¿Verdad o reto?
¡¡Hola a todos!!
Les traigo nuevo capítulo, además quiero agradecerles por sus votos y comentarios.
Asimismo, les informo que todo el capítulo está en cursiva, pues todo lo que se narra corresponde al pasado.
¡Disfrútenlo!
La confusión mezclada con frustración reinaban en la mente de Alexandra. ¿En realidad ya estaba ocurriendo? ¿En realidad el tiempo había pasado tan rápido?, se preguntaba incrédula. Su corazón en un puño latía con fuerza, no sabía qué pensar ni cómo sentirse, de pronto todo se estaba volviendo realidad, sus temores cada vez se hacían más palpables.
Daniel le había llamado desbordado de alegría con la noticia de que Julia había entrado en labor de parto y sería sometida a una cesárea, por tanto, la esperaba en el centro hospitalario para darle la bienvenida a su hermana y apoyar a su madre. Pero ella no quería estar allí, no quería una hermana, nunca se lo habían consultado, ella nunca aceptaría al ser que viniera al mundo para desplazarla y arrebatarle todo cuanto tuviera.
No tenía intenciones de presentarse en aquella maternidad, tampoco quería llegar a casa, en su fuero interno había un mar de sentimientos luchando entre sí, y solo ansiaba con vehemencia olvidarse de todo aunque fuese por un momento. Así que como ya era costumbre se iría con sus amigos al Ágora Club, a bailar, beber y disfrutar.
La noche cayó entre el retumbar de la música, el bullicio y la algarabía de la muchedumbre. El grupo de amigos bailaba en la pista coreando las canciones del momento. Transcurrieron un par de horas cuando todos volvieron a reunirse alrededor de la mesa en su reservado y alguien en medio de la ebriedad; que ya era bastante notoria, tuvo la flamante idea de jugar a verdad o reto; juego que a ella nunca le había agradado, principalmente por los descabellados retos que proponían sus amigas y las preguntas embarazosas que se hacían.
En ese aspecto los chicos eran más cautelosos y en cierto modo respetuosos, sus preguntas no eran ofensivas o hirientes, y sus retos no iban más allá de tomar dos o más tragos seguidos o simplemente hacer que algún desconocido brindara rondas gratis para todos. Con las chicas era otro cantar, siempre querían sacar a flote entre ellas sus debilidades, sus defectos y sobre todo sus trapos sucios, por eso nunca era partícipe de ese juego, no quería ver cómo entre ellas mismas se despellejaban.
Pero su renuencia nunca valía de nada, pues siempre que se oponía los demás recurrían a votación y ella siempre optaba por irse para no jugar; sin embargo, ahora era diferente, no solo no podía irse, ahora no quería hacerlo, simplemente no quería llegar a casa, así que esta vez y solo por esta vez aceptaría participar en el estúpido juego.
¿Qué podría pasar? ¿Tomar unos tragos demás?
De acuerdo a la secuencia y dinámica del juego, Heather retaría a Brooke quien a su vez retaría a Phil, este último a Lydia, y esta a Carl mientras que él desafiaría a Alexandra y ella cerraría el círculo retando a Heather.
Como de costumbre, las chicas se acuchillaban entre ellas con preguntas y retos realmente fuera de contexto, hasta que el ambiente se suavizaba un poco cuando Phil retaba a Lydia a tomar varios tragos puros de tequila. Ella también había tomado varios, cumpliendo los retos de Carl, en cambio en esta ronda se decantó por elegir verdad para variar un poco, pues conociendo al muchacho no preguntaría nada del otro mundo, solo sería alguna tontería, pero Heather no se lo haría tan fácil y susurró algo en el oído del chico.
—Bien —dijo Carl con la voz un poco pastosa luego de haberse aclarado la garganta y cruzado miradas cómplices con Heather—. ¿Por qué no quieres estar en el nacimiento de tu hermana? ¿La odias tanto sin siquiera haber nacido?
Alexandra tragó grueso y sus cejas se juntaron en una evidente expresión de enojo mientras que la tensión se hacía presente en cada músculo de su cuerpo y rechinaba los dientes al contemplar la sonrisa de satisfacción en los labios de Heather.
—Querido, esas son dos preguntas —señaló el incumplimiento de las reglas para luego formar una línea rígida en sus labios en una perfecta sonrisa fingida.
