16. Ibrahim - "Errores letales" (Primera parte)
Antes de leer el nuevo capítulo, les traigo una linda noticia a los que no se enteraron:
¡PROHIBIDOS LLEGARÁ A LIBRERÍAS!
Ya está en preventa en Amazon (pueden encontrar el link en mi perfil), pero saldrá a la venta oficialmente en dos días. Vayan a Prohibidos y lean el primer apartado de la historia para encontrar más información, o síganme en mis redes sociales para ver fotos del libro y para enterarse de los puntos de venta:
Instagram: mattgarciabooks
Grupo de facebook: Lectores de Matt
¡Gracias a todos los que me han acompañado en cada logro de la trilogía! Los atesoraré por siempre en mi retorcido y enfermo corazón. (?)
Ahora sí, disfruten el primer capítulo de Ibrahim en Renacidos ♥️
* * *
David se pone de pie de un salto apenas oye que pronuncio el nombre de Max, pero se tambalea por causa del alcohol que ingirió. Caería de bruces de no ser porque Sasha lo agarra de un brazo para enderezarlo y luego para sostenerlo.
—¿Max murió? —inquiere David entre mareado, preocupado y aterrado al mismo tiempo—. ¿Está muerto? —Le tiembla la voz y le brillan los ojos.
No puedo negar que me provoca un poco de lástima, pero estoy malditamente enfadado con él. No debió actuar como un idiota ni dejarse llevar por la ira al golpear a Niro de esa manera delante de los niños del refugio, en especial delante de Jacob, quien apenas reapareció en nuestras vidas.
Y no debió besarme. No debió.
—No, David —aseguro de inmediato para tranquilizarlo—. Max no ha muerto... pero ven, el doc quiere hablar contigo.
Me acerco para ayudarlo a avanzar hacia el refugio. Él reniega mi contacto.
—Puedo solo —espeta como un jodido niño caprichoso.
Tengo ganas de gritarle "ahora no quieres que te toque, pero hace horas morías por que lo hiciera, hijo de...", pero me contengo.
Nos encaminamos hacia la salida del pequeño espacio abierto entre los escombros en el que David acostumbra a pasar el tiempo cada vez que quiere estar a solas. Lo descubrí por casualidad hace un mes cuando yo buscaba mi propio sitio en el que esconderme del resto de la gente.
No es que quiera volver a pasar mis días en aislamiento, porque ya me alejé bastante de las personas en el pasado, pero todos necesitamos algo de soledad de vez en cuando. Sin embargo, lo que menos quiero es volver a sentirme tan solo como me sentí después de perder a Michael, el chico que me abandonó por causa del mismo imbécil que se atrevió a besarme hace horas. Se oye tan irónico que reiría si no estuviera tan enojado.
Sasha, David y yo caminamos hacia el refugio. El cielo de ceniza se ha tornado de un naranjo opaco; la noche llegará pronto. David se cae al menos diez veces en el trayecto hacia nuestras dependencias, pero sigue sin aceptar mi ayuda o la de su amiga. Pierdo la poca paciencia que guardaba y lo agarro a la fuerza sin darle importancia a sus berrinches.
—¡Ya te dije que puedo solo! —gruñe tan ebrio que no sé si regañarlo o golpearlo. Podría hacer ambas.
—Y yo te dije que cierres la puta boca —espeto—. No llegaremos nunca al refugio si te caes cada diez segundos, pedazo de mierda.
Sasha me mira como si fuera un desconocido. Es normal, pues no me mostraba así de agresivo desde hace mucho tiempo. Ella solo ha conocido mi parte comprensiva y enamorada.
David, a diferencia de Sasha, se pone a reír.
—Te presento al verdadero Ibrahim —le dice a Sasha con sarcasmo.
—Que cierres la maldita boca —insisto, cada segundo más y más sacado de quicio.
—Ciérramela —susurra David en mi oído, causándome un cosquilleo en todo el cuerpo.
No solo él ríe esta vez, sino que Sasha emite una carcajada que ni siquiera mi mirada amenazante logra detener. Me arde la cara por causa de la humillación que siento.
—Suficiente, ¡vete a la mierda! —Lanzo a David al suelo y camino a paso rápido hacia el refugio.
—¡Espera! —pide él entre risas—. ¡Solo fue una broma!
Quiero gritar y correr hasta que me ardan la garganta y los pulmones. Ni siquiera las personas que me caen peor en Renacer me vuelven tan loco; David es capaz de sacar a la luz mi lado más salvaje, vulnerable y despreciable.
Llego a la entrada del refugio y me topo con Ben, quien tiene el ceño fruncido y las manos alzadas para detenerme. La velocidad con la que corro es tal que por poco choco contra él.
—¡Oye! —Se para frente a mí—. ¿Por qué esa urgencia? ¿Todo bien?
No le respondo. Se ve preocupado, pero no me importa. Necesito resolver el asunto de Max cuanto antes para no volver a tratar con el pendejo que osó besarme como si tuviera el derecho.
Es ridículo intentar huir de David, porque vivimos en el mismo lugar y formamos parte del mismo tipo de misiones, pero haré lo posible por evitarlo lo mejor que pueda. No debo permitir que arriesgue mi relación con Boris.
A pesar de que no todo ha sido paz entre nosotros desde que nos enamoramos, Boris ha sido una de las únicas cosas buenas que me han pasado desde que acabé en las tierras muertas. No me arriesgaré a perderlo por jugarretas de David. Tiene que olvidar el beso que nunca debió suceder.
Ingreso en el refugio. Evado la mirada de las personas que me miran como si sintieran lástima por mí y avanzo con velocidad hacia el área médica.
—¿Dónde está David? —inquiere Doc apenas me ve mover la cortina que hace la suerte de puerta.
—Digamos que tardará un poco —respondo con fastidio al ingresar. Aprieto el puente de mi nariz como un intento de aliviar mi dolor de cabeza—. No es fácil apresurarte cuando estás ebrio hasta el culo.
Doc muestra aquella expresión comprensiva de padre amoroso que lo caracteriza.
—Debes tratar de entenderlo —aconseja—. No ha sido fácil para él adaptarse a las tierras muertas y, si lo que dijo Niro sobre el exnovio de David es cierto, él tiene razones suficientes para explotar de vez en cuando.
—No ha sido fácil para nadie —replico, un tanto ofendido—. Como sea, ¿qué tiene que decirnos sobre Max?
—Esperemos que llegue David. —Doc exhala con un deje de preocupación. Por mi parte, pongo los ojos en blanco—. Hoy estás de mal humor, ¿eh? —El hombre ríe como si hubiera motivos para hacerlo.
—Todos tenemos razones para explotar de vez en cuando. —Repito sus palabras con sarcasmo.
—Hay algo más, ¿no? —pregunta, estudiando mi rostro—. Estás enojado por otra razón. Puedo sentirlo.
—¿Ahora es psicólogo? —Ruedo la mirada. Sí, definitivamente estoy de mal humor.
—No, pero sí un buen observador. —La sonrisa de Doc se torna sugerente.
—Cállese —espeto para finalizar la conversación.
Esperaba que el hombre se molestara, pero solo se echa a reír una vez más y, ahora, no puedo evitar esbozar una débil sonrisa. Es imposible enojarse con él.
Sasha y David llegan al área médica. Este último apenas logra mantenerse en pie.
—Me crecieron raíces de tanto esperarlos —bufo, irritado.
—¿Qué pasó con M-max? —pregunta David, más ebrio imposible. Juro que quiero abofetearlo.
La sonrisa que Doc mostraba durante nuestra conversación se ha esfumado. Estoy seguro de que dirá algo que carece de gracia.
—Max está bien... por ahora —informa—. Mis ayudantes y yo logramos quitarle la bala sin provocarle un daño irreversible, pero me temo que la herida es grave y que ya no nos quedan medicinas para tratarla como corresponde.
—¿Cómo es posible? —David luce medio asustado y medio molesto. Sigue hablando con dificultad, pero al menos ahora tiene cierta fluidez—. ¡Encontramos cajas llenas de suministros médicos hace unos meses!
—Todo el tiempo curamos heridos —recuerda Doc con tristeza—, ni hablar de los robos que sufrimos de vez en cuando. Lo siento, chicos, pero Max morirá si no encontramos medicamentos para curarlo.
La preocupación se adueña del área médica. Ojalá fuera tan fácil como salir y encontrar tales medicinas. Hallarlas es una odisea que puede tomar semanas, tal vez meses. Todos los hospitales de las tierras muertas han sido registrados; lo primero que la gente buscó tras la destrucción, además de comida, fueron medicamentos. Para cuando encontremos los que curarían a Max, él ya habrá muerto de una infección o de algo peor.
Lo miro: no luce bien. Está dormido, su piel morena se ve casi blanca.
—Ha perdido mucha sangre —explica el doctor al verme mirar a Max—. No despertará hasta mañana, al menos nos quedan sedantes. Tenemos los suficientes como para mantenerlo dormido cuanto podamos sin que sufra una sobredosis. Es la única forma de evitar el dolor que le provocará la inminente infección, además, dormido tiene una posibilidad de recuperarse, pero... —Se queda callado.
—Pero esta es mínima sin medicinas. —Completo la frase por él. Solo el silencio de Doc basta como confirmación.
—¿Tenemos alguna otra opción para salvarlo? —pregunta David, conmocionado. Apenas puede mantener los ojos abiertos—. ¿Existe una forma de obtener esas medicinas cuanto antes?
El doc nos mira como si supiera algo que no se atreve a revelar. Creo saber lo que está pensando.
—Existe una —dice finalmente—, pero es muy, muy arriesgada... —Vacila. No hace falta que lo diga, ya adiviné a qué se refiere.
—Habla de las cajas voladoras de provisiones, ¿no? —afirmo—. Quiere que vayamos en busca de una. ¿Cree que contienen medicamentos que podrían salvar a Max?
—No lo creo —replica el doc—: estoy seguro. Yo mismo tuve acceso a una durante mis primeros meses en las tierras muertas. En su interior había medicinas casi mágicas, chicos. Eran tan avanzadas y eficaces que sanarían a Max en cuestión de horas.
—¿Cómo podríamos hacernos con una de esas cajas? —inquiero. David solo escucha—. Sabe que los criminales son los primeros en ir tras ellas.
—Creo saber de un lugar al que no irían —susurra Doc como si alguien de las bandas peligrosas fuera a escucharnos—. El mismo lugar en donde mi antiguo grupo y yo encontramos aquella caja antes de que los maleantes comenzaran a apoderarse de ellas. Si tenemos suerte, nunca han hallado ese lugar. Ya sabemos que las cajas caen siempre en las mismas áreas; es probable que esa no haya sido descubierta por nuestros enemigos.
—¿Por qué no nos dijo esto antes? —interviene Sasha con rudeza.
—Oh, lo hice —se defiende Doc—. Le mencioné a Taurus que sabía de la existencia de dicho sitio, pero él nunca permitió que alguien fuera hasta él. No lo culpo, Taurus conoce el peligro que supone ir tras las cajas. Son lo más preciado para los criminales y, créanme, tienen muy buenos motivos. Hay cosas demasiado útiles dentro de ellas.
Lo miro con desconfianza. A estas alturas de la vida, no puedo confiar ni en mi propia sombra.
—Como sea, ¿dónde está el bendito lugar? —consulto, desesperado por ir.
—Se halla en Esperanza —responde Doc. Noto que David se remueve con incomodidad al escuchar el nombre de la ciudad en la que vivió momentos importantes junto a Aaron—. El lugar en el que arrojaron la caja se ubica muy cerca de la costa y, como saben, ahora el mar es peligroso, así que los criminales no iban hasta allá. No sé cómo será ahora, pero al menos en mis tiempos no iban tras las provisiones de esa zona.
Tiene sentido. Ya nadie se acerca a las costas de las tierras muertas, pues en ellas se ubican los pilares limítrofes más peligrosos de todos y los drones de munición más potentes y letales.
—Por muy peligroso que fuera, debió informarnos antes sobre ese lugar —increpa Sasha—. Nos habría sido de mucha ayuda.
Doc solo agacha la mirada. Es obvio que se siente culpable.
—¿Podría darnos una ubicación exacta? —pregunto, un poco menos hastiado. Ahora estoy preocupado. Ir significará un gran riesgo, pero debo ser yo quien lo tome. Se lo debo a Max. Me ha salvado el pellejo varias veces desde que acabamos en medio de las ruinas.
—Puedo darles las coordenadas —dice Doc—. El aeromóvil las detectaría y les indicaría dónde ir.
En Renacer tenemos un solo aeromóvil en nuestro poder. Lo utilizamos únicamente en casos de extrema urgencia porque, tal como los recursos de supervivencia, los aeromóviles se convirtieron en objetos muy preciados en las tierras muertas. No deberíamos arriesgarnos a que nos sea arrebatado por enemigos, pero es nuestra única opción para salvar a Max. Ir a Esperanza a pie nos tomaría demasiado tiempo que no tenemos.
—Iremos esta noche —sentencia David, quien se había mantenido callado. Sigue sonando asquerosamente ebrio.
—Tú no irás a ninguna parte que no sea la cama. —Lo apunto con un dedo—. Te irás a dormir y no causarás ningún problema.
—Ni hablar. —Intenta sonar amenazante, pero solo suena ridículo—. Quieras o no, iré.
—No me obligues a agarrarte de las pelotas y llevarte a la fuerza a la cama —amenazo entre dientes.
Él ríe con malicia.
—Te gustaría, ¿no? —desafía—. Te mueres por ir a la cama conmigo y tocarme las...
Me lanzo sobre él antes de que diga más. Intento golpearlo, pero unos brazos me detienen.
—¡Basta, Ibrahim! —Doc se interpone entre nosotros, Sasha también intenta separarnos—. Esto no ayudará.
David tiene una sonrisa de suficiencia que me encantaría borrar de un puñetazo. Hace mucho tiempo que no me sentía tan furioso... ni tan vivo.
Debo admitir que extrañaba sentirme de esta manera.
—Ni naciendo de nuevo irás a buscar esa maldita caja —aseguro con toda la firmeza posible. La adrenalina quema mis venas.
—Sabes que iré —sostiene David.
Exhalo por la nariz, cada segundo más irritado. Lo conozco bien, sé que no renunciará a la idea de acompañarme. Mis únicas opciones son que tome una siesta para que se sienta mejor antes de la partida o noquearlo, amordazarlo y amarrarlo en alguna parte en la que no pueda ser encontrado con facilidad. Tal vez sería una buena opción...
Bueno, no soy tan violento. Aún.
—Ve a dormir en este instante —ordeno—. Te despertaré minutos antes de partir.
—Gracias —dice, irónico.
—Yo igual iré —interviene Sasha—. Un tipo ebrio y otro furioso no son una buena combinación para algo tan arriesgado.
—Ni pensarlo —niego—. Eres importante para la comunidad, Sasha. Prefiero caer en compañía del lameculos de David que perder a una de las mejores defensoras de Renacer.
—Tú no tienes el poder para decidir si me quedo o no. —Me mira con desagrado—. O... ¿será que quieres estar a solas con David?
Amplío los ojos. ¿Es que quiero estar a solas con él? No, no quiero...
Está bien, puede ser que tengamos algunos asuntos que tratar, y tal vez será mejor conversarlos en un lugar lejano al refugio sin nadie más que nosotros en los alrededores.
—No irás y punto —insisto—. Seremos solo David y yo.
—Claro, solo David y tú —repite Sasha—. Justo como querías.
Se va antes de que pudiera negarle que no quiero estar a solas con David por otra razón que no sea hablar con él y obtener las medicinas.
Además de los motivos ya mencionados, Max es nuestro amigo. Salvarle la vida es algo que nos compete. Somos David y yo quienes hemos estado con él desde el inicio de esta mierda y, si hay alguien que debería acompañarnos, ese es Ben, pero tampoco quiero arriesgar su integridad. Suficiente con la posible muerte de Max.
David obedece y se va a la cama. Lo ideal sería salir del refugio en la madrugada, así que David tiene al menos cinco o seis horas para tomar una siesta y prepararse para el viaje. Con suerte, no espabilará cuando vaya a despertarlo y tendré que ir solo en busca de los medicamentos... pero no sé si quiero ir sin él.
Me gustaría que David vaya conmigo, ya que necesitamos hablar de lo que pasó. Me urge explicarle que nunca, por ningún motivo, podría ser algo más que un amigo al que a duras penas soporto.
El doc me explica las precauciones que deberíamos tomar en Esperanza y me entrega un trozo de papel en el que ha escrito las coordenadas del destino. Una vez que terminamos, salgo del área médica en busca de Taurus para contarle el plan. Doc se quedará junto a Max durante la noche para velar que nada le pase; es una suerte que contemos con él. De no ser por sus habilidades médicas, las posibilidades de que Max sobreviviera serían inexistentes.
Encuentro a Taurus en el comedor del refugio. Es hora de la cena. Hay mucha gente reunida, la mayoría luce tensa. El miedo se respira en cada lugar de Renacer. Siempre es así después de cada enfrentamiento con criminales. Ellos ya conocen nuestra ubicación, y es cuestión de tiempo para que regresen e intenten robarnos lo poco que hemos conseguido. Si aún no vuelven es solo porque fueron en busca de las mismas cajas que nosotros necesitamos ahora.
Dependemos de una si queremos salvar a Max. Yo podría morir en el intento de obtenerla, pero ¿no he escapado ya de la muerte un montón de veces? Una más no hará la diferencia.
Localizo a Taurus, quien se ubica en el asiento de siempre, al fondo del largo mesón en el que se congrega la mayor parte de los miembros del refugio. Solemos turnarnos para comer en él, otros menos pacientes comen en el suelo o se llevan la comida a sus habitaciones. El día de hoy cenaremos arroz sin ningún aditivo. No puedo quejarme, es mejor que nada, pero hay días en los que extraño la comida abundante de Amanecer o la apetitosa de Eternidad.
Algunas personas me sonríen al verme llegar, pero sus sonrisas son forzadas. Ya estoy acostumbrado. Tenemos más razones para temer que para sonreír. Antes de encaminarme en dirección a Taurus, veo a Jacob entre la gente: está sentado en el extremo opuesto del mesón en el que suele sentarse el líder. Jacob guarda silencio y, a juzgar por sus ojos hinchados, puedo notar que ha llorado. Tiene los ojos clavados en su plato, pero se niega a comer.
Hay un asiento libre junto a él. Voy por mi plato de comida y me acerco al muchacho. Taurus puede esperar.
—Hola, renacuajo. —Me siento a su lado—. ¿Todo bien? Pensé que morías de hambre.
Él no dice nada. Su pesar es evidente.
—Vamos, ¿te comieron la lengua los ratones? —Le doy un codazo. Ni siquiera me mira, mantiene los ojos fijos en la mesa.
—¿A qué se refería ese chico con que mi hermano fue curado? —pregunta el niño tras un largo silencio.
Mierda. Se refiere a lo que dijo Niro.
—No deberías darle importancia a nada de lo que diga ese tonto. —Fuerzo voz despreocupada—. Niro está medio loquito, ¿sabes? Siempre inventa historias descabelladas con tal de sacar de quicio a la gente. —Me río—. Solo ignóralo.
Jacob despega los ojos de su plato y me observa. Detecto mucho en su mirada: miedo, ira, alivio, tristeza, pánico, mil emociones a la vez.
—¿Mi hermano está bien? —inquiere, esperanzado.
—Por supuesto que lo está. —Me obligo a sonreír. No sé qué le habrá dicho David, pero evidentemente el niño no tiene idea de lo que le pasó a Aaron. Será mejor que no sea yo quien se lo revele. No soy bueno para hablar sobre temas sensibles.
—¿Crees que podré volver a verlo? —pregunta Jacob, esta vez con desesperación.
Me duele verlo sufrir. Desearía hacer algo para acabar con su martirio, pero no hay mucho que se pueda lograr estando en un lugar como este.
—Por supuesto que volverás a verlo. —Lo abrazo y le pellizco una mejilla. Él se remueve con una sonrisa reprimida—. ¿Qué tal si te empeñas en alimentarte bien y en aprender todo lo posible antes de que volvamos a ver a Aaron? Así se sentirá orgulloso de ti al ver lo sano que lucirás y lo inteligente que serás. Mañana mismo podrías empezar a tomar las clases de la señora Eli.
—¿Quién es la señora Eli? —inquiere el niño, intrigado.
—Esa mujer de allá. —La señalo. Eli se ha sentado cerca de Taurus—. Es la profesora del refugio, y tiene un genio que ni te cuento. —Hago una falsa mueca de miedo—. Ya lo descubrirás por ti mismo.
—No quiero. —Jacob pone cara de niño asustado. Parece más pequeño ahora, tal como lo recordaba—. No necesito aprender nada. ¿Para qué? No tiene sentido. No tenemos futuro.
Aunque se vea como un niño, no ha sonado como uno.
—No vuelvas a decir eso. —Ya no sonrío—. Tenemos futuro, Jacob. Ya verás que algún día todo cambiará.
—Vengo escuchando eso desde que era muy pequeño. Lo siento, Ibrahim, pero ya no lo creo.
No sé qué decirle para convencerlo. Supongo que por ahora lo dejaré estar. ¿Cómo culparlo por su falta de esperanza? Yo mismo la he perdido. Hace mucho me resigné a que esta vida entre ruinas sería la única que tendría, pero no por eso voy a vivirla llorando cada día o lamentándome por todo como aquel bebé llorón mejor conocido como David.
Maldita sea, no puedo quitármelo de la cabeza. Últimamente forma parte de muchos de mis pensamientos. Supongo que se debe a que hemos pasado por un montón de mierda juntos, y aun así seguimos unidos después de tanto tiempo. Aaron quedó atrás, Michael quedó atrás, casi todos quedaron atrás; pero nosotros, como si el destino lo quisiera, seguimos en el mismo camino.
Hay días en los que pienso que nada de lo que nos ha pasado es casualidad. Quizá cada decisión que tomamos y cada persona que conocemos nos conducen a lugares y a situaciones que el destino designó desde antes de que naciéramos.
Tal vez mi destino era enamorarme de Michael y luego que él se enamorara de David para entrelazar nuestros caminos. Luego, que David se enamorara de Aaron, que yo me enamorara de él y que este quedara atrás para que, al final del viaje, solo fuésemos David y yo y...
¿¡Pero qué está mal conmigo!? Bien, estoy delirando. Definitivamente me echaron droga en la comida o algo así.
Se me revuelve el estómago al pensar en David de una forma tan cursi. Joder, no pasa nada entre nosotros. No, no y no.
Mmmh... ya, debo admitir que ahora es un poco menos grotesco que antes, porque hace más de un año me parecía repulsivo, mientras que hoy podría decirse que no me parece feo.
Lo cierto es que lo poco de barba que se ha dejado en la cara le sienta bien. Su cabello corto lo hace ver más varonil que antes, y aquel cuerpo tonificado y esos brazos tan gruesos y fuertes que ha ganado después de levantar escombros y de construir cosas son bastante...
—¿Ibrahim? —Alguien me devuelve a la realidad.
Mis mejillas arden instantáneamente. Me ahogo con la comida que tenía en la boca y me pongo a toser para aliviar la molestia de mi pecho.
—Oye, ¿estás bien? —Oigo una risa. Es de Taurus.
La humillación me hace sudar. ¿Qué rayos está haciendo David con mi mente? ¿Por qué pienso tanto en alguien tan desagradable?
—Perdón, tenía la cabeza en otra parte. —Me excuso. Tomo un poco de agua para pasar los granos de arroz que se me atascaron en la garganta—. ¿Qué pasa?
—Me dijeron que querías hablar conmigo —responde Taurus—, pero esperaré a que termines de comer...
—No, es urgente. —Me pongo de pie—. Andando.
Miro a Jacob. Mantiene la vista fija en su plato, aún sin probar bocado.
—Vamos, niño, hay muchas personas en las tierras muertas que estarían felices de tener un plato de comida caliente —le digo mientras revuelvo su cabello. Está muy sucio, necesita un baño con urgencia—. Come por ellos, ¿sí?
Me acerco a su oído para susurrar.
—Y si te comes todo el arroz, te regalaré un caramelo.
Jacob abre los ojos de par en par, pero de inmediato finge enseriarse.
—Ya no soy un niño —espeta—. No me gustan los caramelos.
—Bueno, supongo que se los daré a alguien más.
—¿Tienes más de uno? —Su mirada se llena de ilusión.
—¿Los quieres o no? —Le sonrío con malicia.
Él asiente a regañadientes.
—Ya sabes qué hacer. —Le guiño un ojo y me alejo junto a Taurus. Me doy la vuelta a unos metros de distancia y veo que Jacob ha comenzado a comer.
—Ese chico te quiere, ¿eh? —menciona el jefe mientras caminamos fuera del comedor.
—Digamos que tuve cierta... historia con su hermano. —Me río, pero es una risa dolorosa. Aún me duele recordar a Aaron.
—¿Eran novios? —inquiere Taurus, intrigado. Él saluda a la gente al caminar como todo un líder carismático.
—David fue su novio, de hecho. —Siento un extraño remezón al contarlo—. Yo fui una muralla que se obstaculizó entre ellos, pero que pudieron atravesar como si nada.
Ajá, me sigue doliendo. Definitivamente sigue doliendo.
Aún pienso en Aaron. Lo cierto es que quería un futuro con él, pero luego apareció Boris y, aunque suene mal, fue el reemplazo perfecto. Eran muy parecidos: chicos que se odiaban a sí mismos y que le temían a su verdadero yo, chicos débiles e inocentes que apenas conocían su propio cuerpo; chicos testarudos y sarcásticos que no podían cerrar la boca y que siempre tenían que ganar, chicos guapos y flacuchos que podrías derribar de un solo golpe y que necesitabas proteger a toda costa...
En fin, sus similitudes eran evidentes. Me enamoré de ellos por la misma razón por la que me enamoré de Michael antes de que se convirtiera en rebelde: porque necesitaban ser protegidos y guiados.
Si lo pienso con cuidado podría decirse que, en vez de enamorarme de ellos, me enamoré de mi propio deseo de ser el guía y el protector de mis relaciones. Me gustaba contar con alguien a quien cuidar, a quien defender y a quien consolar. Necesitaba un chico débil que me hiciera sentir que yo estaba a cargo, que era importante y que no podría vivir sin mí.
¿Por qué? Simple, porque estaba desesperado por sentirme un eslabón fundamental en la vida de alguien. Necesitaba saber que al menos una persona en el mundo me consideraba como un pilar al que debía aferrarse para no caer.
Los motivos no son difíciles de adivinar. Mis padres, a pesar de ser rebeldes, nunca se preocuparon de mis sentimientos. No debería culparlos, porque crecí en el refugio de Amanecer. Ellos tenían obligaciones y yo sabía que no podían descuidarlas. No obstante, toda la vida crecí con resentimiento hacia ellos por nunca quererme como debía ser querido. Nunca me dijeron que me amaban, nunca me hicieron sentir que era importante y nunca me confesaron lo orgullosos que estaban de mí. Su obsesión con derrocar al gobierno arkano era tan poderosa que nunca se dieron cuenta de que había un niño de ojos tristes que suplicaba un poco de amor y una pizca de atención.
Por dicha razón es que buscaba enamorar a alguien más débil que yo. Quería que esa persona sintiera que no podría vivir sin mí, de modo que nunca me abandonara y que jamás me descuidara. Quería ser su ancla, su sustento y su necesidad. Lo sé, es patético. Toda la vida fui patético.
En los últimos meses, sin embargo, cambié. Ya no quiero ser el protector de nadie. Supongo que ese es el motivo por el que mi relación con Boris ya no es tan intensa como antes.
Él es demasiado inseguro. Tiene tantos temores que no es capaz de formar parte de ninguna misión peligrosa, no toma grandes riesgos y no lucha por nadie más que nosotros dos. Es más, ni siquiera se ofrece para ir en busca de alimentos o de recursos básicos, solo se suma al viaje si yo formo parte de este.
Cuando lo conocí, creí que era un guerrero. Creí que luchaba con uñas y dientes para sobrevivir, pero poco a poco me di cuenta de que lo hacía porque no tenía otra opción. Al encontrarme y formar parte de Renacer, la comodidad regresó a su vida. Ya no tenía que arriesgarse por buscar sustento, porque alguien más lo hacía por él.
Creo que ahora entiendo mi fijación por David: es completamente opuesto a Michael, a Boris y a Aaron.
Comprendo por qué me ha llamado la atención en los últimos meses. A pesar de que hoy en día esconde sus sentimientos como si fueran a acabar con él, David sigue arriesgando la vida con tal de asegurar el bien de los que lo rodean. No le teme a nada, se lanza al peligro como si lo disfrutara. Es indómito, es fuerte y, aunque él no quiera aceptarlo, es un líder. Esas son cualidades en las que nunca me fijé en el pasado, pero que ahora me parecen atractivas y admirables.
Ya no quiero ser el príncipe que rescate chicos débiles. Me gustaría perderme en alguien que sea un riesgo, que atraiga el peligro, que me cargue de adrenalina...
Pero no puede ser David. Sé que una relación con alguien como él sería un caos. Sí, tiene cualidades que me atraen bastante, pero sigue actuando como un tipo frío, idiota y descorazonado cuando ambos sabemos que no lo es.
—¿Ibrahim? —llama alguien a mis espaldas, regresándome al mundo real. Nuevamente mi cabeza ha volado a otro universo por culpa de David.
Me doy la vuelta y veo a Boris. Tengo el corazón acelerado y el rostro ardiendo debido a los pensamientos que, por mucho que me inquieten, no puedo reprimir.
—¿Estás bien? —pregunta mi novio mientras se acerca. Ha notado mi inquietud.
—Estoy bien.
No lo estoy. No sé qué sentir.
Boris me escruta con recelo. La culpa me corroe por causa del beso de David. ¿Debería contárselo a mi novio? ¿Cómo reaccionaría él? ¿Qué haría al enterarse?
—Te esperaré en el centro de mando —me dice Taurus como si adivinara que hay algo de lo que debo hablar con Boris.
—Iré en seguida. —Trago saliva.
Boris se me acerca todavía más y me acaricia el rostro.
—¿Seguro que estás bien? —consulta con suspicacia.
—Estoy bien —insisto, pero sé que no me cree.
—¿Adónde vas con Taurus?
—Tenemos algunos asuntos que tratar sobre Max —respondo.
No quiero contarle todavía que voy a partir en una misión tan peligrosa, porque sé que intentará detenerme o que intentará sumarse al viaje y, por mucho que me moleste que él no decida formar parte de las misiones peligrosas, prefiero que se quede en el refugio esta noche. Tengo mucho en mente para enfrentarme a sus preguntas.
—Ah, ya veo. —Me toma la cara entre las manos y me da un fuerte beso.
No puedo evitar sentirme incómodo. No porque no quiera besarlo, sino porque hace unas horas fui besado por otros labios.
Definitivamente debo contárselo.
—Te amo —susurra Boris sobre mi boca al terminar el beso.
—¿A qué viene tanta demostración de afecto? —pregunto con una risa nerviosa.
—Quizás a que hoy pude perderte. —Se enseria—. Tenía mucho miedo de que murieras en el enfrentamiento con los criminales.
—Pues si tanto miedo tenías de que me pasara algo, debiste estar afuera luchando y cubriéndome las espaldas en vez de quedarte en el refugio —suelto sin querer.
Boris me observa con una mezcla de tristeza y de remordimiento.
—Lo siento. —Agacha la mirada y se muerde el labio inferior—. Ya sabes cuánto le temo a los criminales.
—No, yo lo siento —replico de inmediato con sinceridad—. No debí decir eso. Sé cuánto les temes, y tienes tus razones. Perdóname, ¿sí?
Me da un abrazo como respuesta.
—No me has dicho que me amas —musita sobre mi hombro.
—¿Qué? —Frunzo el ceño.
—No es nada, es solo que te dije que te amo y no me respondiste que tú también me amas —explica al separar nuestro abrazo.
—Sabes que también te amo —aseguro, y es verdad. Tengo pensamientos muy extraños sobre David, pero eso no significa que ya no ame al chico que tengo enfrente, a pesar de que él tenga algunas actitudes que desearía que cambiara.
—¿Porque siento que ya no me quieres tanto como antes? —inquiere con tristeza.
—¿De qué hablas? —Finjo desconcierto.
—Me refiero a que has estado demasiado raro últimamente. Ya no me besas como antes, ya no me dices que me amas sin que yo te lo diga primero y ya no me miras con los ojos llenos de ilusión como en los primeros meses de nuestra relación.
—Vamos, bebé, no es momento para eso. —Soy incapaz de no poner los ojos en blanco.
—¿Te está gustando otra persona? —pregunta de golpe sin darle más vueltas.
—¿Qué? —Doy un respingo.
—Que si te gusta otra persona.
—Por supuesto que no. —No sé si digo la verdad—. ¿Quién podría gustarme? —Fuerzo una risa—. Digamos que no tengo muchas opciones por aquí.
—Pues está Ben —sugiere, pero sé qué se refiere a David.
—¿Podemos hablar de esto en otra oportunidad? —resoplo—. Mi amigo está al borde de la muerte, bebé. No creo que sea el momento apropiado para discutir sobre nuestra relación.
—Está bien. —Esboza una sonrisa que adivino como forzada—. Pero si en algún momento llegas a dudar de nuestro amor, dímelo, ¿sí?
—Claro. —Ahora estoy dudando, pero como dije, no es buen momento para hablar de ello.
—Tengo que irme. —Acaricio una de sus mejillas—. Por cierto, ¿podrías echarle un ojo a Jacob? No está muy animado que digamos. Solo asegúrate de que coma, de que se sienta a gusto en el refugio y de que vaya a la cama... bueno, de que le asignen una.
Joder, con todo lo que ha pasado con David y con Max, ni siquiera me he preocupado sobre dónde dormirá al niño.
—¿Puedes asegurarte de que le den un buen lugar donde dormir? —le pido a Boris.
—Claro que sí. —Sonríe, esta vez de verdad—. Te amo —repite.
—Yo también te amo —reitero con un poco de incomodidad, pero ahora sí lo digo con total franqueza—. Ven aquí, pequeño.
Le doy un beso fuerte e intenso que espero me haga sentir lo mismo que me hizo sentir el beso de David...
Pero no sucede.
Me siento como la mierda.
—Te veré luego —dice Boris al separar su boca de la mía.
No digo nada, solo asiento. Tengo ganas de golpear mi cabeza contra la pared. No puedo estar sintiendo esto, y no puedo hacerle algo tan malo a Boris. No lo merece.
Como sea, ambos tomamos caminos diferentes. Me dirijo al lugar del refugio que llamamos "centro de mando". En él, los miembros más fuertes de Renacer tomamos grandes decisiones, planeamos estrategias y discutimos qué es lo mejor para nuestra gente. Me siento muy orgulloso de ser considerado como una de las personas de peso en esta comunidad. Desearía que Boris tuviera la capacidad de ser un líder y no alguien que necesite ser cuidado como un bebé.
Joder, hasta yo le digo "bebé" y lo trato como uno. Siento que, más que un novio, soy una especie de padre o de hermano mayor para él. No es un niño, ya tiene diecinueve años, pero sigue actuando como si no pudiera valerse por sí mismo.
Me pregunto cómo sería ahora de nunca toparse conmigo. Tal vez sería mucho más valiente y decidido. Supongo que su debilidad es mi culpa, pues lo he mimado demasiado. Lo he tratado como un infante cuando ya debería comenzar a comportarse como un hombre.
Una vez dentro, le explico a Taurus el plan propuesto por Doc para salvar a Max. Apenas pronuncio mi intención de ir tras una caja de provisiones de los protectores, el líder del refugio me mira como si hubiera perdido la cabeza.
—Ni hablar. —Su tono es firme—. No me arriesgaré a perderte en una misión tan peligrosa, menos a perder el único aeromóvil que tenemos.
—¡Es la única alternativa viable para salvar a Max! —insisto. Trato de mostrarme desesperado para recurrir a su lástima—. Por favor, Taurus, necesitamos salvarlo.
—Si algo sale mal, no solo perderemos a Max. —Suena un poco menos duro que antes—. No quiero perder más miembros de nuestra comunidad, Ibrahim. ¿No crees que ya hemos perdido suficientes?
—Pues yo no me quedaré a ver morir a mi amigo. —Intento sonar lo más desafiante que puedo—. Iré por esas medicinas aunque tenga que correr por semanas. Acabará perdiendo a Max de todos modos si no llego a tiempo, y puede que incluso me pierda a mí durante el viaje. Espero que pueda vivir con ese cargo de conciencia.
Me dispongo a abandonar la habitación, pero me detengo al oír:
—Espera, Ibrahim.
Contengo mi sonrisa triunfal que amenaza con ser exhibida.
Me doy la vuelta. Taurus luce molesto y preocupado al mismo tiempo.
—Está bien —resopla—. Puedes llevar el aeromóvil.
—Sabía que lo entendería.
—Solo promete que David y tú volverán, por favor. —Se acerca y me pone una mano en el hombro—. Son como hijos para mí.
Me da un inesperado abrazo. Frunzo el ceño al principio, pero acabo devolviendo el gesto. La verdad es que Taurus se ha convertido en el padre amoroso que nunca tuve. Si bien su rol como líder de la comunidad lo obliga a ser un hombre un poco autoritario, es capaz de demostrar cariño cuando es debido.
—Prometo que volveré —digo sobre su hombro.
Continuamos hablando sobre el viaje por horas. Me da algunas advertencias sobre cómo reaccionar en caso de ser atacados, me dice qué áreas sobrevolar y cuáles no y me entrega muchos otros consejos esenciales para la peligrosa misión que enfrentaré dentro de muy poco. No puedo negar que tengo miedo, pero estoy listo. Tengo que hacer esto.
Mientras Taurus comienza a hablar sobre cómo negociar con criminales en caso de que sea mi último recurso de supervivencia, alguien irrumpe en la habitación.
La cortina que usamos como puerta ha sido corrida por Boris, quien luce inquieto. Una fina capa de sudor le cubre el rostro.
—¿Qué pasa, amor? —pregunto, inmediatamente asustado.
Él se aproxima con cautela.
—No quiero que te vuelvas loco con lo que diré, ¿sí? —Me toma una mano.
No puedo evitar alarmarme. Sabe cómo soy.
—¿Qué rayos pasa? —insisto, desesperado.
Boris duda por varios segundos, pero finalmente toma aire antes de responder:
—Jacob ha desaparecido.
* * *
El próximo capítulo será uno de los más intensos de esta historia. Estoy muy ansioso por que lo lean 😈
Les daré un pequeño adelanto:
Habrá un reencuentro importante.
Y un consejo:
No confíen en nadie, ni siquiera en quien más bueno parece.
Como dirían mis amigos mexicanos: ahora sí se viene lo chido.
¡Prepárense!
Y, con respecto a la extraña relación que se está formando entre David e Ibrahim, ya me quedó claro que no les gusta nada. Qué suerte que nunca le hago caso a mis lectores, okno JAJAJ
Hablando en serio, entiendo que estén molestos, pero no he decidido relacionar a tales personajes porque sí. Ambos necesitan dejar de jugar a ser superhéroes todo el tiempo. Si se dan cuenta, la mayoría de las relaciones en la trilogía han consistido en alguien que necesite proteger y alguien que necesite ser salvado. David e Ibrahim son igual de fuertes, igual de valientes e igual de salvajes. Se necesitan para encontrarse a sí mismos.
Peeero, no crean que todo está dicho. Ya saben, me encanta retorcer las cosas. Puede que los personajes de esta historia acaben enamorados de quien menos se lo esperen, puede que acaben solos de por vida o puede que acaben muertos. Todo es posible.
Como sea, disfruten la lectura de esta historia, por más absurda que sea. Recuerden que es el último libro. No habrá un cuarto, aquí se acaba todo. Traten de atesorar cada momento antes del final.
Gracias por acompañarme desde hace tanto tiempo, queridos lectores. Nunca me cansaré de recordarles lo mucho que me han alegrado la vida.
Los quiere,
Matt.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro