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36. Un mes despues

Un mes había pasado ya desde aquella fatídica tarde en la vida del joven matrimonio.

Un mes ya desde que Ren y Tobirama se habían separado.

Ren había estado aislada del mundo durante un par de días, recluida en un pequeño hotel, lamentándose por su familia. Al menos hasta que una inesperada visita de Mito, acompañada de una fuerte bofetada y un fuerte abrazo, le había hecho entrar en razón.

Su vida no podía ser desperdiciada lamentándose por dolorosas pérdidas. Ella aún era joven, era una chica hermosa y fuerte que podría afrontar las cosas, después de todo aún tenía mucho por delante.

Poco a poco el dolor de la pérdida de su pequeño fue aminorándose hasta parecer solo un recuerdo lejano de una pérdida, recordando a una pequeña vida que ella amó alguna vez.

Mito se había encargado de ayudarle un poco con ello, la distraía y le contaba sobre nuevos jutsus y demás, incluso había hecho que Ren volviera a entrenar. La pelinegra se veía más feliz, sonreía más a menudo y pasaba tiempo con su pequeño sobrino.

Pero, aun entre aquella tranquilidad, por las noches recostada en la cama no podía evitar pensar en Tobirama, ¿cómo estaría llevándolo el? Su corazón se estrujaba cada vez que pensaba en el, en la persona a la que más amaba.

Le dolía aquello, sin embargo Mito le había advertido.

«—Tobirama también está pasándola mal, Ren. No solo tú sufres, el también lo hace, deberías darle un tiempo...»

Y aunque había noches donde no podía soportarlo y solo quería correr a donde él, aquella platica con su prima era un cable a tierra.

—Lo siento, Tobirama.–murmuró en la oscuridad de su habitación antes de caer dormida.

Ella solo esperaba que, donde fuera que él estuviera, recordará que ella le amaba más que a nada.

(...)

Tobirama había tenido un mes demasiado difícil, la vida sin despertar y ver a su amada Ren le daba un pesar terrible en su corazón.

Después de todo aquella tarde donde el volvió a casa con un ramo de flores de loto y solo encontró aquella nota de su esposa se sintió más solo que nunca.

«Lo siento, Tobirama. Pero ya no puedo estar aquí, estoy volviéndome loca... Necesito un tiempo.
Te amo con todo mi corazón. -Ren»

Los primeros días después de aquello el joven vagaba por su hogar intentando entender, al tercer día entró la necesidad de buscarle y pedirle que no le dejara solo, sin embargo Hashirama lo evitó explicándole que había heridas que la chica debía sanar.

Al paso de los días sentía que se volvería loco de la soledad en aquella casa que ahora parecía solo eso; una casa.
Sin Ren aquella estructura no podía ser un hogar.

Su carácter fue irritable y más frío de lo normal la primera semana, el incluso parecía muerto en vida. Realizaba todos sus deberes mecánicamente y al terminar volvía a casa directamente a dormir.

—Lamento no ser lo suficientemente bueno para ti, Ren.–murmuró con los ojos cerrados hundiendo su rostro en la almohada de su esposa, la cual aún preservaba su olor.

Tobirama solo podía esperar que su amada pelinegra no olvidará que el la amaba con todo su corazón y que sacrificaría su vida por ella de ser necesario.

(...)

—¿Podrías explicarme de nuevo por qué tengo que ir a ese tonto festival?–pregunto el peliblanco un tanto enfadado.

—Ya te lo he dicho, es algo importante para la aldea y al ser el Hokage debo presentarme.

—Exactamente, Hashirama. Tú eres el Hokage, deberías ir tú.

—Tu eres mi hermano, debes estar ahí. Al menos podrías hacer acto de presencia.

El castaño se mostraba insistente, era casi como ver a su pequeño sobrino cuando se encaprichaba con algo, y Tobirama lo conocía lo suficientemente bien como para saber que Hashirama no desistiría de su idea.

—De acuerdo, iré.–murmuró de mala gana.

—¡Genial!—bramó el mayor.– Aquí tienes tu yukata, te veo en una horas hermanito.

Tan pronto termino de hablar el chico salió enérgicamente de la residencia de su hermano menor.

Tobirama observó la tela azul sencilla frente a él y negó con la cabeza, ¿cuando iría Hashirama a madurar?

Ren había escuchado de aquel festival, era algo relacionado con nuevos clanes que estaban integrándose a la aldea a manera de paz.

La chica sonrío al enterarse la vida deseada había llegado a ella; por fin había paz.

Pero en ese momento entendió algo aún más importante, su verdadera paz estaba entre los brazos de cierto joven de ojos rubíes. Aquel chico con el que había pasado tantos momentos de angustia, aquel quien fue el único en despertar el amor en su corazón y brindarle una paz que jamás había conocido.

Ren suspiró, dejando la invitación de su cuñado en el mueble, arreglo su ropa y cuando fue hora de cenar se decidió por salir de aquella habitación.

La alegría corría por las calles de Konoha, personificada por pequeños niños juguetones y adolescentes felices, una vaga sonrisa se extendió por sus labios y observo el anillo en su mano. Aquel anillo que representaba el sentimiento de pertenencia hacia Tobirama.

Con un suspiro la chica entro a un bar, un discreto y pintoresco bar donde vendían parrillada. Tomó asiento en la barra y ordenó una botella de sake acompañando su platillo.

—¿No es un tanto imprudente venir sola, Ren?—una voz hablo a su lado.

—Lo siento, Madara, pero creo que no es de tu incumbencia.

Él pelinegro Uchiha tomó asiento a su lado, ordenando también sake.

—Siento la obligación de cuidarte, Hashirama me mataría si te dejo sola y probablemente Izuna me maldeciría desde allá arriba.

La chica sonrío de lado de igual manera que el hombre.

—Lamento lo que pasó, Chiba-san.—dijo bebiendo su sake.

—Gracias, Madara.–murmuró—. Solo espero que Tobirama pueda perdonarme.

Una risa amarga salió de la garganta del mayor.

—¿Estás bromeando? Ese tonto Senju te ama más que a sí mismo.

—Aún si lo hace... Yo le he dicho cosas horribles y el...

—Todas las parejas peleamos, Ren.—menciona el mayor y la chica lo observa sorprendida.— Akane realmente me saca de quicio, ¿lo sabes? Las mujeres Uchiha son de temer...

—No sabía que usted se encontraba en una relación, Madara.

—Deja las formalidades, mocosa.–bufa tomando otro trago—. Y en realidad soy casado.

La chica se ahogo con su trago de sake.

—V-vaya yo no...

—No expongo mucho mi vida privada.–se encoge de hombros tomando otro sorbo.— Mi punto es, joven Ren, que una pareja no se trata de perfección. Siempre habrá peleas, incluso momentos donde ambos quieran ahorcarse, pero el amor siempre está presente y eso ayuda a superar cualquier dolor y dificultad.

Ren lo observaba fijamente mientras tomaba un trago directo de la botella.

—No supe apoyarle durante aquel dolor, ¿sabes? Después de todo también era su hijo... Yo no comprendí el daño que hacía hasta que me encontré sola, siento como si hubieran arrancado una parte de mí al separarme de Tobirama.—respondió triste la de ojos bicolor, tomando un largo trago de sake.

—Oh Ren, sigues siendo una pequeña ilusa.—menciona el pelinegro mayor—. Cuando conocí a Akane... Dios, fui tan malo con ella un insensible también. Solía molestarla por ser débil, creer que era más que ella solo por mis habilidades... Pero ella nunca se fue, siempre estuvo ahí, incluso cuando Izuna murió en mis brazos ella me sostuvo. Me confesó su amor y no hice más que volver a humillarle, no estuve con ella hasta que acepte fundar esta aldea. Ella me devolvió los motivos de querer ser mejor.

La sonrisa en el rostro de Madara era una de felicidad, pero de un momento a otro está se volvió una mueca.

—Pero su carácter de los mil demonios nos hace tener peleas regularmente.—anunció— Justo ahora está molesta conmigo, me corrió de casa.

Ren no pudo evitar soltar una risita de solo pensar en aquella situación. Madara Uchiha, el temido líder del clan siendo exiliado de su propio hogar por su esposa.

—¡Madara!—una suave voz resonó en el local, donde una bajita chica de largos cabellos negros entro, su pálida piel le hacía parecer una muñeca.—Ahí estás...

El suspiro de alivio de la mujer, acompañado de sus pasos lentos y elegantes la hacía ganarse las miradas de muchos. Su belleza era algo que no podría pasar desapercibido.

Akane Uchiha se hacía presente al lado de su marido.

—Akane...

—Madara...—la mujer suspiro y tomó su mano—. Vamos a casa, por favor.

Él pelinegro sonrió y asintió levemente, giro encontrándose con la atenta mirada de Ren.

—Fue un placer mantener una plática contigo, Ren-san. Espero que puedas arreglar las cosas con Tobirama.

Akane la miró con una gran sonrisa y se acercó a ella.

—A veces los hombres necesitan que nosotras demos el primer paso, cariño.—le sonrió tocando su hombro—. Sobre todo si son testarudos.

Ren les sonrío en agradecimiento y les observó irse, cubriéndose de la lluvia con un paraguas, Akane pegada al cuerpo de Madara, ambos tranquilos.

Ren lo pensó, verdaderamente lo hizo, tomó el sake y se terminó su contenido de un solo trago.

Tal vez ella debería tomar la iniciativa esta vez.

Y así, bajo la fuerte lluvia que comenzó a caer sobre la aldea escondida entre las hojas, la chica de ojos bicolor comenzó a correr hacia su hogar dispuesta a recuperar la mitad faltante de su corazón.

Después de todo aquello era todo lo que necesitaba; las palabras correctas y un impulso.

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LEER LA NOTA DE ABAJO
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¡Hasta aquí el capítulo de hoy!
Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo, jiji

Amados lectores míos, el día de hoy vengo a decirles que he abierto otra cuenta. En ella estaré subiendo contenido completamente original, nada de FanFic, me gustaría que me ayudaran yendo hacia ella y esperando nuevas historias originales, claro solo si quieren. El user de la cuenta es; KIRguez
Realmente su apoyo en ella significaría mucho para mi...

Los leo en los comentarios, ¡hasta la próxima!

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