2. Aaron - "Los motivos del odio"
ADVERTENCIA: Este capítulo podría afectar la sensibilidad de los lectores. Se recomienda mantener discreción y leer bajo aviso.
* * * *
UN MES ATRÁS
Le grito que lo amo.
Es mi última proclamación de amor antes de ser subido a la patrulla protectora.
No escucho un "te amo" de regreso; David ha de estar demasiado alarmado y asustado como para escucharme. Tanto nosotros como su familia estamos en peligro, y sé bien que no se perdonará por esto. La conciencia le pesará por lo que le reste de vida... o de memoria.
Nunca debí permitir que se reencontrara con su familia. Sabía que hacerlo le rompería el corazón, y aun así decidí apoyarlo en su decisión de volver a ver a sus seres queridos. Debí tener la mente fría y negarme a cualquier reencuentro que pusiera su integridad en peligro.
Quizás es injusto que me culpe por lo que está pasando, pero no puedo evitarlo. Su madre lo traicionó y yo lo permití. Debí ser el fuerte esta vez y priorizar su protección sobre sus sentimientos. Debí ser tan egoísta como antes y pensar en su seguridad por sobre sus sueños.
Y no lo hice, así que aquí estamos ahora, al borde de la muerte o algo peor.
No quiero morir. No puedo dejarlo solo. Él ya ha aguantado más de lo que podría soportar. ¿Cuánto más tendrá que sufrir para que la vida le entregue un poco de felicidad? ¿Por qué la mala suerte no puede dejarlo en paz de una maldita vez por todas?
No es un santo, pero no ha hecho nada imperdonable para merecer tanta desgracia. Ha cometido errores, pero ¿quién no los ha cometido? No merece tanto dolor. Primero perdió a su familia, luego perdió a Michael, después me perdió a mí y, a solo unos meses de haberme recuperado, nos volverán a separar.
No es justo. Demonios, no es malditamente justo. Quiero gritar de impotencia y golpear lo que tenga a mi alcance.
Mi pesar se convierte en indignación. Escruto a los protectores que me acomodan en el asiento trasero de la patrulla y mi visión se torna roja. No siento nada más que ira en este momento.
A causa de mi pérdida de la noción del peligro, me revuelvo todo lo que puedo en el asiento trasero y logro golpear a uno de los protectores con mi codo derecho. La sangre fluye de su nariz y me río de pura satisfacción. La patrulla se pone en movimiento y, a pesar de que me alejo cada vez más de David, no dejo de gritarle que lo amo. Espero que mis palabras encuentren el modo de llegar hasta él y se graben en sus adentros de por vida.
No dejo de sacudirme. Recibo uno que otro golpe de los protectores, pero no siento nada. El único dolor que me invade es el de la pérdida de mi libertad y la desesperante preocupación por David.
Como no logro tranquilizarme, el protector ensangrentado me profiere una descarga eléctrica con un aturdidor. Lo último que veo es la gratificante sangre que empapa su rostro.
* * * *
Despierto sobre una camilla levemente inclinada situada en una espeluznante habitación de iluminación incandescente. Hay múltiples muebles y máquinas avanzadas a mi alrededor cuyas funciones desconozco, pero imagino lo peor.
Tanto mis muñecas como mis tobillos están amarrados a la camilla mediante correas. Por más que intento forcejar, no puedo liberarme. No sé dónde estoy, pero tengo certeza de que nadie me salvará, así que no grito por ayuda. El silencio es mi mejor aliado en este momento.
Tengo tanto miedo que me tirita el cuerpo y me suda la frente. Sé bien para qué me han traído aquí, pero lo que no sé es por qué me curarán en vez de ejecutarme. ¿Qué sentido tiene introducirme de regreso en el sistema si las reproducciones obligatorias han sido retrasadas indefinidamente y el país está al borde de su perdición? No sirve de nada que me curen. Les seré de mayor utilidad estando muerto que curado.
La única puerta de la habitación se abre. Un sujeto rubio de veintitantos años ingresa en el cuarto con una sonrisa que exhibe sus dientes relucientes y un par de ojos azules que reflejan la maldad.
—Veo que despertaste —dice el desconocido. Su tono es tan tétrico como sus ojos gélidos.
—¿Dónde estoy? —inquiero con temor—. ¿Quién eres?
—Puedes llamarme Leo —anuncia, sonriente—. Pero da igual cómo me llame, lo olvidarás de todas formas.
Me estremezco. Leo se acerca y acaricia mi rostro con una de sus manos. Su toque es suave y delicado, lo que aumenta mi tensión.
—No me toques —espeto, medio valiente y medio aterrado.
—Me temo que no puedes decirme qué hacer. —Se ríe—. Ahora nos perteneces, Aaron.
Su mano desciende por mi cuello y se dirige a mi torso desnudo. Él me toca como si tuviera todo el derecho del mundo, e instantáneamente la ira se apodera de mí.
—¡No me toques! —insisto a viva voz—. ¡David! —grito por instinto—. ¡Sálvame!
—Puedes gritar todo lo que quieras. —Detiene su mano en mi entrepierna, en donde masajea lentamente—. David no vendrá a salvarte. Es más, nadie podrá salvarte de lo que te haremos, así que te sugiero que seas un buen chico.
Su toque y la visión de sus ojos azules me estremece hasta lo más profundo. Él recorre mi cuerpo medio desnudo con la mirada mientras se muerde los labios en un gesto evidente de excitación.
—Es una pena que vayamos a transformarte —dice en voz baja luego de mirar hacia la puerta. Adivino que no tiene permitido expresar su aparente homosexualidad—. Sé que te habría provocado los orgasmos más deliciosos de tu vida.
Se me revuelve el estómago ante sus palabras. Resisto como puedo las náuseas y las ganas de llorar. Leo no deja de tocarme, y parece que mi resistencia solo aumenta su placer.
—¿Sabes? Nos dieron unos cuantos días antes de la transformación —informa en susurros—. ¿Te gustaría aprovecharlos? —Sonríe con malicia.
—¡Deja de tocarme! —grito con terror, pero no obedece.
—Shhh, no te alteres, hermoso —pide en voz grave y susurrante.
De inmediato recuerdo a David al oír la palabra "hermoso". ¿Qué habrá sucedido con él? ¿Estará amarrado y amordazado en alguna habitación cercana a la mía? ¿Lo estarán tocando como a mí? ¿Estará escuchando mis gritos horrorizados y sufriendo en silencio por no poder hacer nada para salvarme?
Consciente de tales posibilidades, decido guardar silencio mientras Leo me acaricia y agarra con cada vez más fuerza.
—Deja de tocarme, asqueroso —ordeno entre dientes, esta vez en voz baja—. Voy a matarte.
—Relájate, Aaron. —Me sonríe y lleva una mano a mi rostro. Resisto las ganas de morderlo hasta sentir su sangre en mi paladar—. Te daré un calmante para que disfrutes lo que te haré, ¿sí?
Se aleja hacia uno de los muebles de la habitación y luego se acerca con una jeringa en sus manos. Me inyecta la aguja en un brazo y a los pocos minutos siento mi cuerpo relajarse. No caigo dormido, pero ya no puedo mover nada a excepción de los ojos.
—Disfruta una de tus últimas veces con un hombre, Aaron —musita Leo, sonriente.
Él desata las correas de mis pies, me quita los pantalones y abusa de mí.
Lo único que puedo hacer es gemir y llorar. En cualquier momento vomitaré y me ahogaré en mi propia bilis por causa de la inmovilidad.
Nunca creí que viviría algo como esto. El dolor y las náuseas se tornan insoportables mientras Leo hace lo que se le antoja con mi cuerpo. Entra y sale con desesperación, sin importarle las lágrimas en mis ojos o el hecho de que me está hiriendo.
"Lo olvidarás pronto" me dice.
"Disfrútalo mientras puedas" insiste.
Todo lo que siento es repugnancia y sufrimiento. No merezco esto. Nadie merece ser forzado de una forma tan grotesca; es más, nadie merece ser forzado de ninguna forma posible.
Luego de lo que parece una eternidad, Leo cesa mi tortura. Se acomoda la ropa, me pone los pantalones y me vuelve a atar las correas de los pies.
Él apaga la luz del cuarto y me deja en la oscuridad con nada más que mi dolor y el mar de lágrimas que se forma bajo mi rostro.
* * *
Ha transcurrido al menos una hora desde que Leo se fue. Una hora en la que no he hecho nada más que llorar y reproducir el abuso en mi mente.
Quisiera dejar de pensar en lo sucedido y centrar mis pensamientos en David, mi familia o cualquier recuerdo que me provea felicidad y me ayude a olvidar, pero no puedo. Las palabras y acciones de Leo danzan en mi mente y me atormentan sin piedad.
Para cuando Leo regresa y enciende la luz, el efecto del calmante se ha disipado por completo. Ya no me quedan lágrimas que llorar, estoy completamente devastado y La Cura no parece tan horripilante como antes. Al menos esta me ayudará a olvidar la espantosa experiencia de hace una hora.
—Vamos, no fue para tanto —dice Leo entre risas al ver mi expresión de sufrimiento.
—Abusaste de mí, animal —acuso con la voz quebrada, sin atreverme a mirarlo a los ojos—. Algún día pagarás por lo que hiciste.
—No sufras, hermoso. —Se aproxima a mí—. Admite que te gustó.
Lo miro a la cara. Ahí está esa maldita sonrisa espeluznante y esos ojos azules que me ponen los pelos de punta. Estoy seguro de que, si no soy curado, nunca olvidaré esa asquerosa sonrisa ni ese par de ojos. Sé que me perseguirán en pesadillas y que no me dejarán vivir en paz.
—Dime que van a curarme —le pido. En realidad, lo suplico.
No sé cómo logro hablarle después de lo que me hizo. Me siento sucio y utilizado en todos los aspectos.
De existir la remota posibilidad de salvarme, ¿cómo superaré lo que pasó? ¿Podré vivir con tanto dolor?
Leo se aproxima a mí y acerca su rostro al mío. Ver su boca sonriente de cerca no hace más que recordarme cómo me besó y todo lo que me hizo con esos labios, dientes y lengua. Siento ganas de arrancarle cada parte y verlo desangrarse hasta morir.
—No debería contarte lo que pasará contigo —susurra Leo—, pero lo olvidarás de cualquier modo, así que no importa.
Me acaricia una mejilla y se me eriza la piel ante su contacto. Es inevitable reproducir en mi mente la manera en que sus manos recorrían mi cuerpo y agarraban mi piel.
—Primero, te aplicaremos La Cura —informa Leo.
Ya me lo esperaba, y la verdad es que me alivia confirmarlo. Olvidaré a David y a todos los que amo, pero quizás es lo mejor. La Cura, después de todo, sí es la respuesta: esta les dará fin a mis pesares y evitará que pase noches y noches en vela a causa de las pesadillas que seguramente dominarán mi mente tras la violación.
Reparo en que Leo tiene más que contar.
—¿Por qué dijiste "primero"? —pregunto, estremecido.
—Oh, no creas que La Cura será lo único. —Se ríe y muerde su labio inferior al contemplar mi temor. Aparentemente, se excita con mi miedo. Maldita bestia repugnante.
—¿Qué más me harán? —Me arriesgo a preguntar.
Leo mira hacia atrás para comprobar que nadie nos esté escuchando.
—Te implantaremos nuevos recuerdos. —Su sonrisa macabra se ensancha—. Es más, te implantaremos toda una nueva vida en la que serás el hijo bastardo de nuestro querido gobernador Scott.
—¿¡Qué!? —Quedo sin aliento.
—Lo que escuchaste, Aaron. —Se ríe—. Serás el bastardo secreto de Abraham Scott y, apenas pases por el entrenamiento para convertirte en futuro gobernador, serás presentado ante el mundo como el futuro líder de la nación.
No. Esto no puede estar pasando. Él está mintiendo; solo quiere jugar conmigo.
—No es cierto —digo más para mí mismo—. No me tragaría algo tan ridículo como eso.
—Créeme, una vez que acabemos de intervenirte, sentirás un amor profundo y fraternal por tu nuevo padre —afirma Leo—. También sentirás un gran odio por tu medio hermano, ya que...
—¿Carlos? —inquiero—. ¿Odiaré a Carlos?
—¡Sí! —Leo se ríe como si esto fuera de lo más divertido—. Serás el hermanito rencoroso que creció en la pobreza e inmundicia sintiendo envidia de Carlos Scott, quien lo tuvo todo. Estarás tan desesperado por ser un mejor hijo que él que acabarás haciendo de todo con tal de complacer a tu padre y lograr que esté orgulloso de ti.
No dejo de temblar por sus palabras. No puedo ser hijo de Scott. No puedo convertirme en un monstruo como él.
—Tranquilízate, hermoso —pide Leo al ver mi semblante horrorizado—. Lo tendrás todo. Serás una de las personas más poderosas y temidas del mundo.
—¡No quiero serlo! —grito hasta desgarrar mi garganta—. ¡Prefiero morir! ¡Mátame, por favor!
—No podría matar a alguien con un rostro tan bonito. —Acaricia mi mejilla de nuevo.
Esta vez, no me reprimo de tomar su mano entre mis dientes y clavárselos hasta que la sangre brota de su piel.
Leo emite un alarido de dolor y me da un golpe en la entrepierna con su mano libre para que lo libere. Me veo obligado a abrir la boca y soltarlo, pero el dolor que siento no se compara en nada con la satisfacción de sentir su sangre en mi paladar.
—¡No debiste hacer eso! —reprende, enfurecido.
—Me drogaste y abusaste de mí —mascullo—. Tengo todo el puto derecho del mundo a herirte.
Leo se acerca, lleva sus manos a mi cuello y lo presiona con fuerza. Me suelta justo antes de asfixiarme.
—Te mereces lo peor —me dice con rabia. Su rostro sigue cerca del mío; inhalo todo el aire que puedo para recuperar el aliento.
—Pú... dre... te —logro decir, y Leo me da una cachetada.
—¿Sabes qué será lo mejor de todo lo que te haremos? —pregunta con mirada enloquecida.
Niego, furioso.
—Que haremos que odies a David y desees asesinarlo con todas tus fuerzas —revela. Su sonrisa se extiende de oreja a oreja—. Tú mismo serás quien mate a tu noviecito.
No.
No.
No.
Esto no puede estar pasando.
No quiero odiarlo.
No puedo. No es posible.
Y, sobre todo, no quiero matarlo.
"No lo olvides, por favor" le ruego a mi subconsciente.
"Si algún día intento herir a David, haz que me suicide antes de que sea tarde" le suplico.
Espero recordar mi promesa una vez que sea curado. Debo mantenerla de algún modo.
—Son unos monstruos —increpo entre lágrimas. La sola idea de golpear a David me destruye el corazón—. ¿Cómo pueden vivir con tanta maldad?
—Eres tan tierno —se burla Leo con una mueca falsa de compasión—. ¡Oh! Aguarda, aún hay más. Todavía no sabes por qué odiarás tanto a David. ¿Quieres saber por qué?
No puedo evitar asentir.
Leo sonríe con satisfacción antes de responder.
—Porque, en tus nuevos recuerdos, David habrá asesinado a tu familia de forma horrorosa y abusado de ti hasta casi matarte.
* * * * *
Gracias por leer, queridos lectores. Lamento que el capítulo haya sido tan crudo; ya verán que todo lo que sucedió tiene una razón de ser.
Los quiere, aunque no se note, Matt.
Grupo de Facebook: Lectores de Matt
Instragram: mattgarciabooks
Nos vemos en el próximo capítulo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro