar indicado y apago las llamas que bloquean el paso. Para entonces, la carga de mi extintor está a nada de acabarse.

Ingreso en la que luce como una enfermería improvisada y lo veo.

Max se encuentra aquí.

Me siento como si hubiera concluido una larga travesía. Max está inconsciente sobre una camilla, pero su pecho se agita con violencia, evidenciando que está vivo. Tengo que sacarlo de aquí antes de que deje de estarlo.

Max tiene compañía: es un sujeto de anteojos y de cabello un tanto canoso que permanece a su lado en todo momento. Ha de ser el hombre al que David apoda "Doc". Él lleva una mascarilla puesta, Max también.

—¡Tenemos que salir ya! —le digo a Doc—. ¡Este lugar se quemará en segundos!

Miro atrás al escuchar pasos y veo a David e Ibrahim entrando en la suerte de enfermería. Se ven afectados, pero se mueven con rapidez a pesar de lo que ha sucedido.

—Ayúdenme a llevar la camilla al exterior —pide Doc, y mis amigos se disponen a ayudarlo.

Le pido a David que me entregue su extintor, el cual tiene más carga que el mío, mientras que Ibrahim le entrega el suyo a Doc.

David e Ibrahim comienzan a empujar la camilla hacia la salida con todo el cuidado permitido. Yo camino al frente y procuro apagar las llamas que se nos cruzan; Doc apaga las de atrás. Tengo muchas ganas de acercarme a Max para revisar su estado, pero las reprimo. Ya podré echarle una buena mirada cuando estemos a salvo.

Llegamos a la escalera que conduce al exterior. Ahora toca la parte más complicada: subir a Max sin hacerle daño. Debemos apresurarnos, o el humo nos asfixiará dentro de poco. Ya siento un fuerte dolor en el pecho, y apenas puedo ver debido al ardor de mis ojos.

Tras alejarnos del fuego, ayudo a David en la parte del frente y Doc ayuda a Ibrahim en el final. Todos cargamos la camilla por las escaleras. Max está amarrado a ella con unas correas, por lo que no se resbala. Es una suerte, o su ascenso sería todavía más complicado.

Para nuestra suerte, logramos llegar al exterior. Toso con fuerza para aliviar la presión de mi pecho y respiro todo el aire que puedo al alejarnos de la nube de humo que sale desde la entrada a la escalera que, quizá, nunca volverá a ser utilizada.

Una vez que nos hayamos junto a los sobrevivientes del ataque, David pregunta dónde está Jacob. También me preocupa saber sobre él, pero me urge mucho más subir a Max a la aeronave y curarlo antes de que sea tarde.

Estoy a punto de pedir que subamos a Max de una buena vez cuando escucho los gritos de un niño.

—¡David! —Creo que es Jacob—. ¡Ayúdame!

Dos hombres lo arrastran con fuerza hacia la entrada al refugio.

—¿Qué rayos hacen? —David corre en su dirección y se para frente a ellos para detenerlos.

—¡Darle su merecido! —responde uno de los sujetos—. ¡Este muchacho trajo a los hijos de puta que causaron este caos!

—¿Qué? —inquiere David, no puede creerlo. Yo tampoco—. ¿Es cierto eso, Jacob?

—¡Ellos me obligaron! —Se defiende Jacob entre lágrimas—. Me dijeron que nos matarían a todos si no los ayudaba a encontrar una forma de entrar...

—¡Y eso es lo que hicieron! —dice el otro sujeto que agarra a Jacob de un brazo—. ¡Mataron a más de la mitad de nuestra gente, David!

—Yo no quería que mataran a nadie —chilla Jacob—. ¡Lo juro!

David luce decepcionado, hastiado y agotado, todo al mismo nivel. Esta ha de ser una de las peores noches de su vida. No solo debe lidiar con el odio de Aaron, sino que ahora también debe preocuparse del hermano de este y, por si fuera poco, también debe encargarse de su propio hermano, así como ahora tendrá que cargar con las repercusiones del ataque de los pandilleros. Imagino lo exhausto que se siente.

—Déjenme encargarme de él —pide David mientras se pellizca el puente de la nariz—. Les prometo que no causará más problemas.

—Ni hablar —niega uno de los hombres—. ¡Lo lanzaremos al refugio y lo dejaremos ahí, es lo mínimo que se...!

—¡Que me dejes encargarme de él, imbécil! —grita un furioso David. Creo que nunca lo vi tan enojado como ahora—. ¡Acabamos de perder a la mitad de nuestra gente y todo lo que te preocupa es vengarte de un niño de diez años! ¿Cuántos años tienes, Wayne? ¡Compórtate como el maldito adulto que eres!

El sujeto llamado Wayne y su acompañante quedan sin habla. David, harto de ellos, se acerca con rabia y le arrebata a Jacob de sus brazos, luego lo arrastra en mi dirección y pasa a través de mí con el niño siguiéndole los pasos lo mejor que puede. Jacob no me reconoce al verme, no tuvo oportunidad de ver mi nuevo aspecto hace un año.

Me pregunto cómo reaccionará Aaron si es que recupera sus recuerdos algún día y se entera de que sus padres están muertos. David me contó lo que relató Jacob, y la verdad es que me siento afortunada e incómoda al mismo tiempo de que mi familia esté a salvo en Libertad. La mayoría de mis amigos han perdido a sus padres o no tienen cercanía con ellos. Bueno, no es como si yo pudiera ir a visitar a los míos como cualquier persona normal, solo los pondría en peligro.

David arrastra a Jacob hacia la aeronave. Ibrahim, Doc y yo nos preparamos para llevar a Max hacia ella también, pero nos vemos interrumpidos otra vez al escuchar que alguien llama a Ibrahim. Es un chico que tiene el rostro lleno de lágrimas y que se acerca corriendo a quien acaba de llamar, supongo que se trata del tal Boris del que me habló David.

Ibrahim se aleja de la camilla y se acerca a Boris para besarlo, abrazarlo y tratar de tranquilizarlo. Yo ya no aguanto la ansiedad y Max no puede esperar, así que le pido a dos protectores que vigilan los alrededores que nos ayuden a cargar a quien era mi novio antes de que nos separaran.

Una vez que llegamos arriba, descubro que los protectores especializados en primeros auxilios, llamados Robert y Milo, tratan a algunos de los miembros de Renacer que aún pueden ser salvados. Ellos nos ven entrar y de inmediato dejan que los protectores menos experimentados se encarguen de quienes están en mejor estado y se acercan a nosotros para encargarse de Max.

—¿Qué le pasó? —inquiere Robert.

Doc relata que Max fue herido de bala. Habla de los medicamentos que le inyectó, cómo se encuentra según su criterio y sugiere que Max necesita una transfusión de sangre con urgencia. La regeneración de tejidos no será suficiente.

—¿Sabes qué tipo de sangre es? —me pregunta Milo.

Me avergüenza decirle que no tengo idea, pero lo hago. Debería saberlo, porque en algún momento pasaría algo como esto.

—Tendremos que tratarlo en Ciudad Antártica —dice Robert.

—¿Ciudad Antártica? —pregunta Doc—. ¿Pueden traspasar Libertad?

La pregunta de Doc me recuerda que no he hablado con David y con Ibrahim sobre lo que sucederá. Es tiempo de hacerlo.

—Por favor, mantengan vivo a Max mientras regreso —les ruego a Robert, a Milo y a Doc—. Tengo que hablar con David y con Ibrahim.

Antes de ir en busca de David, quien seguro se encarga de encerrar a Jacob en alguna parte —tanto para retenerlo como para protegerlo—, y de Ibrahim, quien ha de ponerse al día con Boris, me acerco a Max y lo miro por unos segundos. Sus rasgos han adquirido cierta madurez, y ahora lleva una barba que no solía dejar crecer en el pasado. Sin embargo, sigue viéndose como el hombre que tanto amé y que aún sigo amando con todas mis fuerzas.

—Ya estoy aquí, amor —le susurro mientras acaricio su rostro—. Todo estará bien.

No tengo idea de qué ha sido de su vida mientras estuvimos separados, pues David no me contó al respecto. Tal vez Max encontró el amor en alguien más, pero tal vez no. Prefiero aferrarme a esa posibilidad y mantener la esperanza de que nuestro amor aún sigue con vida.

—Ya estoy aquí —repito—. Y nunca más volveremos a separarnos.

Beso la frente de Max, me alejo de él y voy en busca de David e Ibrahim para tomar una de las decisiones más complicadas de nuestras vidas.




* * *




Extrañaba los capítulos de Alicia :')

Publicaré la segunda parte en unos cuantos días. Les prometo que esta vez la espera no será tan larga. Como siempre, gracias por su paciencia, lectores. Los quiero mucho ❤

Les recuerdo que Prohibidos se irá de Wattpad el 1 de diciembre. Si alguien no ha leído la nueva versión o quiere releerla, es ahora o nunca.

¡Abrazos apretados!

Instagram: @mattgarciabooks

Grupo de Facebook: Lectores de Matt

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro