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Capítulo 9: pelea.

ADVERTENCIA +18: ESCENA NO APTA PARA PERSONAS SENSIBLES. SI LEES, QUEDA BAJO TU RESPONSABILIDAD.

9 años atrás...

Remy ya había dejado de llorar no porque no se sintiera triste, si no porque su hermano se burlaba de él y no paraba de decirle lo miserable que era su vida. Había esperado con ansias su cumpleaños solo para terminar llorando porque nadie había ido.

Ahora, después de echar a su hermano de su habitación había podido quedarse solo, y llorar en tranquilidad, al menos su llanto se había reducido. Aún conservaba la idea de que algo bueno podría pasarle.

Su madre había estado consolándolo, le dijo que tal vez no necesitaba una gran fiesta para su cumpleaños. Habían cortado el pastel entre ella y su hermano, comieron un trozo de pastel cada uno y al final de eso, tal vez Remy sonrió un poco, no porque haya comido pastel, sino porque estaba con su familia.

Hubiera seguido con aquella sonrisa si no fuera por su padre, que entró por la puerta principal, tambaleándose y ebrio.

Rebecca y Frey comenzaron a discutir, ella reclamándole por haber llegado ebrio y no cumplir su deber como padre estando en el cumpleaños de sus hijos. Él solo balbuceaba y le decía que él ya había cumplido su deber como padre manteniendolos, y poniendo dinero para cada cosa que hicieran.

Heyder tomó a Remy del brazo y lo llevo hasta su habitación, le dijo que se quedará tranquilo y no abriera la puerta. Remy le preguntó que haría él y solo respondió que haría lo mismo.

Remy se asustó cuando escucho algo romperse en el piso de abajo, estaba asustado y no quería salir de la habitación. Pero seguía escuchando que objetos se rompían.

— ¡Me voy, carajo! ¡No te aguanto a ti ni a tus malditas palabras! —Frey gritó mientras aventaba el televisor de la sala, aquel aparato rompiéndose al caer abruptamente al suelo.

—No puedo creer que estés haciendo esto, a mí, a los niños... —Rebecca lloraba mientras su mano seguía en su mejilla, donde ahora se formaría un hematoma—. Si te vas a ir, asegúrate de no volver jamás.

—Veamos cómo te va eso, cómo te va sin mí... —Frey reía cínicamente, mientras bebía lo último que quedaba de aquella botella de ron—. Porque no es un secreto que no eres nadie sin mí.

Frey había dejado de arrojar cosas al suelo, hacía reventado el televisor, las lámparas, y la mesa de cristal, y también había roto el corazón de Rebecca, y su mejilla.

—Vete, o llamaré a la policía. Los niños están arriba, Frey, te lo juro, vete o llamaré a la policía.

Aquel hombre terminó de tomar su botella y la arrojó a la pared, a centímetros de Rebecca, ella reaccionó y se alejó de aquel lugar subiendo al segundo piso. Frey salió por la puerta trasera de la casa y de un portazo la cerró.

Rebecca suspiró profundamente dejándose caer en el suelo, mientras lloraba y mirando hacia el pasillo, donde se asomaban la cabezas de sus hijos mirándola.

Eran la una de la madrugada y Remy no había podido pegar un ojo, hace rato había bajado a la cocina a tomar agua cuando vio aquel desastre de vidrios rotos en el suelo de la sala.

Su madre se había encerrado en su cuarto y no se supo más de ella. Hasta que Heyder la abrió y la encontró dormida profundamente.

Ahora, con los dos niños en sus habitaciones Remy no había podido pegar un ojo en la que iba de noche, cada que vez cerraba los párpados escuchaba las cosas romperse y los gritos de su madre, escuchaba las maldiciones de su padre y como su madre le decía que se fuera. Lo último que escucho fue una puerta cerrarse.

Y lo primero que escucho esa madrugada, fue una puerta abrirse.

Abajo en la planta baja había entrado Frey, silenciosamente, por la puerta principal, pensando que todos estarían durmiendo, no teniendo en cuenta que Remy no seguía dormido.

Subió las escaleras y abrió la puerta de la habitación y entró.

Remy que no supo más al escuchar una puerta abrirse, salió de su habitación. Y vio la puerta del cuarto de su hermano entreabierta.

Caminó lentamente y se asomó por la puerta. El cuarto estaba oscuro pero la lámpara estaba encendida.

Por lo que pudo ver perfectamente a su hermano boca abajo con lágrimas en los ojos, y a su padre encima.

La mano del mayor tapaba la boca de Heyder, y el niño solo pudo llorar en silencio sintiendo cada embestida que le daba el mayor.

Remy, siendo un niño de apenas de diez, y una escasa educación sexual, no entendía qué estaba pasando en aquella habitación, ni por qué su padre le estaba haciendo eso a su hermano. Y tampoco pudo entender como aquella noche se quedó mirando como su padre violaba a su hermano.

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