¿Solo amigos?
A paso rápido entre la multitud Patrick se hacía camino por los pasillos de la escuela de negocios en la universidad de Columbia. Odiaba ser impuntual, sobre todo el día en que iniciaba el postgrado, pero esa tarde había tenido que asistir a una junta extraordinaria que duró mucho más tiempo del que había previsto.
Cuando por fin arribó al auditorio donde se dictaría la clase divisó a Thomas que hacía señas tal cual primate y rió en su interior encaminándose en su dirección a la vez que desabrochaba su saco para sentarse junto a él.
—Has llegado justo a...
—¡Vaya, vaya! —una melodiosa voz femenina a sus espaldas los interrumpió a media oración. Ambos jóvenes detuvieron sus movimientos y se giraron para conocer a su interlocutora—. Pero miren a quiénes tenemos aquí...
El par de amigos se encontraron detrás de ellos a una hermosa chica sentada con piernas cruzadas, de ojos almendrados del verde más intenso que hayan visto en sus vidas, bordeados por unas pestañas largas y rizadas que combinados daban como resultado una mirada profunda, desafiante y altiva, intimidante. Su cabello de tonos rubio y destellos miel mostraban un flequillo recto, con un largo hasta los hombros perfectamente lasio al estilo Cleopatra. Sus curvados labios delgados y esculpidos exhibían una pícara sonrisa que dejaba al descubierto una blanca y perfecta dentadura, y antes de que pudiesen decir algo ella continuó.
—...nada más y nada menos que al prodigioso joven empresario de futuro prometedor, Patrick Alarcón; proveniente de los bajos fondos del Bronx e hijo de una prostituta con un completo desconocido, y a su perro fiel Thomas Davis —culminó por decir con voz armoniosa mientras ampliaba aún más su sonrisa y de forma coqueta les guiñaba un ojo.
Patrick tensó todo su cuerpo, endureció su semblante, alzó las cejas en gesto incrédulo e irritado al tiempo que apretaba la mandíbula hasta rechinar los dientes y sin replicar las palabras de la hermosa joven le dio la espalda y se acomodó en su asiento, mientras Thomas con ojos entrecerrados y labios fruncidos escaneaba el rostro de la chica que le resultaba familiar.
—Eres... la piraña —balbuceó cuando la reconoció. Ella ensanchó su sonrisa.
—No me mires así, solo repito lo que decía aquel famoso artículo de The New York Times acerca de ustedes —canturreó la rubia mientras se encogía de hombros, restándole importancia al hecho de que la llamara por el apodo que le habían adjudicado, pues nadie, nunca, se lo decía en su cara.
—En The New York Times no decía que soy un perro fiel —rebatió el muchacho, la chica se carcajeó.
—¡Ok, ok, lo admito! Eso me lo acabo de inventar —siguió sonriendo con picardía mientras hacía un ligero ademán en señal despreocupada y agregó—, digamos que para darle un poco de humor y dramatismo a la presentación.
—¡Ajá! —farfulló Thomas no muy convencido.
—Rachel Ackerman —pronunció en un tono de voz firme y con elegancia tendió su mano en dirección al joven.
Tom por unos segundos se debatió entre estrechar su mano con la chica o imitar la conducta y postura indiferente de Patrick, pero finalmente se decidió por lo primero.
Rachel Ackerman; la piraña de Wall Street como todos le llamaban a sus espaldas, se había ganado su apodo cuando a temprana edad comenzó a desenvolverse como pez en el agua en el mercado bursátil; su carácter de naturaleza vivaz, astuto, intrépido y carismático le valió manejar una grandiosa cartera de cuentas que le produjeron cuantiosas ganancias que a su vez invirtió de forma estratégica en la compra de empresas al borde de la quiebra, inyectándoles capital y trabajo para sacarlas a flote, empresas que luego vendía por partes, al triple, lo que le generaba excelentes beneficios financieros.
Muchos le criticaban y la tildaban de ser despiadada, una mujer cuyas ambiciones rozaban el hambre de poder, pues no se llevaba la mano al corazón cuando de pensar en las familias que dependían de sus empleos al despedazar una empresa se trataba. De ahí la comparación con una piraña; un pez carnívoro de dientes afilados y apetito voraz, que aunque se alimenta principalmente de otros peces, devora también todo tipo de animal.
—En esta clase y en algunas otras se harán equipos de trabajo, así que seremos nosotros tres. No quiero a nadie más —sentenció la chica.
—¿Y dime princesita, qué te hace pensar que haremos equipo contigo? —refutó Patrick en tono severo mientras tecleaba algo en su tablet, sin siquiera voltear a mirarla. Con seguridad la chica era la consentida de papá y mamá.
Rachel dirigió la vista hacia el joven y lo detalló, vestía un traje de tres piezas en negro carbón con corbata y pañuelo en color vino, desde su posición se lograba visualizar con el ceño fruncido y dos lunares en el lado izquierdo de su rostro; uno cerca del labio superior y el otro cerca del ojo. Entonces sin titubeos se inclinó hacia adelante, posó una mano en el hombro derecho del joven y se acercó a su oído izquierdo tanto como pudo.
—Creeme querido, que si ser hijo de una prostituta no es tema superado para ti, te ofende y piensas que es lo peor que pudo haberte pasado en la vida, entonces todavía te falta mucho por aprender —siseó con altivez y cierta sensualidad en el tono de su voz.
Patrick esta vez se giró y la observó con una ceja arqueada en un aire arrogante y una mirada que se encontraba entre la incredulidad e irritación mientras que ella ignorando las facciones de su semblante se acomodaba de vuelta en su asiento.
—Y tú Thomas, si te ofendes porque te digan perro fiel, entonces ustedes —los señaló a ambos—, no han aprendido nada en el mundo de los negocios.
Cuando Patrick con cejas hundidas y mirada severa se disponía a rechistar fue interrumpido por la presencia del profesor que impartiría la clase, y tal como había predicho Rachel; debían agruparse, y tal como había decretado la chica en un inicio, lo hicieron ellos tres.
Más tarde esa misma noche, se hizo presente de una forma muy peculiar Peter Henderson, quien fuere conocido de Rachel desde el jardín de infancia y quien se ganase su antipatía por poseer y mostrar ante los demás una actitud arrogante y prepotente.
—Y yo que pensé, Rachel que seleccionabas mejor a tus amistades —expresó Peter, mordaz—. Pero elegir a un Don Nadie, hijo de una prostituta y a su triste sombra, va más allá de la insensatez —refirió señalando con la barbilla a Patrick y a Thomas que se encontraban junto a la chica conversando en las afueras del auditorio.
Sin pensarlo dos veces, Patrick lo tomó de las solapas y lo arrastró hasta pegarlo contra la pared, a escasos centímetros del piso, llamando la atención de los presentes.
—¿Y quien carajos te crees tú, imbécil? —replicó el castaño con los dientes apretados, tratando de contener su enfado mientras resoplaba como un toro.
Thomas de inmediato trató de mediar en el asunto, pero el carácter de Patrick era muy volátil cuando de su madre fallecida se trataba, por lo que la tarea resultaba algo complicada. En cambio, Rachel se lo tomó con calma y manejó la situación con un poco de humor negro.
Con elegancia se acercó hacia ambos hombres y farfulló.
—Ay por Dios mi querido Peter —Hizo a un lado una de sus comisuras a la vez que se cruzaba de brazos—. Creo que habló tu envidia. Mira todo lo que ha logrado, la fortuna que ha amasado y hasta donde ha llegado el hijo de una prostituta. En cambio, tú —Meneó la cabeza a ambos lados a la vez que chasqueaba los labios—, ¿qué haces aquí, te perdiste?
Peter con las cejas hundidas, y la impotencia reflejada en el rostro gruñó y forcejeó sin éxito para liberarse del fuerte agarre de Patrick.
—Ah, no me digas... papi y mami te compraron el cupo. Dime algo, ¿Has logrado algo en tu vida sin que papi y mami intervengan? —inquirió la chica en tono mordaz.
Tras las palabras agrias de Rachel, Patrick soltó y empujó a Peter.
—Lárgate de una vez, imbécil —exigió el ofendido.
—Será mejor que te andes con cuidado, Rachel —masculló Peter al tiempo que acomodaba su traje con cierta brusquedad—. Yo sé muy bien quién eres tú —Y tras lanzarle una mirada de desprecio a los tres, se retiró del lugar entre murmuros de los presentes acerca del altercado que acababan de protagonizar.
—¡Idiota! —bufó Patrick.
—Sí, eso exactamente es Peter —susurró la joven con su barbilla en alto, tratando de que sus palabras no sonaran a reproche.
Thomas se rascaba la nuca mientras que con labios contraídos negaba con la cabeza, siempre era lo mismo, todo a final de cuentas se resumía a lo mismo, aquellos que nacían en cuna de oro se creían mejor que los demás, y solo por eso había que rendirles pleitecia y dejarse pisotear.
—Y tú —interpeló Patrick a Rachel y ella de inmediato buscó su mirada—, ¿Quién se supone que eres? —terminó por preguntar, pues había quedado con la incógnita tras las palabras amenazantes de Peter hacia la chica.
La joven mostró a plenitud su perfecta dentadura y se acercó hasta él.
—Rachel Ackerman, mucho gusto —dijo sin más, con su mano extendida y picardía en sus ojos.
Patrick solo la miró y rió de forma nasal, aceptando esta vez estrechar su mano.
Los meses pasaron tan rápido como las cálidas brisas de verano y la unión entre los tres jóvenes se afianzó al punto de forjar una sociedad en varias inversiones que resultaron productivas.
Rachel aparte de ser una verdadera piraña en los negocios, había resultado ser una completa tirana en las clases, pues siempre se debía hacer lo que ella dijese sin refutar ni contradecir sus decisiones. Decisiones que Patrick y Tom no replicaban porque eran acertadas, la chica además de ser hermosa, era de carácter fuerte, astuta e inteligente y eso a Patrick le agradaba.
—Y dime Pat —Rachel rompió el silencio en el ascensor en el que viajaban, ambos se dirigían a una junta para una posible inversión que harían los tres.
Patrick de semblante serio e impenetrable salió de sus cavilaciones y sus ojos celestes buscaron y detallaron a la chica junto a él. Ese día vestía un sobrio vestido negro de cuello recto con un largo de unos milímetros por debajo de las rodillas que se le ajustaba como un guante, dejando ver la perfección de las curvas que conforman su esbelta silueta y que se acentuaban aún más con un par de tacones altos y tan delgados que resultaba increíble que soportasen el peso de una persona. Sin embargo, ella los lucía con naturalidad, seguridad y elegancia.
En ese breve escrutinio el joven empresario también notó que sus ojos color pradera, siempre vivaces y expresivos ese día brillaban con más intensidad bajo el aleteo de sus largas y rizadas pestañas acompañados además de una fugaz sonrisa que se le antojaba cargada de picardía.
—¿Ujum? —fue el sonido que brotó de su garganta invitándola a continuar cuando sus iris se encontraron.
—Después de tener más de un año conociéndonos ¿en serio vamos a seguir siendo solo amigos? —preguntó la rubia sin preámbulos, con una ceja arqueada en un aire inquisitivo dejando al joven fuera de lugar.
Patrick no tuvo oportunidad de reaccionar, pues en ese preciso instante las puertas del elevador se abrieron y antes de poder siquiera emitir sonido alguno Rachel salió para dar paso a las personas que esperaban entrar. Y es que el joven empresario tampoco sabía qué responder a ello, ¿había escuchado bien? se preguntaba a sí mismo.
—Por supuesto que siempre seremos amigos, nada me gustaría más pero, ¿por qué lo preguntas? —expresó con vacilación en su tono de voz y el entrecejo arrugado cuando le dio alcance en el pasillo. Rachel sonrió, lo miró con ojos entrecerrados al tiempo que negaba en un movimiento de cabeza.
—Eso no fue lo que pregunté, querido —repuso dando leves palmadas en su hombro—. Pero dejémoslo así, hablemos en otra oportunidad —sugirió la rubia cuando Thomas junto a dos ejecutivos se acercaban a ellos, dejando al ojiazul intrigado.
***
El sol se asomaba con timidez, algunas aves revoloteaban por los aires y la brisa aún permanecía un poco fría. Era el clima ideal para el solitario joven.
—¿Solo amigos? —susurró Patrick antes de llevar a su boca una humeante taza de café que degustaba en la terraza de su apartamento.
No había dormido nada, después de que Jackie se fuera en la madrugada y de cuestionarse a sí mismo en un sin fin de aspectos, no pudo pegar un ojo, así que sin importar la hora llamó a Mike, quien fuere hasta un par de años atrás su entrenador personal, cuando cuidar su apariencia física era de suma importancia, y si bien ya no lo consideraba tan fundamental, tampoco lo iba a seguir relegando al último puesto en su lista de prioridades.
Con seguridad no tardaría en llegar, pues cuando hablaron aceptó sin problemas reanudar su rutina de entrenamiento y él en seguida lo mandó a buscar.
—Es que si me topo contigo en la calle, no te reconozco —escuchó la voz de Mike a su espalda y se giró.
—Vamos que no es para tanto —Patrick lo recibió con una afable sonrisa, dejó la taza de café sobre la mesa y se acercó hasta el hombre para saludarlo con un abrazo y apretón de manos.
—Pero es que solo mírate —aseveró el joven entrenador una vez que culminaron el abrazo, aún impresionado por el actual aspecto de quien fuere su cliente y amigo, luego añadió—. A primera vista pareces un ermitaño con esa barba que te cubre todo el rostro, pero cuando se te detalla mejor pareces... un señor de la mediana edad.
Patrick no pudo evitar reír a carcajadas, su amigo tenía razón pero jamás lo admitiría en voz alta. Sabía que físicamente había cambiado demasiado, mientras que él seguía igual a la última vez que se vieron.
Tal vez había desarrollado un poco más su musculatura, y se observaba un tanto bronceado; por lo demás, seguía conservando el cabello oscuro rebajado y sus ojos grises aún se apreciaban con una mirada transparente siempre acompañados por una sonrisa que transmitía sinceridad.
—Entonces será mejor que trabajemos en ello ¿no te parece? —propuso Pat aún con una sonrisa en sus labios invitándole a sentarse.
Ambos hombres en conjunto trazaron una rutina de ejercicios complementada con una dieta rica en fibra y proteínas que implementarían desde ya.
—Vamos Mike, no te emociones tanto... —advirtió Patrick con fingido tono de enfado y continuó—, mira que quiero estar en forma no ser fisicoculturista —rebatió la rutina de ejercicios y dieta que quería aplicar el joven entrenador y este en respuesta se carcajeó.
—No te quejes, que no es nada del otro mundo. Y comenzamos ya —advirtió Mike.
En definitiva, los días venideros serían largos para Patrick hasta que se adaptara nuevamente.
Gracias por leer.
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P.S.: En un rato subo otro capítulo.
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