¿Acaso era una broma? Estaba allí queriendo olvidar todo por un momento ¿y lo primero que hacían era restregárselo en la cara? Todos sabían que ese era un tema sensible para ella, pero por supuesto Heather no lo iba a dejar pasar, era la reina de la insidia, siempre había en ella esas ganas de sentirse superior aprovechando cualquier oportunidad para humillar a los demás, y por eso le tenía lástima.
¿Qué tan miserable puede sentirse una persona consigo misma, para disfrutar y sentirse satisfecha con las desgracias de otra? Esa era Heather, siempre Heather.
—Elijo reto —anunció de la nada. Alzó uno de sus hombros en señal despreocupada mientras se desgarbaba un poco más en su asiento.
—¡Eso es trampa! —señaló Carl en medio de las risas de los demás.
—Hacer dos preguntas tampoco está entre las reglas que yo sepa —rebatió y volvió a encogerse de hombros.
—¡Está bien! ¡Como tú digas, será reto! —aceptó Heather y de inmediato sus ojos se desplazaron por todo el recinto.
—¡Es Carl quien debe retarme! —rechistó Alexandra esta vez sin poder ocultar su enojo.
—Y lo hará querida, no te preocupes por eso —aseveró su amiga con las cejas alzadas en gesto arrogante mientras sus ojos continuaban la búsqueda.
La diversión se había transformado en un momento cargado de tensión. Pero fuese lo que fuese, Alexandra aceptaría el reto, no le daría el gusto a Heather de salirse con la suya. Fue entonces cuando esta última con sus acostumbrados gestos coquetos atrajo a Carl; que se encontraba sentado junto a ella, y siseó algunas palabras en su oído. El joven con el ceño fruncido en una expresión de concentración mantuvo la mirada fija en alguna parte mientras escuchaba a su amiga.
—¡Lo siento Heather, en esto no te secundo! —gruñó con las cejas hundidas y mirada inquisidora a la vez que sacudía la cabeza en una negativa exasperada—. ¡No hay reto Alexandra, se terminó el juego! —sentenció con firmeza mirando a la desconcertada chica, mientras que Heather sonreía con malicia.
—¡Acepto tu reto, Heather! ¡Sea cual sea! —desafió Alexandra. Carl protestó la decisión mientras que Heather ampliaba su sonrisa.
—¿Ves a aquel hombre que está allá? ¿El de corbata vino con lunares blancos? —preguntó con un brillo particular en sus ojos mientras que de forma sutil señalaba con la mirada hacia un reservado VIP a varios metros de distancia, en el que se encontraban reunidas varias personas.
Los ojos de todos recayeron en el grupo que indicaba la muchacha. Entre ellos había una mujer rubia, alta, tan hermosa que parecía una modelo de revista, de sonrisa amplia y resplandeciente con gestos gráciles, elegantes y una sensualidad a flor de piel. Junto a ella se hallaba sentado el sujeto de corbata vino con lunares blancos al que hacía referencia Heather, en mangas de camisa color blanco puro, chaleco cruzado con pantalón oscuro y el saco; a juego con el traje de tres piezas que usaba, reposaba en el respaldo de su asiento. Ambos conversaban con un par de hombres frente a ellos y que permanecían de espaldas hacia el grupo de amigos.
Los ojos cafés de Alexandra se clavaron en el sujeto en cuestión, era bastante atractivo y aunque estaba sentado se apreciaba de gran estatura, de facciones finas, nariz perfilada, cejas gruesas perfectamente esculpidas bordeando con precisión toda la línea superior de sus cuencas oculares. En su mandíbula cuadrada se podía notar una leve sombra, rastros de una incipiente barba. Su semblante serio y su mirada profunda desentonaba con aquel lugar festivo, aunque ellos en ese preciso momento tampoco eran el vivo ejemplo de alegría y diversión.
—¡Te reto a que tengas sexo con él en el baño! —las palabras de Heather retumbaron en los oídos de todos y de inmediato cinco pares de ojos incrédulos dejaron de mirar al hombre y recayeron en la humanidad de la retadora.
—¿Te has vuelto loca? ¡Eso está fuera de discusión Heather! —Philip que no había querido intervenir hasta entonces, objetó elevando el tono de voz—. ¡No voy a permitir que te pases de la raya! ¡Alexa no tiene porqué hacer nada! ¡Se terminó el juego! —bramó en tono mordaz dedicándole una mirada asesina a su amiga.
Alexandra había quedado perpleja, por un momento pensó que sus latidos se habían detenido y su mente quedado en blanco. Phil tenía razón, eso era extra limitarse, entre ellas nunca se habían exigido ese tipo de retos, pero estaba claro que Heather quería ir más allá, esa noche quería ir a las ligas mayores a su costa.
—Phil tiene razón, Heather —concordó Lydia arrastrando las palabras con acritud mientras que Brooke asentía con indignación—. ¡Te estás pasando!
—¡Ay por favor, si solo es sexo! —exclamó la joven tras una sonora carcajada—. Y por supuesto que Alexandra no hará nada —aseveró con una ceja alzada en gesto petulante y continuó—. Ella nunca responderá ninguna pregunta ni cumplirá ningún reto por la sencilla razón de que es una cobarde mojigata. Además —prosiguió con toda cizaña—, ¿vieron a la mujer que está a su lado? —Todos volvieron la vista hacia la rubia—. Seguramente es su novia, por lo que Alexandra no tiene la menor oportunidad. Porque ¿qué hombre en su sano juicio voltearía a mirarla teniendo a su lado a semejante mujerón? —concluyó en tono despectivo y desdeñoso.
Alexa apretó la mandíbula al punto de rechinar los dientes y que resultara en extremo doloroso. Por supuesto que no pensaba hacer tal cosa, pero Heather ya había tocado fibra sensible en ella con el tema de su hermana, y ahora con esto lo hacía personal. Nadie en su vida jamás le había dicho cosas tan hirientes y ofensivas, y ella iba hacer que se tragase sus palabras.
—¿Y de qué manera te darías cuenta de que efectivamente tuvimos sexo en el baño? ¿Acaso eres de las que les gusta mirar y entrarías conmigo? —inquirió con actitud desafiante con las cejas arqueadas tratando en todo lo posible de contener su ira.
—¡Ya basta chicas! Alexandra por favor no le sigas el juego a Heather, la idea era divertirnos no hacer esta clase de estupideces —exigió Carl ofuscado con el ceño fruncido mientras los demás también protestaban.
—Créeme querida, a diferencia de ti sé distinguir muy bien un antes y un después del sexo —aseguró con altivez y arrogancia sin hacer caso de las quejas y reproches de sus compañeros.
Ambas jóvenes se retaron con miradas hostiles y amenazantes por segundos que resultaron tensos, incómodos e interminables. Alexandra quería saltar encima de Heather en ese justo momento y arrancarle las greñas de un solo tirón, cuando de soslayo su atención la captó aquel hombre objeto de discusión, y que se había levantado en dirección a los sanitarios.
Las iris café de Alexa destellaron determinación, tomó de un trago el licor que tenía frente a ella y colocó el vaso vacío de vuelta en la mesa.
—¡Entonces el juego no ha terminado! ¡Prepárate para tu reto, querida! —exclamó Alexandra con una ceja alzada en un aire de advertencia con un tono de voz desafiante mientras miraba a la chica directo a los ojos y se levantó para ir detrás de aquel hombre, que en efecto se dirigía al baño.
Carl y Phil quedaron atónitos mirándose las caras mientras procesaban lo que acababa de suceder, cuando reaccionaron, Brooke y Lydia mantenían una discusión acalorada con una alegre y sonriente Heather.
—¿Y ustedes qué hacen ahí tragando moscas? ¡Vayan a buscarla! —rugió Brooke en tono irritado y los jóvenes obedecieron de inmediato.
Con cada paso que daba entre la multitud en aquella dirección, Alexandra sentía un frío expandirse en su pecho que se tornaba sofocante, la sangre fluía a borbotones por sus venas acelerando de forma violenta y dolorosa sus latidos.
Por un segundo se detuvo cerca de la puerta del baño, invadida de temores y un sin fin de reproches a sí misma, y mientras se debatía en continuar o no con esa locura, dos hombres salieron del sanitario haciendo que volviera a la realidad. Los observó y al darse cuenta de que ninguno de ellos era su objetivo, respiró profundo un par de veces y como si con eso cobrara el valor suficiente, entró y cerró con seguro tras de sí recargándose en la puerta, ya después divagaría si fue la mejor decisión o no.
Una vez en el interior del baño, el barullo y el bajo de la música disminuyeron en forma considerable su intensidad, y el alcohol parecía haberse esfumado por completo de su sistema. Frente a ella había una pared decorativa que mantenía la privacidad al obstaculizar la visión hacia los urinarios cada vez que se abriese la puerta.
La joven volvió a llenar de aire sus pulmones tanto como pudo, con manos frías y temblorosas planchó la falda amplia de su vestido púrpura que permitía mostrar sus piernas torneadas en un corte a medio muslo, reacomodó a sus nenas en el corpiño y luego de peinar con los dedos su larga cabellera que caía sobre su espalda, caminó en silencio, casi de puntillas hacia la derecha del corto pasillo que llevaba a la espaciosa sala donde se hallaban los retretes, urinarios y lavabos, procurando hacer el menor ruido con los tacones.
A medida que se acercaba a la estancia se escuchaba con mayor nitidez una voz con un marcado acento neoyorquino y con certeza presumió que era la suya, se detuvo al final de la pared y se asomó con cautela. El individuo estaba de espaldas, sin dudas era él, en mangas de camisa blanca, chaleco y pantalón oscuros y corbata color vino con lunares blancos. Mientras orinaba daba órdenes a alguien por teléfono, no tuvo interés en prestar atención a la conversación, pues se sentía demasiado nerviosa y ansiosa para ello; sin embargo, pudo apreciar cuán alto era y más importante aún, que no se veía a nadie más en el lugar.
Cuando el sujeto culminó y se sacudió para acomodar su virilidad entre el pantalón, giró sobre sus talones para dirigirse al lavabo y ella de inmediato se ocultó tras la pared, en ese instante se escuchó que tocaban la puerta con gran insistencia y sus iris recayeron en la fuente del sonido cuando reconoció las voces de Carl y Phil.
—¡Creo que se equivocó de sanitario, señorita! —una voz aterciopelada inundó todo el espacio.
Alexandra se sobresaltó y su corazón se detuvo por un instante para luego reanudar su marcha de forma tortuosa, desbocada. En el acto sus ojos ansiosos casi fuera de sus órbitas por sentirse descubierta, buscaron con aprensión la humanidad de aquel sujeto; él con una ceja arqueada en un gesto inquisitivo la observaba a través del espejo mientras se lavaba las manos.
En el momento en el que sus ojos café se encontraron con un par de iris celestes que la miraban con curiosidad, quedó muda, y embelesada lo contempló sin disimulo; el tipo era endemoniadamente atractivo, de porte regio e imponente y su mirada de alguna maldita manera hacía estremecer hasta la última hebra de cabello de cualquier mujer.
El ojiazul sin apartar la mirada de la joven desconocida continuó con absoluta tranquilidad su aseo.
—No... —dijo insegura, casi en un jadeo, en un suspiro que se desvaneció en medio del fuerte sonido del secador de manos.
—No, no me equivoqué —repitió esta vez con toda la calma y determinación que podía imprimir en su tono luego de aclararse la garganta y avanzar en su dirección. Un destello de desconcierto y diversión surcaron las facciones del hombre mientras la observaba con una expresión curiosa y el aire caliente chocaba contra sus manos.
—Pues yo insisto en que sí te equivocaste, cariño —aseguró con el atisbo de una sonrisa torcida y las cejas alzadas en un gesto afirmativo de quien se sabe en lo cierto tras dar una mirada rápida a los urinarios, y constatar que efectivamente ambos se encontraban en el sanitario de caballeros.
—Sé muy bien que estoy en el sanitario de caballeros —se atrevió a decir. El hombre alzó una de sus espesas cejas en señal de sorpresa y cuando terminó de secar sus manos recargó sus caderas del lavabo al tiempo que se cruzaba de brazos mientras esperaba con cierto interés la explicación de la chica, y la expresión que le dedicó provocó en la joven que un nudo se apretara con fuerza en su estómago.
—¡Te busco a ti! —aseveró la chica con las mejillas encendidas y un evidente nerviosismo que se esforzaba en ocultar sin mucho éxito mientras avanzaba un poco más hacia él. La confusión combinada con la incredulidad hicieron acto de presencia en las facciones del sujeto y pudo percibir cómo se tensaba cada músculo de su anatomía.
—¿En serio?, ¿y quién se supone que soy yo? —inquirió con las cejas hundidas a la vez que escaneaba con lentitud y precisión el rostro de la chica en conjunto con toda la extensión de su cuerpo, y un brillo extraño se apoderó de su mirada mientras una media sonrisa se esculpía en las comisuras de sus labios y terminó por preguntar con cierta picardía—. ¿Te conozco de alguna parte?
Alexandra negó en un sutil movimiento de cabeza y él le llevó la contraria en otro más. La joven sentía que la observaba como si pudiese desvelar todos y cada uno de sus más íntimos secretos, y por un momento el silencio los inundó al tiempo que la incertidumbre se instalaba en las entrañas de la muchacha.
En un vano intento por mostrarse segura de sí misma trtató de sostenerle la mirada, pero cuando él dejó de recargarse del lavabo y dio un par de pasos hacia ella, su seguridad y estoicismo se esfumaron. Sus ojos nerviosos en tiempo récord recorrieron todo el lugar, de pronto se había hecho interesante detallar los lavabos, el tamaño del espejo, diferenciar el color de las paredes y finalmente su mirada se clavó en el piso.
Él extendió su mano y con el dedo índice elevó su barbilla, ese simple toque provocó que se erizaran todos los vellos del cuerpo de la chica y cuando sus ojos de forma inevitable se volvieron a encontrar, Alexandra sintió que toda la sangre se agolpaba en sus pies y la expectativa se instalaba de nueva cuenta en sus entrañas apretándolas con brutalidad.
El hombre la tomó de la mano, la acercó hacia él y en un ágil movimiento la sujetó por la cintura y con agilidad la sentó sobre el lavabo quedando de pie en medio de sus piernas y sus manos a cada lado de sus caderas. La respiración de Alexandra se tornó irregular, trabajosa y su corazón golpeaba con fuerza sus costillas, él hizo que elevara su rostro y la miró directo a los ojos a un palmo de distancia.
—¿Eres prostituta? ¿Dama de compañía? —preguntó con tono seco cerca de su oído y de inmediato buscó en sus ojos la respuesta. Ella negó en un ligero movimiento de cabeza, no lograba que las palabras saliesen de su boca—. ¿Entonces por qué estás aquí?
—¿Es necesario decirlo? —inquirió ella una vez que se recompuso un poco tras humedecer sus labios y el interior de su boca, obteniendo como respuesta un sonido gutural que brotó de su garganta mientras asentía con las cejas alzadas—. ¿Acaso no es evidente? —musitó entonces de forma sugerente. Él negó en un ligero movimiento de cabeza con una ceja arqueada en gesto inquisitivo y labios fruncidos. Quería respuestas. Las exigía. No se confiaba.
Alexandra, por otro lado, se cuestionó el estar allí, esa no era ella, todo ese teatro había sido un error, una decisión impulsiva que sin duda alguna traería consecuencias; pero entonces recordó la sonrisa cínica cargada de burla y superioridad de Heather, y eso le bastó para continuar.
—¡Te vi, me gustaste y te seguí! —contestó como si fuera lo más normal del mundo. Él dejó escapar una risa seca y carente de gracia de su boca.
—¿Y qué espera de mí la señorita? ¿Que le crea? —preguntó con voz profunda teñida de arrogancia. Aún apoyaba sus manos del labavo, una a cada lado de sus piernas, con el cuerpo inclinado hacia ella, y solo un palmo de distancia entre sus rostros.
Prisionera entre sus brazos, Alexandra percibía cómo todo su cuerpo se tensionaba y reaccionaba ante su cercanía, la energía que emanaba ese hombre era intensa, excitante, le quitaba el aliento, su aroma resultaba hipnotizante, embriagador y se sentía subyugada con su sola presencia . Así que sin más se dejó llevar, lo asió con suavidad de la corbata, acortó la poca distancia que había entre los dos e hizo una arriesgada incursión dentro de su boca.
Él de inmediato la tomó de los hombros y la apartó en el acto con brusquedad, su ceño estaba profundamente fruncido y la miró directo a los ojos como si buscara algo en ellos. Fue entonces que Alexandra percibió en sus iris celestes un destello de indecisión, de debate interno, pero fue tan rápido que no tuvo la certeza de haberlo visto de verdad.
La joven por completo avergonzada se reprendió mentalmente. Los chicos tenían razón, todo eso era una estupidez, no tenía porqué caer en el jueguito de la insidiosa Heather. Así que necesitaba salir lo más pronto de allí, pero entonces el hombre la tomó entre la mejilla y el nacimiento de su cuello, y antes de que dijese algo la silenció con sus labios en un beso que se hizo urgente, y ella sin darse cuenta respondió cerrando sus ojos en un lánguido y delicioso extasis mientras él bebía de su boca maravillado con cada recoveco.
Las manos de Alexandra se enredaron en las suaves hebras de cabello castaño rojizo del individuo, mientras él la sujetaba de la cintura apretándola contra su cuerpo para profundizar el beso, que con cada segundo se hacía más demandante, y de la garganta de la joven brotaba un débil gemido de satisfacción.
¡¡Gracias por leer!!
No seas un(a) lector(a) fantasma. ¡Vota! ¡Comenta!
😘😘😘😘
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro