Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15. David - "Sentimiento inesperado"

El hermano menor de mi exnovio no se inmuta ante el arma apuntada en su dirección. Es como si me rogara sin necesidad de hablar que le disparase para darle fin a una extensa agonía.

Bajo mi arma, conmocionado.

—Jacob, soy yo —anuncio con la voz quebrada. No sé por qué me emociona tanto su presencia. Apenas lo vi un par de veces antes de mi partida a Sudamérica, época en la que estuve enfermo y aislado, y no lo volví a ver al regresar a Arkos. Tal vez tenerlo aquí será como mantener viva una parte de mi Aaron.

El rostro iracundo del niño se torna fruncido. Examina mi cara, diferente a la de hace un año. Ahora me veo más adulto, tengo un poco de barba, el cabello muy corto y unas ojeras marcadas debido a mis pocas horas de sueño cada noche. No me extraña que Jacob no me reconozca de inmediato.

El muchacho abre los ojos de par en par al caer en cuenta de mi identidad.

—¿David? —Le tiembla la voz—. ¿Eres tú?

Sonrío abiertamente como asentimiento. Jacob no sonríe en respuesta, sino que explota en llanto y se lanza hacia mí para abrazarme.

Guardo la pistola en mi cinturón y acuño en mis brazos al que solía ser el pequeño querido por muchos en Amanecer. Luce un poco mayor a cómo lo recordaba, pero sigue siendo un niño. No es de extrañar que esté llorando igual que uno.

Puedo notar que, tal como yo, ha acumulado lágrimas durante demasiado tiempo. Desconozco qué hizo para sobrevivir en las tierras muertas, pero es obvio que no lo ha tenido fácil. Si para mí ha sido una mierda, no quiero imaginar qué tan duro ha sido para él.

—Tranquilo —le digo al oír que sus sollozos se intensifican—. Estás a salvo.

Dudo que sea cierto. Puede que todos estemos muertos al final del día.

Detesto preguntar lo siguiente, pero tengo que hacerlo:

—¿Dónde están tus padres, pequeño?

El sufrimiento de Jacob se vuelve desgarrador. Me arrepiento de preguntarle sobre ellos.

—Están muertos. —Creo que dice. Sus palabras suenan poco inteligibles—. Muertos, tan muertos...

El pobre tiembla como un animalito asustado. Me parte el corazón sentir que se derrumba entre mis brazos. Permito que unas cuantas lágrimas sean deslizadas por mis mejillas, cuyo motivo me es incierto. No sé si lloro de felicidad o de lo mucho que este niño me recuerda a su hermano mayor.

Jacob acaba alejando su cabeza de mi pecho al menos tres minutos después. Las lágrimas han dejado huellas entre la suciedad que domina su cara. Su cabello castaño, del mismo tono que el de Aaron, está desaliñado y cubierto de ceniza. Claramente ha pasado mucho tiempo caminando entre las ruinas.

Quiero preguntarle cómo hizo para sobrevivir y así cambiar de tema, pero él se me adelanta al inquirir:

—¿Dónde está mi hermano?

Sus ojos reflejan el entusiasmo y su tristeza parece quedar atrás ante la esperanza de volver a ver a Aaron, mientras que mi dolor crece como la espuma.

"Tu hermano ha sido convertido en un monstruo", debería decirle.

"Él no te recuerda".

"Él ya no te ama".

Debería contarle todo. Debería admitirle que no volveremos a verlo. Tal vez sí nos reencontraremos, porque Abraham Scott prometió que Aaron vendría en mi búsqueda para matarme, pero él podría asesinar a Jacob y a todos los que quiero en el intento. Solo de pensarlo se me revuelve el estómago.

—¿Qué pasa, David? —La desesperación acude al rostro del niño—. No me digas que murió, por favor. —El llanto lucha por volver.

—Oh, no, no murió. —Me apresuro a decir—. Él...

Las palabras no logran salir de mis labios. Por mucho que duela, tengo que decírselo, pero no hoy. Ya ha tenido demasiado. Sus padres están muertos, y es cosa de ver su aspecto para saber que no lo ha pasado bien. No puedo hacer de su vida un infierno peor que el actual.

—¿Él? —insiste ante mi silencio—. ¡Dime qué le pasó!

Decido hablar.

—Él está bien, pequeño. —Esbozo una sonrisa que espero luzca sincera—. Lamento que no podrás verlo, porque viajó de regreso a Sudamérica días antes de los bombardeos. Al menos está a salvo y bien cuidado. Hasta hace poco manteníamos contacto mediante un teléfono satelital, el cual se averió y no pudimos reparar... —Su desilusión es instantánea. No sé qué más decir.

—¿Por qué regresó a Sudamérica? —demanda Jacob con cara de desconfianza.

Mi mente corre a mil kilómetros por segundo.

—Porque no pudo traer el regalo que te conseguimos en Constelación. —Maldita sea, es la mentira más estúpida del universo.

—¿Un regalo? —Jacob frunce el ceño.

—Era un perrito. —Es lo primero que se me ocurre—. Uno muy lindo; nos dio pena dejarlo atrás, así que Aaron decidió volver por él.

—Oh, entiendo. —Jacob suspira con tristeza—. Desearía conocer al perrito y abrazar a mi hermano. —Sus ojos se cristalizan, al igual que los míos.

—No te pongas triste, aún hay esperanza. —Fuerzo una sonrisa—. La última vez que hablamos, Aaron me contó que los constelacianos estaban a punto de lograr entrar en Arkos. Ya verás que es cuestión de tiempo para que volvamos a ver a tu hermano y nos alejemos de estas ruinas.

Ahora, Jacob está esperanzado. Me repugna mentirle, pero me alegra sacarle una sonrisa.

—¿Lo dices en serio? —Esta vez, sus lágrimas son de felicidad.

—Muy en serio. —Me siento sucio—. Sé paciente, Jacob. Pronto tendremos a Aaron entre nosotros.

—¡Sí! —Se arroja a mis brazos nuevamente. Ha vuelto a ser el niño feliz que conocí en el refugio de Amanecer—. ¡Muero de ganas de verlo!

—Yo también, pequeño. —No logro impedir que me tiemble la voz—. Yo también.

La falsedad es una flecha atravesando el centro de mi pecho. Jacob no merece que lo engañen, sin embargo, tampoco merece sufrir. Si creer que Aaron lo extraña tanto como nosotros a él le dará algo de felicidad a su ahora miserable vida, mantendré viva la mentira hasta que la verdad salga a la luz.

—¿Puedes contarme cómo has sobrevivido tanto tiempo? —consulto. Me mata la curiosidad.

La sonrisa de Jacob abandona su rostro.

—No te gustará saberlo —masculla. De inmediato entiendo a qué se refiere.

—Oh, no. —Bajo la voz—. Dime que no estuviste en manos de criminales.

Su silencio es la única respuesta que da.

Lo envuelvo de nuevo en mis brazos. Sin duda, ha de haberlo tenido peor de lo que pensé. No quiero imaginar qué clase de cosas le hicieron o le obligaron a hacer durante tanto tiempo.

—Ven, te presentaré a mi familia. —Esbozo otra sonrisa para hacerlo sentir mejor.

Los ojos del niño se llenan de ilusión ante la palabra "familia".

—¿Estás aquí con tu familia? —inquiere, algo sorprendido.

—Digamos que es una nueva. —Me río—. Te encantará, son muy buenas personas.

—¿Cuántos son?

—Somos cuarenta en total.

—¡Vaya! —Abre los ojos de par en par—. Sí que tienes una familia muy grande. —Hace una pausa y se sonroja al preguntar—: ¿Hay niñas?

Vuelvo a reír.

—Vamos, casanova, descúbrelo por ti mismo.

Poso un brazo sobre sus hombros y lo conduzco hacia la entrada al refugio. Estoy nervioso y no sé por qué. Lo pienso mejor y me doy cuenta de que mi nerviosismo proviene de lo que Jacob acaba de confirmar. Si alguien se entera de que pasó tiempo entre criminales, no será bien recibido en Renacer.

Detengo a Jacob y pongo las manos en sus hombros. Acerco mi rostro al suyo y susurro:

—Jacob, debes prometer que no le dirás a nadie cómo sobreviviste allá afuera, ¿bueno? —Su cara se torna asustada—. No creo que sean malos contigo, pero será mejor guardarlo en secreto.

—Está bien. —Es todo lo que dice.

Retomamos la marcha e ingresamos al refugio. Instantáneamente somos apuntados por un gran número de armas.

—¡Manos arriba! —ordena Chester en tono autoritario. Me cae bien, pero hay momentos en los que roza la ridiculez con tal de contentar al padre de su novia.

—Por todos los cielos, ¡es solo un niño! —exclamo hacia los presentes—. Se llama Jacob. Es un exmiembro de Amanecer.

La sorpresa es notoria entre los presentes. Para todos es impactante que un niño de Amanecer sobreviviera a los bombardeos.

Una de las personas del grupo sobresale entre las demás: es Dorothy, una mujer que ronda los cincuenta y que también formó parte de Amanecer. Se salvó de morir porque viajó a Esperanza para visitar la tumba de su difunto esposo horas antes de los bombardeos. De no ser por ello, estaría muerta como los padres de Jacob, la abuela de Michael y cientos de otras personas.

Dorothy corre como puede hacia Jacob. El niño se lanza a los brazos de la mujer a pesar de las múltiples armas que amenazan con ser disparadas.

—Oh, mi niño —dice en voz alta la mujer. No sabía que le tenía tanto cariño a Jacob, pero no me extraña. En un par de meses él ya era popular entre los rebeldes de Amanecer por su extrovertida forma de ser.

Se me infla el pecho de alegría ante la visión de un Jacob feliz de encontrar a alguien más que podría considerar como un familiar. Tal como yo, perdió a sus seres queridos, pero aquí ganará otros. Estoy seguro de que el antiguo Aaron estaría feliz de saberlo.

Los miembros de Renacer miran a Jacob con curiosidad; algunos con sonrisas, contentos de recibir un niño, otros con miedo a que, quizá, resulte peligroso. No los culpo, porque en las tierras muertas no se puede confiar ni siquiera en un infante, pero Jacob es de mi absoluta confianza.

Distingo un rostro de disgusto entre la gente: es Niro, con quien hemos tenido una mala relación desde que nos conocimos. Es experto en sacarme de mis casillas y ser un grano en el culo. Tengo la certeza de que no estará de acuerdo con el ingreso de Jacob.

Taurus hace la señal que obliga a los nuestros a bajar las armas.

—Supongo que debo presentarme oficialmente —dice nuestro líder, a quien no le gusta que lo consideremos como tal. Jacob se separa de Dorothy y mira al hombre con temor—. Soy Taurus, fundador de esta comunidad. Esta de aquí es mi hija. —Le pone una mano en el hombro—. Su nombre es Camila.

—Y yo soy Chester —agrega el novio de Camila sin que nadie se lo pida. Varios reímos; sus mejillas arden de vergüenza—. Lo siento, yo...

—Sí, sí, ya te oímos. —Taurus pone los ojos en blanco—. Como sea, esto es Renacer, Jacob. —Señala los alrededores.

—¿Renacer? —inquiere el niño, intrigado—. Suena como Amanecer.

—Sí, pero nosotros somos mejores —interviene Ibrahim con falsa arrogancia. Jacob no había reparado en su presencia—. Hola, renacuajo. Me da gusto volver a verte.

—¡Ibrahim! —El muchacho casi se pone a saltar de alegría antes de correr a los brazos del aludido.

Lo olvidaba: ellos eran muy cercanos en Amanecer. Ibrahim solía ser tan frío como intento ser yo ahora, pero si había alguien que era capaz de derribar sus defensas, ese era Jacob.

Bueno, y Aaron.

Jacob ya no llora, sino que sonríe con gran extensión. Creo que se siente en casa tras meses de miseria y soledad.

Ibrahim me mira mientras abraza a Jacob. Su rostro expresa la misma alegría que siento yo. Ambos nos observamos por al menos cinco segundos y acabamos desviando la mirada con incomodidad.

Llevamos al menos un mes viéndonos de la nada y luego rompiendo el contacto visual como si hiciéramos algo malo. Aunque no me gusta, no puedo evitar compartir miradas cómplices con él.

—¿Cómo es que estás aquí? —le pregunta Ibrahim a Jacob para dejar a un lado la incomodidad—. Te daba por muerto, niño. —En ocasiones, como esta, suena tal y como el desubicado de antes.

Jacob deja de sonreír.

—Mis padres y yo escapamos del refugio de Amanecer un par de días antes de los bombardeos —anuncia.

Todos nos asombramos.

—¿Escaparon? —pregunto, acercándome al muchacho.

—Así es. —Noto que Jacob se esfuerza por no llorar—. Tras una de las llamadas entre mis padres y Aaron después de su partida a Sudamérica, papá y mamá decidieron que teníamos que marcharnos. No le dijeron nada a mi hermano para no preocuparlo, y porque no estábamos seguros de que lograríamos huir... pero encontramos el modo de hacerlo unos cuantos días antes de los bombardeos...

—Por eso no los vi antes de la destrucción —interrumpe Dorothy, ceñuda—. En ningún momento nos dijeron que habían desaparecido.

—Ya sabes cómo era Edward —dice Ibrahim—. Seguro ordenó mantenerlo en secreto para no motivar a nadie más a salir de ahí. —Acaricia la cabeza de Jacob—. Continúa, pequeño.

—Nos hospedamos donde un amigo de papá en Ciudad Antártica —prosigue el niño—. Yo me salvé porque estaba jugando en la casa de mis vecinos cuando las bombas comenzaron a caer, y esta se salvó de ser destruida, pero la casa en la que estaban mis padres... —Se calla de golpe. No puede seguir hablando.

—Ya, renacuajo, no digas más. —Ibrahim lo abraza nuevamente. Me causa ternura lo bien que trata al muchacho—. ¿Tienes hambre?

La tristeza de Jacob desaparece instantáneamente. Asiente con entusiasmo y no sé si reír o llorar. Ha de estar muriendo de hambre.

—¡Al comedor, entonces! —vocifera Ibrahim—. Podemos ir, ¿no? —le pregunta a Taurus—. Supongo que no vas a echar a un pobre niño sucio, hambriento y desamparado.

Taurus escruta a Jacob en silencio y sin pestañear. Siempre dirige una mirada meticulosa cada vez que aparece un candidato que podría convertirse en un nuevo miembro de Renacer. Se volvió muy estricto después del incidente que tuvimos tras aceptar a un sujeto que encontró nuestro refugio anterior. El hombre, llamado Vilo, nos robó durante la noche, desapareció y no volvimos a saber de él, pero tuvimos suerte de que solo haya hurtado parte de nuestra comida en vez de hacer algo peor como revelar nuestra ubicación a otros criminales, aunque huimos de todos modos. No fue tan malo, porque gracias a él decidimos mudarnos a este refugio, pero Taurus no ha admitido a cualquiera desde entonces.

—Puede quedarse —anuncia el líder con una sonrisa tras un largo silencio. Se oye un suspiro general de alivio—. Solo no vayas a pelear con nadie, ¿eh? Aquí las peleas son sancionadas con castigos.

No puedo evitar mirar a Niro, quien más de una vez ha ocasionado peleas y recibido un puñetazo en aquella boca insoportable que tiene o un merecido castigo. Tal como imaginaba, no está de acuerdo con la llegada de Jacob. Espero que no manifieste su disconformidad, pero hoy no es mi día de suerte.

—Esto es inaudito —ladra hacia Taurus—. ¿Cómo permites que este niño ingrese en nuestro refugio minutos después de una confrontación con criminales? ¿Acaso le preguntaron cómo fue que encontró nuestro refugio o cómo logró sobrevivir por tanto tiempo?

—Del mismo modo que todos logramos sobrevivir antes de acabar aquí —intervengo—: sofocándonos de calor durante el día y tiritando de frío por la noche. Comiendo alimentos crudos y escapando de los criminales. Llorando en cada momento por la gente que perdimos y por el miedo a acabar peor que ellos. Así es como sobrevivimos, Niro, y así es como sobreviviste tú también. Es triste que ni siquiera el fin del mundo te ablande ese asqueroso corazón que tienes.

Es irónico que lo diga, porque me he pasado los últimos meses endureciéndome por dentro, pero aún no he caído en un nivel de maldad como el de Niro.

Miro a mi alrededor. Varias personas tienen los ojos cristalizados y las cabezas gachas. Recordar las desgracias que soportamos antes de encontrar una comunidad y un refugio nos afecta a todos por igual.

Niro, a diferencia de la mayoría, sigue tan rabioso como un perro salvaje.

—No todos somos unos bebés llorones. —Se acerca a mí en aire amenazante—. Yo también he pasado por mucha mierda, pero no por eso voy por la vida derramando lágrimas por cualquier motivo. ¿Crees que eres el único que lo ha pasado mal? ¿Crees que porque tu amigo está a punto de morir y porque tu tonto noviecito fue sometido a la Cura eres el hombre más desdichado de la Tierra y...?

Soy incapaz de escuchar qué sigue diciendo. He perdido la noción de la realidad.

Apenas caigo en cuenta de que me he lanzado sobre él para darle uno tras otro golpe en la cara.

Mis manos se tiñen de sangre. No puedo detenerme.

Unos brazos intentan apartarme de Niro, pero la ira me provee una fuerza mayor que la suya. No logro entrar en razón. Lo único que pienso es que estoy furioso. Furioso con Niro, furioso con Abraham Scott, furioso con este mundo de mierda y furioso conmigo mismo.

Finalmente logran apartarme del idiota. Recupero el juicio y me doy cuenta de que todos me contemplan con miedo. Niro tiene el rostro lleno de sangre y, al parecer, lo he dejado inconsciente.

Me miro las manos manchadas de sangre y la culpabilidad sustituye a la ira.

Decido no decir nada, solo subo la escalera de salida, le exijo al chico que ahora hace de guardia —cuyo nombre es Erin— que abra la puerta y salgo corriendo por los laberintos de escombros, alejándome cuanto pueda del refugio.

Me doy cuenta de que hice mal guardando mis emociones por tanto tiempo. Hoy no solo exploté en llanto, también he estallado de rabia. No debí esconder mi sufrimiento sin desahogarlo. Solo he logrado que todo el mundo me observe como si estuviera loco.

Tal vez lo estoy.

Atravieso decenas de montículos de escombros hasta llegar al lugar que suelo llamar mi propio refugio, en donde hay un sillón de cuero sintético casi intacto. Me gusta venir aquí cada vez que tengo algo de tiempo libre. El silencio y la soledad se han convertido en mis mejores amigos.

Me agacho junto a un trozo de concreto, lo deslizo como si se tratara de un mueble y saco una botella de whisky que escondí hace unas semanas en un pequeño compartimento que se forma entre los escombros. Podría decirse que es mi caja fuerte. Así como el silencio y la soledad se han convertido en mis mejores amigos, el alcohol se ha vuelto mi mayor escape de la realidad. Me avergüenza admitir que busco botellas de este cada vez que salgo de expedición, pero no puedo evitarlo. Beber es lo único que me hace sentir bien cuando siento que el mundo cae sobre mis hombros.

Me desplomo sobre el sillón con la botella en la mano, la abro y doy un trago largo que me raspa la garganta. El líquido quema mis adentros al descender hacia mi estómago, pero en cuestión de minutos siento que mi tensión desaparece y que la ira es consumida. Por desgracia, no me embriagaré hasta al menos media o una hora más; aún queda tiempo para lidiar con mis pensamientos.

Pienso en las últimas palabras que pronunció Niro. ¿Cómo rayos supo lo de Aaron? No he hablado sobre ello con nadie más que mis amigos. Max no pudo ser, ni siquiera habla con Niro. Dudo mucho que Ben haya dicho algo, ya que es el más introvertido del grupo. No la tuvo fácil en la prisión de Newtopia. Le hicieron tantas cosas malas que le teme incluso a su propia sombra.

Lo más probable es que haya sido Ibrahim, pero ¿por qué lo haría? Tal como a Max y a mí, no le agrada Niro. No tendría motivos para...

Momento. Hay alguien más que sabía lo de Aaron:

Boris.

Tuvo que ser él. Sí, definitivamente fue él.

Boris es una suerte de amigo para Niro, o eso es lo que pretendían demostrar. Ahora entiendo que no son amigos porque se diviertan juntos, sino que a ambos les caigo como patada en la entrepierna. No tienen nada en común excepto resentimiento hacia mí. No sé por qué me odia Niro, pero sí por qué me odia Boris. El motivo tiene nombre y apellido.

Elijo olvidar por ahora a cualquier persona que no sea Aaron. Los minutos pasan y yo no hago más que beber y pensar en él. Me transporto hacia nuestros escasos momentos felices y, aunque duelen, me hacen sentir mejor.

Oigo pasos cerca de mí. No tengo ánimos para recibir a nadie.

—¿David? —pregunta alguien. Reconozco la voz: es Ibrahim—. ¿Estás ahí?

—No estoy —vocifero. Vaya, sueno muy ebrio. Ni siquiera sé cuánto tiempo ha transcurrido desde que llegué. Veo mi botella de whisky, la cual estaba llena, y descubro que ahora está a la mitad.

Ibrahim atraviesa la suerte de entrada formada por dos montículos de escombros. Lleva un kit de emergencias en sus manos. Su rostro es de regaño al ver la botella cuyo contenido bebo como si fuera agua.

—¿En serio? —inquiere, molesto—. Tu mejor amigo está al borde de la muerte, podríamos ser atacados en cualquier momento, el hermano de tu exnovio apareció después de que lo creíamos fallecido y casi matas a Niro, ¿y ahora bebes como si nada?

Uy. Demasiada información para asimilarla de golpe. Recuerdo a Max; la ira provocada por la pelea y el alcohol en mi sangre me hicieron olvidar que recibió una bala. ¿Cómo permití que las palabras de un imbécil se volvieran más importantes que mi mejor amigo, que un posible ataque o que la aparición de Jacob? No vale la pena beber por una tonta disputa. Quizá no estoy bebiendo por una, sino que lo hago por la inminente pérdida de Max y, de paso, la pérdida de Aaron.

—¿No crees que merezco unas malditas horas de tranquilidad antes de que todo se vaya a la mierda? —pregunto, enfadado. Ibrahim no tiene la culpa de mis problemas, pero su novio sí que tiene parte de ella—. ¿Por qué no vas a besuquearte con Boris? Te ha de estar extrañando. Estoy seguro de que está contando cada segundo que llevas lejos de él para luego regañarte. Corre, Ibrahim, tu dueño te espera.

Ibrahim ignora mis burlas y se arrodilla frente a mí. Deja el kit de emergencias en el suelo, lo abre y saca una botella de antiséptico.

—¿Qué haces? —pregunto tras otro trago de whisky.

—Te curaré las manos —informa con cansancio mientras saca algodón del kit.

—Estoy bien. Vete de aquí. Niro necesita ser curado, no yo. —Sigo bebiendo, esta vez un trago extenso.

—¿Puedes dejar esa puta botella a un lado y dejarme curar tus malditas manos? —Ibrahim eleva la voz—. ¿O prefieres que te dé una paliza y dejarte peor de lo que estás? —Suena tan furioso que no puedo evitar abrir los ojos y la boca con sorpresa.

No, no está furioso: está siendo el mismo de antes. Este es el Ibrahim que conocí previamente a acabar en las tierras muertas.

Estoy a punto de reírme de satisfacción, pero me detengo al ver que un par de lágrimas caen por sus mejillas.

—¿Por qué lloras? —inquiero, ahora preocupado. Me cuesta hablar debido a la borrachera.

—Estoy cansado, eso es todo —responde—. Vamos, extiende tus manos antes de que me arrepienta y me largue de aquí.

Hago a un lado las burlas y lo obedezco. Dejo mi botella en el suelo y un incómodo silencio se instala entre nosotros.

Nunca había visto a Ibrahim llorando. Ni siquiera en nuestros días más difíciles ha derramado lágrimas.

Me paso el tiempo pensando en lo mucho que sufro, sin darme cuenta de que él lo ha tenido tan duro como yo. Tal vez, Niro tiene razón. Estoy tan cegado por mi sufrimiento que no soy capaz de ver el de los demás.

Ibrahim me cura las manos sin decir una palabra. Sigue llorando, pero me doy cuenta de que se esfuerza en dejar de hacerlo. A pesar de la tristeza y la rabia que siente, limpia la sangre de mis manos con delicadeza. El antiséptico pone a arder mis nudillos, pero no me quejo. Me acostumbré a heridas como estas.

Tal vez es el whisky, pero el toque de Ibrahim me eriza la piel. La suavidad con la que toma mis manos al curarlas me produce algo que no puedo describir. Hace minutos creí que el Ibrahim de antes estaba de regreso, sin embargo, ahora sé que no hubo Ibrahim de antes y que no hay un actual. Ambos son iguales. Él sigue siendo el mismo de siempre, solo que ahora oculta sus emociones mejor que en el pasado.

Hice mal en tratar de demostrarle al mundo que soy fuerte. La mejor forma de ocultar lo que sentimos no es ser frío y actuar como si nada importara, es sonreír la mayor parte del tiempo y fingir que todo está bien.

—Lo siento —susurro al ver que nuevas lágrimas se deslizan por sus mejillas.

Él no habla, solo sigue curando mis manos. Ni siquiera me ve. El dolor que expresa su mirada me resquebraja.

—De verdad lo siento —insisto. Que esté ebrio no ayuda, porque mis palabras suenan ridículas en vez de sinceras.

—No es a mí a quien debes decirle que lo sientes —masculla Ibrahim, aún con la mirada clavada en mis manos.

—¿A quién, entonces? ¿A Niro? —resoplo con sarcasmo. Debería cerrar la boca—. Ni en sueños.

Por fin, Ibrahim me mira.

—No, David, a Niro no. —Su voz se endurece—. Deberías pedirte perdón a ti mismo.

No estoy lo suficientemente ebrio como para no entender a qué se refiere. Me he hecho más daño del que la gente me ha provocado. Me convencí a mí mismo de que ser duro me ayudaría a sobrevivir en las tierras muertas y a sobrellevar el dolor, pero solo me ha hecho sentir peor. El silencio no es medicina para el sufrimiento.

No sé qué decir. Ibrahim ya no llora, pero todavía tiene lágrimas sin secar en el rostro. Llevo la mano que ya está curada hacia sus mejillas y las limpio con la misma delicadeza con la que él me ha tocado.

Ibrahim abre los ojos al máximo mientras le acaricio la cara. No dice nada, pero le tiritan las manos y el labio inferior como si sufriera un colapso mental. Es obvio que no sabe cómo reaccionar ante mi sorpresivo toque.

Su rostro está más cerca que nunca del mío. Ha cambiado con el paso del tiempo; nunca noté lo apuesto que es, quizá porque antes no me agradaba y eso eclipsaba su aspecto físico. Ahora, no solo me agrada, sino que lo quiero. Soy capaz de admirar su belleza.

Bajo la mirada hacia su boca. Paso mi pulgar por su carnoso labio inferior y él frunce el ceño de inmediato. Abre la boca para hablar:

—¿Qué estás...?

Entonces, lo beso antes de que diga más.

Creí que se apartaría de inmediato, pero no. No responde a mi beso, tampoco lo rechaza. Sus labios saben muy bien, o quizás es el sabor del alcohol en los míos y su efecto de aturdimiento los que hacen que este beso sea tan delicioso y excitante.

A decir verdad, no sé qué estoy haciendo. Nunca vi a Ibrahim como alguien atractivo, ni siquiera es mi tipo. Sin embargo, aunque me avergüence admitirlo, he pensado antes en qué se sentiría besarlo e incluso me planteé la posibilidad de intentar una relación con él, pero Boris se interpuso en el camino y arruinó toda oportunidad, además de que el amor que siento por Aaron se ha mantenido tan fuerte como siempre...

Oh.

Aaron.

El remordimiento y los recuerdos acuden de forma abrupta. Pienso en los besos de mi amado, en lo que me hacían sentir, en lo mucho que me gustaban. Siento que lo estoy engañando a pesar de que ninguno de los dos sea el mismo de antes.

Esto no se siente correcto, pero ¿por qué no puedo detenerme?

Ibrahim se aparta con brusquedad, entrando en razón. Se lo agradezco.

—¿¡Qué rayos está mal contigo!? —demanda, furioso, sonrojado y nervioso al mismo tiempo—. ¡Esto está mal, David!

Lo tengo claro.

—Estoy ebrio. —Fuerzo una risa y me encojo de hombros para suavizar lo sucedido—. No le des importancia.

Sí, estoy ebrio, pero soy perfectamente consciente de lo que acabo de hacer. Lo he besado. He besado a Ibrahim.

Esto no acabará bien.

—¡No vuelvas a hacerlo! —Se pone de pie—. ¡Eres un... eres un... ah! —Patea una lata oxidada. Se ha quedado sin palabras—. ¡Te odio!

Me río. No debería, pero lo hago de todas formas.

—No creas que volveré a hacerlo. —Decido recurrir a las burlas para disminuir la tensión y restarle importancia al beso—. Solo te besé porque estoy borracho. No te creas tan importante.

Ibrahim frunce el ceño con... ¿tristeza?

Sí, está herido. Quizás, el beso significó más para él de lo que parece.

De pronto, luce ofuscado. Se acerca de nuevo para susurrar:

—No te atrevas a hablarle a nadie de esto, ¿entendiste? —Veo ira en sus ojos. Su rostro está cerca del mío—. Si le cuentas a alguien lo que pasó, me encargaré de triturarte los huesos.

—Lo que usted diga, jefe. —Alzo las manos en señal de rendición.

Él sostiene mi mirada una vez más, guarda los implementos en el kit de emergencias y se va hecho una furia.

—¡Oye, cuidado! —dice una voz femenina en la entrada a mi pequeño refugio. Es Sasha—. ¿Por qué está tan enojado? —pregunta, ceñuda, acercándose a mí.

—¿Qué haces aquí? —inquiero, no con rudeza, pero sí con molestia. ¿Es que no puedo estar a solas ni un minuto?

—Me tienes preocupada, hombre. —Sasha se sienta junto a mí—. Has montado un gran espectáculo en el refugio.

—Meh. —Tomo mi botella de whisky y le doy otro trago. Aún siento la textura de los labios de Ibrahim en los míos—. ¿Desde cuándo te preocupa la gente?

—Oye, yo también tengo sentimientos. —Finge estar dolida. Pongo los ojos en blanco y ella ríe—. Ya, en serio, realmente estoy preocupada por ti. No luces nada bien, David. Creo que...

—¿Por qué no te callas y bebes conmigo? —Le extiendo la botella.

Sasha mueve la cabeza en falsa desaprobación y esboza una sonrisa.

—Sabes que no puedo resistirme al whisky. —Toma la botella y le da un gran trago—. Te la tenías guardada, ¿eh?

—La guardé para una ocasión especial. —Sueno sarcástico—. Mi mejor amigo está muriendo, creo que es una oportunidad ideal para perderse en el alcohol.

—Si tanto te preocupa, ¿por qué no estás pasando junto a él las que probablemente son sus últimas horas de vida? —pregunta sin filtro. Así es ella.

—¿Disculpa?

—Lo que oíste. —Bebe más whisky—. Si yo estuviera perdiendo a alguien, no me separaría de esa persona. No entiendo qué haces aquí.

Honestamente, tampoco lo comprendo.

—Supongo que no quiero ver lo inminente. Max podría morir y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. ¿De qué me serviría pasar momentos tan desesperantes a su lado? Lo mejor que podría hacer es recordarlo como el chico lleno de vida que alguna vez fue.

Sasha desvía la mirada con incomodidad.

—Ya, no me escuches. —Se ríe—. Tienes razón, además, el doc lo curará. Ha sacado más balas y salvado más gente que muchos doctores especializados.

Ella también tiene razón. El doctor ha salvado el culo de varios en el refugio, incluyendo el mío. A pesar de no contar con los mismos implementos que los médicos de los hospitales oficiales, es capaz de salvar vidas de igual forma. Puede que Max sí tenga una oportunidad. No han venido a informarme que murió en todo el tiempo que llevo fuera del refugio, lo que es un buen indicio.

—¿Me dirás por qué Ibrahim estaba tan furioso? —inquiere Sasha. Agradezco el cambio de tema.

—Lo besé —confieso, le arrebato la botella y le doy otro trago.

Sasha se queda perpleja.

—¿Lo besaste? —Se ríe con entusiasmo—. ¿Por qué?

—Porque me dio la gana.

Su risa aumenta de volumen.

—Vaya, me alegra que al menos tú tengas las agallas para besar a uno de tus amigos sin sentir pudor.

Frunzo el ceño. ¿Acaso ha lanzado una indirecta?

—¿Quieres besarme? —pregunto, aún ceñudo.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! —Hace una mueca de disgusto—. No me gustan los hombres, David.

—Vaya, no lo sabía.

—No tuvimos oportunidad de hablarlo. —Se encoge de hombros y se pone triste de la nada.

—¿A qué amiga quieres besar? —pregunto con una sonrisa sugerente—. ¿Es Leia? Paola te mataría. —Ellas son la única pareja de novias del refugio.

—No es Leia. —Sasha suspira—. Es Camila.

—Oh. —Siento lástima por ella—. Bueno, diría que Chester te mataría, pero él no es capaz ni de matar una mosca.

Ambos reímos, pero con tristeza.

—Como sea, sé que es imposible. Camila no se fijaría en mí aunque fuéramos las últimas personas en la Tierra. —Jamás vi a Sasha tan vulnerable como ahora.

—¿Cómo lo sabes?

—¿Porque tiene novio? —inquiere en respuesta.

—Eso no dice nada. Puede que sea bisexual.

—Nah. —Me arrebata la botella y bebe—. Así lo fuera, soy muy poca cosa para ella. Ni siquiera soy tierna, y se nota que le gustan tan melosos y estúpidos como Chester.

Volvemos a reír, esta vez sin tristeza.

—No pierdas la fe —aconsejo—. Yo también estuve enamorado de mi antiguo mejor amigo hace unos años.

—Ah, ¿sí? —Sasha se muestra intrigada.

—Su nombre era Michael. —Sonrío al recordarlo. Antes, su recuerdo me causaba dolor, y ahora me provoca una bella nostalgia—. Al igual que tú, creí que era imposible, pero ocurrió y fue fenomenal.

—¿Qué pasó con él?

—Fue atrapado por protectores y no volví a verlo en varios años. Tiempo después de que lo perdí, apareció Aaron.

—¿El chico que mencionó Niro?

Asiento. Regresa la rabia hacia ese imbécil, pero la melancolía por la pérdida de Aaron es más fuerte.

—¿Quieres hablar de ello? —ofrece Sasha. Suena tan diferente a la de siempre que me provoca una sonrisa.

—Otro día. —Miro el monótono horizonte de ceniza. Siento algo de paz ahora que sé que puedo contar con Sasha para hablar de mis problemas. No quiero revelárselos ahora; el alcohol está nublando cada vez más mis sentidos.

—Cuando te sientas listo para hablar de él, aquí estaré —dice ella con dulzura.

Ambos nos miramos con sorpresa y emitimos un unísono:

—¡Puaj!

Estallamos en una carcajada. Para los dos es extraño tratar como amigos íntimos y cariñosos.

—No vuelvas a hablarme así —le pido, todavía riendo.

—No esperes que vuelva a suceder. —Ella también ríe—. Apenas se me pase el efecto del whisky, volveré a tratarte como la basura que eres.

No puedo dejar de reír. Me alegra tener a alguien como Sasha en mi nueva vida.

Estoy a punto de emitir una nueva broma cuando veo que Ibrahim ha vuelto. Tiene una expresión preocupada.

—¿Qué pasa? —le pregunto, tenso.

—Se trata de Max —responde, y se me desboca el corazón. 




* * *



¡Hola, amigos! ¿Cómo están? ¿Me extrañaron por aquí? Yo los extrañé muchísimo. 7u7

Vengo a advertirles que se vienen capítulos que los dejarán sin aliento. Las cosas se pondrán muy intensas desde ahora 🌚 no están listos.

Gracias por su lealtad con esta historia ♥️ estoy ansioso por seguir escribiéndola hasta darles el merecido final que todos esperamos.

¡Los quiero!

Abrazos,

Matt.

Instagram: mattgarciabooks.

Grupo de Facebook: Lectores de Matt.

Amor para todos ♥️



Si leyeron hasta aquí comenten "Ibravid es real" ahre JAJAJ *huye*

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro