Humm..., pensemos en lo que significa quedarse sin tiempo frente al amor de tu vida. Si hay algo que la vida hace bien, es reírse en nuestra cara justo cuando creemos que tenemos todo bajo control. Nos pone frente a un espejo cruel que nos susurra "mira lo que pudiste haber tenido", mientras el reloj sigue corriendo. Es en esos momentos cuando te das cuenta de que, en realidad, no es el destino el que te jugó sucio, sino tú. Sí, tú, con tu orgullo, tu miedo, y esa absurda necesidad de que el mundo te apruebe.

Por un lado, el orgullo se convierte en ese consejero nefasto que te dice "mantén la compostura, no muestres debilidad", como si el amor fuera un concurso de fuerza y no una inmersión en lo desconocido. Por el otro, el miedo, el viejo compañero que te grita en la oreja: "¡Cuidado! El amor te va a romper en mil pedazos". Pero el peor de todos, es esa necesidad de aceptación, esa que te encierra en una jaula de expectativas ajenas, dejándote sin espacio para ser tú mismo. Qué ironía, ¿verdad? Pasamos tanto tiempo preocupados por cómo nos verán los demás que al final nos quedamos sin ver a la única persona que importa: nosotros mismos.

Pero, y aquí viene lo bueno, ¿qué pasa si mandamos a paseo a esos demonios internos? ¿Qué ocurre si dejamos de ser tan condenadamente cautelosos y nos permitimos un poquito de egoísmo bien entendido? Porque, oye, a veces, ser egoísta es una virtud. Aferrarse a la felicidad con uñas y dientes, sin pedir disculpas por ello, puede ser el mejor acto de amor propio. Sí, hablo de ese egoísmo que te empuja a romper con todo lo que te ata: el miedo, el orgullo, las expectativas sociales, la absurda idea de que debes ser perfecto.

Si logramos hacerlo —y aquí es donde las cosas se ponen interesantes—, si decidimos amar de verdad, sin reservas, enfrentando el caos y el colapso a nuestro alrededor, habremos ganado una libertad que pocos conocen. Porque, en ese acto de valentía insensata, aunque todo lo demás se vaya al diablo, tendremos la certeza de que fuimos valientes. Nos habremos liberado de la prisión que nosotros mismos construimos, y habremos probado, aunque sea por un instante, lo que es el amor sin cadenas.

Y sí, claro, puede que lo perdamos todo en el proceso. ¿Pero sabes qué? Lo que ganamos es mucho más grande. Paz interna. La satisfacción de saber que amamos sin guardarnos nada, que vivimos auténticamente, sin máscaras ni trampas. Porque, al final del día, lo que importa no es cuánto tiempo tuvimos, sino cómo decidimos usar ese tiempo. El amor no se mide en minutos, ni en días, ni en años. Se mide en la intensidad y la verdad de esos momentos compartidos, por más breves que sean.

Así que ahí lo tienes: el amor verdadero no es una cuestión de cantidad, sino de calidad. De autenticidad. Y si tienes la suerte de encontrarlo y el valor de abrazarlo, aunque solo sea por un segundo, habrás ganado más de lo que cualquier reloj puede contar.

Sinopsis

¿Todavía recuerdas lo que es perder a quien considerabas el amor de tu vida?

Bueno, en una Barcelona vibrante, Héctor Muñoz busca reconstruir su vida tras una pérdida devastadora. 

Entre encuentros fortuitos, una carrera en ascenso, y decisiones inesperadas, se encuentra en un cruce de caminos entre el pasado y un presente incierto. Héctor se ve enfrentado a la posibilidad de un amor que desafía sus creencias y lo invita a explorar nuevos horizontes emocionales. Una historia que invita a sumergirse en la complejidad del amor y la búsqueda de la felicidad verdadera.

Nota:

Este acto es un crossover del Anabelqueenverso: anabel_queen_

Esta historia ha sido inspirado en el Acto I: "Sin tiempo" de mi obra, y todas las obras de Anabel Queen: "Entre Dos Estrellas", "Recetas de Amor para Migrantes" y "El Deseo de las Piedras". Les invito a leerla si les gusta el romance.