Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La intrusa

Con la noticia, Alexandra quedó estupefacta, su cerebro trató de procesar el hecho de que su madre de cuarenta y siete años de edad, le informaba que estaba embarazada.


—¿Estás de broma, verdad? —fue lo primero que salió de sus labios acompañado de una risita burlona.

Su madre agudizó los sollozos, apenada.

¡No, no es una broma! Mi madre de cuarenta y siete años está embarazada. ¡Dios, mátame! pensó la chica con ojos abiertos de par en par, cejas alzadas y boca entreabierta.

—¡No...! ¡No lo es! Yo, después de vieja... ¡embarazada! —respondió la mujer como si hubiese leído sus pensamientos.

Julia al observar que su hija no volvió a articular palabra alguna, cubrió su rostro con las manos y lloró una vez más. Alexandra no sabía qué decir; la noticia la había descolocado y sólo pudo pensar en el cambio tan drástico que sufriría su estilo de vida.

Con un nuevo miembro en la familia, sea niña o niño eso sólo significaba una cosa; sacrificios en su estilo de vida, pues para ella era más que obvio que tendría que desprenderse no de algunas, sino de muchas cosas para dárselas a ese nuevo ser que se asomaba desde ya como una amenaza, robando en un inicio la atención y el amor de sus padres. Luego ella tendría que cohibirse de darse algunos lujos y gustos, hasta que terminara por arrebatarle todo.

Respiró hondo y sus ojos recayeron en los de Julia, que la miraba a la expectativa.

—¿Y piensas interrumpir el embarazo, verdad? —Al notar la expresión de sorpresa en el rostro de su madre, se apresuró a agregar—: Digo, a tu edad es muy riesgoso un embarazo —se encogió de hombros como si fuese la opción más adecuada y natural en esas circunstancias.

Julia se limpió el rostro con las manos al tiempo que aclaraba su garganta y negaba con la cabeza.

—¡Yo simplemente no podría hacerlo! ¡Tu padre tampoco lo permitiría!
—¿Papá está al tanto? —su madre asintió—. ¿Y qué dice de todo esto?
—Él se sorprendió muchísimo —musitó con voz nasal—, aunque luego se puso feliz, emocionado pero...
—¿Feliz? —La interrumpió con el entrecejo fruncido. Julia asintió—. ¡Vaya, la familia feliz! —expresó con las cejas alzadas. Notándose el sarcasmo en sus palabras.
—¿A qué te refieres hija? —inquirió su madre mientras sorbia su nariz.
—¿A qué me refiero? —Repitió endureciendo la expresión de sus ojos a la vez que elevó el tono de voz—. ¡Al parecer aquí nadie pensó en mí! —se levantó con brusquedad—. ¡Nadie me preguntó si quería un hermano! ¡Pues que sean felices con su nuevo y amado hijo! ¡Los felicito!

La malcriada muchacha corrió hacia su habitación azotando la puerta; Julia quedó atónita por la reacción de la chica, intuía que sería una sorpresa como lo fue para ella misma, pero nunca esperó que se lo tomara de esa manera.

No quiso ir tras su hija para no abrumarla más de lo que se encontraba. Sino que decidió esperar a que Daniel regresara del trabajo para ponerlo al tanto de la situación y que subiera a hablar con la joven cuando estuviese más calmada.

Daniel Massari; de origen italoamericano, de cincuenta y dos años de edad; tocó varias veces la puerta de la habitación de Alexandra, al no recibir voz de entrada decidió pasar. Sus dedos blancos se aferraron a la manilla, la giró despacio hasta abrir la puerta y con cautela estiró el cuello asomando la cabeza al interior de la alcoba. Sus orbes azules con anillo límbico azabache, hallaron a la chica recostada de medio lado en su cama, dándole la espalda.

—Alexa, hija —musitó cerrando la puerta tras de sí.

La chica estrujó más la almohada bajo su cabeza.

—¡No me hables, vete de aquí! —sollozó.
—Princesa por favor, no te pongas así —Caminó hasta su cama y con cuidado se sentó junto a ella, colocando una mano en su hombro derecho para que se girara.
—¡Déjame! —Removió el hombro con brusquedad.

Daniel suspiró, de naturaleza amable y cariñosa, se acomodó en la cama y abrazó a su hija, dando besos en su sien. Su gran estatura y contextura corpulenta discordaba con el tamaño de Alexa. La chica rompió en llanto y su padre trató de consolarla.

—¿Por qué me ha-cen es-to? —balbuceó entre sollozos.
—¿Princesa, a nuestra edad crees que fue algo que planeamos? ¡Simplemente sucedió! —dio otro par de besos en su sien y suspiró—. ¡Un bebé siempre es una bendición para el hogar! ¿Por qué la noticia no te hace feliz? —indagó con suave voz.
—¡Porque siempre hemos sido sólo nosotros tres! ¡Ahora todo va a cambiar! ¡Todo! —gimió, luego sorbió sus mocos y agregó—: Además, ese intruso se robará toda tu atención y la de mamá, todo será para él. ¡No lo quiero! ¡No estoy feliz! —espetó pataleando en la cama.

El amoroso y paciente padre se incorporó y le ayudó a la chica a hacer lo mismo. La arropó con sus cálidos brazos y besó la coronilla de su cabeza.

—Te aseguro que nada cambiará. Eres y siempre serás mi princesa. ¡Lo sabes! —La chica una vez más sorbió sus mocos, se separó un poco de su padre y lo miró a los ojos.
—¿Me lo prometes? —preguntó en un hilo de voz. El hombre asintió.
—¡Te lo juro! —La muchacha le dedicó una lánguida sonrisa y se acurrucó de nuevo entre sus brazos—. Esto también ha sido muy difícil para tu madre, por favor no seas tan dura con ella —La chica no respondió.

Alexa en medio de su egoísmo e inmadurez, no entendía lo aterradora que era la situación para su madre. La mujer en su fuero interno sabía lo complicado que se podía tornar un embarazo a su edad; era muy riesgoso, pues el bebé podría nacer con alguna condición especial, o ella padecer de preeclampsia; poniendo en riesgo su vida y la del feto, eso sin contar de que su hija ya había cumplido los dieciocho años y ahora tendría que volver a criar.

Pensaba en los desvelos, las preocupaciones, las enfermedades y sobre todo le angustiaba la sola idea de lidiar con un adolescente rebelde en la tercera edad. Ese era uno de sus grandes temores, con Alexa había resultado; por decirlo de alguna manera, "dentro de lo normal" porque la tuvo joven, pero no todos los chicos eran iguales, aún cuando recibieran la misma educación y crianza. Además, a sus cuarenta y ocho años, cuando tuviera el bebé en brazos, no estaba segura de continuar con la vida nómada que habían tenido hasta el momento.

Ese nuevo ser que venía en camino hacía que pusieran muchas cosas en perspectiva, debían pensar y reflexionar con seriedad en todo el panorama que se vislumbraba, pues ya no estaban en edad de andar de un lado para otro como hippies, mucho menos con un bebé en brazos y sin casa propia.

Tendrían que colocar todo en una balanza y buscar un equilibrio.

Una niña, Julia tendría una niña; en su cuarto mes de gestación supieron el sexo del bebé. La noticia cayó como balde de agua fría en la humanidad de Alexa, que de forma inexorable sintió que sería desplazada, relegada al final de la lista en las prioridades de sus padres.

Su mundo poco a poco se derrumbaba a pedazos, el hecho la afectó al punto de bajar aún más sus pobres y deprimentes calificaciones, pues no dejaba de pensar que las sonrisas y el fulgor en los ojos de sus padres sería motivado por esa niña y no por ella.

¡Ya no sería la princesa de la casa! ¡Ya no sería la princesa de papá!

Poco después, Daniel y Julia en una conversación acerca de su futuro como familia estuvieron de acuerdo con que el hombre aceptara un nuevo empleo que los llevaría a mudarse una última vez, en esta oportunidad a la ciudad de Chicago, en el estado de Illinois. Allí comprarían una casa y se establecerían definitivamente, teniendo en cuenta sus edades para criar a la hija que venía en camino.

Alexa sin pensarlo mucho inició el proceso de traslado académico, no se quedaría en Detroit mientras sus padres en Chicago la echaban al olvido para centrar toda su atención, amor y cariño en esa intrusa que venía en camino para arrebatarle todo.

Algunas semanas más tarde, se instalaron en Chicago, en una bonita casa de hermoso jardín, que adquirieron en una compañía de bienes raíces a través de crédito hipotecario, allí iniciarían una nueva vida.

Una nueva vida en la que Alexa se negaba a participar, pues la chica se rehusaba a involucrarse en algo que tuviese que ver con la bebé. No se inmiscuyó en la decoración de la habitación, ni en la selección del mobiliario, no quiso ayudar a elegir la ropa y todos aquellos artículos para recién nacido, tampoco acompañó a Julia a ninguna consulta de control prenatal, estuvo renuente a ver el primer eco tridimensional y mucho menos se atrevió a dar su opinión en la elección del nombre.

Sus padres entonces decidieron llamar a la niña, Allison; sería para ellos su pequeña y adorada Aly.

Con cada decisión que tomaba el matrimonio, la egoísta e inmadura chica se volvía más demandante, compraba ropa que no necesitaba ni usaba y pedía obsequios sólo por la satisfacción de salirse con la suya, al punto de llevar al límite el crédito de las tarjetas. Su última exigencia fue un auto convertible, capricho al que Daniel accedió con facilidad y en la que Julia estuvo en total desacuerdo alegando otras prioridades.

Pero Alexa siempre se salía con la suya y cada vez que podía, le echaba en cara a Daniel su juramento, que nada cambiaría con la llegada de esa criatura. Pues la joven también se negaba a llamarla hermana o a referirse a la niña por su nombre.

El día del nacimiento de Allison, Julia sólo contó con la presencia y el apoyo de Daniel, quien se ocupó de todo el papeleo administrativo para su ingreso al centro hospitalario y estuvo con ella en el quirófano mientras le practicaban una cesárea dado la edad de la mujer y posibles complicaciones que se pudieran presentar con su presión arterial.

Alexandra ese día brilló por su ausencia, pues tuvo una larga jornada de fiestas con sus "amigas", sólo para no asistir al nacimiento. Eso estrujó el corazón de su madre, quien en su interior albergaba la esperanza de que su hija reflexionara y la acompañara en ese momento tan importante.

Allison nació con un peso de tres kilos ochocientos gramos, midió cuarenta y nueve centímetros, con escaso cabello, de piel rosada y ojos tan azules como los del orgulloso y emocionado padre.

Cuando dieron de alta a Julia y se instaló de nueva cuenta en su casa, la muchacha estuvo todo el día encerrada en su habitación. Se negaba a conocer a su hermana recién nacida.

Alexandra no entendía razones y la madre no sabía qué otra cosa hacer para que aceptara el hecho de que tenía una hermana y no la viera como una rival en su vida o como una intrusa en la familia.

Era difícil para Alexa la presencia de la niña, su dolor era comparable con la amputación de alguno de sus miembros.

Sin embargo; el tiempo pasaba inexorable. Los meses fueron transcurriendo y la chica no tenía gesto alguno de cariño para con la niña, empero, su padre muchas veces la halló en la habitación de Aly, parada con las manos apoyadas en la baranda de la cuna observándola mientras dormía.

Alexa vivía de fiesta en fiesta, derrochaba dinero, usaba ropa costosa, provocativa y resultaba irreconocible con tanto maquillaje en su rostro. Se sentía agobiada, molesta consigo misma por alejarse de sus padres, pero a veces no podía contener su enojo por las circunstancias y esa era una forma de castigarlos. Odiaba que su hermana tuviese los ojos azules como su padre; era ella quien quería tenerlos así, y hasta el nombre que habían elegido era más bonito que el suyo; la chica estaba celosa, aunque no lo reconocía abiertamente. Así que mantendría su posición, seguiría distanciada de su pequeña familia.

Cuando Allison contaba con ocho meses de edad, sus padres lo preparaban todo para su bautizo.

—¿Cariño podrás quedarte con Aly mientras tu padre y yo asistimos al taller de bautismo en la iglesia? —pidió Julia sabiendo que Alexa ese día no tenía clases.
—Podría pero no quiero, cuidaré niños cuando tenga hijos propios. Si es que decido tenerlos —manifestó la chica sin levantar los ojos de la revista que ojeaba con languidez en la mesa de la cocina.
—Bien, llamaré a Megan para que venga a cuidarla —La respuesta de la joven no sorprendió a Julia—. ¿Podrás entonces buscarme cuando salga? Tu padre debe regresar a la oficina y no le dará tiempo traerme a casa —pidió de igual manera sabiendo que la muchacha se negaría.
—Lo siento mamá, debo ir a la universidad.

La mujer sabía que era mentira, hizo una mueca de desilusión con los labios mientras negaba con la cabeza, se acercó hasta ella y dio un beso en su coronilla.

—Sabes que te amo hija, pase lo que pase —Acarició sus cabellos y dio media vuelta para llamar a Megan y salir sin perder tiempo.
—¿Mamá? —llamó la chica de pronto. La mujer se detuvo en el umbral de la puerta y posó sus ojos verde avellana en ella—. Yo, también te amo —musitó Alexa en un hilo de voz.
—¡Lo sé, cariño!

Julia le dedicó una amplia sonrisa, regresó sobre sus pasos y beso la frente de la chica para luego seguir su camino.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro